1803 Expedición filantrópica de la vacuna contra la viruela Balmis y Salvany

Posted By on 25 de enero de 2016

 

El 14 de mayo de 1796 Edward Jenner vacunó al niño de ocho años, James Phipps, con linfa de las vesículas de un dedo de la ordeñadora Sara Nelmes, pasado un tiempo inoculó al niño la viruela humana, pero la enfermedad no evolucionó, no fue hasta dos años más tarde cuando se publicaron los resultados en su libro «An inquiry into the causes and effects of the variolae vaccinae» las noticias de la vacuna llegaron a España en 1799 entrando la vacuna en abril de 1801 desde París. El primer tratado en español sobre ella se publica en Pamplona en 1802 por don Diego de Bances.

Luis I fallece el 31 de agosto de 1724 de viruela, Carlos III pierde a su décimo hijo don Gabriel, su esposa e hija recién nacida por la misma causa en 1788 y en 1789 doña María Luisa hija de Carlos IV, sufre la enfermedad pero se salva, todo esto causó una especial atención del Monarca, ayudando y no poco el conocimiento constante de noticias de la muerte de decenas de miles de indígenas en ultramar por su causa.

En prevención de una epidemia el primer médico de Cámara, el Protomédico don Francisco Martínez Sobral, indica al Rey la inoculación de toda su familia, ante el temor a la enfermedad don Carlos IV accede a ello, por reacciones el Príncipe de Asturias cae gravemente enfermo, la infanta María Luisa sufre la desfiguración de su rostro, y doña Amalia esposa del infante don Antonio Pascual, padecerá de por vida en grado grave oftalmia, a pesar de ello todos se salvaron, llevado por su talante de buena persona S. M. y la validez del medio, firma el Rey la Real cédula del 30 de noviembre de 1798, para generalizar la inoculación a todos los súbditos de sus territorios, aunque se varioliza y no se vacuna, sus efectos eran positivos.

Al comprobarse funcionaba el sistema, S. M. envía el 25 de diciembre de 1802 una nota al Consejo de Indias, proponiendo se valore la forma de hacerla llegar a ultramar, por haber llegado un momento que incluso faltaban brazos a causa de la enfermedad, mermando los ingresos de la Real Hacienda. El Consejo se mueve rápido y el 13 de marzo de 1803 emite el primer dictamen, declarando conveniente difundir la vacuna en Indias.

Por este dictamen el Rey firma la Real orden del 6 de junio de 1803 para organizar una expedición, para llevar «el eficaz remedio de la vacuna como preservativo de las viruelas naturales a todas sus posesiones», pasando el 5 de agosto seguido a publicarse en la Gaceta de Madrid: «S. M: el Rey de España oído el dictamen de su Consejo de algunos sabios, había dispuesto formar una expedición marítima, compuesta de facultativos hábiles y adictos a la empresa de propagar por todos los dominios españoles el precioso descubrimiento de la vacuna bajo la dirección de D. Francisco Xavier de Balmis.» Quien recibió la Real orden de su nombramiento con fecha del 2 de julio próximo pasado.

Por el mal estado de la Hacienda se barajaron diferentes opciones para saber quien pagaba la expedición, ante ello y viendo se retrasaba don Carlos IV ordenó asumir el coste por la corona, contando con que los virreyes se hicieran cargo de los gastos de manutención de los miembros de ella, el resto era a cuenta de España. En un documento con fecha del 4 de diciembre de 1806 nos dice: «Todos los gastos de la navegación son cuenta de la Real Hacienda como también los de tierra, exceptuando la manutención»

Como era natural el mayor coste los constituía la contrata y mantenimiento de los buques necesarios, se desconocen los nombres de casi todos ellos por la inexistencia de documentación, sí sabemos de la corbeta mercante María Pita, el bergantín San Luis y la fragata de la ruta el Galeón de Manila, San Fernando alias Magallanes, de 52 cañones y la última en realizar la ruta de ida y vuelta a las Filipinas desde Acapulco, así como los dos utilizados expresamente por Balmis para regresar a la península por la ruta portuguesa (doblando el cabo de Buena Esperanza) siendo por ello el único que dio la vuelta al mundo, pues embarcó en Manila rumbo a Cantón en la fragata portuguesa Diligencia y desde aquí a Lisboa en el navío Buen Jesús di Alem. Sobre el capitán de la María Pita se cita a don Pedro del Barco y España, como oficial de la Armada con el grado de teniente de fragata, pero no consta como a tal en la obra de Válgoma. Es posible ascendiera al grado de oficial como otros muchos desde el grado de marinero, esta sería la causa natural de no encontrarse en la obra mencionada, al no realizar los estudios en alguna de las Compañías de guardiamarinas.

