1704 Combate naval de Cabo Espartel

Posted By on 21 de noviembre de 2011

Con un gran esfuerzo, por falta de caudales y medios técnicos, la incipiente Armada de Felipe V había construido en Pasajes dos galeones de 1.200 toneladas artillados con 62 cañones, destinados a la Carrera de Indias. Eran los llamados Nuestra Señora de Porta Celi, conocido como Porta-Coeli, y Santa Teresa, que estaban destinados a ser los nuevos capitana y almiranta de las Flotas de Indias.

El 9 de marzo de 1704 zarpan los dos galeones del puerto de Pasajes rumbo a Cádiz al mando del almirante don Diego Asensio Martínez de Vicuña y Cortaverría. En este viaje inaugural estaban acompañados del patache San Nicolás, armado con 24 cañones, y un mercante cargado con pertrechos. Llevaban a bordo cañones, bombas y otros pertrechos militares para mandar una próxima Flota de Galeones a Tierra Firme.

Mientras la escuadra española navegaba costeando la costa portuguesa rumbo sur, la escuadra inglesa al mando del almirante George Rooke había entrado en Lisboa el mismo mes de marzo, donde desembarcó el archiduque Carlos. Vuelve a hacerse a la vela el almirante Rooke con catorce buques ingleses (6 de 70 cañones, 1 de 60, 4 de 50, 1 de 40, 1 de 32 y 1 de 24) y ocho holandeses (1 de 92, 2 de 72, 1 de 68, 1 de 64, 1 de 62, 1 de 60 y 1 de 36) para cruzar entre los cabos de San Vicente, Santa María y Espartel.

Los ingleses, que conocían la llegada de la escuadra de Pasajes y de otros buques desde Buenos Aires, se desplegaron para interceptarlos. Transcurrida la primera semana de navegación sin incidencias destacables, los buques españoles se encontraron con fuertes temporales durante cuatro días siguientes, tras los cuales la almiranta Santa Teresa necesitó el uso de sus bombas para achicar el agua y otros daños en la arboladura. Su velocidad quedó bastante reducida y el almirante Vicuña ordenó a su comandante don Antonio de Arreyzaga encender el farol y dirigir la navegación, quedando la capitana Portaceli a su popa y a corta distancia para socorrer al Santa Teresa si era necesario.

A las 5 de la tarde del 21 de marzo, y a 36 millas de distancia al sur del cabo San Vicente, descubren las naves españolas dos velas y poco después hasta nueve velas. Al anochecer se había reducido la distancia con estas velas a sólo tres leguas. El almirante don Diego Asensio de Vicuña receló que fuesen buques enemigos. Ordenó al comandante del patache San Nicolás adelantarse de la formación, encender el farol y virar al nordeste, con el propósito de que los enemigos siguiesen su farol, reuniéndose después con los dos buques españoles en la costa del norte de África.

La capitana y almiranta mudaron rumbo al sur durante tres horas y después al sursureste durante el resto de la noche. Al amanecer del 22 de marzo las naves enemigas habían desaparecido. El almirante Vicuña llamó a consejo en la capitana Portaceli, al que asistieron Vicuña, don Antonio de Arreyzaga, don Martín de Sansinea, don Juan de Goycoechea y don José de Barrasate. Determinaron acercarse lo más posible a la costa africana, navegar con poca vela para dar tiempo a que llegara el patache. De no encontrar ninguna embarcación salida de Cádiz con noticias de escuadras enemigas, esperarían a la noche para poner rumbo norte a la costa española.

Poco después del mediodía del 22 de marzo llegó un nuevo temporal con fuerte aguacero y vientos del sudeste que obligó a los buques españoles a recoger velas y gobernar al este, hasta las cuatro y media de la tarde que cambió el viento al noreste. El almirante español ordenó navegar esa noche con rumbo nornoroeste con la esperanza de amanecer alejados de los buques enemigos avistados la tarde del 21 de marzo.

La escuadra enemiga había navegado la noche anterior siguiendo al farol del patache español, pero la mañana del 22 había desaparecido. Rooke tomó la decisión de dividir sus fuerzas. El mismo tomó el mando de una escuadra que se acercó a las aguas de Cádiz, mientras que otra puso rumbo al sudeste ante las noticias de un corsario holandés de haber descubierto a los buques españoles.

Durante la noche del 22 al 23 de marzo los buques españoles quedaron navegando rumbo nornoroeste. La almiranta Santa Teresa perdió la vela mayor, la de gavia y el velacho. La capitana que sólo perdió el velacho, tuvo que ponerse a la capa a esperar a la almiranta, amaneciendo el 23 de marzo con las dos naves reunidas y reparadas algunas de las averías. La capitana tuvo que ceder algunas de las velas a la almiranta.

A las 7 de la mañana, cuando todavía no habían terminado de reparar las averías, llegaron nuevos destrozos en la arboladura. En estos apuros estaban los españoles cuando vieron acercarse por barlovento un navío enemigo. Se acercó tanto a la almiranta que la disparó una descarga por la popa, alejándose ante la respuesta del navío español. En el momento de acercarse a la capitana, sobre las ocho de la mañana del 23 de marzo, izó la bandera holandesa. Era el buque corsario, del porte de 44 a 46 cañones. A la misma hora vieron acercarse por la proa de los españoles otros cinco navíos ingleses de 54 a 76 cañones (1).

Poco después daría comienzo al combate en las cercanías del cabo Espartel. En la tensa espera, los marinos españoles sólo pudieron prepararse para el combate ante la imposibilidad de huir por los daños en la arboladura. El combate comenzó sobre las nueve de la mañana del 23 de marzo cuando el corsario holandés lanzó una descarga navegando de vuelta encontrada. Los buques españoles no respondieron, reservando la pólvora al paso de los navíos ingleses que lo hicieron también de vuelta encontrada y por barlovento, disparando a distancia de tiro de pistola.

