1780 Apresamiento del gran convoy 9 / VIII

Posted By on 31 de octubre de 2016

Se encontraba en la mar don Luis de Córdova cuando le llegó informe, del paso algo separado de la costa por el cabo de Finisterre de un convoy británico, con una pequeña escolta de un navío y dos fragatas, al parecer con rumbo a las islas Afortunadas para cruzar el océano, su escuadra estaba compuesta por treinta y seis navíos más ocho fragatas, entre ellos nueve franceses al mando Mr. de Beausset.

Dio orden a las fragatas de ir en vanguardia separadas a la vista para cubrir más mar, estando a 60 leguas al Oeste del cabo de San Vicente fue descubierto por una de ellas, pasando por banderas la señal del rumbo, poco después comenzó a cerrarse el cielo y empezar a llover dificultando la visión, era el 9 de agosto.

Al ir acortando distancias se apercibieron de la nula escolta, dado que el navío y las dos fragatas los dejaron a salvo en el paralelo de las Terceras por orden de sus jefes, por ello el Mayor General de la Escuadra, el capitán de navío don José de Mazarredo aconsejó dar la orden de caza general, la cual no era muy del parecer de sus compañeros, ante ello don Luis confió en el buen hacer de su Mayor (ya contrastado en su viaje de Brest a Cádiz), ordenando que así se ejecutara.

La maniobra de caza se prolongó varias horas por ser más ligeros los mercantes (aunque a costumbre de la época todos iban armados) y por la cerrazón impedía averiguar el rumbo de huía de cada uno, no obstante se pudieron apresar cincuenta y un buques, logrando escapar al parecer solo uno. (Los diferentes listados de ellos se contradicen, en unos las cincuenta y cinco velas se incluyen los escoltas y en otros no)

Una vez reunidos los apresados se le entregó el mando de una escuadra al jefe don Vicente Doz, pues a pesar de enviar gente a marinarlos, al llevar tropas del ejército no se quiso correr el riesgo por ser inferiores en número pudiera alguno escaparse, arribando a la bahía de Cádiz entre tres y cuatro días más tarde.

Pavía nos dice: «Una captura tan grande nunca antes había entrado en Cádiz, una flota Inglesa de casi 60 barcos, estando capturada por un escuadrón Español, era extremadamente enorgullecedor para una gente, que cuyas capturas navales de este enemigo, eran un inusual espectáculo. Todas sus pérdidas pasadas, todos los insultos a sus costas, y a esa ciudad y puerto en particular, parecían haberse esfumado. La apariencia de tantos prisioneros, consistiendo de todas órdenes y denominaciones, y pareciendo más a los varios habitantes de una ciudad saqueada que a gentes de una flota, parecía todavía hacer el triunfo más completo, e hizo la lucha incluso más singular»

Se capturaron 294 cañones, mil seiscientos noventa y dos hombres de las dotaciones, mil trescientos cincuenta y nueve del ejército, más doscientos ochenta y cuatro pasajeros, varios miles de fusiles, munición y pólvora para el ejército en sus colonias, sumando todo el mayor apresamiento sufrido por el Reino Unido.

Todo estaba valorado en más de ciento treinta millones de reales o su equivalente en libras un millón seiscientas mil. El desastre sufrido fue tan importante que por primera vez en su historia por una acción de guerra, hizo temblar la Bolsa de Londres.

Al conocerse el apresamiento el político Horacio Capole escribió a Horacio Mann, entre otras cosas le dice: «La flota Rusa esta husmeando en nuestro canal, y nuestras flotas de las indias han sido engullidas por un Escuadrón español en el cabo Finisterre. Este es el mayor golpe comercial que hemos recibido nunca en un solo tiempo»

Fue una época de baja en la Royal Navy, pues se vio forzada a cubrir por primera vez todo el planeta, desde la India, donde combatía contra la escuadra francesa, hasta el Atlántico cuando en él se hallaba la española y parte de la francesa, fue quizás el momento más crudo pasado en todos sus anales, pues llegó a estar falta de marinería y sus métodos de enrole no eran precisamente muy populares, de ahí la falta de casi todo y ante tanto problema, la oficialidad se durmió en los laureles, sólo la llegada del almirante John Jervis al mando de la escuadra del Mediterráneo utilizando medios muy expeditivos logró sacarla de nuevo a flote, pero en el transcurso tuvo que hacer frente a los motines de la escuadra en Spithead y Nore, donde no dudo en fusilar a los amotinados en 1799.

A ello se sumo la carta del oficial del buque Indiana, Hillsborough (mal llamado Helbreck en las relaciones), estando prisionero en Cádiz dirigida al gobernador de Gibraltar, diciendo: «Recibimos 14 disparos de uno de los 74, y con 2 muertos y 9 heridos rendimos el pabellón al navio español Firme. Fuimos todos, excepto las mujeres y sus maridos, los capitanes, primeros y segundos oficiales y 6 otras personas, ordenados a subir a bordo del Firme, pero mientras íbamos tuvimos la opción de regresar, y todos lo hicimos; y conocimos la mayor civilidad, humanidad y generosidad a bordo. Los grandes modales de los españoles hacen que nuestra situación se padezca poco, pues ellos hacen todo lo posible para aliviar el haber caído prisioneros; y nunca nos hemos sentido como tales»

A pesar de ser buques mercantes, por reunir condiciones aconsejables algunos de los apresados pasaron a formar parte de la Armada después de ser mejorados, sobre todo los cinco fuertes y marineros indiamen, convirtiéndose: la Hillborough, de 30 cañones, la Santa Balbina, de 34 cañones; la Royal George, de 28, la Real Jorge; de 30; la Monstraut, de 28, la Santa Bibiana, de 34, y las Geoffrey y Gatton ambas de 28, fueron respectivamente la Santa Paula, de 34 y Colón, de 30.

A ello se sumó la vital importancia para los británicos de este convoy, pues en esos momentos estaban en guerra contra los independentistas de sus trece colonias, (los futuros Estados Unidos de Norteamérica) y precisamente su interceptación por la Armada española, provocó la pérdida del combate de Yorktown, siendo el principio del fin del poder británico sobre sus colonias. Convirtiéndose al mismo tiempo en una de las grandes victorias navales españolas, sobre la Marina Real Británica.

Era normal buscar un culpable, aunque en este caso nada podía hacer por la gran inferioridad del convoy, sumándose la nula escolta, fue sin duda alguna un exceso de confianza del propio Almirantazgo británico, o una de esas órdenes que no se debieron dar, pues queda demostrado que cuando le interesaba si enviaban escuadras de protección, pero en este caso se equivocaron por completo o no disponían de buques suficientes. Fue como no el capitán John Montray quien estaba al mando en jefe del convoy, al regresar fue juzgado en Consejo de Guerra, la sentencia fue de culpabilidad y como consecuencia fue degradado y expulsado de la marina.

Robert Beatson, escribió sobre el tema: «La inclinación general prevalece para culpar a un individuo al estar determinado según la magnitud del suceso, en lugar de buscar la proporción en su demerito.»

Esta es parte de la ayuda española a la independencia de los Estados Unidos de América, pero por circunstancias de no saber vender el jamón, es muy poco conocida incluso en el país americano y ya no digamos en esta España, que no recuerda ni el principio de la reconquista, sus personajes, razones, azares y demás ostracismos.

Bibliografía:

Barbudo Duarte, Enrique.: D. José de Mazarredo. Teniente General de la Real Armada. Madrid, 1945. Premio Virgen del Carmen 1944-1945. Facsímil 2008. Fragata Libros Náuticos, S. L.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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