1590 – 1594 Blavet y su heroica defensa

Posted By on 25 de abril de 2012

Al llevar a cabo la expedición de 1589, al mando de don Juan de Águila, en el auxilio que les prestó el rey don Felipe II a los católicos franceses de Bretaña. Después de una dura navegación por los malos tiempos, se toparon con siete naves inglesas, que ante la presencia de las españolas, viraron y se alejaron. La nave capitana se batió, con el fuerte de Belle Isle, por querer que sus fuegos fueran más efectivos, se acercó en demasía, lo que le llevó por falta de conocimientos de esas costas a varar, pero a su vez las altas pleamares de la zona al poco tiempo le permitió poner a flote de nuevo a su buque.

Al estar la plaza de Blavet fortificada por los hugonotes, se trasladó a Saint Nazaire y allí desembarcó a la infantería, que era el Tercio de don Juan del Águila, así pudo ponerse en contacto con el duque de Mercoeur y unir sus fuerzas. Su marinería tomó parte muy activa, en la construcción de unos fuertes, cuya obra fue dirigida por el ingeniero español Cristóbal de Rojas, en la plaza de Blavet, para así hacer frente al que tenían en su poder los hugonotes, se quedó Morán en el mismo puerto, lugar donde desembarcaron las tropas españolas, siendo su fuerza naval de dos galeazas, tres galeras y otros vasos pequeños.

A pesar de todas las deficiencias, la ciudad de Dola estaba sitiada por los calvinistas de Enrique IV, con trescientos caballos y mil ochocientos hombres, al conocer la llegada de los españoles (1), no quiso enfrentarse a ellos y abandonó el sitio, esto cambió la opinión de los bretones sobre los españoles, ya que su fama les precedía, en unión a las tropas de Mercoeur se dirigieron a poner sitio a la población de Hennebont, para rendirla se desmontaron seis cañones de grueso calibre de las galeazas y con ellos en pocos días derrumbaron sus defensas, esta victoria tuvo un doble efecto, ya que se pudieron reunir veinte mil escudos, con los que se pagó a la gente parte de la deuda y se añadió otra victoria, mejorando más la opinión de los bretones.

Águila viendo la desmoralización de los hugonotes, reforzó de nuevo las defensas de la ciudad conquistada, al terminar guarneció la de Vannes una vez asegurada, se puso en camino a la villa de Crevique, siendo ganada en pocos días y de aquí llegó a Balvet, pero ya con todo su entorno en poder de los españoles, lo que la hacía algo más segura, ya que era conocedor de la ayuda pedida a la reina de Inglaterra. Todo esto se hizo antes de finalizar el año de 1590.

Fueron empezando a llegar los fondos y a normalizarse la situación, pues se recibió artillería de campaña, lanzas de ristre para la caballería, vestidos, algún dinero y en el mes abril del 1591 un buen refuerzo de dos mil hombres, que eran muy necesarios no tanto por las bajas sufridas en combate, sino por los enfermos que ya fueron en principio y que en algunos casos habían ido a más.

En el año de 1591, Zubiaurre se encontraba al mando de una escuadra de cuatro filibotes, con las que mantenía el constante ir y venir cargado con hombres y materiales de guerra entre España y la Bretaña francesa, donde en esos momentos se encontraba en ella el Maestre de Campo don Juan de Aguilar, que defendía a los católicos de esas tierras, por lo que mantuvo varios encuentros con naves inglesas, apresando a varias y compensando sus pérdidas anteriores, además de atacar a las flotas de cabotaje, que intentaban mantener ese territorio en su poder.

Por ello en una ocasión con solo seis filibotes a su mando, atacó a una flota de cuarenta naves inglesas que habían salido de Burdeos, no lo dudó y se lanzó sobre ellas logrando una gran victoria, pues aparte de los hundidos, regresó remolcando a diecisiete naves enemigas apresadas.

En otra ocasión, volvió a enfrentarse con otras cuarenta naves enemigas con rumbo a la Rochele, se enfrentó a ellos y dio al fuego a la capitana, los ingleses recibieron el refuerzo de seis buques de guerra al mando de Raleigh, pero se mantuvo firme, combatió contra ellos y les capturó tres naves. Su bajel tuvo que ser sacado del combate por estar completamente desarbolado.

Con estos refuerzos, comenzó a escaramuzar, ya que se habían reunido alemanes, franceses, bretones y normandos, estos en el interior de la Bretaña y en la costa los intentos de desembarco de los ingleses, pero a pesar de todo ello, en un asalto imprevisto por todos conquistó la población de Rosbiene, el castillo de Brontera y el más importante de la zona de Blain, situado a siete leguas de la ciudad de Nantes, donde se capturó un botín de cien mil escudos, que vino casi a normalizar la situación económica de las fuerzas.

