Biografía de don Pedro Mesía de la Cerda y de los Ríos

Posted By on 29 de junio de 2007

Cortesía del Museo Naval de la Torre del Oro.

Teniente General de la Real Armada Española.

 

 Virrey, Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada, con la presidencia de la Real Audiencia en la ciudad de Santa Fé.

 

 II Marqués de la Vega de Armijo.

 

 Caballero Gran Cruz de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta.

 

 Baylío de Lora en la misma Orden.

 

 Comendador del Viso y Puerto Marín.

 

 Gentil Hombre de Cámara de S. M. con entrada.

 

 Consejero de Guerra de S. M.

 

 Embajador de Malta en la Corte de Madrid.

 

 Presidente de la Asamblea de la misma Orden en el Priorato de Castilla y León.

Vino al mundo en la ciudad de Córdoba, el día once de febrero del año de 1700, fueron sus padres don Luis Mesía de la Cerda y de su esposa, doña Ana de los Ríos y Cabrera, I marqueses de la Vega de Armijo.

Sus primeras letras le fueron las aprendió en su casa y aún siendo niño sus padres lo enviaron a la isla de Malta, cuyos Caballeros le acogieron en sus clases donde aprendió todo lo necesario en la época, al estar ya preparado se le envío en las naves de la Orden a correr caravanas, misión importante por ser la que daba protección a las naves que traían tejidos, enseres, porcelanas y otros objetos de la lejana India y China, principal sustento de la Orden al comerciar con ellas en toda Europa.

Al saber su padre que se había abierto la Real Compañía de Guardiamarinas de Cádiz, le hizo llamar y sin perder su categoría de Caballero cruzado de la Orden de Malta, fue admitido en la compañía, sentando plaza el día diez de junio del año de 1717, con diecisiete años de edad. En la obra de Válgoma no tiene número de expediente, siendo el 137 de ella.

Siendo guardiamarina pasó embarcado a la escuadra al mando del marqués de Mari con insignia en el navío Santa Isabel de 80 cañones, como Segundo el jefe de escuadra don Baltasar de Guevara, zarpando de Barcelona el día quince de agosto del año de 1717, compuesta por nueve navío, seis fragatas, dos bajeles de fuego, dos bombardas y tres galeras siendo las llamadas, Patrona, San Felipe y San Jenaro, éstas a la órdenes del jefe de escuadra don Francisco Grimáu, para dar apoyo a ochenta trasportes cargados con nueve mil hombres y seiscientos caballos, más los consabidos respetos de artillería de sitio y de campaña, los ingenieros y los bastimentos propios de víveres más la pólvora, estando al mando del marqués de Lede del ejército, con rumbo a la isla de Cerdeña donde consiguieron desembarcar con el apoyo de la escuadra, manteniendo de nuevo duros combates, que dieron un final feliz ya que al ser conquistada Cagliari el día dos de octubre, a partir de aquí fueron cayendo el resto de ciudades, como Alguer, Sacer y el Castillo Aragonés regresando igualmente a enarbolar el pabellón español, era un trozo más de los territorios perdidos durante la guerra de Sucesión, regresando la escuadra al puerto de partida el día treinta y uno de enero del año de 1718.

También tomó parte en la conquista de Sicilia con la escuadra del mando de Gaztañeta y por extensión en la desgraciada acción que le siguió el día diez de agosto en el combate de cabo Passaro contra la escuadra del almirante británico Byng, quien sin previa declaración de guerra atacó a la española.

Cayó prisionero como muchos otros y poco después canjeado, regresando en la escuadra del general don Baltasar de Guevara, en el rumbo se encontraron con una fragata británica que transportaba a los prisioneros en el combate, le dieron caza y la apresaron liberando a los españoles, arribando con la presa a la bahía de Cádiz.

A comienzos del año de 1719 se le ordenó trasbordar a la división de don Rodrigo de Torres, zarpando de la bahía de Cádiz con rumbo al Cantábrico, donde permanecieron un tiempo cruzando en misión de guardacostas, durante su vigilancia apresaron a una fragata y una balandra británicas que fueron marinadas hasta Ferrol.