Se propusieron diferentes derrotas, al final Balmis se decidió por una, indicando: «Dirigirá su rumbo, en primer lugar a la Habana, haciendo escalas en las islas de Tenerife, y Puerto Rico, para reponer algunos otros Niños, si hicieren falta: para introducir en ellas tan precioso descubrimiento; y para comisionar algunos Individuos al Virreinato de Santa Fe, a las Provincias de Caracas, u otra parte de tierra firme, según conviene: el resto de la expedición continuará su derrota a Veracruz, y haciendo el giro por Nueva España y el Perú, terminará la comisión en Buenos Ayres, después de haber enviado algunos de ellos a Filipinas en la Nao de Acapulco, o desde el Callao de Lima» tampoco se siguió al pie de la letra por los muchos inconvenientes que se encontraron al llegar a ultramar, sobre todo en las rutas a seguir por tierra, lo que sí se confirmó fue la salida de Acapulco en el Galeón de Manila, con destino a las Filipinas.

Para hacernos una idea de lo intrincado y penoso de realizar un viaje al Perú desde Nueva Granda o Nueva España, nos dicen: «Se utilizaban indios porteadores, por tener mejor fama eran de la tribu de los Quijos. El viajero se sienta en una estrecha silla con una larga tabla que le sirve de espaldar, y es la misma que va sobre la espalda del indio, de modo que se viaje con la vista al camino que se deja y no se puede evitar los golpes y arañazos de las ramas en estos cerrados bosques, a más la molestia del calor y sudor del indio. En los puentes y malos pasos hay que bajar de la silla por ser imposible que el indio pueda pasar con esa carga. En los pasos de los ríos sin puente, se reunen los estriberos para que se apoye el de la carga y por disminuir la fuerza del agua sufriendola uno de los que no llevan la silla; todos tienen largos bastones en las manos.»

En cuanto a los puentes para acortar el viaje eran los propios de los naturales, nos cuentan: «…aquel parage donde más se estreche el río, entre altos peñascos, y, atavesando quatro palos bien largos, forman el puerte de vara y media de ancho con corta diferencia, quando sea capaz de que pasen por él personas y cavalgaduras, traficandose por ellos con mucho peligro, no menos de vidas que de caudales», los puentes de unos 120 pies por 8 de ancho consistían: «en 4 ó 5 cuerdas de tres a cuatro pulgadas de diametro y hechas con las fibras de las raices de agave (cabuya) que las van trenzando y añadiendo. Estas cuerdas están atadas a las dos riberas en unos grandes trocos de Molle; las maromas están cubiertas con bambús, y aun céspedes, para darles peso; sin embargo es tan flexible el puente que parece una hamaca, pues se hace imposible aun para los naturales del país que tienen tanta costumbre en ellos» y en los tramos más cortos a salvar el medio era: «consisten en una cuerda fija por sus extremos a dos estacas o pilares de madera, colocados uno en cada orilla, por la cual pasa el nudo corredizo de otra cuerda a favor del cual se hace deslizar una especie de zurrón o silla de cuero en que se coloca el pasajero, este zurrón vá suspendido en dos horcones, que son los que corren sobre la maroma: de cada lado tienen atada una cuerda para tirar por ella el zurrón á aquel que quiere llevar; el que ha de passar se mete en él y, dandole desde tierra un empujón, vá con prontitud al otro lado»

A esto añadir las diferentes alturas a transitar con sus cambios de temperatura y vientos, así como la continua alteración de la humedad, sin olvidar la variedad de mosquitos causantes de más enfermedades y el tropiezo de vez en cuando con algún animal depredador de la zona, no es de extrañar que todo esto provocara al final de la expedición que la mayor parte de sus integrantes estuvieran enfermos y algunos muy graves, mientras otros perdieran la vida. Pero eran los caminos conocidos los cuales llevaban siempre a algún sitio a donde poder descansar, pero el corto espacio para el descanso no era suficiente para lo padecido en el día.

Entre tanto se realizan pruebas de la perfecta conservación de la vacuna llegando a una que dice: «Quando se les pida de algun lugar distante la semilla, eligirán los granos mejores, y que esten en mas sazon para extraer el fluido. Tendrán unos cristalitos iguales, y planos, entre los quales debe ir, de el modo siguiente. Picado el grano y teniendo un rato de espera para que vaya brotando el fluido, se irá recogiendo con la punta del instrumento, y se irán poniendo las gotitas sobre uno de los cristalitos, quando ya haya bastante cantidad se le pondrá encima el otro cristal, se le tapará con cera todo el contorno, y se forrará en tafetán, raso, ó capichola, paño de seda, o cualesquiera género de seda de color negro, y de este modo se remitirá. Estas circunstancias son muy necesarias. Quando se recibe de este modo la semilla (desforrados, y despegados los vidrios) se hecha sobre uno de ellos una, ó dos gotitas de agua natural, y con el mismo instrumento se deslie el fluido, y en sintiendolo espeso, se va cogiendo para vacunar. Esto debe hacerse, quando ya estén allí mismo prontas las personas, que se han de vacunar; y se repetirá la misma diligencia hasta haber agotado la semilla que haya en los dos cristalitos; y se conocerá que se acabó, porque ya no se espesa el agua que se hecha» A pesar de estas precauciones se comprueba que en las largas distancias: «La operación de brazo a brazo es el mas seguro remedio de conservar y comunicar el fluido Bacuno con toda su eficacia.»

