1776 — 1779 Brasil guerra abierta con los portugueses
Posted By Todoavante on 24 de octubre de 2016
A principios de febrero de 1776 llegó a la zona una escuadra portuguesa al mando del almirante irlandés Robert MacDouall, compuesta por el navío Sao Antonio, dos fragatas, dos paquebotes, un bergantín, una balandra y tres zumacas, sumándose a la escuadrilla portuguesa al mando de Hardcastle, compuesta por dos corbetas, dos zumacas y algunos buques menores. Las dos flotas portuguesas desembarcaron la artillería que transportaban en sus bodegas.
El 19 de febrero se internaron en el Río Grande Do Sul, (en nombre portugués) en busca de la flota española, la cual no había recibido refuerzos, siendo la superioridad lusitana aplastante. La escuadrilla española estaba al mando del capitán de fragata Francisco Javier Morales contando con la corbeta Nuestra Señora de los Dolores, de 20 cañones al mando del alférez de navío José Emparán, el bergantín Santiago, mandado por Morales, el bergantín-goleta Nuestra Señora de la Pastoriza, al mando del teniente de fragata Juan José de Iturriaga, y las saetías San Francisco de Asís, mandada por del teniente de navío Felipe López Carrizosa, y Misericordia, al mando de Francisco Idiáquez de Borja.
Cruzaron el paralelo de la Punta de San Pedro dirigiéndose río arriba nueve embarcaciones portuguesas, dos fragatas de 30 y 24 cañones, dos paquebotes de 18, una balandra de 14 y cuatro zumacas de 16, con claras intenciones de atacar la flotilla española. A las ocho de la mañana fondearon dentro de la Barra. Las baterías españolas de la Barra y Santa Bárbara comenzaron a disparar a las tres de la tarde contra la escuadra enemiga, respondiendo con valor la balandra portuguesa, uniéndose más tarde al cañoneo una zumaca, un paquebote y las dos fragatas. El fuego de las baterías fue tan bien dirigido que obligó a los portugueses a alejarse, hundiendo una zumaca frente a la batería de Santa Bárbara y varando un paquebote en la Punta de San Pedro, quemado más tarde por los españoles.
A pesar del duro castigo recibido por los enemigos, intentaron tomar al abordaje las naves españolas. Contra la saetía del teniente Carrizosa se pusieron a su costado la balandra y un paquebote, siendo rechazados, pero pierde al alférez de navío don Francisco Butrón, segundo en el mando y, heridos un cabo y cuatro marineros. También contribuyeron a su defensa los cañones de la corbeta Dolores, que sufrió las bajas de un cabo y dos marineros heridos. La saetía Misericordia fue atacada a la vez por cuatro naves enemigas, entre ellas una fragata, y maniobró de modo que no se viera rodeada, consiguiendo rechazar a los cuatro buques lusitanos.
Las dos fragatas portuguesas intentaron abordar el bergantín Santiago, recibiendo apoyo de otras naves ante el vivo fuego del bergantín español, éste fue auxiliado por el bergantín Pastoriza, cuya tripulación protagonizó momentos de gran valor. Durante el combate, muere su comandante Iturriaga junto a otros ocho hombres y caen heridos dieciséis marineros. En el instante en que tratan de abordarle el Santiago se atraviesa entre ellos. Aumentó tanto la moral de la tripulación que intentan tomar la fragata portuguesa, matando a su comandante y al segundo. Viendo la situación tan apurada de la fragata, un oficial de otro barco portugués pasó a la fragata y tomó el mando, consiguiendo retirarse del combate, aunque con muchos daños.
Después de tres largas horas de combate, los portugueses se retiraron habiendo sufrido el hundimiento de la balandra y un paquebote que en su retirada fue a varar por haber perdido el timón en el combate. Entre los muertos cabe citar al comandante de la goleta Pastoriza, el teniente de fragata don Juan José Iturriaga y de Emparán y el alférez de navío don Francisco Butrón de Mújica y Cortés de Zúñiga.
Mientras ocurría este combate se vieron varias lanchas portuguesas llenas de tropas que intentan tomar el islote de Landino, en la desembocadura del río. Una embarcación española, armada con dos cañones de á 16 libras, dos de á 3 y algunos pedreros se acerca al islote para detener a los lusitanos, quienes viran al verse sorprendidos. Los portugueses volvieron a atacar con fuerzas mayores, desembarcando 1.500 hombres en la Barra el 1 de abril con las que sitiaron el fuerte de Santa Tecla.
Con la caída del fuerte a finales de abril, el resto de puestos españoles se rindieron, recuperando los portugueses toda la zona de Río Grande y el resto de las plazas ocupadas por Cevallos en la guerra anterior. A su vez en este ataque los enemigos se acercaron a aguas poco profundas e instalaron una batería en tierra. Cogida entre dos fuegos, la goleta Santa Matilde recibió varios disparos, algunos a flor de agua. Para evitar perder la tripulación, el teniente de navío don Manuel Pando ordena dirigir el buque contra la playa donde vara, le prende fuego para evitar su captura, llegando la dotación por tierra a Montevideo. El capitán de fragata Morales reúne su flotilla de cuatro naves e intenta llegar a Montevideo, pero tres de los buques se pierden en los bajos de la Barra, entre ellas la corbeta Dolores, llegando el bergantín Santiago a Maldonado el 13 de abril con las tripulaciones de los buques hundidos.
