Biografía de don Domingo Perler Rabasquino

Posted By on 22 de julio de 2011

Teniente general de la Real Armada Española.

Domingo Perler Rabasquino. Cortesía del Museo Naval de Madrid.

Vino al mundo en la ciudad de Alicante a lo largo del año de 1724, siendo sus padres, don Juan Perler y Picardo y de su esposa doña Rosa Rabasquino, los dos naturales de la ciudad de Alicante.

Su inclinación a la mar era natural, por lo que elevó la solicitud y se le concedió la Carta Orden de ingreso en la Corporación, sentando plaza de guardiamarina el día veintitrés de noviembre del año de 1740, en la Compañía del Departamento de Cádiz, única existente entonces. Expediente N.º 279.

Aprobó los exámenes teóricos y se le ordenó embarcar en el navío San Isidro de la escuadra del general don Juan José Navarro, con la que zarpó de la bahía de Cádiz el día quince de noviembre del año de 1741, cargados los buques con tropas con rumbo a Barcelona, donde desembarcaron parte y continuaron viaje a la Spezzia, donde se desembarcó al resto, pasando a dar protección a ese mismo ejército.

La escuadra tuvo que regresar al puerto de Tolón al año siguiente, en el viaje sufrieron un duro temporal del N. en el golfo de León quedado completamente desarbolado, se pudo correr el temporal y al calmarse las aguas se encontró con el navío francés Sério, quien le dio remolque hasta dejarlo en el puerto de Tolón, como no se podía reparar completamente se les dio la orden de trasbordar al Constante, quedando así la escuadra en el mencionado puerto bloqueada.

En vista de esto, don Felipe V guiado por el buen logro de que la escuadra española pudiera romper el bloqueo firmó el primer Pacto de Familia, con su tío el rey de Francia Luis XV y éste ordenó a su anciano almirante La Bruyère de Court, que zarpara dando protección a la española, pero con la orden de no combatir si ellos no eran atacados.

La británica la componían treinta y dos navíos de los que trece eran de tres baterías, con un total de 2.280 cañones y dieciséis mil quinientos ochenta y seis hombres; formando tres divisiones, la vanguardia con nueve navío al mando de Rowley, el centro al mando Mathews con diez y la retaguardia con trece al mando de Lextock.

La aliada estaba compuesta por veintiocho navíos, pero solo dos eran de tres baterías y menos mal que eran españoles, montando 1.806 cañones y de menor calibre que sus enemigos, con diecinueve mil cien hombres de dotación, estando formada por los navíos Real Felipe, de 114 cañones, Santa Isabel, de 80, Constante, de 70, Hércules y San Fernando, de 64, Poder, Neptuno, Oriente, Brillante, Alcón, Soberbio y América, de 60; dividida en la vanguardia al mando de Gabaret con siete navíos, el centro con nueve a las órdenes de La Bruyère de Court y la retaguardia con los doce españoles al mando de Juan José Navarro. Las dos primeras divisiones eran de franceses.

El día veintidós de febrero del año de 1744 zarpó la escuadra combinada y poco a poco fue formando la línea ya mencionada, por lo que el almirante británico que se mantenía a barlovento fue dejando pasar a la escuadra francesa, al comenzar a salir la española su división dando arribadas se fue acercando hasta colocarse a tiro de cañón, en ese momento rompió el fuego sobre los españoles.

Algunos de los navíos eran mercantes armados, pero supieron soportar el castigo, pues no hubo buque que no fuera rodeado al menos por dos enemigos, llegando a cuatro el insignia español Real Felipe, e incluso se le lanzó un brulote, al verlo se arrió el bote para desviarlo, pero éste no pudo, por lo que al acercarse el mismo navío le disparó a flor de agua y lo echó al fondo.

Cuando ya se hacía de noche, los británicos habían sufrido el desarbolo de cuatro de sus navíos y la pérdida de cuatrocientos hombres, por parte española (ya que la escuadra francesa no efectuó ni un solo disparo) dos navío estaban muy mal tratados, el Real Felipe y el Constante mientras que el Poder que era uno de los mercantes armados, después de batirse contra tres enemigos y con media tripulación fuera de combate fue apresado, al amanecer del día siguiente, se distinguió al navío entre las dos escuadras, un buque francés se dirigió hacia él pero los británicos por estar en muy mal estado, les iba retrasando en su rumbo a Mahón, por lo que decidieron darle fuego, las bajas sufridas por el navío español fueron de algo más de seiscientos hombres entre heridos y fallecidos.