Poco después de todas estas conquistas y por no considerarse necesario se le dio la orden a Morán de regresar a España, llegando con tan solo dos de sus galeazas, pero el almirante don Diego Brochero, al revisar los buques se apercibió que no eran los apropiados por su mucho calado para realizar las misiones de desembarco de tropas en caso necesario, dando la orden de ser sustituidos por cuatro galeras. Continuando al mando el propio almirante.

A mediados del año de 1592, se formó una escuadra de apoyo a la población de Blavet, estando al mando en jefe el capitán Zubiaurre, entre ellos Bertendona con una escuadra de diez filibotes, o buques ligeros siendo los encargados de cubrir la distancia entre la población mencionada y las norteñas peninsulares, que a forma de correos con mercancía no paraban de ir y venir. En la población e Blavet se construyeron dos fuertes, entre ellos el llamado León, al que Bertendona le donó una culebrina de á 18 y otra de á 6.

En el año de 1592, con una escuadra de quince filibotes y zafras más transportando a quinientos soldados de infantería, puso rumbo al puerto de Burdeos, para desembarcar en el castillo de Blavet a los hombres, por estar sitiado por tierra y bloqueado por mar; pero pasemos mejor al relato de un testigo presencial:

« Embistió Zubiaurre con sola su capitana a la capitana inglesa, y, abordándola, la echó á fondo, sin que quedasen cuatro de cuantos iban en ella, por haberse dado fuego viéndose rendidos. Mataron en aquella refriega al general inglés, que se llamaba Wilkes. Tomosé la almiranta inglesa, quemándose cuantos iban en ella. Pasado esto y metido el socorro, recogió sus bajeles y la artillería del enemigo. Poco después se vieron catorce naves de la Rochela con 2.000 mosqueteros y se pusieron al paso por donde era fuerza que saliese Zubiaurre. Asimismo vinieron de Burdeos 6.000 tiradores con más de cuarenta bajeles, pero animándose el dicho general al paso que á otros se les cayeran las fuerzas por haber quedado muy mal parados los bajeles y ser tantos los enemigos, embistió con gran valor y se escapó de todos sin pérdida alguna »

La relación de este combate, omite ciertos aspectos que pensamos son importantes: los buques ingleses del bloqueo eran seis, al incendiarse su capitana los demás huyeron. La capitana era un galeón propiedad de la Reina y tres veces mayor que el de Zubiaurre, pero lo embistió, abordó e incendió. Los refuerzos mencionados, fueron transportados por diecinueve navíos de los protestantes franceses, más algunos más pequeños del puerto de Broage y se sumaron seis galeazas de La Rochelle, estando al mando del capitán Lamiraille.

Al terminar el combate anterior socorrió la plaza asediada, recogió la artillería enemiga y de acuerdo con su segundo Joanes de Villaviciosa, se hizo a la mar, pero de entrada se le interponen catorce buques de la Rochele, a su bordo dos mil mosqueteros cortándole la retirada, a estos se unieron otros cuarenta buques más de la misma población, pero una vez más el valor y decisión le dan la victoria, pues a pesar de que sus buques no estaban en buen estado, como consecuencia del combate anterior, vuelve a arremeter contra la línea enemiga, logrando romperla y pasarla todos sus buques no perdiendo ninguno en el combate. Al final en los dos combates con solo catorce filibotes, se había enfrentado a ochenta y tres buques enemigos.

Pero en el viaje de regreso en el año de 1593 no perdió el tiempo, pues se encontró con seis mercantes ingleses a los que también apreso y con ellos a remolque entró en Pasajes. Al parecer al comienzo del primer combate se había encomendado al Cristo de Lezo, por ello al arribar desembarcó con toda su gente, caminando llegaron al Santuario del Santo Cristo de Lezo, a quien dono una lámpara de plata en ofrenda por la victoria, acompañando la misa con el fuego de todos los mosquetes y arcabuces a su mando.

Estando en el puerto de Pasajes, le llegaron noticias de que en Bayona (de Galicia), una escuadra combinada de franceses y flamencos, compuesta de cuarenta naves, estaba causando daños en las costas españolas, por lo que se hizo a la mar con lo disponible que eran cinco filibotes, el día 1 de junio se presenta y sorprendidos por su presencia les atacó con tal virulencia, que hundió a varios, pegó fuego a otros y apreso a ocho, regresando a su puerto de partida con las presas.

