1624 – Memorial que la duquesa de Osuna entregó a S. M.

Posted By on 22 de octubre de 2017

«Señor: Pudiera llegar a los pies de V. M. con mucha confianza de pedir mercedes, por los aventajados servicios que el Duque de Osuna, mi marido, ha hecho a su Real corona, pues sabe V. M. que los que han llegado a su noticia después que salió de la niñez, de las glorias de sus armas, y del terror que de ella han tenido sus enemigos, son ejecuciones del valor de mi marido, sin duda semilla de sus emulaciones y del trabajo en que se halla. No quiero por ahora suplicar a V. M. por mercedes y gracias, que como son en la moneda que pagan los reyes, estoy cierta que tenemos segura esta partida. Vuestra Majestad. Dios le guarde, es rey católico, por renombre, por ejercicio; justicia pido y desagravio.

Los enemigos de mi marido son los de su corona de V. M., para su grandeza pequeños goznes, para el Duque valientes perros, pues no contentos con ladrar contra su reputación, han podido dar con él en una cárcel. Señor, el Duque de Osuna, que afrentó al Veneciano, que ayudó a castigar al Piamontés, que pasó la caballería de V. M., arbolados los estandartes, por los estados del Papa, que ayudó al Emperador a recobrar los reinos de Hungría y Bohemia, que asistió los estados de Flandes con gente y dinero, que restauró la quiebra de la navegación de Filipinas con bajeles, armadas de artillería, soldados y marineros, es el preso, el apresado con nombradía de delincuente, de que ofendía a V. M.

Los libres son los que habiéndose atrevido a quitar un virrey y llamar otro, reconocidos de su error y temores del castigo, buscaron calor para cubrirse en la fidelidad de tan gran ministro de V. M. como es, y ha sido el Duque mi marido. Si él ha delinquido en la lealtad que debe al servicio de su Real corona de V. M., coraje tengo yo, y sangre, para con mis manos, si me fuera lícito, quitarle la vida, o a los menos a los pies de V. M. procurar con el rigor de su justicia sacar esta mancha; no habiendo en esto falta, como es imposible que la pueda allanar toda la malicia humana, no hay en el mundo delito que merezca esta prisión: si debe el duque, pague el Duque, que hacienda tiene él y dote yo, para que V.M. quede satisfecho, aunque a tan grandes reyes, las cuentas suelen ser de hazañas, no de maravedíes, que esta partida es fácil de averiguar, cuanto y más.

Señor, que 20.000 hombres de guerra y tales facciones ejecutadas con ellos, no se hacen sin dinero; la providencia del Duque los ha sacado, no de la hacienda de S. M., sino de los despojos que sus enemigos han dejado en las manos de sus victorias.

Vuestra majestad tiene a sus pies una mujer, cuyos antepasados han acrecentado con su sangre mucho de su corona, y alguno de ellos dándole más hacienda y más vasallos que heredaron de sus padres los de Vuestra Majestad; merezca por ellos y por sí este desagravio, que como tan fiel vasallo de V. M. siente le quieran hacer perder el ministro más importante para grandes cosas que tiene rey en el mundo, escondiéndolo y maltratándolo las naciones entre quien el Duque se ha puesto en tan aventajado lugar, sirviendo a V. M., están a la mira esperando el fin de esta prisión.

Suplico a V. M. se compadezca de nuestra sangre y casa, no esté tanto tiempo a riesgo de que la juzgue los émulos de su corona, conforme al dolor del castigo que V. M. les ha dado por mano del Duque mi marido, que ya este caso, demás de tener en sí tanta justicia, se entra por las puertas de la piedad y misericordia; y porque creo que el dolor de mi corazón me habrá hecho atropellar algunas de estas razones, suplico a V. M. las vuelva a ver en este papel. — Impreso en una hoja suelta, f. s. a. n. l.»

Aclaración: Explicar que su esposa era Doña Catalina Enríquez de Ribera, como a tal descendiente directa de los Almirantes Mayores de Castilla, quienes desde 1405 venían ostentando este título, de ahí la forma y estilo con sus incisivas palabras, dejando al Rey muy claro que para nada era posible que su esposo fuera acusado de malversar fondos de la corona y en esta confianza su firmeza, siendo conocedora que tanto el título de su marido como el apellido de ella no era posible semejante desafuero, pues estaba más que demostrado por los siglos de la forma de actuar de todos sus ancestros, tanto los de su marido como los de ella y ello provoca esa casi familiaridad del escrito, en el que por otra parte denuncia al conde-duque de Olivares, principal culpable de terminar sus días don Pedro Téllez Girón en una prisión, cuando entre ambas familias unidas le habían dado como bien dice, más que otros muchos nuevos allegados y émulos. Quedando claro el desprecio hacia estos y reafirmando a S. M. su error al dejarse llevar por un valido que no les llegaba a la suela de la bota.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo: El Gran duque de Osuna y su marina. «Sucesores de Rivadeneyra» Madrid. 1885.

Transcrita por Todoavante

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