En este primer envite, a la capitana Portaceli se le desmontaron cinco cañones, recibió nuevos daños en la arboladura y jarcias y tuvo 7 muertos y 14 heridos. Los buques ingleses tras haber rebasado a la almiranta, viraron en redondo para acercarse de nuevo a los navíos españoles. Tres de los navíos se acercaron al navío Santa Teresa para combatirlo por las dos bandas y los otros dos navíos combatieron a la capitana también por las dos bandas.

Sobre la una de la tarde, después de unas cuatro horas de combate, la almiranta se encontraba casi desarbolada, totalmente rodeada y con muchas bajas. La capitana, con menos daños, realizó un nuevo esfuerzo para escapar. El almirante Vicuña ordenó desarbolar al navío enemigo que tenía por sotavento y así tener una oportunidad de escapar, ante las nulas oportunidades que había de socorrer a la nave almiranta. Una de las descargas del navío español acertó en el palo mayor del navío Suffolk, aunque no cayó. Para desgracia de los españoles, otra descarga del navío inglés echó abajo el mastelero mayor y destrozó más aparejos y velas. En ese momento llegaron más buques enemigos y solicitaron la rendición a los españoles.

Algunos oficiales pidieron al almirante Vicuña que se rindiera ante el peligro que corría la nave de hundirse. Creyendo que estas afirmaciones eran causa de la confusión del combate, mandó al teniente Sansinea a averiguar si era cierto. El teniente regresó e informó al almirante que el navío no corría peligro inminente de hundirse. Como las bajas no eran excesivas, pidió a la tripulación un nuevo esfuerzo. Parte de la tripulación, secundada por algunos oficiales, no cumplieron estas órdenes, y se llegó al punto de que Vicuña es recluido en su cámara con la escusa o creencia de que el almirante pensaba hundir el navío o volarlo con la tripulación a bordo.

Sobre las tres y media de la tarde, tras casi siete horas de combate, los ingleses se acercaron a la capitana en varias lanchas con la intención de abordarlo. El combate había terminado. Don Diego Asensio de Vicuña es arrestado en su cámara y llevado prisionero al Suffolk, donde encontró a otros oficiales españoles del navío Santa Teresa, y pudo enterarse que los mismos problemas se encontró el capitán de mar y guerra Arreyzaga en las últimos momentos del combate en el Santa Teresa. En el navío Suffolk hubo 11 muertos y 19 heridos, tenía las velas y jarcias destrozadas y el palo mayor inservible. Las bajas en el resto de navíos ingleses eran desconocidas, pues tenían mucho cuidado en no manifestarlo, mientras que en los buques españoles hubo unos 100 muertos y heridos.

Los ingleses creyeron que a bordo de los buques españoles había infantería regular, dado la fuerte resistencia. Lo cierto es que no había, sólo se encontraban a bordo 38 soldados que iban presos a Cádiz por desertores. El almirante Vicuña había ejercitado a la marinería durante la travesía en el manejo y disparo de los cañones y fusiles.

Los ingleses tuvieron muchos problemas para marinar las presas españolas debido a sus muchos daños, sobre todo en la arboladura, hasta el punto de creer que se hundirían en la costa africana el 25 y 26 de marzo. En el navío Santa Teresa tuvieron que hacer funcionar sus cuatro bombas. Después de muchos esfuerzos consiguieron llegar a Lisboa el 5 de abril. Un teniente del Suffolk, que mandaba el navío capturado Santa Teresa, siguió las luces del buque insignia, pero en realidad las había confundido con las luces del castillo de San Julián. Este accidente unido a la mala situación del buque español, hizo que se perdiera en la costa a las nueve de la noche, llevándose consigo a 80 marineros españoles y más de cien ingleses que los custodiaban, de un total de 300 hombres que llevaba a bordo.

Don Diego Asensio de Vicuña tuvo que entregar el 6 de abril 332 doblones de los 500 que le entregó Necolalde en Pasajes para socorrer a los más de 600 prisioneros españoles, pasando de 700 con la captura del patache. Fue juzgado en la corte al año siguiente, siendo recompensado su valor con el título de segundo almirante general de la Armada.

(1)

Navío Kent. 70 cañones. Contraalmirante Thomas Dilkes.

Navío Bedford. 76 cañones. Capitán Thomas Hardy.

Navío Suffolk. 70 cañones. Capitán Robert Kirktown.

Navío Anthelope. 54 cañones. Capitán Thomas Legge.

Navío Panther. 54 cañones. Capitán Peregrine Bertie.

Corsario holandés. 44-46 cañones.

Bibliografía:

A.G.I. Indiferente, 2717. Expediente de la fábrica, navegación y captura de los galeones mandados por Don Diego Asensio de Vicuña. 1702/1705.

Gaceta de Madrid, nº 16, 15 de abril de 1704, página 64.

Gaceta de Madrid, nº 18, 29 de abril de 1704, página. 72.

Asensio de Vicuña, Diego.: Copia de carta del Almirante don Diego Asensio de Vicuña, Cabo de los Galeones que salieron de los Pasajes, con noticia de la navegación. Carta de Vicuña a Domingo López Calo Mondragón, secretario del Consejo de Indias. Lisboa, a bordo del navío Suffolk, 7 de abril de 1704.

Burchett, Josiah.: Acomplete history of the most remarkable transactions at sea. Londres, 1720.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tomo VI. Museo Naval. Madrid, 1973.

Ferrándiz Araujo, Carlos. Historia Marítima Española de Zalvide, Academia Alfonso X el Sabio. Murcia, 1982

Compilada por Santiago Gómez.

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