1873 Bombardeo de Alicante por la escuadra cantonal de Cartagena
Posted By Todoavante on 12 de mayo de 2017
Al conocerse en Alicante la acción sobre Águilas, se temieron eran los siguientes, así el 18 de septiembre comenzaron a abandonar la ciudad los más cercanos a los muelles, el Gobernador civil publicó un boletín para calmar los ánimos. En junta de gobierno de la ciudad se decidió presentar cara a los posibles enemigos, llegando en estos días varias fuerzas para unirse a la defensa, comenzando el 19 a levantar barricadas en el malecón y playas cercanas a la capital, entre las fuerzas llegaron dos columnas, una de carabineros y otra de la guardia civil.
El 20 llegó noticia a Gobierno civil de divisarse en Torrevieja los buques insurgentes del cantón cartagenero, al ser divulgada algunas familias abandonaron sus casas, sobre las diez de la mañana se presentó una escuadra británica al mando del comodoro Campell, enarbolando su insignia en la Narcissus, siguiéndole la Inmortalite, Endimion, Doris y Aurora, todas ellas fragatas, esto confirmaba la llegada de las fuerzas navales cantonales.
Ante ello el Gobernador civil don Norberto Piñango fue recorriendo los puntos de la plaza donde se había dispuesto las piezas de artillería, así como los parapetos para las tropas, a las tres de la tarde se presentaron la Numancia y el vapor Fernando el Católico, media hora más tarde fondeaban en la bahía, una hora después un bote de la Numancia se acercó al insignia británico, se entrevistó Contreras con el comodoro durante una larga hora, el jefe insurrecto le dio 96 horas; se supo esto porque el comodoro desembarco en el muelle junto al cónsul británico de la ciudad, comunicando que el tiempo ganado fue por presiones del británico y como Contreras ordenó ponerse en marcha al Fernando el Católico con rumbo a Cartagena y regresar acompañando a la Tetuán y Méndez Núñez, a su vez el británico envió una de sus cañoneras a buscar una de sus fragatas acorazadas, pues las presentes eran todas de madera.
Caída la noche se incorporó un destacamento de la guardia civil para reforzar a los presentes, a su vez el Gobernador movilizó a todos los hombres que quisieron apuntarse a la defensa, siéndoles entregadas armas de fuego largas y cortas así como blancas, recibiendo a su vez un documento por el que el ministro de la guerra le enviaba refuerzos.
El domingo 21 con bandera blanca se dejó entrar un bote de la Numancia, siendo recibido por el brigadier Costilla comandante de Marina del puerto, entregándole unos documentos de exhortación a la rebelión, a ello respondió el Gobernador con otro escrito, diciéndole que Alicante no se iba a rendir, se cruzaron muchos avisos y comunicados, recibiéndose también uno del ministro de Gobernación don Eleuterio Maisonnave dirigido al alcalde; ante la huída de parte de los responsable de la alcaldía, el Gobernador nombro seis nuevos alcaldes, reunidos los nuevos miembros decidieron formar con urgencia nuevos policías de la ciudad y dos compañías de bomberos, esto sabido por el vecindario aumentó sus ganas de quedarse y ayudar a defender su tierra, el mismo día llegó un tren especial con el brigadier Canaleta y 300 cazadores del batallón de África.
El lunes 22 se pasó revista a los Voluntarios de la República, empleados de Gobernación, Diputación y Hacienda, todos ellos bien armados y dispuestos para el enfrentamiento, por la mañana fondeo en la bahía la fragata acorazada británica Lord Erward, poniéndose en marcha dos de las de madera iníciales y la San Martino italiana con rumbo a poniente. A las seis de la tarde se reunió de nuevo el ayuntamiento, emitiendo otro comunicado a la población de tranquilidad y demandando ayuda pagada para levantar fortificaciones a los ciudadanos.
A su vez hubo un movimiento natural de los extranjeros afincados en la ciudad, demandando a sus fuerzas navales impidieran aun interponiéndose fuera bombardeada, pero hete aquí la gran respuesta de siempre, no fue otra: que su Gobierno había admitido la posición de neutralidad sin injerencia en los asuntos internos de España. Esta noche la Numancia levó y arrumbo al S., siguiéndole una británica de inmediato.
