Biografía de don Alejo Gutiérrez de Rubalcava

Posted By on 28 de mayo de 2012

Brigadier de la Real Armada Española.

Caballero de la Orden Militar de Calatrava.

Vino al mundo en la población de Ayamonte, en la actual provincia de Huelva. Se desconoce la fecha de nacimiento pero por la concesión de la carta-orden es muy probable que fuera en torno al año de 1717.

Se le otorgó carta-orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz, sentando plaza el día 24 de enero del año de 1733. No figura en la obra de Válgoma, ni aún buscando por apellidos similares.

Permaneció en la compañía algo más de siete años, tiempo extenso,  quizás por haber entrado demasiado joven. Para realizar sus prácticas de mar estuvo embarcado en diferentes buques entre ellos los navíos Fuerte, Lanfranco, León y San Isidro así como en la fragata Galga con los que participó en las comisiones de corso contra las regencias norteafricanas. Visitó prácticamente todos los puertos de la península y cruzó en dos ocasiones el océano. En una de sus arribadas se le ordenó desembarcar y pasar el examen final, que una vez aprobado, le proporcionó sus primeros galones de oficial subordinado, el día 7 de abril del año de 1740, como alférez de fragata.

Recibió orden don Juan José Navarro de zarpar de la bahía de Cádiz al frente de su escuadra; los navíos Santa Isabel, Hércules y Soberbio, en uno de los cuales iba embarcado Rubalcava; rumbo a Ferrol cuyo puerto bloqueaba una escuadra británica que, para cuando llegó la flota española, ya se había marchado.

Se incorporó allí a la escuadra de Navarro el navío San Isidro y la fragata Galga, juntos regresaron a la bahía de Cádiz en julio de 1741, perseguidos a distancia por la flota al mando del almirante Haddock, que permaneció al acecho bloqueando la bahía hasta que un fuerte temporal le obligó a buscar refugio en Gibraltar.

Ése fue el momento que aprovechó don Juan José Navarro para hacerse a la mar, el día 15 de noviembre de 1741, en dirección a Cartagena, y cuando su flota pasaba frente al peñón fue avisado el almirante británico que dio orden a su escuadra de hacerse a la mar, pero perdió un tiempo precioso que permitió a Navarro ganar distancia y arribar a puerto, el 19 de diciembre siguiente, bajo la protección de la flota francesa al mando de Court de la Bruyère, que había salido en su auxilio, cuando ya las naves británicas estaban muy cerca de las españolas.

Ante la superioridad de los aliados, Haddock optó por dejar parte de sus fragatas vigilando esas aguas y poner rumbo a Mahón con el resto de sus naves.

Arribaron a Barcelona el día 4 de enero del año de 1742, tras haber sufrido, el día 22 de diciembre anterior, un violento temporal a la altura de Ibiza que dejó muy mal parados a algunos buques. En la ciudad condal recibió Rubalcava la Real orden del día 17 de noviembre del 1741 por la que se le ascendía al grado de alférez de navío. Allí embarcaron abastecimientos y tropas de refuerzo  para la campaña italiana del conde de Montemar, haciéndose a la mar el día 14 de enero con rumbo a Nápoles, donde desembarcaron, siendo esta ya la segunda escuadra que rompía el bloqueo británico.

Estando en aquellas costas sufrieron varios temporales seguidos, viéndose obligados a permanecer a resguardo en el puerto de Génova, retrasando su salida hasta ver el cielo despejado, pero de nuevo se les vino encima otro duro temporal que les obligó a buscar refugio, esta vez en las islas Hyères, desde donde al fin, tras volver la calma, arrumbaron al puerto de Tolón, fondeando en sus aguas el día 24 de enero del año de 1742. Allí permanecieron ambas flotas bloqueadas por los británicos durante dos largos años.

En vista de esto, don Felipe V, guiado por el deseo de que la escuadra española pudiera romper el bloqueo con auxilio de la francesa, firmó el Segundo Pacto de Familia, el 25 de octubre de 1743, con su tío el rey de Francia Luis XV y éste ordenó al anciano almirante La Bruyère de Court dar protección a la flota española, eso sí, con la orden de no combatir si no eran atacados.

La escuadra británica estaba compuesta por treinta y dos navíos de los que trece eran de tres baterías, con un total de 2.280 cañones y dieciséis mil quinientos ochenta y seis hombres; formando tres divisiones, la vanguardia con nueve navíos al mando de Rowley, el centro al mando del propio almirante Mathews con diez y la retaguardia con trece al mando de Lestock.

La flota aliada estaba compuesta por veintiocho navíos, de los que  solo dos eran de tres baterías y españoles, montando en total 1.806 cañones de menor calibre que sus enemigos, con diecinueve mil cien hombres de dotación.