Al ser nombrado don Francisco Javier de Balmis y Berenguer médico de Cámara de Su Majestad director de la expedición toma el mando, era una persona muy perfeccionista y crítica, como buen profesional no era político, esto le provocó ciertos enfrentamientos con los altos mandos de los virreinatos e incluso con la Junta de Cirujanos, dado que él quería profesionales prácticos y conocedores del trabajo a realizar, aunque no tuvieran título alguno, consiguiendo por Real orden fechada en San Ildefonso el 4 de agosto de 1803, emitida como circular a todos los centros médicos poder escoger a sus ayudantes, de ahí se desprende la elección de los facultativos, don José Salvany Lleopart (subdirector), don Ramón Fernández Ochoa, don Manuel Julián Grajales y, don Antonio Gutiérrez y Robredo ambos ayudantes, como enfermeros-practicantes don Francisco Pastor y Balmis, don Rafael Lozano Pérez, y como enfermeros don Basilio Bolaños, don Ángel Crespo y don Pedro Ortega, de ellos por entrevistas se queja de don Ramón Fernández Ochoa, quien no embarcará y don Ángel Crespo por un problema personal fue sustituido por el enfermero don Antonio Pastor, así conformaba un equipo para cada uno de los cuatro virreinatos.

Como Rectora de la Casa de Expósitos de la Coruña, doña Isabel Sendales y Gómez, al cuidado de los niños (se barajan cifras distintas, al parecer al final embarcaron inicialmente 26) persona y cargo de vital importancia en la expedición por tener bajo su responsabilidad a los portadores del fluido, quienes iban a ser vacunados y de su seguridad dependía en sí el éxito de toda la expedición, además de ser la única mujer a bordo, lo cual es de destacar sobre todo por la época en que se produce. Balmis dice de ella: «La miserable Rectora que con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable de noche y día a derramado todas las ternuras de la mas sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde la Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuas enfermedades» Los niños a su vez eran reemplazados por otros, al principio estaban comprendidos entre los 8 y 10 años, al llegar a Nueva España se habían reunido varios de 5 á 8, pero Blamis se dio cuenta que era mejor por el rigor al pasar las altas cordilleras con dirección al Sur, fueran jóvenes entre 12 y 15 años, pues algunos de los anteriores a pesar de los esmerados cuidados fallecieron. Eran preferibles los huérfanos, porque los que tenían padres sus madres no les permitían irse, solo en algunos casos para quitarse una boca que alimentar, consentían.

Por sus formas Balmis distribuye las obligaciones de cada uno, para evitar malos entendidos y que algo se dejara de hacer por pensar que lo debía efectuar otro. Dejando muy aclarado que la vacunación era gratuita para todos y que no llegase a sus oídos que alguno cobrara la más mínima cantidad, ni en dinero ni regalos o favores. Transcurridos seis meses desde la orden de formarse la expedición, todos a bordo de la corbeta María Pita zarpa de Coruña el 30 de noviembre de 1803, todo un éxito inicial para la época, por las múltiples complicaciones quedando demostrado el carácter de su director.

Después de diez días de dura navegación por la época del año fondean el 9 de diciembre seguido en Santa Cruz de Tenerife, donde la vacuna era desconocida, montando en la villa de La Laguna un hospedaje a su costa, quedando instalado en Tenerife un establecimiento para continuar vacunando al resto de habitantes de todas las islas, después veintisiete días zarpan el 6 de enero de 1804 con rumbo a Puerto Rico, el viaje fue también complejo por ser invierno, lanzando las anclas el 9 de febrero siguiente en San Juan. Llevándose la sorpresa de que un médico portorriqueño don Francisco Oller Ferrer, al llegar a su conocimiento la existencia de la vacuna en 1803 la pidió urgentemente a Santo Tomás, danesa desde 1666 quienes no tuvieron objeciones en enviarla, vacunando a más de cinco mil personas, esto preocupó a Balmis pues no quedaban niños para seguir la expedición, logrado el objetivo de encontrar algunos Balmis divide la expedición en dos.