Vuelve a hacerse a la mar con rumbo a Bretaña, divisa una vela francesa la ataca solo un patache de su escuadra y la apresa, en ella viajaba un clérigo con tres estudiantes y un comerciante, a quienes se le requisan todas sus ropas y objetos de valor, que son llevados al buque de Zubiaurre, el clérigo le muestra un pasaporte firmado por el capitán Fontaniela, en el que se explica que viajan para llegar a España y realizar sus estudios en la Universidad de Salamanca, ante esto, ordena se les devuelva todo íntegramente y así se cumple.

Mientras continuó la defensa de Blavet, pero hubo desavenencias entre Zubiaurre y don Juan del Águila, éste iba realizando su guerra por tierra, mientras que el capitán de mar le pedía que no abandonase los fuertes tanto, de hecho etos fueron atacados en varias ocasiones, en una de ellas casi se deshizo la fajina y con ella se iba cayendo la tierra que formaba las muralla. En esta defensa se encontraban dos compañía de don Juan, una de don Diego de Aller y otra de don Pedro Ortíz Dogaleño, sumando en total trescientos hombres, mientras que el ataque lo llevaban a cabo, tres mil franceses al mando del Barón de Molac, otros tres mil ingleses al mando de Norris, trescientos arcabuceros a caballo y otros cuatrocientos caballeros de fortuna. (Se apuntaban todos contra España), pero a pesar de ello no consiguieron tomar las fortalezas.

En el año de 1594 recibió la orden del Rey de reunirse en la Mar de Cigarza con don Rodrigo de Orozco, que transportaba dos mil hombres habiendo salido de Lisboa para así darle escolta, estas tropas eran para fortalecer las dotaciones de los buques, tanto los del mando de Orozco como los suyos, se encontraron y todos juntos pusieron rumbo a Blavet, al arribar se desembarcó a las tropas para reforzar la posición y se repartieron entre los diferentes fuertes, al terminar el desembarco los buques se hicieron a la mar regresando a sus costas.

En el mes de agosto del año de 1594 al estar listos embarco a dos mil soldados del Tercio del Maestre de Campo don Fernando Girón desembarcándolos en Bretaña, embarcando a su vez el mismo número de hombres del Tercio de don Juan del Águila, por estar enfermos o heridos siendo desembarcados en Santander.

Decidieron esperar y llegaron las fuerzas al mando de René de Rieux, las del señor de Sourdeac, las del gobernador de Brest con su artillería, que la había desmontado de su propio castillo, que en total eran doce piezas de grueso calibre. A parte comenzaron un trabajo de zapa y de cavar trincheras, que comenzó el día 11 de octubre del año de 1594, al terminar el trabajo hicieron estallar la mina y parte de la fajina se partió, con lo que la tierra que caía rellenó el foso de protección, en ese momento el barón de Molac dio la orden de atacar, mientras que en el otro castillo efectuaban lo mismo los ingleses, el combate duró tres horas pero se tuvieron que retirar sufriendo grandes pérdidas, aunque los españoles también habían sufrido, aunque muchas menos en comparación.

Así que decidieron seguir esperando más refuerzos, pero mientras los españoles volvían a reparar la fajina rellenando los terraplenes con la tierra que había cubierto foso, quedando a su vez tal cual estaba. Arribó un nuevo convoy de Brest, con ellos volvieron a atacar sin esperar más, pero no tenían ya la mina y esto facilitó la defensa, fue dura y perdieron muchos más hombres los atacantes calvinistas que la vez anterior, incluso los españoles se lanzaron detrás de ellos, causando más mortandad llegando a clavar tres de las piezas de artillería, con tan solo la pérdida de once hombres por parte española.

Enterado ahora don Juan del Águila del aprieto en que estaban los fuertes, decidió con sus cuatro mil hombres y dos piezas de artillería, ponerse en camino a ellos, pero le cerraba el paso M. de Membarotte con toda la caballería enemiga reunida y le obligó a dar un gran rodeo, esto fue la causa de la pérdida de los fuertes.

El día 18 de noviembre del año de 1594, comenzó un nuevo ataque, pero está vez muy bien organizado pues eran varias las fuerzas reunidas y cuando una llevaba un tiempo en combate, era relevada por otra de igual número de atacantes iníciales, en uno de los bombardeos una bala de cañón mató a Paredes, que estaba entre los defensores del fuerte, pero no pudieron romper los enemigos la fortaleza de ánimo de los españoles.