La escuadra española arribó al puerto de Cartagena el día nueve de marzo dando remolque al Real Felipe, que ya no volvió a zarpar.

Ya con bautismo de fuego incluido y aun en prácticas, se le ordenó trasbordar al navío Santa Isabel, con el que realizó el corso, cruzando sobre las aguas norteafricanas, hasta que en una arribada, estaba ya listo de nuevo el Constante y se le destinó a él, ya que debía pasar a incorporarse a la escuadra del Departamento de Cádiz y así se hizo, siendo cuando recibió la Real Orden con fecha del día diecisiete de junio del año de 1747, por la que se le ascendía a alférez de fragata, su primer grado de oficial.

Pero no desembarcó, ya que el navío fue destinado a cruzar sobres los cabos de San María, San Vicente e isla Azores, en misión de protección de la recalada de los buques provenientes de Tierra Firme, así estuvo vigilante hasta que en una arriba a la bahía, se le entregó una Real Orden del día veinte de noviembre del año de 1749, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de alférez de navío, volviendo a zarpar para seguir con su misión.

Al tener noticias de la insurrección en La Guayra provincia de Caracas, se le ordenó agregarse su navío al América y los dos en conserva, transportando una pequeña expedición que se formó para acudir en ayuda de los allí destacados, estando ambos buques al mando de don Julián Manuel de Arriaga y Rivera zarpando a finales del año de 1749 hasta aquellas tierras, donde desembarcó el ejército que reforzó al allí existente y se consiguió terminar con la sublevación, siendo nombrado Gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela el general Arriaga.

Por esta razón los dos buques pasaron a cargar situado en Cartagena de Indias, poniendo después rumbo a la Habana, donde se les terminó de cargar con todo tipo de alimentos de la zona muy valiosos en la Península y Europa, zarpando de éste puerto con rumbo a la bahía de Cádiz, donde arribaron sin novedad.

Al arribar se le ordenó trasbordar al navío Reina, perteneciente a división del general don Pedro Mesía de la Cerda, para proseguir en el corso sobre las regencias norteafricanas, al arribar al puerto de Cartagena se le destinó al de Ferrol, pero no estuvo mucho tiempo y de nuevo regresó al de Cádiz, donde embarcó en el navío Castilla, con el que zarpó con rumbo a la Habana con Generala (1)

En el apostadero se le ordenó embarcar en la fragata Flora, participando en varias misiones de vigilancia y tomando parte en las expediciones a Balix y Veracruz en el año de 1753, de donde regresaron a la Habana, trasbordando al navío Europa con el que regresó a la Península, pasando sin descanso a la división del mando don Juan Antonio de la Colina, embarcado en la fragata Industria, continuando con cruceros que le llevaron desde las costas de la regencias norteafricanas, hasta las islas Azores en protección del tráfico marítimo, en una de las arribadas se le entregó la Real Orden con fecha del día veinte de marzo del año de 1754, por la que se le ascendía al grado de teniente de fragata.

Recibiendo la orden de trasbordar a la fragata Venganza, de la escuadra del general don Andrés Reggio, destinada a mantener el contacto con la ciudad de Ceuta y abastecerla, así como transportar cargas más pesadas al resto de presidios norteafricanos, sin dejar de lado la vigilancia del corso sobre la misma costa, misiones que alternó tanto en la ya mencionada como en la Venus, recibiendo la orden de trasbordar al navío Europa, cuando la misión era la de cubrir la recalada del tráfico marítimo proveniente de Tierra Firme, ya que todos estos buques pertenecían al mando del general mencionado.

Esto está narrado en muy pocas líneas, pero todo este trabajo fue continuo, ya que recibió la Real Orden del día trece de julio del año de 1760, por la que se le ascendía al grado de teniente de navío y aún continuó un tiempo más en ellas, lo que indica que fueron seguro más de siete años.

Pues la siguiente noticia ya nos dice, de su embarco en el navío Princesa, en el que estuvo poco tiempo ya que recibió la orden de transbordar al España y con éste zarpó en la flota al mando del general don Carlos Reggio, con rumbo a Veracruz y la Habana bien entrado el año de 1761.