El 12 de marzo zarpan con derrota a La Guaira, pero por el mal tiempo y que los niños estaban muy mareados decide arribar a Puerto Cabello, donde fondea el 20 de marzo, por no estar prevista la escala se producen problemas para encontrar niños, el comandante de la plaza se desvive para conseguir pueda continuar, para ello se ofrecen los hijos de los principales vacunando a 28, aprovechando para vacunar a toda la población, saliendo el 24 con otros niños fondeando el 26 en Maracay, arribando el 28 seguido a Caracas. El segundo grupo zarpó el mismo día a bordo del buque guardacostas Rambli con destino a La Guaira, donde fondeó el 26.

El primer grupo al mando de Balmis entro en Caracas el 31, dando comienzo a la vacunación de toda la población. Éste mismo día Salvany quien se había quedado al frente en Puerto Cabello, sale con destino a Caracas «en la lancha del patrón Francisco Delgado» desembarcando en La Guaira y pasando a Caracas el 5 siguiente, donde se reunió con la expedición. Comenzando inmediatamente la vacunación, en poco tiempo fueron pasando por las distintas ciudades realizando su buen trabajo, ante la buena acogida y el bienestar que garantizaba la vacuna el Gobernador y Capitán General don Manuel Guevara y Vasconcelos con fecha del 22 de noviembre informa: «se ha señalado para su conservación un facultativo con gratificación de 15 pesos mensuales asignada sobre los propios de la ciudad» Éste hecho le sirvió a Balmis para echar en cara a otros gobernadores e incluso virreyes que no se tomaron el asunto tan en su justa medida. Incluso se enviaron vacunar a los territorios de la isla Margarita y la Guyana, pues en estas zonas por vivir los negros africanos, si cabe la virulencia de la viruela era mayor.

Le llega a Balmis la noticia del fallecimiento del médico Verges, en Santa Fe donde había acudido a petición del virrey, esto le decide dividir definitivamente la expedición en dos grupos. Estaba ya dividida en cuatro en Nueva Granada, de ahí la rapidez con que fueron vacunados casi todos sus habitantes, por ello se hacen a la mar el 8 de mayo, escasos cuarenta días de permanencia en el virreinato, embarcando diez nuevos niños, con rumbo a la Habana, donde de nuevo los niños lo pasaron muy mal por los temporales sufridos, fondearon en la capital de la isla de Cuba el 26 de mayo seguido, al desembarcar se encontraron precisamente con una epidemia de viruela, por ello aunque tenía la intención de tocar primero en Santiago de Cuba, por los vientos no pudo ser, al saber la situación se envió por tierra donde llegó a Santiago el 30 siguiente. De estos niños una vez cumplida su comisión embarcaron en el bergantín de la Real Armada Palomo, en la derrota falleció uno de ellos, pues de nuevo los vientos fueron contrarios y para poder avanzar tocaron en San Juan de Puerto Rico y de aquí a Caracas.

Al arribar se dirigió a pedir excusas por llegar tan tarde, explicando los problemas encontrados entre ellos los contratiempos sufridos por la María Pita por los malos tiempos. Vuelve a tener el problema de los niños, sus peticiones son desatendidas por el Gobernador de la isla de Cuba, por ello decide comprar negros, siendo tres mujeres y un niño tambor del regimiento de Cuba, al concluir la vacunación zarpan de la Habana el 18 de junio, con derrota a la Capitanía General de Guatemala, arribando el 25 seguido a la península de Yucatán en su puerto de Sisal, cercano a Mérida, pasando a Campeche, Presidio del Carmen, Villa Hermosa de Tabasco, Ciudad Real de Chiapas y Guatemala.

Fueron recibidos por el Gobernador de Mérida don Benito Pérez, llegaron a la ciudad después de tres días de viaje, al día siguiente se comenzó la vacunación, Balmis vuelve a dividir la expedición, pone al frente a don Francisco Pastor, para ir vacunando todo el istmo de América central, siendo Guatemala, León de Nicaragua, San Juan de Costa Rica y en su regreso San Miguel y San Salvador prosiguiendo a la provincia de Oxaca en Nueva España, mientras él embarca con derrota a Veracruz, donde fondea el 24 de julio, por un fracaso anterior con la vacuna nadie quería volverse a vacunar, enfadado Balmis se pone en camino a Méjico (capital) donde se enfrentó al virrey Yturriagaray por la negativa de éste a proseguir con su trabajo, no obstante ordena se divida la expedición partiendo hacia Puebla de los Ángeles, Durango, Guadalajara de Indias, Guanajuato, Zacatecas donde entraron el 30 de noviembre, Concepción de Celaya, Valladolid, San Luis de Potosí, los presidios de Janos, San Bernardino y Opatas, otra parte de la expedición, partió de Guadalajara a Sayula, Autlán y Tequila y las provincias internas, en todas ellas se vacunan a miles de personas, llegando a Encinillas, Chihuahua y Sonora, en todo ello se emplearon cincuenta y tres días.