Formaba la vanguardia Gabaret con siete navíos, el centro con nueve a las órdenes de La Bruyère de Court y en la retaguardia la escuadra española que llevaba la divisa azul y blanca, símbolo de la alianza franco-española, con sus doce navíos al mando de Juan José Navarro.

De estos doce navíos, solo seis eran del Rey, es decir de guerra, Real Felipe, de 114 cañones, Santa Isabel, de 80, Constante, de 70, Hércules, América y San Fernando, de 64; los otros seis eran mercantes construidos para la Carrera de Indias, el heroico Poder, Neptuno, Oriente, Brillante, Halcón y Soberbio, de 60.

El día 22 de febrero del año de 1744 zarpó la escuadra combinada y poco a poco fue formando la línea ya mencionada, por lo que el almirante británico, que se mantenía a barlovento, fue dejando pasar a la escuadra francesa, con la intención de aislar a la española y destruirla, y dando arribadas se fue acercando hasta colocarse a tiro de cañón, momento en que rompió el fuego sobre los españoles.

Los mercantes armados supieron soportar el castigo, pues no hubo buque que no fuera rodeado al menos por dos enemigos, llegando incluso a cuatro en el caso del insignia español Real Felipe, contra el que fue lanzado un brulote, que intentó denodadamente desviar una falúa, siendo finalmente hundido al recibir un disparo del navío a flor de agua.

Sobre las 18:00 horas viendo el almirante Matthews, que la noche avanzaba y sus buques presentaban averías de todo tipo sin  conseguir rendir a las naves españolas, a pesar de su inferioridad numérica,  tomó la decisión de ordenar de retirada, abandonando las aguas del enfrentamiento en poder de los buques de Navarro, los navíos Real Felipe, Brillante, Halcón, San Fernando, Soberbio y Santa Isabel,  lo que en la mar significa ¡victoria!

De los españoles, dos navíos estaban muy mal tratados el Real Felipe y el Constante, mientras que el Poder que era uno de los mercantes armados, después de batirse valerosamente contra tres enemigos y con media tripulación fuera de combate, fue apresado por los británicos, pero en tan mal estado, que al día siguiente decidieron darle fuego, ya que les retrasaba en su marcha a Mahón. Las bajas sufridas por el navío español fueron de algo más de seiscientos hombres entre heridos y muertos.

La escuadra española arribó al puerto de Cartagena el día 9 de marzo dando remolque al Real Felipe, el buque insignia que estaba en un tan lastimoso estado que no se consideró rentable repararlo y ya no volvió a navegar.

El Hércules que había resultado muy averiado, tras combatir en solitario durante una hora contra un navío inglés de tres baterías, hasta que la aproximación de dos naves francesas le ahuyentó, recibió la aprobación de Navarro para separarse de la escuadra y realizar en solitario el regreso, muy pegado a las costas españolas, fondeando el día 27 de marzo en Cartagena, después de un largo calvario para no irse al fondo.

Quizás por única vez en la historia naval de España, los combatientes fueron gratificados y por su valor demostrado y sus conocimientos, Rubalcava fue ascendido al grado de teniente de fragata, por Real orden del día 13 de mayo de 1744 y al siguiente día se le vuelve a ascender al grado de teniente de navío, por Real orden fechada el 14 de mayo de 1744.

Con este grado se le otorgó el mando del patache San José, asignado al Departamento de Ferrol, con el que zarpó en comisión de guardacostas por la guerra contra el Reino Unido. Uno de los días de navegación, cruzando por el cabo de Finisterre, avistó dos velas de fragatas británicas, a las que vigiló a distancia hasta que se perdieron de vista, rumbo a su isla. A su regreso al Arsenal notificó lo acontecido, y el comandante de la escuadra allí fondeada dio orden de zarpar para verificar la situación. Durante un tiempo continuó en esta misma comisión y departamento.

Recibió orden superior de desplazarse a la bahía de Cádiz, donde embarcó, a las órdenes del Baylío Fr. don Julián de Arriaga en su escuadra, formada por los navíos Constante, Reina y Terrible, realizando un viaje a Tierra Firme, donde desembarcaron azogues y se cargó el situado, y una vez hecho el recorrido arribaron a la Habana desde donde zarparon con rumbo a la bahía de Cádiz.

Al arribar, ya entrado el año de 1752, se le ordenó dirigirse al Departamento de Cartagena, y allí recibió el mando de una compañía de Infantería de Marina, con la que se dirigió a la población de Ocaña, donde el rey don Fernando VI iba a presenciar una revista militar, terminada la cual, regresó a Cartagena. Aquí se le entregó el mando del jabeque Catalán que formaba parte de la división de don José de Flor, con el que zarpó a los pocos días en comisión de contrarrestar el corso de las regencias norteafricanas. Estando sobre las aguas de Benidorm descubrieron velas enemigas, variando el rumbo y de vuelta encontrada, se enfrentaron contra el corsario Archimusa que estaba al servicio de Argel; el combate duró un par de horas, siendo hundidos o apresados todos los enemigos y con ellos a quinientos prisioneros de procedencia turca y mora, que fueron desembarcados en Cartagena.