De regreso a la bahía de Cádiz, la división de tres navíos de don Rodrigo de Torres, al encontrase a la altura del Cabo de San Vicente el día veintiuno de diciembre siguiente divisaron tres velas enemigas, (como era su costumbre depredadora siempre estaban al acecho), siendo atacados los españoles en cuanto estuvieron a tiro, los británicos estaban al mando de Cavendish, el combate tuvo una duración de cinco horas, momento en que a pesar de ser superiores los buques enemigos decidieron abandonar las aguas del combate maltrechos con rumbo a Gibraltar, de resultas del enfrentamiento  sufrieron ciento cincuenta bajas en total, por parte de los españoles fueron veinte muertos y veintisiete heridos, fondeando al día siguiente en la bahía de Cádiz.

Hizo varios tornaviajes a Tierra Firme con la Flota del mando del general don Baltasar de Guevara, la cual siempre regresaba a la Península con caudales, después de hacer las pertinentes recaladas en los puertos de La Guaira, Cartagena de Indias, Veracruz y la Habana con regreso a la bahía de Cádiz el día veinte de diciembre del año de 1720, después de esta gran experiencia oceánica que duró cuatro años ya que se prolongó con otros viajes iguales, fue destinado al Mediterráneo para el control de los buques de la regencias norteafricanas, realizando varios viajes con tropas y pertrechos a nuestras plazas de soberanía, así como otro con la misma carga a las islas Canarias. A su regreso se encontró con el ascenso a su primer grado de oficial, alférez de fragata con antigüedad del día veintiséis de noviembre del año de 1726.

En el año de 1727 recibe la orden de trasbordar a la escuadra del general don Rodrigo de Torres, quien tenía la orden de cruzar por el Canal de la Mancha, estando formada por cuatro navíos y tres fragatas, alcanzándolo a primero del mes de junio, en sus navegaciones capturaron a cinco buques mercantes británicos, que compensaron los gastos del envío de la escuadra, los sucesos alarmaron a la Marina Real ordenando su Almirantazgo se hicieran a la mar varias escuadras en su búsqueda, pero consiguió burlarlos regresando con todos sus buques a finales del mismo mes de junio.

Se le ordenó de nuevo trasbordar como oficial subordinado a la Flota de Indias al mando del marqués de Mary, realizando el mismo recorrido de las veces anteriores, fondeando con caudales en la bahía de Cádiz el día dieciocho de agosto del año de 1730.

Para obtener su primer grado estuvo nueve años de guardiamarina, pero ahora se veía recompensado, ya que por Real orden fechada el día diez de febrero del año de 1731 se le comunicaba su ascenso al grado de alférez de navío, y curiosamente con el mismo día del año siguiente de 1732, otra Real orden por la que se le volvía a ascender al grado de teniente de fragata.

Con la misma R.O. se le destinaba a la escuadra a las órdenes del general don Francisco Cornejo, formando parte de la expedición contra Orán con las tropas al mando del duque de Montemar, zarpando del puerto de Alicante el día quince de junio, esta campaña fue de mucho provecho para las armas españolas, pues no solo se conquistó ésta plaza sino también Mazalquivir y además muy corta, pues estaban de regreso parte de la expedición (el resto se quedó de guarnición en las dos plazas) el día dos de septiembre del mismo año de 1732.

Por su demostrado valor y encontrándose en el mismo Departamento de Cádiz, se le entregó una Real orden fechada el día diecinueve de agosto del año de 1733, por la que se le notificaba su ascenso al grado de teniente de navío. Ahora en menos de siete años había ascendido tres grados más.

Se organizó una nueva expedición, para sentar en el trono de Nápoles y Sicilia al nuevo Rey; se puso al frente de ella al propio Infante don Carlos, nombrado generalísimo, la componían dieciséis navíos, al mando de don Miguel de Sada, conde de Clavijo dando escolta a un convoy que transportaba a veinticinco mil hombres al mando del duque de Montemar. En la escuadra iban como subalternos don Pedro Mesía de la Cerda, don Juan José Navarro y el guardiamarina don Jorge Juan, como Segundo del ejército el marqués de Santa Cruz de Marcenado, zarpando el día cuatro de diciembre del año de 1733 del puerto de Barcelona, con rumbo a Nápoles.