El día 19 volvieron a repetir el ataque en forma parecida, pero esta vez al llegar la noche hicieron estallar una mina, que ésta si les favoreció por llevarse parte de la fajina y volvió a llenarse el foso dejando casi el paso libre, fue tan nutrido el fuego de los arcabuceros que se quedaron sin metales que añadir a su armas, alguno de ellos se le ocurrió introducir monedas de real y más pequeñas, pues no tenían otro metal ya a mano, al final solo quedaban unos pocos hombres, siendo, los ingleses los primeros en entrar.

Según palabras de Mr. Moreau, en su obra: ‹ Historie de ce quï s’est passè en Bretagne durante les guerres de la Ligue ›: «… los ingleses pasaron a cuchillo a todo el que encontraban, teniendo en cuenta que habían tantas mujeres y niños como hombres » (Después hablan de los españoles)

En los fieros combates murieron unos tres mil enemigos, a lo que se debe sumar por los rigores de los inviernos un número parecido, más muchos de los señores principales, entre ellos el señor Romegón, ordenando el mariscal d’Aumont comandante en jefe del ejército combinado, que tanto los restos de su general como los de Paredes, que habían sido encontrados juntos en tierra, fueran transportados a la iglesia de Brest y que allí se les diera sepultura.

Mientras Chevalier de Freminville, capitaine des frégates du Roi, dice: « La resistencia de los españoles rayó en lo prodigioso, dando motivo en el fuerte del León á que se manifestaran los rasgos de característicos de cada nación. El español frío, paciente, intrépido y testaduro; el inglés de valor brutal, abusando de la victoria con crueldad; el francés impetuoso, bravo, generoso con el enemigo vencido, cuyo valor admira y cuyo infortunio honra »

Mr. Levot en su obra: ‹ Histoire de la ville de Brest › nos dice: « El fuerte fue arrasado porque pretendían los ingleses guarnecerlo; mas desde entonces se llama en Brest, al lugar en que estuvo ‹ Punta de los españoles › y en el lenguaje bretón se ha conservado la palabra ‹ real › para designar á las monedas pequeñas, por haberlas disparado los defensores á falta de plomo o pedazos de hierro, así como clavos, pedernal y otros cuerpos duros, de que hicieron uso »

Durante todo este tiempo, Villaviciosa y Bertendona, al mando de escuadras de unidades ligeras mantuvieron contacto siempre con los fuertes, tanto llevando suministros de boca y guerra, como aportando unidades militares sueltas a ellos. Pero aparte de esto se convirtieron en la pesadilla de los ingleses y holandeses, ya que en cuanto se descuidaban por ser más ligeras las naves, estaban atacando por las popas a los últimos buques de las escuadras, consiguiendo con ello capturar y echar al fondo varios buques enemigos, no dejando sin comunicación a los asediados jamás y no sufriendo pérdidas.

En el año de 1595, Zubiaurre regresó a Blavet para llevar fondos a don Juan del Águila, con una escuadra de doce filibotes, junto a las del mando de Bertendona y Villanueva que por ser cinco mil quinientos hombres tuvieron que unirse las escuadras, ante semejante fuerza no hubo problemas en el tránsito arribando y desembarcando al ejército, con este refuerzo se renovaron los ataques y fue reconquistada ya que en realidad lo único que habían tomado era las dos fortalezas, pero no el territorio circundante lo que facilitó a las tropas españolas volverlo a adueñarse de los fuertes.

Permanecieron en estas aguas la escuadra de Zubiaurre, compuesta de seis filibotes y cuatro zafras y la de Brochero, con cuatro galeras, siendo en total seiscientos ochenta hombres de mar y guerra. Las galeras se veían obligadas a internarse en el puerto de Blavet para pasar el invierno, puesto que estos buques de bajo bordo no soportaban bien la mar del norte, pero al estar fondeadas en su interior prohibían el paso a cualquier intento de penetrar y atacar las fortalezas, al mismo tiempo se hacían a la mar si el tiempo lo permitía, dando así protección al tráfico marítimo de buques españoles con Flandes.

Viendo la imposibilidad de tomar de nuevo las fortalezas, en el año de 1596 se establecieron conversaciones en Vervins con Francia, llegando a un punto de encuentro los diplomáticos que fue aceptado por los respectivos Reyes, así España devolvía Calais y Blavet a cambio, la promesa del Rey francés de impedir a toda costa que su país se convirtiera en calvinista. Firmado el Tratado se embarcaron todas las tropas con sus caballos, artillería, municiones, pólvora, pertrechos diversos y víveres, dejando tan solo hasta que se hicieran cargo las tropas del Rey francés ochenta hombres de mar y guerra españoles.