Por este victorioso combate, un tiempo después, se le entregó la Real orden del día 30 de mayo de 1755, por la que se le notificaba su ascenso al grado de capitán de fragata. A los pocos días se le nombró Segundo del navío Vencedor y un tiempo después trasbordó con el mismo puesto al Neptuno, estando éste integrado en la escuadra del teniente general don Andrés Reggio con la que zarpó en diversas ocasiones en misión de vigilancia de las aguas peninsulares.

Pasados unos años en estos navíos se le otorgó el mando de la fragata Liebre, con la que realizó un tornaviaje al Mar del Plata, regresando con el situado y al descubrir velas sobre el cabo de Santa María, hubo de separarse de la costa, doblando el cabo de San Vicente muy alejado de ella, consiguiendo así arribar sin problemas de mención a Ferrol, donde se desembarcó el situado y Rubalcava quedó desembarcado por pasar a desarme la fragata.

Ya corría el año de 1760, cuando se le otorgó el mando del navío Oriente que sería cargado con pertrechos de guerra y mucha pólvora, para zarpar rumbo a la bahía de Cádiz, donde se estaba preparando una escuadra para la defensa de Cuba.

Regresó a su Departamento embarcado en un mercante y unos meses después se le otorgó el mando del navío Magnánimo, con el que estuvo cruzando sobre los cabos de Ortegal y Prior, por estar de nuevo en guerra contra el Reino Unido, y en una de sus arribadas el navío de su mando pasó a desarme, siéndole entregado el Campeón, con el que prosiguió en la misma comisión.

Unos meses después se le ordenó tomar el mando del Arrogante, perteneciente a escuadra del marqués del Real Transporte, con el que zarpó con rumbo a la Habana, de allí marchó a Santiago de Cuba y luego a Jaqua, donde embarcó a quinientos hombres con pertrechos de guerra para desembarcarlos en la Habana que estaba siendo atacada por los británicos y mientras realizaba el embarque de  materiales en Jaqua, recibió una orden del Marqués para que desembarcara la tropa y reforzara con su artillería la fortaleza de ésta plaza, dejando así cuatro cañones de á 18 e igual cantidad de á 24, haciendo su entrega al gobernador de la fortaleza.

Y siguiendo órdenes zarpó de la bahía de Jaqua con rumbo a Veracruz, donde al arribar quedó incorporado a la escuadra al mando del capitán de navío don Francisco María Spínola, permaneciendo allí hasta que llegó la noticia de la paz firmada con el Reino Unido, zarpando ya directamente a la bahía de Cádiz. El Arrogante fue uno de los pocos navíos que no fueron destruidos o apresados por los británicos en su conquista de la Habana en el año de 1762.

Al arribar se le otorgó el mando del navío Serio, quedando en comisiones propias del Departamento, tanto de combate contra el corso, como la de guardacostas y la de atención y transporte a los presidios norteafricanos. Pasado un tiempo se le ordenó pasar como Segundo al navío Rayo, buque en el que enarbolaba su insignia el capitán general del Departamento don Juan José Navarro y cuyo comandante era el capitán de navío Rojas. Zarpó en escuadra con rumbo a Cartagena adonde arribaron el día 24 de junio del año de 1765, embarcando el mismo día la Infanta de España doña María Luisa de Borbón; futura esposa del archiduque Leopoldo de Habsburgo-Lorena, Gran Duque de Toscana quien posteriormente ocuparía el trono imperial; con la que zarparon al amanecer del día siguiente rumbo a Génova, donde fondearon el día 17 de julio siguiente. Tras las  fiestas y convites para las dotaciones y mandos, zarpó de nuevo la escuadra rumbo al puerto de Liorna, donde embarcó la Princesa María Luisa de Parma, que había de contraer nupcias con el Príncipe de Asturias, futuro don Carlos IV, regresando la escuadra a Cartagena el día 11 de agosto.

En el viaje todos observaron la disposición de la escuadra, formada en tres divisiones de tres navíos, navegando de tres en línea y de fondo, manteniendo en el centro de la formación el Rayo, resguardado de mares y casi de vientos para que los trayectos fueran a poca velocidad y no molestar así a las nobles damas.