Tuvo que acortar el tiempo por serle anunciado que el galeón de Manila zarpaba de Acapulco, donde llegó el 27 de enero de 1805, pasando a embarcar el 7 de febrero en la fragata San Fernando, alias Magallanes, al mando del capitán de fragata don Ángel Crespo y Martínez Alvear, realizando un muy rápido viaje gracias a los buenos vientos, pues fondeaba el 15 de abril seguido en la bahía de Manila, en este viaje la cantidad de niños era de veintiséis, por ser la distancia a recorrer algo menos del triple que entre la península y Puerto Rico, a pesar de ser un buen viaje no dejó de molestar el movimiento constante del buque a los portadores de la vacuna y sobre todo el poco espacio para ellos, el buque en sí estaba siempre destinado a transportar mercancías entre Acapulco y Manila, de ahí las grandes incomodidades para poderse mover.

Dejamos a Balmis en Manila y retomamos su orden de dividir la expedición al mando de don José Salvany, estos salieron de Santa Fe el 8 de abril de 1804 con rumbo a Cartagena de Indias a bordo del bergantín San Luis, embarcando diez niños, con la mala suerte de encallar el buque en las bocas del río Magdalena, al tomar una inclinación peligrosa se lanzaron al mar por estar muy cerca de tierra, lo curioso fue que nada más llegar y casi sin secarse comenzaron a vacunar en una choza nativa, los indios se movieron y lograron que al poco tiempo se presentara la goleta Nancy al mando del teniente de navío don Vicente-Carlos Varela y Camín, donde embarcaron siendo transportados a las poblaciones de Soledad y Barranquilla, por haberse declarado varios caso de la enfermedad, al concluir con el trabajo regresaron al buque, desembarcando en Cartagena de Indias el 24 de julio con diez niños, comenzado la vacunación al día siguiente, finalizada embarcaron en botes nativos, llamados campanes para poder navegar por el río Magdalena, tortuosa derrota por lo inhóspito del medio, en su navegar vacunaron las villas de Tenerife y Mompox, donde descansaron unos días y Salvany decidió dividir la expedición. De Cartagena de Indias al mando de un fraile previamente instruido, junto a cuatro niños salieron con destino a Panamá y Portobelo para proseguir con la vacunación.

El ayudante Grajales y enfermero Lozano, se les envío por el camino de Ocaña, para llegar al valle de Cucutá, pasando por la poblaciones de Pamplona y Gijón, las villas de San Gil, Socorro, Tunja y Vélez, para llegar a reunirse en Ocaña, empleando en este recorrido cuatro meses. El otro grupo con Salvany y el enfermero Bolaños, por el mismo medio y río iban vacunando a cuantas villas, pueblos o poblados encontraban a su paso, llegando a Medellín, donde al concluir su trabajo continuo a Honda, desde aquí comenzó el regreso a Santa Fe de Bogotá, al ir a salir se encontró enfermo Salvany, lo que rápidamente se puso en conocimiento del virrey Amar, ordenando la salida de un facultativo y varios niños para socorrerle y si fallecía prosiguieran con el trabajo de la expedición, al llegar se encontraba mejor comenzando el regreso, entrando en Santa Fe el 17 de diciembre de 1804 con dos niños con el fluido vacuno.

Comenzando a vacunar al día siguiente, el virrey Amar y Borbón les apoyó desde el mismo instante de su llegada, al ver Salvany se podía aprovechar decidió formar unas Juntas Centrales, en Cartagena de Indias, Mompx, Mariquita, Honda y Guaduas, pero no solo para la vacuna si no como centros para el cuidado de la salud de todos, creando a su vez las Juntas de Sanidad quedando así englobado todo unido a la preservación de la vacuna, al comunicar el virrey a la Junta de Medicina de Madrid la decisión, ésta emitió un dictamen diciendo entre otras cosas: «…por su organización, esmero y desvelos y define el reglamento como ejemplar.» En la zona se efectuaron casi sesenta mil vacunaciones.

Salieron el 8 de marzo de 1805 de Santa Fe, divididos en dos, una al frente de Grajales y la otra de Salvany, con la intención de reunirse de nuevo en Popayán, la primera atravesando las montañas de Quindía y la segunda por Ybagué, Cartago, Trujillo, Llano Grande, Provincia de Choco y Real de Minas de Quilichas, llegando a Popayán donde se volvieron a ver el 27 de mayo, llegando Salvany de nuevo enfermo e intentando recuperarse, estando en ello llegaron noticias de Quito de haberse declarado una epidemia de viruela, obligándole a salir rápidamente.