Como final, contar un hecho que puso muy en alerta de nuevo a la isla de Albion.

En el mes de julio del año 1595, se le permitió al capitán de mar y tierra don Carlos de Amézola, que se hiciera a la mar en algo parecido al corso al mando de cuatro galeras. Zarpó de Blavet, recalando en una zona de Normandía en poder de los hugonotes, a los cuales los espolió consiguiendo así dinero y víveres para sus hombres, cruzó el canal de la Mancha con rumbo a Cornuaille, que pertenece al termino de Mouse-Hole, donde desembarcó a cuatrocientos arcabuceros acompañados por algunas picas, el pueblo había sido abandonado por sus lugareños al divisar las velas, sin resistencia lo incendiaron y talaron el contorno para privarlos de su mejor bien. Reembarcaron zarpando con rumbo a las villas de Pensans y Newlin, donde existía una fuerza de mil doscientos hombres, hubo enfrentamiento pero más bien fue una parodia, pues a las primeras descargas de los arcabuces rompieron la formación y se desperdigaron por el entorno, consiguiendo entrar en el fuerte donde se tomó un pieza de artillería y tres buques cargados de mercancías, que se añadieron a la división española.

Permanecieron un par de días y reembarcaron, poniendo rumbo de regreso, al encontrase a medio recorrido se encontraron con una flota de cuarenta y seis velas bátavas, como la mayoría eran mercantes, aunque en la época siempre iban armados, no dudo un instante y se lanzó a por ellos, el combate transcurrió como debía pero sin mucha oposición por los holandeses, consiguiendo apresar a cuarenta y cuatro velas enemigas, pues a dos ellos mismos les pegaron fuego para evitar que se sumaran a las ya capturadas. Saliendo del combate los españoles con veinte muertos y unos pocos heridos, más la capitana mocha; siendo reparada inmediatamente en las mismas aguas del combate, convirtiéndose en el mayor problema disponer de marinos suficientes para marinar la flota apresada y dejarla en el puerto de Blavet.

Este hecho de armas escondido entre las hojas de los libros, cuentan sus autores que dolió mucho en la Corte inglesa, ya que a pesar de los muchos años transcurridos se acordaban perfectamente de cuando los marinos españoles cómo don Pero Niño y Fernández de Tovar, les causaron tantos daños y su pueblo atemorizado por sus navegaciones, razón por la que ahora no querían que se repitiera.

(1) Don Antonio Cánovas del Castillo dice: « No cabe positiva y duradera grandeza militar y nacional donde hay pobreza é impotencia económica. Toda la historia de España está en este hecho al parecer insignificante…Los soldados que el Gran Capitán llevó de Málaga para conquistar á Nápoles iban ya descalzos y hambrientos…»

A esto añade don Cesáreo Fernández Duro: « Página lastimosa de esa historia, la de Bretaña, empieza con la impresión de los que, esperando un cuerpo lucido y numeroso que les librara de la dependencia de los reyes franceses, sintieron, al ver de cerca hambrientos, descalzos y pocos á los soldados de fama universal que tan distintos se figuraban. Comunicábala al Rey D. Diego Maldonado, Comisario que hacía veces de Embajador en Nantes, al mismo tiempo que D. Juan del Águila daba cuenta del arribo y despedida de la escuadra conductora. En la muestra aparecieron 2.100 hombres sanos, ó que lo aparentaban; 600 enfermos, que á los pocos días aumentaron en un tercio, desnudos todos, armados con espadas sin vaina, acreedores á seis pagas de atraso, tan rotos, flacos y demacrados, que, excitada la caridad de las damas bretonas al verlos desembarcar en brazos, concurrieron á una con camisas, jergones y alimentos en su alivio. El Maestre de Campo pedía desde el momento á su señor socorro con que pudieran siquiera comprarse zapatos, pólvora y cuerda, raciones para las dos galeazas y cuatro pataches que allí quedaban en tan mal estado como todo lo demás; y no obstante, á renglón seguido, indicaba la conveniencia de apoderarse de los puertos principales de Normandía, sobre todo de Brest, á fin de ‹ dar en Inglaterra y en Flandes ›»

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Madrid 1895-1903.

Ochoa Brun, Miquel Ángel.: Historia de la Diplomacia Española. Ministerio de Asuntos Exteriores. Madrid, 2002. 8 Tomos.

Polentinos, Conde de.: Epistolario del General Zubiaur (1568-1605). Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1946.

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