Poco tiempo después de haber arribado, por Real orden del día 3 de octubre siguiente, se le otorgó el mando del navío Castilla, con la orden a su vez de cruzar a Cartagena de Indias y hacerse cargo de las fuerzas navales allí destacadas. Realizó varios cruceros en vigilancia del contrabando británico, y el día 15 de enero del año de 1766 le llegó la Real orden por la que se le ascendía al grado de capitán de navío, y el día 20 de agosto recibió la Real orden por la que debía presentarse en el Departamento de Cádiz, aunque continuó en el mando hasta que al llegar su relevo, pasó a la Habana para incorporarse a la Flota al mando del general don Agustín de Idiáquez, reforzando con su buque la escolta y arribando sin contratiempos a la bahía de Cádiz.

En octubre del año de 1768 se le otorgó el mando del navío Terrible, con el que zarpó rumbo a Cartagena, para embarcar pertrechos de guerra y un batallón del regimiento de Nápoles con destino al Departamento de Cádiz y cumplida la comisión, volvió a hacerse a la mar dando escolta a siete urcas con rumbo a Tierra Firme, pero al estar unos días en la mar, se levantó un fuerte temporal que le desarboló del bauprés, obligándole a regresar a favor del viento y atravesando el Estrecho arribó a Cartagena por la imposibilidad de hacerlo sobre Cádiz.

Mientras se reparaba el buque se le entregó el mando del navío Atlante, para transportar a Civitavecchia a los cardenales Solís y Cerda, lo que realizó con prontitud reincorporándose a su puerto de salida, donde se le dió la orden de pasar de nuevo al de su base en la bahía de Cádiz. Realizó varias salidas en comisión de lucha contra el corso, así como varios transportes de hombres y materiales a las islas Canarias y la debida atención a los presidios norteafricanos; manteniéndose al mando del navío hasta el mes de octubre del año de 1769 en que fue relevado en el mando, desembarcado y destinado a trabajos acordes a su cargo en el mismo Departamento.

En el mes de mayo del año de 1770 abordó la urca San Carlos con la que desembarcó en la Habana, donde al arribar se le entregó el mando del nuevo navío San José del porte de 74 cañones, con el que zarpó de la Habana rumbo a Ferrol en el mes de agosto siguiente, tras haber sido avituallado y dotado, y tras haber realizado prácticas con la tripulación y ver que todo funcionaba bien. Encontrándose a la altura de Finisterre se levantó un duro temporal del norte que le obligó a poner rumbo al sur, por lo que finalmente arribó a Cádiz, donde quedó el buque temporalmente asignado, realizando las comisiones habituales del Departamento.

En una de sus arribadas, hacia 1773, se le ordenó desembarcar, pasando de transporte en otro bajel a Ferrol, donde al desembarcar se le otorgó el mando del navío San Nicolás, recibiendo la orden de  zarpar con rumbo a Tierra Firme cargado con azogues propios para  desembarcarlos en la Guayra y Cartagena de Indias, embarcando a su vez el situado para cruzar a la Habana y regresar a la bahía de Cádiz.

Por una de esas acostumbradas ironías de nuestra historia, en el ejército existía, desde el año de 1717, el grado brigadier pero no así en la Armada, por lo que los ascensos en ésta eran más rápidos que en el Ejército. Ese agravio comparativo no tenía razón de ser y provocó la queja muy firme del conde de O’Relly a S. M., con la petición de que fuera suprimido en el Ejército, pero don Carlos III en vez de eliminarlo, firmó el día 20 de diciembre del año de 1773, una Real orden por la que se adoptaba dicho grado también en la Armada. Por ello fueron ascendidos al mismo tiempo a brigadieres los capitanes de navío: Marqués de Casinas, don Antonio Rodríguez Valcárcel, don Joaquín Gutiérrez Barón, don Francisco María Spínola, don José Solano y Bote, don Francisco de Medina, don José Díaz de San Vicente, don Adrián Caudron de Cantin, don Miguel Gastón, don Alejo Gutiérrez de Rubalcava, don Antonio de Arce y don Felipe Ruíz Puente.

Este nuevo grado era intermedio entre el de capitán de navío y el jefe de escuadra, necesario para el mando de divisiones y posteriormente también, para comandantes de los buques de tres baterías.

Poco después se le destinó con su navío al apostadero de la Habana, donde volvió a demostrar su valor en todos los enfrentamientos, que tuvieron lugar en los principales puertos de Tierra Firme, mar de las Antillas y Seno Mejicano. Por estar en malas condiciones ya su buque pasó a carenar, mientras tanto se le otorgó el mando del San Gabriel con el que continuó en sus comisiones.

Se encontraba fondeado en la Habana, cuando le sobrevino la muerte por causa desconocida, teniendo lugar el luctuoso suceso el día 9 de mayo del año de 1779.

Recibiendo cristiana sepultura en el convento de Santo Domingo de la misma ciudad.

Bibliografía:

Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegría y Chalain. Madrid, 1843.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 27, 1925. Página 375.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

Compilada por Todoavante ©

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