Guadalete bergantín acto heroico 1830
Posted By Todoavante on 27 de enero de 2018
En 1830 los franceses realizaron su campaña sobre Argel, le fue entregado el mando a don José Morales de una división naval compuesta por el bergantín Realista, en él enarbolo su insignia de jefe, el Guadalete y otro de su mismo tipo más dos goletas.
Zarpando de la bahía de Cádiz el 23 de mayo con destino a Mahón como puerto base, fue destinado el Guadalete para realizar la observación de las maniobras a realizar por los franceses, para después ser analizada por oficiales superiores de la Real Armada, acompañando a las fuerzas navales del país galo permaneciendo con ellas hasta ser tomada la ciudad de Argel, estando en esta comisión la noche del 2 de junio se desató un duro temporal del NO., obligando al bergantín a soportar aquella mar sin muchas defensas, el comandante ordenó poner las capas para correrlo, pero a pesar de esta medida con los masteleros secos aún obligaban al casco a tomar fuertes balanceos, visto esto el comandante ordeno calarlos ya entrada la noche, por su peligrosidad sólo lo realizó el gaviero mayor, por nombre Jaime Mons, quien por un golpe de mar fue catapultado al mar; Armero estaba de guardia, al oír los gritos de don Jaime le siguió con la mirada hasta fijar el punto de caída, las olas eran muy altas y se perdió de vista enseguida, no lo dudó un instante gritando: ‹¡sígame el que quiera!› en pocos segundo cuatro marineros no menos arriesgados que él estaba en la mar con un pequeño bote.
Se avisó al comandante de lo sucedido y éste salió al alcázar, ordenando colocar como se pudiera todos los faroles disponibles, así al menos ellos señalaban su posición facilitando ser vistos, era noche cerrada y sin posibilidad de hacer nada, el timón iba a la vía y sólo se le movía para ir a buscarlos cuando la mar lo permitía con pequeñas arribadas, así pasaron dos largas horas sin que desde el bergantín pudieran saber de verdad si estaban vivos o habían sido tragados por la mar, dándoseles por perdidos; unos segundos después se pudo distinguir que un bote intentaba llegar a ellos, al estar a distancia con posibilidades de rescate comenzaron a lanzar guías, consiguiendo afirmar una de ellas y ganando de ella llegar al cabo, a su vez fue afirmado, así entre los remos del bote y la fuerza de los que tiraban del cabo desde el bergantín, el bote despacio iba acortando distancias, la odisea no había terminado, pues al estar muy cerca de la amura del bergantín, un golpe de mar estrelló el bote contra ella quedando tan deshecho que todos fueron de nuevo hombres al agua, pero los cabos lanzados por decenas para que a alguno se pudieran agarrar tuvo su efecto y poco tiempo después los seis estaban a bordo.
Sólo al estar a salvo en el buque fue cuando se dio cuenta de lo que había hecho, ya en presencia del comandante don Jaime, el gaviero mayor, se arrodilló delante de Armero llorando y le decía que era ‹el ángel de sus hijos› sin parar y repitiéndose. (Hay decisiones en la vida que uno no tiene tiempo de pensar en sí mismo y de ahí nace la heroicidad, por ser precisamente un acto reflejo, para intentar salvar a otros a costa de nuestra propia vida. Por eso los héroes nacen, no se hacen.)
El acto llegó a conocimiento del Rey y a parte de pedir un informe de lo ocurrido, les entregó la Cruz de la Marina de Diadema Real (equivalente a la actual Medalla Naval) y una campaña de abono a los cinco integrantes del rescate, pero aparte, pasó una Real orden del 27 de septiembre de 1831, dirigida al Mayor General de la Armada y de la Junta Superior de Gobierno, en la que entre otras cosas dice: ‹…se tengan presente los servicios de este oficial para sus adelantos en la carrera, y que se estampasen en su asiento las notas de arrojado y valiente›
Por otra parte el informe entregado por el Director General de la Armada de lo ocurrido para buen conocimiento del Rey, entre otras cosas dice:
«Excmo. Señor: Por conducto extrajudicial llegó á noticia que el alférez de navío D. Francisco Armero había ejecutado en 2 de Febrero del año anterior una acción en que manifestó sus elevados rasgos de humanidad y bizarria, poco ó nunca vistos, salvando la vida á un marinero que fue arrojado violentamente al mar. Previne al Comandante del bergantín Guadalete me detalle tan extraordinaria ocurrencia, y lo verificó manifestando: que hallándose al O del cabo de San Vicente con viento duro y chubascoso del NO, acompañado de gruesa mar, fue arrojado á ella el gaviero mayor Jaime Mons por el empuje de la coz del mastelero de juanete, en la maniobra que se hacía para echarlos abajo, y aunque se trató de tirarle un cuartel de escotilla amarrado con un cabo de maniobra, para que hiciese el uso de guindola, la gruesa mar sotaventeó el buque, é hizo infructuoso aquel recurso. Mandó al instante echar al agua el segundo bote, aunque dudaba del buen éxito de esta maniobra por ser muy gruesa y elevada la mar, y no bien llegó al agua, aunque con alguna avería por haber chocado con la lancha al suspenderlo, cuando al instante se precipitó á él denodadamente el expresado oficial Armero, y tan noble decisión fue seguida por el cabo de mar José María López, y los marineros Juan Pelegrin, Juan Simo y Jaime Miralles. El bote hacía agua á la sazón y la mar oponía obstáculos insuperables á su manejo; pero nada arredró á aquellos valientes. A los 8 ó 10 minutos se perdió de vista el bote desde las crucetas, y maniobrando en su busca, tuvo á las dos horas la inexplicable satisfacción de encontrarlo por el través, anegado hasta los bancos, con la doble alegría de que hubieran salvado al gaviero que conducían con el cuartel que le había sostenido. Al trasladarme el mayor General esta comunicación observa que el denodado arrojo del oficial Armero es tanto mayor cuanto que mirada la imposibilidad de que el segundo bote pudiere navegar en la mar tan elevada y borrascosa, no detuvo el tan inminente peligro de que fuesen todos victimas antes de conseguir la salvación del gaviero, y despreciando su vida dio el ejemplo de las virtudes más apreciables de su grandeza de espíritu, bizarría, con exceso y amor decidido por sus semejantes. Observar también, que lejos de vociferar Armero esta proeza, guardó silencio manifestando así que no ambicionaba más premio que las pruebas de gratitud que le tributaban su libertado, cuya modestia da más brillo á su heroicidad, y á fin de que no quede oscurecida la temeraria empresa del oficial Armero y demás individuos que le siguieron, es de parecer el expresado Mayor se le pudiera premiar con la cruz de marina, recomendándole para sus ascensos y el que sirva por una campaña entera de mar con la anotación á todos en sus asiento de esta gracia con el lema de ‹por arrojado y valiente› á los marineros citados, cuyo premio, obtenido sin mediar pretensión alguna, será un fuerte estímulo para que se repitan tan humanas como valientes decisiones. Lo que tengo el honor de trasladar á V. E. conforme en un todo con la opinión del referido Mayor General á fin de que V. E. si lo tiene á bien, se sirva dar cuenta al Rey nuestro Señor por si se dignase conceder á Armero y á los demás que lo acompañaron en la acción bizarra que se dice, las gracias para que se les propone. — Dios. etc. — Madrid 4 de agosto de 1831. — Excmo. Señor. — Firmado. — El Conde de Salazar.»
Bibliografía:
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
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