Al arribar a este último puerto se le ordenó trasbordar al Aquilón, que estaba al mando de Márquez González, pero encuadrado en la división al mando del marqués del Real Transporte, hallándose en el año de 1762 en el ataque británico a la Habana, donde se le destinó a la batería de la Puerta y castillo de la Punta, pasando posteriormente a la defensa del mismo Morro, desde donde hizo varias salidas para intentar desmonta la artillería enemiga situada en la Cabaña, pero al hacer explosión la mina fue uno de los que nada pudo hacer, pues ya Velasco y González Valor de Bassecourt habían caído, siendo toda resistencia nula, ya que el Morro estaba invadido por los enemigos.

Fue repatriado en el buque británico Plymouth, que por estar firmada la Paz lo desembarcó en el mismo fondeadero de la bahía de Cádiz. Pero no le dejaron descansar, pues a los pocos días se le ordenó embarcar en el navío Héctor, con el que de nuevo regresó a la Habana, donde se le dio orden de trasbordar al Galicia, con el que realizó el viaje de regreso a la Península, al llegar trasbordó al Princesa, con destino al Arsenal de Cartagena, donde al arribar se le entregó el mando de jabeque Ibicenco (su primer mando), estando a las órdenes de don Antonio Barceló, continuando en la misión de corso habitual de estos buques.

Estando en esta misión, recibió la Real Orden del día quince de enero del año de 1766, por la que se le ascendía al grado de capitán de fragata, continuando en los jabeques y sus misiones, hasta que a finales del año de 1776 se le confían los chambequines el Andaluz y Aventurero, para trasladarse al Río de la Plata.

A primeros del año de 1768 zarparon de la bahía de Cádiz, pero al poco tiempo de la navegación el Andaluz tuvo que retornar a Cádiz por averías, siguiendo viaje el Aventurero. La reparación fue rápida y unos días después zarpó en solitario, pero tuvo que recoger a la dotación, pertrechos e incluso artillería del Aventurero por haber encallado y perdido en el ‹ Banco Inglés ›, arribando solo al Río de la Plata.

Por estar ya en el conocimiento de la presencia de los británicos en las islas Malvinas, el Gobernador del Río de Plata don Ruiz Puente ordenó se les vigilara, por lo que zarpó la fragata Santa Rosa y el Andaluz, estando al mando en jefe el capitán de navío don Juan Ignacio de Madariaga, los cuales arribaron y vigilaron lo que estaban montando los británicos, que entre otras cosas era una empalizada con maderas y cañones de á 12, de lo cual existe un documento: « Plano del puerto que llamaron Anunciación á la parte del Este por los oficiales del chambequín Andaluz, año de 1768 »

A su regreso, el capitán general de esta provincia Excmo. Sr. D. Francisco de Paula Bucareli y Ursúa, le pidió a don Domingo Perler que realizara una expedición a las Malvinas y al estrecho de Magallanes, para fijar correctamente los puntos dignos de mención para mejor orientación y seguridad de la navegación. Así zarpó con el Andaluz con rumbo a las islas Malvinas primero, donde bojeó y sondeó el puerto Soledad, dejando claro en su informe que no era posible el acceso con seguridad para buques superiores a su chambequín.

Puso rumbo al continente y comenzó a bojearlo, señalando los ríos, cabos y ensenadas, alcanzando la latitud S. 53º en el Cabo de las Vírgenes y entrada al estrecho de Magallanes, de donde por los vientos contrarios regresó a las Malvinas, quedando también rectificada su posición. Su buque ya por los fuertes vientos y mares de esa zona estaba en mal estado y decidió regresar, arribando de nuevo el día quince de abril del mismo año de 1768 al puerto de Montevideo.

De la expedición se extrajo con todas las rectificaciones: « Plano del río de la Plata nuevamente enmendado, sondado y corregido á fines del año 1769 de orden del Excmo. Sr. D. Francisco de Paula Bucareli y Ursúa, capitán general de esta provincia, por el teniente alférez de fragata D. Javier Antonio Muñóz y D. Sebastián de Canel, bajo la dirección del capitán de la Rea Armada y comandante de las fuerzas marítimas de este río, D. Juan Ignacio Madariaga. Delineado por el pilotín Alejo Berlinguero.  Original primoroso en la Biblioteca particular de S. M. el Rey »

Mientras el Gobierno estuvo litigando por la vía diplomática, pero nada se sacaba en claro, así recibió el capitán general de Buenos Aires don Francisco Buccarelli, la Real Orden de desalojarlos por la fuerza, para ello se organizó una división, con las fragatas Industria, Bárbara, Catalina, Santa Rosa y el Andaluz, transportando a un regimiento de infantería a las órdenes del coronel don Antonio Gutiérrez, estando al mando de ella don Juan Ignacio de Madariaga.