En respuesta a esta acción hostil por parte de Portugal, el rey don Carlos III ordenó la formación de una expedición a Sacramento, compuesta por los navíos: Poderoso, de 70 cañones, Comte. Don Juan de Lángara, insignia; San José, de 70, Comte. Don Francisco Bances; Monarca, de 70, Comte. Don Pedro Trujillo; San Dámaso, de 70, Comte. Don Francisco de Borja; América, de 60, Comte. Don Antonio Osorno y Herrera y Septentrión, de 60, Comte. Don Antonio Osorno y Funes; las fragatas: Santa Margarita, de 26, Comte. Don Ignacio Luque; Santa Clara, de 26, Comte. Don Pedro de Cárdenas; Santa Teresa, de 26, Comte. Don Basco Morales; Venus, de 26, Comte. Don Gabriel Guerra; Liebre, de 28, Comte. Don Manuel Maestre; Santa Florentina, de 20, Comte. se desconoce; Santa Ana, de 20, Comte. Don Francisco Javier García y Santa Rosa, de 20, Comte. Don José Castejón; chambequín Andaluz, de 30, Comte. Don Benito de Lira; los paquebotes: Marte, de 16, Comte. Don Antonio de Córdova y Guarnizo, de 16, Comte. Don Sebastián de Apodaca; el bergantín Hopp, de 19, Comte. Don Andrés Llanos; las bombardas: Santa Casilda y Santa Eulalia; la saetía Santa Ana, Comte. José Justo Salcedo y dos brulotes, más una flota para transportar un ejército de doce mil novecientos noventa y seis hombres. Compuesta por 30 fragatas, 18 paquebotes, 38 saetías, 6 bergantines, 1 polacra, 1 goleta y 2 brulotes, siendo el convoy de 96 velas con un total de 18.665 toneladas, llevando a su bordo ocho mil quinientos hombres de infantería y seiscientos Dragones con sus monturas. Unos días después de arribar la expedición se le unieron los navíos: Santo Domingo, de 70 cañones, Comte. Don Martín Lastarría; Serio, de 70, Comte. Don Francisco Javier Morales y San Agustín, de 70, Comte. Don José Techain, con la fragata Santa Gertrudis, de 26, Comte. Don Luis Ramírez.
La escuadra portuguesa la componían los navíos: San Antonio, de 66 cañones; Nuestra Señora de los Placeres, de 64; Nuestra Señora de Ajuda, de 64 y Nuestra Señora de Belén, de 54. Fragatas: Nuestra Señora de Gracia, de 42; Nuestra Señora de Nazaret, de 40; San Juan Bautista, de 38; Princesa de Brasil, de 34; Príncipe y Pilar de 32 y tres paquebotes, dos de 16 y uno de 14.
La escuadra al mando en jefe del general marqués de Casa Tilly, como segundo comandante el jefe de escuadra don Adrián Caudrón de Cantín y como Mayor General el capitán de navío don Luis Muñoz, siendo nombrado jefe de la expedición el teniente general don Pedro Ceballos Cortés quien estaba investido con el título de Capitán General y primer Virrey de Buenos Aires con la misión de recuperar las tierras ocupadas por Portugal en la colonia de Sacramento.
Zarpó la escuadra el 13 de noviembre de 1776, con rumbo a aquellas aguas y costas; al arribar desembarcó el ejército en diferentes puntos, uno de ellos la ensenada de Garampas, en la isla de Santa Catalina, desde donde lanzaron el ataque. Después de unos combates se recuperó la isla el 15 de enero de 1777, cuando el marqués de Cagigal, al mando de las compañías de granaderos, capturó al Gobernador portugués y dos regimientos de infantería depusieron sus armas.
El 24 de febrero de 1777 la goleta Santa Engracia se encontraba en el apostadero de Montevideo al mando del teniente de navío don Diego Pareja. El mismo día se hizo a la vela, regresando a su base la tarde del 26 de febrero con la captura de un buque portugués llamado Merced con mercancías destinadas a la Colonia de Sacramento. A primeros de marzo entró la goleta Santa Engracia en Montevideo junto al bergantín Santiago y dos paquebotes portugueses capturados.
Continuaban las operaciones contra los portugueses, las tropas al mando del general Ceballos ya tenían abiertas trincheras en la colonia de Sacramento, emplazando baterías de artillería. Mientras el teniente general marqués de Casa Tilly, con una escuadra de seis navíos arrumbó a las costas de Brasil en busca de la escuadra portuguesa que no encontró, protegiendo al ejército se quedaron varias fragatas y otras unidades menores.