El conde de Clavijo desembarcó tropas en las islas de Ischia y Prócida, que capitularon a los pocos días, con el resto de fuerzas al mando del Infante don Carlos, desembarcaron en Liorna con nueve batallones de infantería, entrando en el puerto de la Especia el día veinte de diciembre, se reorganizó las tropas comenzando por atacar a Toscana, que cayó pronto, siguiendo el avance por Peruggia, Monte-Rotondo, Aquino, Mignano y Piedemonte, haciendo la entrada las tropas avanzadas en la capital el día doce de abril del año de 1734, el día seis de mayo se rindieron las fortalezas, el diez entraba don Carlos y el día doce una nutrida parte de la aristocracia le hacía entrega de las llaves de la ciudad y lo juraba como Rey de Nápoles.

Al regreso de la expedición a primeros del mes de junio del año de 1735 y siendo conocedor S. M. del gran comportamiento de don Pedro, pues al no participar casi la armada se le dió el mando de una compañía de los batallones de Marina, participando en casi todos los combates y con éxito, esto le supuso en agradecimiento del Monarca quien firmó la Real orden del día diecisiete de junio, con su ascenso al grado de capitán de fragata.

En el mismo año se le otorgó el mando de una en la escuadra que zarpó de la bahía de Cádiz, con rumbo a los mares del Sur, doblando por primera vez el cabo de Hornos, arribando a Valparaíso y el Callao, quedando allí la escuadra para guardar aquellas aguas que buena falta hacían, pasados unos años regresó a la Península siéndole encomendada una comisión que de nuevo los llevó al Mar del Plata, cumplida arribó de nuevo a Cádiz, para desde aquí zarpar en diferentes ocasiones a cruzar sobre las islas Terceras, así como los más típicos cruceros en protección de la recalada de las Flotas de Indias, entre los cabos de San Vicente y Santa María.

Habían pasado diez años en las breves líneas de arriba, lo que nos puede acercar a tener una idea de lo fácil que resulta escribir a veces, pero a su vez, deja aclarado que los grandes viajes a los mares del Sur así como a las islas Filipinas, no eran cuestión baladí en ningún aspecto, pues de media y como mínimo se empleaban de tres a cuatro años. Por ello volvemos a saber fecha exacta cuando se le entrega la Real orden del día dieciocho de junio del año de 1745, con su ascenso al grado de capitán de navío.

Se le otorgó el mando del navío Glorioso, que como su nombre indica sería más y recordado por su gesta. Zarpó con rumbo a Veracruz a embarcar caudales, a su regreso encontrándose sobre las islas Terceras al amanecer del día veinticinco de julio del año de 1747, divisaron un convoy británico al que daba escolta un navío, una fragata y un bergantín, al ver que la escolta era superior don Pedro se desentendió porque su misión principal era desembarcar a salvo el situado, el navío español era del porte de 70 cañones, los británicos eran el Warwick de 60 cañones, una fragata la Lark de 40 cañones y un bergantín de 20 cañones, los cuales al ver la inferioridad del español se pusieron a rumbo para darle caza, llegó primero la fragata sobre las nueve de la noche, al colocarse en la banda el Glorioso abrió fuego y salió muy mal parada perdiendo parte de su arboladura, lo que le obligó a abandonar el combate, continuando el navío español su rumbo forzando vela, mientras el británico hacía lo mismo, dándole alcance un tiempo después y manteniendo el enfrentamiento hasta las tres y media de la madrugada del día veintiséis, momento en que el buque británico acortó velas dejando ir al español por haber sufrido muchas y graves averías.

De esta parte del combate, don Pedro realizó su parte de él y dice: « Los muertos que he tenido durante la función han sido tres hombres de mar y dos pasajeros llamados don Pedro Ignacio de Urquina y Juan Pérez Veas; heridos leves 1º y 2º condestables; de la brigada Infantería, han sido diez, pero solo uno de cuidado los demás leves; artilleros, marineros y grumetes veintinueve, de los que seis son graves y los demás de muy poco cuidado. Se han disparado 406 cañonazos de a 24; 420 de a 18; 180 de a 8: 4400 cartuchos de fusil »

Al llegar la noticia al Almirantazgo británico de la derrota sufrida, por fuerzas inferiores provocó que el comodoro John Crooksanks fuera sumariado, por la denegación de auxilio y negligencia en el combate, siendo sometido a consejo de guerra, su veredicto de culpabilidad en la derrota, se confirmó con la expulsión de la Marina Real británica.