A su arribo se mantuvieron a poca distancia, ya que las fuerzas navales británicas estaban formadas por las fragatas, Favourite y Swift al mando de Mr. Hunt, desembarcando Madariaga y entablando conversación con el británico, pero éste le contestó que las islas Falkland eran de propiedad del Rey del Reino Unido, por lo que el español se embarcó en el bote y regresó a su insignia, a los pocos minutos comenzó el bombardeo, y no habían hecho nada más que dos descargas cuando se apercibieron de que la bandera blanca había sustituido a la del Reino Unido, por ello suspendieron el fuego y ordenaron desembarcar a los infantes.

Hay unos documentos que narran las operaciones: « Extracto del diario de la expedición hecha á Puerto Egmont para el desalojo de los ingleses en él establecidos, el que se verificó el 10 de junio de 1770 por la escuadra del mando del capitán de navío D. Juan Ignacio Madariaga » y otro: « Capitulación firmada en Puerto Egmont por los comandantes ingleses Guillermo Maltby y Jorge Farmer y los jefes españoles Madariaga y Gutiérrez » (3)

Al terminar la misión regresó a la bahía de Cádiz, aprovechando el viaje, arribó con carga de frutos y algunas tropas, más algunos lingotes de plata. Quedó desembarcado un tiempo hasta que se le otorgó el mando de la fragata Gertrudis, que en conserva con la Catalina ambas a su mando, zarpó para realizar el corso contra las regencias norteafricanas. En ocasiones por orden superior, pasaban el Estrecho y con rumbo a las islas Azores, se quedaban cruzando para dar escolta a algún buque proveniente de Tierra Firme o la Habana. En una de sus arribadas a la bahía se le entregó la Real Orden del día veintiuno de abril del año de 1774, por la que se le ascendía al grado de capitán de navío.

El Sultán de marruecos, Mohamad ben Addalá por carta del día diecinueve de septiembre del año de 1774, dirige al Rey de España que le sean entregadas todas las plazas de soberanía española situadas en su territorio, dando un plazo de cuatro meses para que le fueran devueltas.

El Rey don Carlos III no vio bien recibida tal exigencia, por lo que ordenó a su embajador en Argel que hiciera de intermediario, pero Mohamad no se avenía a razones, de hecho el día nueve de diciembre del mismo año puso sitio a Melilla, si bien su artillería estaba fuera del su propio alcance, demostrando así que no quería guerra, pero sí la tierra, siendo una argucia, ya que por la noche ocuparon unas alturas y situaron la artillería de forma que al amanecer del día diez comenzó el bombardeo de la plaza.

Como siempre (la impertérrita falta de previsión del Gobierno español) la plaza no estaba con suficiente guarnición ni artillería para soportar un asedio, así que pudieron enviar un buque en aviso a la ciudad de Málaga para notificar que estaban siendo atacados, por lo que rápidamente desde el mismo puerto comenzó a cargarse en buques pequeños todo tipo de provisiones de boca y guerra, que zarparon los primeros el mismo día de la llegada del aviso, ya que el problema principal era, que se debía de descargar en la playa y llevar a brazo todo tipo de cosas, aparte de no estar protegida de fuegos enemigos, lo que aún agravaba la situación y seguro que sin cobertura causaría muchas bajas, pero como siempre los españoles no se arredraron.

Informado el Rey, ordenó al brigadier don Francisco Hidalgo de Cisneros, que zarpara para dar protección a la ayuda que ya se estaba enviando, por lo que se hicieron a la mar dos navíos; seis fragatas y nueve jabeques, entre las fragatas estaban las dos del mando de Perler, transportando a un ejército de tres mil quinientos hombres, cantidad que se juzgó por los informes suficientes. Otra causa que empeoraba la situación, era que quitando el trozo de desembarco que era playa, el resto era roca y la temporada de la mala mar en el Estrecho había comenzado lo que dificultaba mucho el poderse acercar lo suficiente, pero Cisneros supo manejar sus fuerzas, pues no solo bombardeaba a las baterías enemigas, sino que impidió que un refuerzo salido del Peñón de Gibraltar pudiera llegar a manos de los moros.

