1623 – Apresamiento de galeras turcas 21 / X

Posted By on 31 de octubre de 2017

«Relación de la grandísima victoria que Su Alteza el señor príncipe Filiberto de Austria, virrey de Sicilia, alcanzó en mar y tierra, tomando ocho galeras turcas con rica presa y con muerte y prisión de tres mil infantes y mil caballos turcos, que venían a saquear la ciudad de Noto, junto a cabo Pasaro, en la dicha isla de Sicilia, por venta de un renegado calabrés, vecino de Noto, y de un turco que se huyó después de haber estado trece años cautivo en la dicha ciudad. Refiérese el castigo que hizo en los traidores y el martirio que dieron en Constantinopla, por indicios de que los descubrió, a un caballero aragonés cautivo, que envió el aviso de la traición a Su Alteza. Ganóse esta victoria sábado, al alba, día de Santa Úrsula y las once mil vírgenes, 21 de octubre de 1623 años. Con licencia de señor licenciado. Veas Bellón, oidor de esta Real Audiencia de Sevilla, lo imprimió Juan Serrano de Vargas y Ureña, año de 1624.

Alicur Mahomad, natural de Constantinopla, hijo de un renegado y de una noble turca, estuvo cautivo doce o trece años en Sicilia en poder de D. Pedro Lentini, caballero principal de la ciudad de Noto, en aquel reino. Era tan servicial,  agradable, entendido y diligente, que no sólo era más dueño de la casa de su amo que su mismo señor, sino que todos los de aquella ciudad le estimaban y regalaban, y mucho más cuando, poco tiempo antes de la fuga que después hizo, publicó que una imagen de Nuestra Señora (que está a la puerta del hospital de San Antón, junto a la casa de su amo) le aparecía de noche, estando durmiendo en su cama, y le decía: «Pedro, deja tu ley, y sigue la de Cristo crucificado mi hijo, que es la verdadera, y gozarás del premio que gozan en el cielo los que fielmente la siguen y guardan.»

Esto refería el turco muchas veces delante la dicha santa imagen, descubierta su cabeza, casi llorando, y haciéndose profundas reverencias en presencia de su amo y otros nobles ciudadanos, que oyendo lo que decía le persuadía a que se bautizase, prometiéndole todo favor y ayuda para que pasase con descanso todos los días de su vida, y su amo libertad, ofreciéndole con ella lo necesario para comer y vestir en su misma casa. A lo cual respondía Pedro (que así se hizo llamar desde este día) que lo haría cuando Dios quisiese. Desde entonces, todas las veces que salía y entraba en casa de su amo, en llegando al hospital, quitándose el bonetillo de la cabeza hacía reverencia a Nuestra Señora.

Sabía muy bien este turco las entradas y salidas de la ciudad de Novo y los parajes, caletas y emboscadas de mar y tierra, y vivía siempre con esperanzas de huirse de su amo, y viéndose en su tierra venir a saquear aquella ciudad el día de las once mil vírgenes, que era muy a propósito para salir con su empresa, respecto de que en todo él no hay gente en aquella ciudad, porque todos o la mayor parte de sus vecinos se van este día cerca del mar a la ermita de estas santas mártires, desde media noche abajo, donde con general alegría celebran en su hermoso y ameno campo esta fiesta hasta la noche, que a más de las nueve de ella llegan a sus casas.

Tenía este turco gran amistad con un calabrés, vecino de Noto, y casado en ella, que sustentaba su familia con un barco grande en que hacía viajes con pasajeros y otros fletes de una a otra parte de las ciudades y puertos marítimos de Sicilia, codicioso en extremo y en extremo ladrón y de conciencia ancha; con el cual trató de darle mil escudos de oro (que con facilidad hurtaría a su amo por la mucha confianza que de él hacía, porque con todo secreto le embarcase y llevase al primer paraje de Turquía (pues le era fácil), asegurándole que aunque diese en manos de turcos él haría que volviesen a ponerle en salvo, de donde seguiría su viaje sin daño, haciendo de forma que los pasajeros no le viesen embarcar, ni la cara cuando desembarcase en Turquía o entrase en cualquier navío de turcos que encontrasen.

Ciego el calabrés con la cantidad del oro ofrecido, admitió el contrato, remitiendo la ejecución de él para otro viaje que había de hacer a 1º de agosto, para cuyo día en la noche había de venir a su barco el turco esclavo con el oro prometido. No se descuidó Alicur en hurtar a su amo la dicha cantidad, antes hallando buena ocasión tomó de un arca que abrió con ganzúa, un talego con tres mil doblones, que escondió en parte segura, hasta que avisado de la venida y despacho del traidor calabrés, fingiendo ir al jardín de su amo por fruta (como otras noches había hecho), se fue ésta para no volver más, llevando consigo el talego, que, con los tres mil doblones, entregó al Arraez, su amigo, que le puso en cobro, y escondió al turco debajo de cubierta.