El 23 amaneció sin buques a la vista, como es natural nadie sabía muy bien a que obedecía el comportamiento, realizando mil conjeturas, horas más tarde el comodoro británico desembarcó de nuevo para comunicar que el insurrecto Contreras, le había indicado que se iba pero volvería para bombardear la ciudad si no se le unía. A las trece y tres cuartos fondearon en la bahía las corbetas acorazadas francesas L’Oecan, de 12 cañones al mando de Mr. Maurin y la Reine Blanche y Savoye, de 10 por Mr. Galiber, la presencia de estos buques llevó a algunos a hacerse la gran pregunta: Era ya sabido el apresamiento por los británicos y llevadas y fondeadas en Gibraltar de la fragata acorazada Vitoria, la de madera Almansa y el vapor Vigilante por haberlas declarado el Gobierno piratas, en cambio ahora a pesar de la vigilancia de las insurrectas que no dejan un instante de seguir todos los movimientos, iban a permitir bombardearan la ciudad de Alicante.
Era algo inconcebible y a ello muchos de los extranjeros residentes en la ciudad volvieron a increpar esta vez a sus marinos, encabezados en esta ocasión por los distintos cónsules, quienes dirigieron un escrito a sus respectivos Gobiernos para que intervinieran con razones. De hecho el último punto y aparte dice: «Que los daños y perjuicios á los que pudieran irrogarse, voluntariamente ó involuntariamente á los cuantiosos intereses de toda clase que los súbditos estranjeros poseen en Alicante, llevarán consigo la mas estrecha responsabilidad personal y material de los causantes del daño, acudiendo en tal estremo, al auxilio de las fuerzas navales estranjeras surtas en esta bahía.»
Cómo se había corrido la voz, no podían faltar a la cita los corresponsales, Mr. Austin del The Times y Sr. March del Daily-News, seguramente estos contarían hasta los proyectiles cruzados. A esta presencia un periodista español (de quien no se da nombre) dice: «Después de haber apresado la Vitoria y la Almansa, las cuales retenía á la sazón en su poder por su condición de piratas, consintió que la Numancia, tan pirata como aquellas, cometiese en presencia de su escuadra los actos más vandálicos.» Siempre nos ha pasado lo mismo con estos personajes y siguen a fecha de hoy, son lo que han sido siempre, piratas, ahora con otros modos pero con el mismo fin.
Miércoles 24 era el día de cumplirse la amenaza, pero no había buques insurrectos a la vista. No por ello se dejó de proseguir en la construcción de las fortalezas, por la mañana se incorporaron a la defensa cuatrocientos hombres de infantería, artillería, guardia civil y voluntarios llegados de Cieza. Hizo acto de presencia la Cruz Roja, a su cabeza el médico presidente don Evaristo Manero y treinta y tres médicos y cirujanos con sus ayudantes de todo tipo, estableciendo el hospital de sangre en el convento de las monjas del mismo nombre.
Por la manifiesta tranquilidad el Gobernador autorizó la salida de hombres de la ciudad y a su vez todos los que quisieron salir lo hicieron, por considerar que personas que no iban a ayudar, mejor no tenerlas obligatoriamente en el fragor del combate. A su vez a las cuatro de la tarde de nuevo embarcaron varios responsables para visitar al comodoro Yelverton, indicándole la inconveniencia de su actitud, y que al menos consiguiera prolongar el plazo, pero éste no varió su posición al parecer dictada por su Gobierno.
Había llegado como Capitán General para ponerse al frente de todas las tropas el general Martínez Campos, quien recibió a los emisarios y algo fuera de sentido, les dijo era la última vez que pedían algo que no iba a solucionar el problema, él garantizaba la seguridad de Alicante, sólo esperaba que los enemigos cumplieran su palabra y atacaran, entonces todos sabrían de verdad la respuesta. El Gobernador se dirigió al Gobierno dando su parecer de incorrección del general. A las nueve y media de la noche fondeaban las cantonales con la Numancia, Méndez Núñez y el vapor Fernando el Católico, situándose a Levante de la plaza.