Los días que la mar lo permitía los buques menores, se acercaban tanto a la costa y playa, que desmontaban la artillería enemiga, siendo aplaudidos por los que en la fortaleza estaban sitiados, pues era un autentico espectáculo el verlos abrir fuego tan cerca de la costa, al mismo tiempo que informados por estos, pudieron deshacer el trabajo de zapa que estaban haciendo los enemigos para poder atacar desde el mismo interior de la plaza, esto le hizo pensar al Sultán, que si no podía romper los muros, ni penetrar en la plaza, lo único que conseguiría era perder más hombres, así que a mediados marzo de 1775 comenzó a levantar el asedio y a los pocos días ya no quedaba nadie a la vista. (Una vez más el poder naval dio la victoria en tierra) Razón por la que las fuerzas navales regresaron a Cartagena dejando una guardia de buques, por si volvían los enemigos poder llevar el aviso inmediatamente.

Regresando al finalizar su misión anterior continuó en la mar constantemente, hasta que al arribar para reaprovisionarse se le ordenó desembarcar por Real Orden del día veinticuatro de noviembre del mismo 1775, por pasara destinado como Subinspector al Arsenal de la Carraca, cargo que desempeño con su habitual responsabilidad, hasta la llegada de otra Real Orden del día veintisiete de noviembre del año de 1777, por la que se le otorga el mando del navío Oriente, que pertenecía a la escuadra del general don Luís de Córdova.

Con la que zarpó para realizar la campaña del canal de la Mancha y la posterior de Brest, regresando a la bahía de Cádiz. Al regresar zarpó de nuevo en conserva con el navío San Rafael, pero tuvieron que abandonar la misión de cruzar entre los cabos de Santa María y San Vicente, porque los dos cascos hacían mucho agua, causa justificada de su regreso al Arsenal de la Carraca, donde los pusieron en seco en el dique, siendo perfectamente calafateados, quedando momentáneamente en tierra, al serle devuelto el navío se incorporó a la misma escuadra.

Con la que zarpó para realizar la misma misión anterior, regresando a la bahía de Cádiz se le aprovisionó de nuevo y volvió a zarpar, pasando del cabo de San Vicente, hasta perderlo de vista retornando a la bahía, de donde volvió a zarpar la escuadra que en unión de la francesa al mando del conde de Guichen, realizaron la segunda campaña del canal de la Mancha, pero en el canal no encontraron a ningún enemigo, no teniendo con quien medirse pusieron rumbo y arribaron primero al Arsenal de Brest, donde se separaron las escuadras, la española volvió a zarpar con rumbo a Cádiz donde arribó el día veintitrés de septiembre del año de 1781.

La escuadra volvió a abandonar la bahía el día dos de enero del año de 1782, pero no encontrando enemigos regresó a la misma el día diez de febrero. El día doce de marzo volvió a zarpar, pero esta vez al mando del conde de Guichen, navegando hasta las islas Azores donde estuvieron cruzando entre Puerto Santo y la isla de Madeira, regresando a la bahía de Cádiz, arribando el día quince de abril siguiente con parecido resultado.

El día tres de junio siguiente zarpó de nuevo la escuadra con rumbo al N. donde permaneció un tiempo enseñando bandera, arribando al placer de Rota el día cinco de septiembre siguiente, para reaprovisionarse y desembarcar a algunos enfermos, cumplida esta misión, el día ocho siguiente zarpó con rumbo a Algeciras, participando en el ataque del día trece de septiembre. Éste día tuvo lugar el desastroso ataque de la baterías flotantes invento del francés D’Arçon, pero al mando del general don Ventura Moreno quien apoyaba con sus navíos a éstas, teniendo que volcarse en su auxilio cuando comenzaron a arder por efecto de las ‹ balas rojas › que les disparaban los defensores, envió sus embarcaciones menores a apagar los fuegos e intentar salvar a las dotaciones, mientras en primera línea se encontraban las lanchas cañoneras, inventadas por don Antonio Barceló y él a su mando.