Poco después fueron entrando los pasajeros, y estando todo a punto salió del puerto el calabrés, que dejando su camino tomó el de Turquía, donde al amanecer descubrieron una fragata bien armada de turcos corsarios, tan cerca, que viendo un pasajero ser imposible escapar de ello, vuelto a su mujer (con quien se había casado un mes había en Noto, y la llevaba a Mesina, su patria) le dijo con suma determinación que pidiese a Dios perdón de sus pecados, porque tenía por menos terrible quitarle la vida que verla con manifiesto peligro del honor en poder de bárbaros. Inmediatamente le dio una puñalada en el corazón, de que la infeliz recién casada, niña y por extremo hermosa, expiró, nombrando a Jesús muchas veces, y al punto la echaron al mar. Apenas se hizo esto, cuando el corsario Zafer Mahomet renegado calabrés, embistió sin hallar resistencia y pasando la gente y hacienda a su fragata, dejó la barca suelta al arbitrio del viento.

Viéndose burlado el traidor calabrés, y de libre esclavo, determinó (persuadido del corsario y del esclavo) de renegar, como lo hizo en llegando a la ciudad de Galipoli, de donde fue en compañía de Alicur a Constantinopla, despidiéndose de Zafer, que dio al turco Alicur por concierto, 1.000 doblones, y al nuevo renegado 100.

Llegaron a Constantinopla, y pocos días después, a fuerza de presentes, negoció le diese audiencia el primer Visir, que le despachó muy bien, prometiéndole dar brevemente lo necesario para el saco que (si Dios no permitiera se descubriera) pretendía dar a la dicha ciudad de Noto y cautivar a sus moradores que cogiera descuidados bien cerca del mar el día de las once mil vírgenes, celebrando su fiesta como tenían costumbre; pero sucedióle al revés, porque nombrado por general de diez galeras con 3.000 infantes y 1.000 caballos a Morath Bajasli, gran soldado, morisco español, natural de Albacete, en la Mancha, con menos secreto del que les convenía, no recelándose de D. Jerónimo de Urrea, caballero muy calificado de Zaragoza de Aragón, esclavo del dicho primer Visir o presidente mayor del Consejo del Gran Turco, que tuvo traza para avisar, como avisó de todo a Su Alteza el señor príncipe Filiberto de Austria, virrey de Sicilia, y Su alteza avisó con todo secreto a los ciudadanos de Noto, y luego les envió capitanes de infantería y caballos, con todos 4.000, a cargo de D. Francisco de Velasco, caballero del hábito de Santiago, con orden de que se juntasen con los de la tierra, y dejando guardada la ciudad, hiciese una emboscada al alba del día, víspera de las once mil vírgenes, entre la ermita y la mar, al lado más vecino al dentro de la tierra; y otra entre la ciudad y la dicha ermita, en un atajo que iba del mar a la dicha ciudad, y que le dejasen al enemigo desocupado el bosque del Sr. D. Juan de Austria, donde se acostumbraban a encubrir los turcos y corsarios en aquel paraje, teniendo a trechos centinelas, ligeros corredores de a pie que avisasen. Dando la misma orden a D. Pedro Fernández de Azagra, cabo de ocho galeras bien artilladas, que se encubrió para cogérsele en entretanto, como después hizo, luego que supo estaban dentro. Y también don Francisco con su gente este día estuvo a punto en los sitios y emboscadas dichas.

Viernes 20 del dicho, antes del alba, llegó Morath Bajasli, hallando libre el paso, y se encubrió con sus galeras aquel día cerca del bosque de Noto, hasta la noche, que a cosa de las nueve echó con silencio en tierra toda su gente, que se emboscó en el sitio arriba dicho.

Luego avisaron de todo nuestros espías, y estando alerta D. Francisco y D. Pedro, los enemigos salieron de su emboscada a las tres de la madrugada del sábado (al ruido de la música de sonajas, violines y adufes que de industria hacían algunos de los nuestros en torno de la ermita, como hacían otros años), divididos en dos tropas, una que se encaminó a la ciudad por el tajo, guiada por Alicur, y ésta dio en nuestras emboscada, a cuyas manos quedaron todos muertos y presos, y los que escaparon dieron en manos de D. Francisco, que ya después de gran destrozo y mortandad tenía rendida la otra tropa, que había cogido por las espaldas.

Luego que D. Pedro de Azagra oyó el ruido, cerró con sus galeras contra el enemigo, teniéndolas cogido ya a aquel tiempo el paso, y tomó sin trabajo las ocho, escapándosele las dos que llevaron la nueva a Constantinopla, donde por indicios fue acusado D. Jerónimo de Urrea y sentenciado a empalar. Su amo el Visir, que le amaba mucho por su buen ingenio y mucha cortesía, le rogó renegase y le libraría, lo cual no quiso hacer, antes murió confesando a Cristo en la plaza de Admaydan, y al contrario el barquero renegado calabrés murió en su error, atenaceado u quemado vivo en Palermo; imitando a D. Jerónimo de Urrea el esclavo Alicur, que después de bautizado y con el nombre verdadero de Pedro murió pidiendo perdón a Dios, ahorcado en la plaza de la ciudad de Noto.

Alcanzóse esta famosa victoria de mar y tierra sábado día de Santa Úrsula y las doce mil vírgenes, 21 de octubre de este año de 1623, con sólo 50 muertos de los nuestros y pocos heridos.»

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo: El Gran duque de Osuna y su marina. «Sucesores de Rivadeneyra». Madrid. 1885.

Transcrito por Todoavante.

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