Nada pasó durante la noche y amaneció el jueves 25. Viendo la disconformidad de su proceder el general Martínez Campos después de dos horas con el telégrafo hablando con el Gobierno, presentó la dimisión y salió de la ciudad, el mismo día fue nombrado en su lugar el teniente general don Francisco Ceballos y Vargas. Nada más salir Martínez Campos, de nuevo regresaron al comodoro británico para al menos ganar otras 24 horas, cómo a su vez la Numancia había levado y alejado, Yelverton no les garantizó los cuatro días que demandaban, pero si les confirmó que al menos serían esas 24 horas.
La salida del general causo en el fondo un malestar, pues se confiaba que con sólo su presencia la defensa sería eficaz, ante ellos algunos comenzaron a dudar, pues eran conocedores de no estar perfectamente preparados y sobre todo el poder artillero de la escuadra era muy superior, pudiendo bombardear la ciudad sin casi ser molestada desde tierra.
No se paraba, se dio orden de llenar los depósitos de agua, el banco de sangre estaba perfectamente equipado, la Diputación se trasladó a la fábrica de tabaco, los caudales de la ciudad fueron transportados a lugar más seguro, mientras que la estación telegráfica fue trasladada al jardín botánico fuera del casco urbano de la ciudad. Por la tarde se presentó una compañía de ingenieros, para dar los últimos toques a las nuevas construcciones, otras familias fueron saliendo por no existir impedimento, a media tarde fondeó la fragata británica Flying-Fleet.
Viernes 26, poco después de amanecer entraron dos compañías del batallón Córdoba y dos cañones de broce con su munición y pólvora, los ingenieros iban terminando las defensas y el posicionamiento de las piezas de artillería, temprano los buques cantonales comenzaron a moverse, de hecho las dos acorazadas casi se quedaron sin fondo por lo mucho que se acercaron a tierra, estando en esa posición fueron rodeadas por ambas bandas por varios buques extranjeros.
El vapor Fernando el Católico arrumbo a Levante, seguido por una de las corbetas británicas, esta acción fue causada por llegar a Villajoyosa, donde desembarcó doscientos hombres, quienes mantuvieron al alcalde retenido hasta conseguir sacar de las arcas de la ciudad dos mil setecientos reales, cinco carneros, cinco sacos de harina, algunos de pan, veinte arrobas de patatas, cuatro de azúcar, dieciocho libras de café y como no, treinta cántaros de vino, y algo inusual, compraron a un tendero cuarenta arrobas de arroz, volvieron a embarcar todos menos diez quienes se quedaron para dominar la población.
Mientras, en Alicante las últimas familias salieron de ella, los presos de la cárcel fueron trasladados, los de menor condena a los pueblos cercanos, los más peligrosos al castillo de Santa Bárbara y los que aún estaban por juzgar a la fábrica de tabacos. Como era de buen proceder los edificios de los distintos consulados enarbolaron su bandera. A las once llegó el ministro de Gobernación don Eleuterio Masionnave en compañía del nuevo general al mando, Ceballos. De nuevo los delegados extranjeros pidieron el aplazamiento de 96 horas, no siendo concedido por Contreras, pasaron al mando británico y le entregaron documentos en su debida forma para su buen entendimiento. Hubo un último intento, el teniente coronel médico don Pascual Sanjuan como parlamentario embarcó en una lancha, a su vez Contreras hizo lo propio, se encontraron a medio navegar, hablaron durante quince minutos, regresaron y Sanjuan comunicó el ultimátum, comenzando a las cinco de la mañana con una salva y seguido el bombardeo en firme de la ciudad.
El periodista sin nombre dice: «…en presencia de trece buques extranjeros, pertenecientes a tres naciones que marchan al frente de la civilización de Europa, los cuales habian venido á ser frios espectadores del horrible crímen cometido por los piratas de Cartagena, observando una neutralidad inesplicable y que ha de darnos materia para hacer terribles comentarios. Cúmplenos sin embargo consignar, llenos de indignación, que la conducta de esas naciones es horrible, pues al considerar como beligerantes á 300 presidiarios; al consentir que unos buques declarados piratas convirtiesen en ruinas una población abierta, echaron indudablemente un borron indeleble sobre su reputacion de pueblos filántropos y civilizados. He aquí ahora el nombre y nacionalidad de aquellos trece buques que tan desairado papel hicieron en nuestro concepto: Ingleses: Fragata blindada Lord Warden y Flying-Fleet, de madera, Doris, Aurora, Endimyon, Inmortalite, Hart y Spitafol. Franceses: Fragata blindada L’Ocean, Savoye y Reine Blanch, con la goleta L’Vigie. Prusianos: Fragata blindada Friedrich Karl.»