En los incendios y voladuras de estas pesadas baterías en teoría insumergibles e incombustibles, con circulación de agua ‹ como la sangre por el cuerpo humano ›, hubieron trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos prisioneros; pero los efectos fueron superados en mucho por el bombardeo de las lanchas cañoneras inventadas por Barceló, que lo hacían seguro y muy efectivo. En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot. La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con aprovisionamientos, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante Howe.

Le salió al encuentro el general Córdova con sus fuerzas, pero las enemigas con su convoy aprovecharon un fuerte temporal cuyos vientos les favorecían consiguiendo arribar al Peñón descargando los tan esperados auxilios. Perdiéndose el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar.

Cuando lord Howe volvía al Atlántico, Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó el combate del día veinte de octubre del año de 1782, en aguas frente al cabo Espartel, de quien recibe el nombre.

Los británicos admiraron: «. . el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias » El combate tuvo una duración de cinco largas horas.

Los buques enemigos por ir ya forrados sus obras vivas de cobre tenían más andar, lo que les permitió mantener en todo momento las distancias y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, por lo que enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española. El coloso español, el navío Santísima Trinidad, del porte de 130 cañones sólo pudo hacer una descarga completa de todas sus baterías, su lentitud le impidió poder hacer más. Regresando la escuadra a la bahía de Cádiz en día veintiocho siguiente.

Se encontraba en el Arsenal cuando se le entregó una Real Orden del día veintiuno de diciembre del año de 1782, con si ascenso al grado de brigadier, permaneciendo en el Arsenal, hasta que por Real Orden del día ocho de enero del año de 1783, se le entrega el mando del navío España, pero no estuvo mucho tiempo a su bordo y mando, ya que con fecha del mes de abril, se le ordenó cesante en el mando por pasar a desarme el buque.

Aquí hay un salto importante de años en el que se le pierde la pista, hemos de pensar que estuvo destinado en el mismo Arsenal entre mesas y papeles, pues volvemos a saber de él cuando recibe una Real Orden del día diecinueve de noviembre del año de 1787, por serle entregado el mando del navío Castilla, siendo cargado el buque con maderas y sobre todo hierros, más tripulaciones y azogues, zarpando de la bahía de Cádiz el día quince de febrero del año de 1788, arribando a la Habana desembarcado las dotaciones, maderas y hierros para los buques que aquí se construían, volviendo a zarpar con rumbo al de Veracruz para desembarcar los azogues, al mismo tiempo se le cargó con situado, volvió a zarpar con rumbo a la Habana, donde se le terminó de cargar con más caudales, zarpando y arribando el día cinco de octubre del mismo año a la bahía de Cádiz.

Se encontraba en el Arsenal cuando recibió la Real Orden del día catorce de enero del año de 1789, por la que se le ascendía al grado de jefe de escuadra, siendo destinado a la escuadra del mando del general don Francisco de Borja, tomando el puesto de general subordinado el día catorce de febrero del año de 1794, arbolando su insignia en el navío San Carlos, para un tiempo después pasarla al Conde de Regla.

La escuadra zarpó el día veintitrés de abril siguiente con rumbo a las aguas del Departamento de Ferrol, donde se sufrieron varios temporales, lo que le obligó regresar a la bahía de Cádiz para reparar a su navío, una vez terminado el trabajo zarpó de nuevo el día dieciocho de mayo, llegando a incorporarse de nuevo a su escuadra, con la que continuó en su tarea de evitar el contrabando británico con las costas cantábricas, teniendo que arribar al Ferrol la escuadra el día trece de junio siguiente para reabastecerse. Permaneció en el Arsenal hasta el día nueve de agosto, en cuya fecha volvió a zarpar la escuadra con rumbo a la bahía de Cádiz, fondeando en ella el día quince sucesivo.

Cambió su insignia de jefe de escuadra al navío San Dámaso y el día dieciocho de diciembre, había ya tomado el mando de la escuadra el general don Juan de Lángara, con la que zarpó de la bahía de Cádiz con rumbo a Rosas, arribando a prestar su apoyo por el fuego el día diez de enero del año de 1795, permaneciendo cruzando esta agua hasta que se supo de la rendición de la plaza, poniendo entonces rumbo al puerto de Mahón donde arribaron el día dieciséis de febrero. Volvió a zarpar el día cinco de abril siguiente para cruzar entre los cabos de Creus y San Sebastián, permaneciendo en esta misión hasta que de nuevo pusieron rumbo a Mahón donde lanzaron las anclas el día veintinueve del mismo mes.