Los españoles ya muy contentos se daban por bien llegados a Corcubión, pero se truncó la alegría al estar como a nueve leguas del puerto, con niebla cerrada que impedía ver a más de dos cables, cuando de pronto aparecieron a muy corta distancia el navío de 50 cañones Oxford, la fragata de 24 cañones Soreham y el bergantín de 20 cañones Falcon, de la escuadra del almirante John Bing, era el día catorce de agosto, quienes al descubrirlo le dieron caza sucediendo lo mismo que la vez anterior, el combate duro tres horas, aumentando las bajas por parte del español y sobre todo de los británicos, pero ya libre aunque en muy mal estado arribó a puerto al amanecer del día quince siguiente.

Los capitanes sufrieron el consejo de guerra, acusados de negligencia en el combate y por dejar escapar la presa a pesar de su manifiesta superioridad, siendo separados del servicio de Marina Real.

Comenzando inmediatamente a poner a salvo los caudales y al mismo tiempo, los carpinteros y calafates taponaron los agujes más cercanos a flor de agua y se repararon las averías principales, el bauprés que había sido arrancado y varias vegas, así como reforzar ligados los tres palos, quedando listo para hacerse a la mar de nuevo, el día diez de octubre con la intención de arribar a Ferrol, pero los vientos contrarios se lo impidieron, dando la orden don Pedro de virar al Sur y arribar a la bahía de Cádiz.

Navegó sin grandes problemas, separándose de la costa de Portugal por ser un país en la práctica tomado por el Reino Unido, de hecho una escuadra tenía su base en Lisboa, hasta que el día diecisiete justo cuando iban a doblar el cabo de San Vicente, allí se encontró de nuevo con una fuerza de fragatas corsarias que por los nombres de sus buques se le conocía como la Royal Family, siendo las King George, Prince Frederick, Duke y Princess Amelia, al mando del comodoro George Walker, en el momento del avistamiento el viento cayó quedándose a alguna distancia pero viéndose perfectamente, aunque sin poderse mover ninguno, sobre las cinco de la madrugada se levantó un viento de Norte, siendo la insignia británica la que atacó primero, llegando a tiro sobre las ocho de la mañana, la dejaron llegar a la King George y con tino espectacular a los primeros disparos del Glorioso el palo mayor de la fragata cayó al mar, siendo sustituida por la Prince Frederick, pero el navío español optó por separase pues ya estaba tocado, está actitud envalentonó a los británicos, pues poco después se incorporó la Princess Amelia, quedándose ya solo las dos últimas y justo un poco después se añadió el navío Darmouth (de la escuadra del almirante John Bing) del porte de 50 cañones, pero de pronto entre el cruce de disparos de los tres contra uno, el navío por un incendio producido por algún proyectil recibido alcanzó su santabárbara, lo que le hizo saltar por los aires con la natural sorpresa de todos los presentes.

El Glorioso acosado por las dos fragatas y un recién llegado, el navío Russell (que según fuentes lo da como de 80 cañones y otras de 92, en todo caso era un tres baterías o puentes) que por su mayor altura arrasaba la cubierta del español causando muchas bajas, a pesar de ello el combate se alargó hasta las doce de la noche, hora en que el navío español se había quedado sin pólvora ni proyectiles, lo que convenció a don Pedro que alargar la rendición solo era tener más bajas innecesarias, por lo que mandó arriar el pabellón español e izar la bandera blanca, siendo abordado por una dotación de presa y la española trasbordada a las fragatas King George y Prince Frederick, siendo todos transportados a Lisboa.

El navío español sufrió treinta y tres muertos y ciento treinta heridos, el número de los británicos como siempre desconocido, solo se saben los del navío Russell que hablan por sí solas de lo que habría pasado en el resto, eso a pesar de ser muy superior a los suyos y al español, teniendo ochenta heridos y muertos, seguros entre los últimos su primer teniente y el primero y segundo contramaestres. El Glorioso se había enfrentado sucesivamente y casi sin reposo contra cuatro navíos y siete fragatas, siendo el resultado: un navío y una fragata hundidos y el resto seriamente averiados, lo que en números redondos significa haberse enfrentado a una verdadera escuadra enemiga, produciendo pérdidas y daños, en proporción fuera de toda lógica nada rentables para la Marina Real británica y los armadores en corso, de ahí las consecuencias pagadas por sus mandos.