Los proyectiles iban muy mal dirigidos pues pocos blancos que no fueran casas efectuaron, algunos incluso por el balanceo de los buques fueron a dar en el interior de la ciudad y prácticamente no hubo edificio que no recibiera alguno. Los insurrectos lanzaron 186 proyectiles, las baterías de la ciudad 179, de estos algunos se pudo apreciar habían perforado los blindajes, ante esto hubo momentos que se veía correr a la gente con intención de huir, por ello quizás no duro más el enfrentamiento, no llegando a seis horas de fuego cruzado, cesó la escuadra de disparar a las doce del mediodía, siendo los últimos disparos desde tierra, cuando ya comenzaban a navegar abandonando las aguas de la ciudad de Alicante.
A pesar del duro castigo las bajas fueron escasas, seis muertos, de ellos dos mujeres y dos niñas menores de edad, un herido grave, tres heridos, de ellos una mujer y ocho contusos. Por contra los edificios fueron los más castigados, resultando dañados casi un centenar y de ellos algunos casi en ruina total. Como se puede comprobar, el fuego de los buques insurrectos fue dirigido en su mayor parte a destruir, y muy poco a desmontar la artillería que les ofendía a pesar de ser muy poca, pero de ella ninguna pieza fue dañada, llevándonos a la conclusión que su intención desde el principio no era otra que maltratar y destruir, no combatir como hombres, demostrando su vileza, poco acierto con los blancos pequeños y gastar munición con el sólo objetivo de amedrentar a una población que en definitiva se defendió y nada pudieron robar.
En palabras del redactor desconocido: «Seis horas mortales duró el asedio de la plaza: una lluvia de proyectiles que al estallar se multiplicaban en progresión espantosa, llevó la destrucción á todos los ángulos de la Ciudad, llegando á sembrar el terror con su poderoso alcance, en las poblaciones circunvecinas; la muerte se cebó también en nuestros bravos defensores; pero lo habíamos decidido, los piratas no habían de entrar en Alicante, y al ver la seriedad con que nuestros artilleros asestaban sus certeros disparos sobre las corazas de sus buques, desde una playa descubierta; al ver que su cobardía ó su impericia les impedía destruir un reducto de arena y de sacos de trigo, levantado en la orilla del mar; al ver, en fin, que un pueblo decidido á morir por su patria, les esperaba en la playa ardiendo en deseos de luchar cuerpo á cuerpo y de probar hasta dónde llega la bravura de los hombres honrados, cuando defienden una santa causa; los cobardes desertores de nuestro ejército; los miserables prófugos de nuestra armada; los viles forzados de presidio, que tripulaban los buques insurrectos, asustados de su infame hazaña, sintieron el terror que se apodera de los malvados cuando se ven frente á frente de un enemigo valeroso, y suspendiendo el fuego, cuando el último disparo había sido el de nuestros cañones, se hicieron á la mar llevando sin duda en el alma el remordimiento, si es que el remordimiento cabe en almas viles, de haber cometido un crímen inútil, puesto que no consiguieron ninguno de los objetivos que pudieron proponerse al venir á nuestras aguas.»
De esta forma tan rotunda terminó el bombardeo de la ciudad de Alicante.
Bibliografía:
El Constitucional. Un redactor. Individuo correspondiente de la Academia de la Historia.: Las Fragatas Insurrectas y el Bombardeo de Alicante. 20 de julio de 1873 hasta el 31 de octubre. Imp. de Gossart y Seva. Alicante 1873.
González de Canales y López-Obrero, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo IV. Ministerio de Defensa. Madrid, 2001.
Güemes, Fernando.: Navegar el siglo. La Armada y la España del contralmirante Nicolás Chicarro (1812-1889). Madrid. 1993.
Llabrés Bernal, Juan.: El contralmirante Lobo. Su vida. — Su obra. —Su biblioteca. Ministerio de Marina. Madrid, 1927.
Salas y González, Francisco Javier.: Acciones navales modernas (1855-1900). Imprenta Alemana. Madrid, 1903.
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