Aprovechando el viaje Salvany volvió a dividir la expedición, así Grajales iría por la costa y él por las montañas, con un punto de reencuentro en Guayaquil, sale la primera con destino a Almuguer, Barbacoas, Jelembí, Husmale, con barco pasaron a Tumaco, pasando a piraguas con destino a San Buena Ventura, Morro de Tumaco, Bocagrande, Isla del Gallo, San Pedro, San Fernando de la Tola, Cayapas, La Porquera, Carondelet, Lita y Malbucho, de donde por problemas económicos regresó a San Buena Ventura, bojeando fueron vacunando en Gipijapa, Quito, Guayaquil, Tumbes, Piura, provincia de Maynas cruzando el Marañón pasó a Chachapoyas, donde volvieron a cruzar el gran río para llegar a Lambayeque, Trujillo y resto de la poblaciones cercanas, llegando a Lima.

La segunda llega a la provincia de Pasto, para cortar una parte de la epidemia, dando instrucciones a los facultativos de ella para poder él continuar, pasó a Túqueres, Patía, Herradura, Tulcán, Mira, Ybarra, Otavalo y Cayambe, entrando en Quito el 16 de julio, donde estuvo dos meses saliendo el 13 de septiembre en dirección a Cuenca llegando el 12 de octubre, habiendo pasado Latacunga, Ambato, Riobamba y Cuenca, de aquí se pasó Alausí y Azogues, regresando a Cuenca al cubrir las zonas limítrofes y dejando personal instruido para proseguir la vacunación se pusieron en camino el 16 de noviembre, continuando a Cumbe, Nabón, Oña, Gualaceo, Loja, Zaruma, y regreso a Loja de aquí salieron el 10 de diciembre con dirección al virreinato del Perú, en su camino vacunaron las poblaciones de Gonzanama, Cariamanga, Chapamarca, para este largo viaje necesitó gran cantidad de niños, para hacerse cargo de ellos se nombró al padre bethlemita Fray Lorenzo Justiniano de los Desamparados.

En el virreinato del Perú se encontraron con un gran problema, no fue otro que ante la epidemia se hizo llegar al Virrey la noticia quien se movió, recibiendo de Buenos Aires la vacuna en cristales, le fueron entregados al médico don Pedro Belomo quien la implantó en varios  niños, en dos de ellos funcionó, pero a su vez solo se vacunaban los importantes, esto fue lo que hizo saltar la chipa en Salvany viendo morían por decenas diariamente. De hecho se considera a Belomo como el precursor de la vacuna en Perú.

El 23 de diciembre de 1805 entran en Piura, vacunando al día siguiente en el hospital de Belén, pocos días después le llega a Salvany un correo del Virrey, comunicándole que la epidemia está remitiendo, por ello se toma tiempo para vacunar en la zona, pues estaba pasando por una pulmonía por las constantes diferencias de altura y temperatura, poco después y aún no repuesto llegan noticias de haberse declarado la epidemia en Trujillo, por ello preparo su salida, efectuándola el 9 de enero de 1806, por su rápida reacción consiguió atajarla en la ciudad, donde siguiendo la costumbre se instruyó a varias personas prácticas para proseguir en los cuidados, pasando a Lambayeque donde solo pudo vacunar a unos pocos, al tener opositores a ello y verse obligado a salir de la ciudad, pero antes de hacerlo instruyo a fray Tomás de las Angustias de la orden bethlemita para proseguir él, fue un gran acierto pues su trabajo fue duro pero muy provechoso, extendiendo la vacunación por toda la zona, entre ellos Vicus, Olmos, Mopute, Salas, Jayanca, Pacora y el resto de la comarca.

Salió en dirección a Cajamarca y como era lo normal por todas las poblaciones que pasaban vacunaban, llegando el 9 de marzo, siendo recibidos con gran entusiasmo por las prevenciones tomadas por el subdelegado don Joaquín Miguel de Arnaco, se realizaron dos sesiones masivas de vacunación, viendo Salvany era una población más favorable decidió convertirla en un centro para la conservación del fluido, para ello se nombró responsable al fraile Prefecto del hospital bethlemita Rafael de Belém, al concluir regresaron Trujillo.

Tras una estancia y revisión de control, se ponen en camino a Lima donde llega el 23 de mayo, aquí se encuentra con estar en muy buen estado la vacuna, aunque por una u otra causa a veces se fracasa, principalmente por no ser facultativos los encargados de realizarlas, al mismo tiempo se había aprovechado para comercializarla, todo esto provocaba que parte de la población no quisiera ser vacunada y ante esto Salvany no podía hacer nada, por ello toma la decisión de instruir a los médicos naturales y que ellos la realicen, mientras él se dedica a formalizar la Junta Central de Vacuna, con su reglamento incluido para que nada faltara, quedando así el virreinato en el conocimiento suficiente para mantener el fluido y utilizarlo en caso necesario. Pero la llegada del nuevo virrey Abascal, al ser puesto en su conocimiento emitió una serie de órdenes, consiguiendo en muy poco tiempo fueran vacunados casi todos, logrando que la epidemia fuera remitiendo hasta desaparecer.