El 4 de junio los portugueses capitulan en la colonia de Sacramento, sólo piden que sus oficiales conserven las espadas, lo que es concedido, al entrar en la fortaleza se capturan dos banderas, 141 piezas de artillería, 2.300 fusiles y gran cantidad de munición y pólvora, así como víveres.
Intercedieron como siempre los británicos en defensa de los portugueses, para llegar a un acuerdo con España, por ello regresó la escuadra a la bahía de Cádiz el 17 de julio de 1778. El Tratado preliminar fue firmado en San Ildefonso, entre las coronas de España y Portugal el 1 de octubre de 1777. Al que se añadió el tratado de amistad, garantía y comercio entre ambas coronas, firmado en el Pardo el 24 de marzo de 1778. En él la base estaba en revisar por expertos de ambos países los límites entre ambos y como compensación por los gastos de la guerra, España recibía de Portugal las islas de Fernando Póo y Annobon en África.
Viajaron por tierra a Cádiz para embarcar, zarpando la comisión de científicos a fijar las líneas de demarcación de las posesiones respectivas en aquellos territorios, que posteriormente fue ratificado por los plenipotenciarios de los dos estados. Al concluir todo este trabajo de campo y concluido el Tratado, se dio orden de regreso a la expedición, la cual arribó a la Península en noviembre de 1779.
Casi fracasó la expedición a causa de las diferencias surgidas entre los dos mandos, de forma que ya tomados los territorios y calmados los ánimos, el virrey escribió denunciando el comportamiento del marqués de Casa Tilly, por esta razón por Real orden del 4 de agosto de 1778, se formó un Consejo de Guerra de Generales, compuesto por tres tenientes generales, tres jefes de escuadra y tres capitanes de navío, siendo el Presidente don Luis de Córdova, como fiscal se nombró al Mayor General de la escuadra, don Ventura Moreno, comenzando el juicio el 23 de noviembre de 1780 a bordo del navío Santísima Trinidad, se prolongó hasta el 27 de enero de 1781, reconociendo la sentencia el haber ejecutado las órdenes recibidas de sus superiores jerárquicos, por ello nada se le podía castigar, saliendo sin cargo alguno y libre de toda culpa, sentencia ratificada por S. M., por Real orden del 12 de junio siguiente. A esto añadir que en la empresa quedaron muy castigados los navíos Serio y Poderoso, apresado casi sin combatir el San Agustín, así como la fragata Santa Clara por abrirse su obra viva en el Banco Inglés. El comandante del navío rendido don José Techain, así como su Segundo, pasaron igualmente el Consejo de Guerra, siendo dados de baja en la Real Armada, dándoles por benevolencia de don Carlos III medio sueldo para no pasar hambre.
Epílogo:
Al respecto de estas acciones nos narra don Cesáreo Fernández Duro: «Los portugueses había penetrado el amilanado ánimo de nuestros marinos, el día 9 de junio tuvieron la animosidad de entrar con su débil escuadra en el mismo puerto de Santa Catalina. Se presentaron á la nuestra; cargaron sus mayores, que fué provocarlos al combate; pero nuestros marinos no hicieron movimiento alguno, y sobre tener ellos la sangre más fría que las tortugas, quedó ahora helada con el sustazo desmesurado que tenían. Pensaron que iban los portugueses á reducirlos á cenizas; pensaron ciertamente lo que debían pensar si no hubiesen sido los enemigos portugueses. No obstante, si éstos hubieran embestido, se la llevan, y así me lo ha dicho un oficial de marina que en aquel imaginario conflicto hizo votos. El uno fué dejar el oficio para no exponerse á otra angustia como ésta, porque le dicta su conciencia que está interiormente degradado de todo lo que es honor desde que le infundieron metódicamente el miedo en esa que se llama Academia de los caballeros Guardia marinas; escuela en que, degradándose la juventud del varonil espíritu, quedan sus alumnos capaces para presidir con decoro un monasterio de monjas solamente.»
Añade escritor tan mesurado é imparcial como lo era el conde de Fernán Núñez, quien se hizo eco de las impresiones predominantes, y él, hijo y nieto de marinos escribió estas frases, que es bueno comprobar con las anteriores: «Estaba Macdowel con su escuadra en un puerto no distante de Santa Catalina, en que, según la opinión general, hubiera podido y aun debido atacarle con suceso Tilly, hallándose con fuerzas superiores á las suyas; pero hubo varias razones de intereses particulares que lo impidieron, siendo una de ellas la mala inteligencia que reinaba entre los dos generales de mar y tierra, lo que desgraciadamente sucede demasiado á menudo entre unos y otros, queriendo cada cual hacer el principal papel y tener toda la gloria, y siendo muy duro á los marinos, acostumbrados siempre á un mando absoluto, independiente y casi despótico, sujetarse á ser auxiliares de las tropas de tierra, ni á ser mirados por ellos como meros conductores.»
Bibliografía:
Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegría y Chalain. Madrid, 1843.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.
Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
Compilada por Todoavante ©
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