Estando en este puerto, el general don Juan de Lángara tuvo que cesar en el mando de la escuadra, por haber sido nombrado capitán general del Departamento de Cádiz que entonces llevaba anexo el de Capitán General de la Real Armada, por lo que embarcó en el navío Pelayo y lo transportó a su alto destino, regresando el buque con el nuevo jefe de la escuadra, el teniente general don Federico Gravina y Nápoli, el cual ordenó zarpar el día veintisiete de julio.

Se encontraban cruzando las aguas de la población de Palamós el día veintisiete de de agosto, cuando arribó a incorporándose el navío Concepción al mando del general don José de Mazarredo, que había sido nombrado comandante en jefe de la escuadra, quedando Gravina como segundo de ella, dándose la orden de regresar al Arsenal de Cartagena, donde lanzaron las anclas el día treinta del mismo mes.

Encontrándose aquí, recibió la Real Orden del día cinco de septiembre del año de 1795, por la que se le ascendía al grado de teniente general, pasando a enarbolar su insignia en el navío de tres baterías Conde de Regla, que junto a los Ángel, San Genaro, San Antonio, Firme, San Dámaso y Glorioso, zarpó con rumbo a la puerto de Barcelona, con la misión de cargar en él a varios regimientos de Andalucía, los cuales fueron acomodados como se pudo zarpando el día uno de octubre, pero los vientos contrarios no le permitieron arribar a su destino, que era el puerto de la ciudad de Málaga, ya que el día diez y se encontraba aún en las cercanías del puerto de la ciudad de Alicante, donde decidió entrar para no hacer sufrir más a los compañeros del ejército.

El desembarco fue en un tiempo parecido al de la carga, durando entre los días once y trece, pero llevaba justo el regimiento provincial de Málaga y éste era preciso dejarlo en su ciudad, yendo además embarcado en el navío San Dámaso, por esta razón y para no arriesgar más de lo debido, cedió el mando al general don Domingo Grandallana, para que la escuadra arribara al Arsenal de Cartagena, mientras él, embarco de nuevo en el San Dámaso. Zarparon todos el día quince de octubre, al pasar por Cartagena entró la escuadra y él prosiguió viaje a la ciudad de Málaga, donde arribó el día diecinueve y desembarco al regimiento.

Permaneció en el puerto hasta el día veintiséis, porque lo vientos no eran favorables, zarpando con rumbo a la bahía de Cádiz, pero al día siguiente veintisiete saltó un duro viento del cuarto cuadrante, lo que le impedía navegar en demanda de su rumbo, decidiendo hacerlo sobre el de Ceuta donde lanzó el ancla.

Permaneció hasta que las condiciones le volvieron a permitir zarpar, siendo el día siete de noviembre que el viento saltó del E., lo que le favoreció para largar velas y arribar el día nueve siguiente a la bahía de Cádiz.

Se encontraba en el Arsenal cuando se produjo el óbito del teniente general Comandante del Departamento, don Felipe López de Carrizosa pasando interinamente a ser su Comandante el día veinticinco de enero del año de 1798, entregándoselo a su propietario el día treinta de diciembre del año de 1799, el marqués de Arellano.

Poco tiempo después, el día veintitrés de enero del año de 1800, le sobrevino el óbito en su casa por ancianidad, puesto que contaba con setenta y seis años de edad, de los cuales, casi sesenta permaneció en el servicio de la Real Armada.

Entre otras condecoraciones estaba en posesión de la: Cruz de caballero de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III.

(1) Generala: Privilegio que se concedía á los oficiales de marina que navegaban a América, para poder llevar según su grado cierta pacotilla (2) exenta de todo derecho.

(2) Porción de mercancías que los marineros y oficiales de mar podían embarcar de su cuenta, libre de fletes, hasta el valor de su salario en aquel viaje.

(3) Uno de los oficiales de la expedición (no hemos podido averiguar su nombre) compuso en octavas reales, la rendición de los ingleses:

« No es valor oponerse á un imposible,

reconociendo fuerzas superiores;

temeridad sí, que lo sensible

experimentará de sus errores.

Tres fragatas en lance terrible,

baten su torreón con mil furores

y su fragata, nuestra hazaña fiera

contienen con pacifica bandera »

Bibliografía:

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 43. 1921, página, 948.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

Compilada por Todoavante.

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