Se encontraba el Lima cuando le llegan noticias de la existencia de un nuevo brote en Trujillo, donde envía a Grajales para atajarla, quien hacía poco había regresado quedando todos juntos de nuevo, volviéndose a separar, por verse obligado Salvany a continuar a la Real Audiencia de Charcas, pasando a Mala, Cañete, Pisco e Ica, encontrándose aquí envía a Grajales a Arequipa, La Paz  y Oruro, pasando a Cochabamba, Potosí y La Plata, de donde Salvany intenta ponerse en camino a la Capitanía de Charcas, en ella había dos regiones de naturales muy pobladas, Mojos y Chiquitos, donde siempre estaba en vigor la epidemia, para ello creó una expedición exprofeso para ellas, pero debía tener la autorización del Rey, por esta razón escribe con fecha del 2 de mayo de 1810 desde Cochabamba, pero en la península se estaba en guerra y prácticamente sin cabeza en el gobierno, retrasándose mucho la respuesta, tanto que al llegar la autorización Salvany había fallecido el 21 de julio de 1810, al ser conocedor de esto el Virrey del Plata, comisiona al médico de Cochabamba don Santiago Granado para proseguir el trabajo, quien logró hacerse con el control de la epidemia.

Mientras Manuel Julián Grajales, siempre en compañía del enfermero Basilio Bolaños, embarca en Lima con destino a Santiago de Chile, donde desembarca a finales de diciembre de 1807, pasando a Valparaíso, donde se instalo el 21 de enero de 1808 la Junta de Vacuna para Chile, se embarcó con destino a Copiapó, Guasco y Coquimbo, arribando a Valparaíso, pasando a Santiago de Chile a primeros de mayo, embarcando de nuevo en enero de 1809 con rumbo a la ciudad de Talca, pasando a la provincia de Concepción, en septiembre de 1810 están en Valdivia, aprovechado su paso por la región de los indios araucanos los vacunó a todos, en Villarica, San Carlos y Cabulco, a principios de 1811 prosigue al cabo de Hornos, continuando arribó a Chiloé al concluir, embarcó para arribar a Caramapa, a pesar de ser invierno vacunó las poblaciones de Guaylar y Palaz llegando al paralelo S. 48º, regresó a Chiloé desde aquí se pudo rumbo al Callao donde desembarcó, llegando a Lima en marzo de 1812. Según el propio Grajales afirma haber vacunado a unas cuatrocientas mil personas.

Faltaba un virreinato por cubrir, el del Mar del Plata; el virrey marqués de Sobremonte no había dejado pasar mes sin pedir la vacuna a la península, desde que supo de su existencia, pero la situación no permitía ciertos deslices o simplemente era falta de organización, llegando a decir que «…en uno de los barcos correo que salían de La Coruña cada dos meses con dirección a Montevideo, se le enviase un cirujano y una cantidad de niños» Al final encontró la fórmula, pues se enteró de la llegada a Río de Janeiro en mayo de 1804 de la ansiada vacuna, se puso en contacto y consiguió le fuera enviada, para hacerlo se escogió a treinta y ocho esclavos, embarcando en una fragata transportándolos a Montevideo, de donde el gobernador Ruiz de Huidobro la embarcó en cristales en la división de buques al mando del capitán de navío don Santiago de Liniers, llegando felizmente a Buenos Aires.

En Montevideo se hicieron cargo de la vacunación los facultativos don Justo García Valdés y Salvio Gaffarot, realizándola en unos días a más de doscientas personas, al llegar a Buenos Aires el virrey quiso presenciar el trabajo, por ello el 2 de agosto de 1805 se vacunaron veintidós, al comprobar el buen resultado ordenó que el fluido se enviara en cristales y costras pulverizadas, a la Banda Oriental del Río de la Plata, Salta y Córdoba, al mismo tiempo se hizo a las misiones Guaraníticas de la zona de Paraguay, a la Colonia de Sacramento y las ciudades de Santiago de Estero, Tucumán, Mendoza, San Nicolás de los Arroyos, Rosario y la Patagonia. Convirtiéndose en un centro de donde se enviaba la vacuna a casi toda América del Sur.