Al ser canjeados y puesto en conocimiento del Monarca todo lo corrido firmó una Real orden, por la que se le ascendía por sus demostrados méritos al grado de jefe de escuadra y por una Real cédula posterior, se le nombraba Gentil Hombre de Cámara de S. M. con entrada.

Por el aumento de los corsarios norteafricanos, se dio orden de armar varios buques en el Departamento de Cartagena, para comenzar una dura campaña con la comisión especial de frenarlos, para ello se le dio el mando de ella estando compuesta por los navíos San Felipe y Nueva España, con los que salió de la bahía de Cádiz con rumbo al puerto de Cartagena, arribó el día veintiocho de julio del mismo año de 1750 donde se le unieron cuatro jabeques recién construidos.

Tropezó con el problema de siempre, la falta de dotaciones, así que aparejados los jabeques zarpó al completo de buques en día dos de agosto siguiente, con rumbo a Barcelona y Mallorca, para poder terminar de dotar a los buques, regresando a Cartagena ya completadas las tripulaciones el día veinticuatro siguiente, de donde volvió a zarpar el día cuatro de septiembre ya avituallados los buques, en este primer crucero no se encontraron a ningún buque enemigo, regresando a la bahía de Cádiz de donde zarpó con rumbo a Cartagena el día dieciocho de noviembre, en el viaje por las fechas se desató un fuerte temporal, que obligó a los jabeques a correrlo lo mejor posible, a pesar de ello llegaron antes a Cartagena, donde arribo con los navíos el día veintiocho siguiente.

El tiempo que estuvieron en la mar verificó que los jabeques no estaban bien construidos, por lo que al llegar a Cartagena fueron separados del servicio de la Armada, volviendo a salir el día trece de diciembre a continuar con su misión, pero solo con los dos navíos, regresando al mismo puerto el día siete de febrero del año de 1751, sin haber encontrado enemigos.

El día quince de marzo, zarpó solo con el navío San Felipe para incorporarse a la escuadra del general don Francisco Liaño, capitán general del Departamento, para cumplir una misión especial, al terminarla regresó a su puerto base; mientras antes de zarpar don Francisco Liaño dio la orden de ver la forma en el Arsenal y rectificar los defectos de los jabeques, dándose por terminado el trabajo y las pruebas fueron puestos en activo, así de nuevo se hizo a la mar con los mismos seis buques que la primera vez, regresando a su puerto el día veintidós de mayo, de donde volvió a zarpar el doce junio, manteniendo un par de encuentros con bajeles de la regencia de Argel, regresando de nuevo esta vez a Málaga, para cargar caudales, cobre y otros materiales necesarios para el Arsenal de Cartagena, arribando el día ocho de agosto siguiente.

A su arribada fueron descargados los materiales y caudales de los buques, siendo influidos por haber ya por fin dado caza a los argelinos, ordenando que se realizara rápidamente el apresto de los buques, se cargaron las vituallas y repuesta la pólvora y proyectiles, zarpando de nuevo el día veintidós siguiente, a su vez y de pasó, recaló en Barcelona, Mallorca y Alicante abordando los buques las matriculas de mar, terminando de cumplir su crucero por las aguas norteafricanas, que sirvieron para que los nuevos supieran que era la mar, fondeando de nuevo en Cartagena, para cambiar su insignia al navío Reina y junto a los cuatro jabeques y el paquebote San Antonio salir de nuevo el día dos de diciembre, para transportar a parte del regimiento de Saboya a la plaza de Alicante, aquí abordó el regimiento de Sevilla los bajeles, para ser desembarcados en la plaza de Orán, para su vez cargar con el regimiento de Galicia regresando al puerto de Alicante donde desembarcaron, zarpando de nuevo con rumbo a Cartagena, donde a la entrada al puerto el paquebote San Antonio rozó con un bajo y salió dañado, siendo asistido por el personal y medios del Arsenal.

