1613 – Segunda Ordenanza para la Armada

Posted By on 6 de agosto de 2017

El 13 de julio de 1613 se promulgaron las segundas ordenanzas de la Armada, por iniciativa del almirante general de ella don Diego Brochero y los capitanes don Juan de Veas y don Diego Ramírez, por ser los más reputados en construcción naval.

Estas ordenanzas obligaban a varias cosas, de ellas nació la figura del capitán de maestranza, persona entendida, jefe y responsable de la construcción naval, ahorrando mucho dinero para la Hacienda, pues se ordenaban unas medidas para todos los bajeles, facilitando la construcción, las carenas y sobre todo el consumo de materiales y pertrechos.

Se fijó a Madrid como lugar para las reuniones de las Juntas de capitanes y constructores, censuró la arboladura de los galeones, pues a su entender era demasiado alta y por ello extremadamente gruesa, aumentando el peso del buque; sobre los castillos de proa y popa, demasiado altos acusando en la navegación por sus grandes balances; era necesario cambiar el sistema de aparejo, quitando mucho de lo que sobraba en jarcia, velas y respetos; la dotación era demasiada y mal ordenada la provisión de los bastimentos, así como temas en la artillería y sobre todo en la administración por su bajo control; que: «…las naos no se hacían en turquesa, sino á ojo…que él hacía cualquier palo de cuenta ó aposturaje con cuenta y medida, y por consiguiente, que salían sus naos como de turquesa.» Se le permitió poner en práctica sus medidas, dirigiendo la construcción de seis galeones en la Habana, con la condición básica de seguir sus medidas, consistentes en: «…darles 46 codos de quilla, 58 ¾ de eslora, 17 de manga y 8 ½ de puntal, con seis portas por banda en la primera batería y otras seis en el puente y con un coste de 24.000 ducados cada galeón y 7.000 el carabelón.» Al mismo tiempo se establecía el tipo de buque con su tonelaje y su precio a pagar por la corona, quedando: «Navío, de 150 á 238 toneladas; Galeoncete, de 297 á 370; Galeón de 400 a 1.350; Pataxes, filibotes ó filipotes, busca ruidos y barcos luengos, siendo los últimos los destinados a descubiertas, avisos y comisiones.»

Como siempre los marineros motejaban o apodaban las decisiones de los Reyes, como consecuencia de estas medidas para las naves de la carrera de Indias, rápidamente saltó un chascarrillo, que decía:

«Ni la Veracruz es cruz,

ni Santo Domingo es Santo,

ni Puerto Rico es tan rico;

para ponderarlos tanto.»

Bibliografía:

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903. Tomos III y IV.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Facsímil. Madrid, 1996. 6 Tomos.

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