Hemos dejado a Balmis en la bahía de Manila, donde comenzó a vacunar, pero se le indicó que aparte del problema en el archipiélago, había que intentar cortar la entrada de contagiados del continente asiático, por ello dejó en las islas a su ayudante don Antonio Gutiérrez Robredo con los enfermeros don Francisco Pastor y don Ángel Crespo, otro grupo encabezado por Balmis y don Antonio Pastor con el enfermero don Pedro Ortega pasaron a otras islas, recibiendo al mismo tiempo la orden de Balmis de al concluir reembarcar con los veintiséis niños para ser devueltos en Acapulco, se pusieron a trabajar y al ver algo más avanzado su trabajo, estos fueron pasando de una isla a otra hasta conseguir cortar la epidemia declarada, la expedición continuó su trabajo hasta considerar estaba concluido (siempre se dejaba personal instruido tanto en la conservación del fluido como en las forma de ejecutar el trasplante) zarparon de nuevo en la fragata San Fernando alias Magallanes y tras cuatro meses de navegación arribaron a Acapulco el 14 de agosto de 1807, habiendo fallecido en las islas los enfermeros don Pedro Ortega y don Antonio Pastor.

Mientras Balmis decidió salir con rumbo a Macao, embarcando en la fragata con bandera portuguesa llamada Diligencia a principios de septiembre de 1805, el 10 seguido arriba al fondeadero de destino, justo esa noche se declaro un típico ciclón de la zona impidiéndole desembarcar, lo que efectuó el 16, se puso en contacto con las autoridades pero no sacó casi nada en claro, pues en cuarenta días de estancia solo fueron vacunadas veintidós personas, viendo el fracaso decidió contratar a un chino para implantado el fluido, salir el 5 de octubre con destino a Cantón, pero de nuevo las autoridades no le hacen caso y solo logra inocular a unos pocos.

Comprobado el fracaso por falta de miras hacia la población de los mandatarios, se dedica a dibujar plantas y a trasplantar otras de la zona para ser entregadas a su llegada al Real Jardín Botánico, de esta forma hizo un acopio de 300 dibujos que, junto a las plantas viajaron en diez cajones, embarcándolo todo en un buque portugués por nombre Buen Jesús di Alem, realizando el regreso doblando el cabo de Buena Esperanza, arribando a la isla de Santa Elena, de nuevo la negativa era la norma, pero le dejaron al menos vacunar a unos pocos el 15 de junio de 1806, días después zarpó con rumbo a Lisboa de donde pasó a Madrid llegando a principios de septiembre, siendo el único que había dado la vuelta al mundo.

Edward Jenner descubridor de la vacuna al saber el gran esfuerzo realizado por España, gracias a la voluntad de su Rey exclamó: «Quedo impresionado por la nobleza de esta impresionante empresa humanitaria»

Aclaración: El nombre de la rectora de la Casa de Expósitos de Coruña, se citan con diversos juegos de apellidos, aquí le hemos puesto el que consta en la obra de Susana María Ramírez. Los nombres de las poblaciones a veces no es concordante con sus cercanas, esto lo provoca como se explica en tomar algunas de ellas como base, de donde se partía para continuar el trabajo, por ello no están escritas por el orden de seguimiento de un camino, pues había interrupciones por lo descrito.

Conclusión: Estamos ante la primera expedición médico-humanitaria de la Historia, no fue una más de las muchas realizadas por los españoles en otros sentidos, demostrando que a pesar de la escasez de medios del momento se llevó a cabo con el solo interés de salvar vidas, bien por unas u otras razones, pero vidas al fin y al cabo, algo que no se ha realizado por ningún otro país y en una época muy complicada, pues al principio se estaba en guerra con Gran Bretaña, pocos años después con el imperio napoleónico en la península, sino que unos pocos años después comenzó la gran guerra civil emancipadora de los mismo virreinatos, donde con tanto sacrificio en todos los órdenes se expandió la vacuna. Se calcula que al final de ella fueron vacunados cerca de sesenta millones de personas. Sin irse muy lejos, en el resto de países de Europa, donde el siglo XIX fue el gran impulsor de la industria, la vida de una persona valía muy poco incluidas las grandes democracias, fue así, porque hasta finalizar la 2ª Guerra Mundial y por haber contraído la enfermedad las tropas norteamericanas, la llevaron a su país, su presidente Harry S. Truman ordenó al llegar la paz fueran todos los ciudadanos europeos vacunados incluso si se oponían, no en balde durante esos casi 170 años murieron en éste continente cien millones de seres humanos por la enfermedad, como siempre tuvo que venir de fuera la orden para acabar con ella, dándose por extinguida en fecha no tan lejana como 1973. Esto demuestra que con todos nuestros problemas, España ha sido pionera en muchas facetas del bienestar del planeta, a pesar de que otros tiren sobre ella toda la bilis que contienen, pero nunca se miran al espejo, quizás, muy seguro, porque éste se rajaría ante el indignante esperpento de quien en él se proyectara.

Bibliografía:

Ramírez Martín, Susana María.: La salud del Imperio. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Obra premiada por la Fundación Jorge Juan en su modalidad: Mejor Tesis doctoral. Ediciones Doce Calles, S. L. Madrid, 2002.

Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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