Volvió a hacerse a la mar, pero al parecer los alimentos no estaban en buen estado, lo que produjo pasados casi dos meses una epidemia, la que el obligó a regresar a Alicante, fondeando  el día cuatro de febrero del año de 1752, donde desembarcó a ciento treinta hombres de la dotación, enviado mensajero a Cartagena, desde aquí se le enviaron nuevos alimentos, lo que le permitió de nuevo dar la vela desde Alicante a Cartagena, donde arribó el día trece siguiente.

Se terminaba de incorporar el navío Septentrión, siéndole ordenado realizar sus pruebas para ser aceptado por la Armada, para ello pasó toda la dotación del Reina al nuevo, con el que zarpó para cumplir la comisión, siendo satisfactoria y quedándose en tierra a la espera del que debía de ser su buque insignia, el navío Tigre, pero no llegó a abordarlo, pues por decisión del capitán general del Departamento la escuadra se dividió en dos, siéndole entregada una de ellas compuesta por el navío Septentrión, fragata Galga, paquebote Marte y los jabeques, Volante, Cazador, Galgo y Liebre, con los que se hizo a la mar el día veintiséis de agosto en misión de corso contra las regencias norteafricanas, pero hizo recalada en Alicante para cargar a dos batallones del regimiento España, para ser desembarcados en la plaza de Orán, después cruzó sobre las aguas ya más que conocidas en busca de corsarios, regresando a Cartagena, estando allí se le entregó la Real orden fechada el día tres de mayo del año de 1755, con la notificación de su ascenso al grado de teniente general, desembarcando de su buque insignia.

De momento quedó sin destino en el mismo Departamento, hasta que por otra Real orden S. M. le nombraba Consejero del Supremo de la Guerra, en esos días su padre había fallecido heredando el título de Marqués de la Vega de Armijo, poniéndose en camino a la Villa y Corte para ocupar su puesto en el alto Consejo.

Estando en el consejo S. M. en el año de 1760 lo designó para el alto cargo de Virrey, gobernador y capitán general del Nuevo reino de Granada, con la presidencia de la Real Audiencia en la ciudad de Santa Fé, para ocupar su cargo se desplazó a Cádiz de donde zarpó de transporte en uno de los bajeles de la carrera de Indias, tomando posesión de su cargo, el cual a decir del Consejo de Indias a su regreso y pasar el juicio de residencia, en el que todas sus decisiones y gastos estaban ajustados a Ley, saliendo de él con todos los parabienes, por lo que podemos afirmar que fue uno más de los muchos buenos que ocuparon estos altos cargos y al igual que su antecesor, se preocupó mucho de mejorar los caminos para que fuera más fácil desenvolverse en aquellas tierras, siendo en sí una gran adelanto que facilitaba el comercio incluso dentro del virreinato y a su vez con la Península, lo que indudablemente aumentaba los beneficios de S. M.

Hay que decir, que estos juicios de residencia eran muy duros, de hecho se hacía la documentación por duplicado, de forma que una copia era traída por el virrey, mientras que la otra quedaba a salvo en el virreinato y si la primera se perdía (como ocurrió en algunas ocasiones) se ordenaba sacar una segunda para remitirla al Consejo, añadiéndose, que los miembros del Consejo muy rara vez fueron cambiados por irregularidades, estando siempre compuesto por personas entendidas en los temas de indias y como es natural de plena confianza del Monarca, por lo que sus sentencias no miraban nunca a quien juzgaban y ahí radicaba el peligro de hacer las cosas mal por ser virrey, en algún caso (no de marinos) el juicio llegó a durar siete años y más de uno y de dos fueron a parar a las cárceles, con la previa pérdida de todos sus bienes. No era una cuestión para tomar en broma, pues casi se contrataban hasta las (,) comas en los escritos y casando las cifras con lo recibido en la Casa de Contratación, por lo que era muy difícil engañar al Consejo.

De nuevo en la Villa y Corte ocupó su puesto en el Consejo de Guerra de S. M. y por añadidura era el Embajador plenipotenciario de la Orden de Malta ante la Corte de España, lo que deja patente que nunca perdió el contacto con sus primeros profesores, quienes dejaron la representación oficial del país en sus manos.

En el desempeño de estos altos cargos, le sobrevino el óbito en la Villa y Corte el día quince de abril del año de 1783, cuando contaba con ochenta y tres años, dos meses y cuatro días de edad.

Bibliografía:

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