Biografía de don Roque Guruceta y Aguado
Posted By Todoavante on 9 de diciembre de 2013
Teniente general de la Real Armada.
Cruz de caballero de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III, pensionada.
Vino al mundo en la marinera ciudad de Cádiz, en el año 1771, siendo sus padres don José Ignacio de Guruceta y Victoria, y doña Damiana Aguado y de la Cruz.
Solicitó y obtuvo la Carta-Orden de guardiamarina, sentando plaza en la Compañía del Departamento de Cádiz, el día 14 de mayo del año 1787. Expediente N.º 1.829.
Del examen final salió con notas altas, pasando a realizar los conocimientos marítimos, embarcando como guardiamarina en la fragata Santa Cecilia, perteneciente a la escuadra de evoluciones al mando del general don Juan de Lángara, participando en las pruebas de comparación entre construcciones, con el navío Conde de Regla.
Al finalizar éstas estuvo realizando cruceros entre el cabo de San Vicente y la bahía de Cádiz, al dar por finalizada esta comisión, realizó un tornaviaje a Cartagena de Indias llevando documentos.
En el mes de febrero del año 1788, en el mismo buque zarpó con rumbo a Tánger a recoger al embajador turco y el marroquí, para ser transportados a Constantinopla, realizando el viaje sin problemas de mención, regresando al puerto de Cartagena, donde a los pocos días de arribar, con fecha del día 5 de abril del mismo año, se le ascendió al primer grado de oficial, alférez de fragata.
El mismo mes zarpó junto al bergantín Ardilla, con rumbo al puerto de la Valetta en Malta, pasando posteriormente a fondear en la boca de los Dardanelos, donde esperaron al Gran Señor que al embarcar se levaron anclas y se le transportó a Constantinopla.
Llevaban un pliego de órdenes sellado, para abrirlo al terminar esta comisión diplomática, y al hacerlo se enteraron que debían levantar los planos de los puertos de Lernica en la isla de Chipre, Baruti, Scide, Jafa y San Juan de Acre, terminado el trabajo debían pasar la correspondiente cuarentena en la base de Mahón, pasada esta sin consecuencias, zarparon arrumbando a la bahía de Cádiz, donde al arribar por desarme de la fragata quedo en tierra.
Fue destinado al Arsenal de Cartagena, se le ordenó embarcar en el navío San Dámaso, a mediados del año 1789 trasbordó a la fragata Perla, zarpó en febrero del año 1790 e incorporada a la escuadra del Marqués del Socorro, realizando cruceros y transportes al cabo de San Vicente, costa norteafricana, comisiones a Ceuta y Algeciras, arribando de nuevo a Cartagena por desarme de la fragata.
En el año 1791, se le destino al jabeque San Felipe, realizando navegaciones por el mar de Alborán, arribando a Cartagena y desembarcando para realizar las prácticas del Servicio de Brigadas, al terminar éstas se le destinó de nuevo al Arsenal de Cádiz, arribando de transporte en el navío Gallardo, siéndole entregada la Real orden con fecha del día 17 de enero 1792 comunicándole su ascenso al grado de alférez de navío.
En el año 1793, se le destinó al bergantín Infante, siendo este año el de la ruptura diplomática con la República Francesa, participando con el buque en todas las operaciones llevadas a cabo en Tolón, incorporado a la escuadra de don Juan de Lángara quien en combinación con la británica al mando del Almirante Hood participaron en todas las acciones de guerra.
En el mismo año se le ordenó trasbordar a la fragata Casilda, realizando comisiones a Génova y Liorna, al tener que abandonar la ciudad y puerto de Tolón, pasó a reforzar a Rosas y desde aquí se le ordenó a la fragata proteger a nuestras fuerzas de tierra en el Rosellón, al dar por finalizada la comisión pasó a Cartagena donde quedó en tierra por entrar en carena la fragata.
En el año 1794, se le asignó el navío San Agustín, pasando a Liorna para transportar al príncipe de Parma, regresó a Cartagena y se le incorporó a la escuadra del don Federico Gravina, regresando las costas de Rosas, participando en cuantas acciones tuvieron lugar.
A su vez, realizó varios viajes entre Cartagena y Rosas, en uno de ellos transportó al batallón de emigrados de la legión Real de la Reina, desembarcándolos en la bahía de Cádiz, donde él mismo tuvo que hacerlo por hallarse enfermo.
Al recuperar su salud, se le destino al Arsenal de Ferrol, siendo transportado en el navío San Hermenegildo, a su arribada primero pasó a la urca Presentación y posteriormente al bergantín Pájaro, realizando cruceros por aquellas aguas, hasta que fue incorporado a la escuadra de don Juan de Lángara arribando a Cádiz.
Pronto recibió la orden de trasbordar al bergantín Atocha de la misma escuadra, realizando viajes y comisiones, estando en él se le entregó la Real orden con fecha del día 27 de agosto del año 1796, comunicándole su ascenso al grado de teniente de fragata.
Se firmó la Paz de Basilea y al poco tiempo se volvió a declarar la guerra contra el Reino Unido, recibiendo la orden de trasbordar al bergantín Vigilante, pertenecía a la misma escuadra, esta vez bajo el mando de general don José de Córdova y Ramos, zarpando de Cartagena en el mes de enero del año 1797, participando en el combate del día 14 de febrero del mismo año, el llamado del Cabo de San Vicente, contra la escuadra británica del almirante Jerwis, arribando después del desastre sufrido por la escuadra a la bahía de Cádiz.
Transbordó al navío Intrépido y posteriormente al San Joaquín, estando en la misma escuadra, ahora al mando del general don José de Mazarredo, participando en la defensa de Cádiz, y zarpando en el mes de mayo del año 1798, en persecución de la escuadra bloqueadora británica al mando del contralmirante Nelson.
En el año 1799, zarpó de nuevo la escuadra con rumbo a Cartagena, para unirse a la francesa del almirante Eustache Bruix, regresando a Cádiz, para continuar rumbo al puerto francés de Brest, permaneciendo en este arsenal francés, agregado a la Mayoría como ayudante del jefe de escuadra don Antonio de Córdova, hasta que en el año 1801 por enfermedad se le transportó a la bahía de Cádiz.
Por Real orden del día 5 de octubre del año 1802 se le ascendió al grado de teniente de navío, por una promoción general como agradecimiento del entonces Príncipe de Asturias don Fernando por contraer matrimonio con una princesa de Nápoles.
Fue destinado al Apostadero de las Fuerzas Sutiles de Algeciras, donde se le entregó el mando de la lancha nº 1 y poco después la cañonera nº 4, con ellas protegió convoyes tanto al Mediterráneo como a la bahía de Cádiz, manteniendo frecuentes combates con los buques británicos bloqueadores de las rutas.
En el mes de agosto del año 1805, trasbordó al navío Bahama, siendo su comandante el brigadier don Dionisio Alcalá Galiano y perteneciente a la escuadra del mando del general don Federico Gravina.
Se dió orden de zarpar el día 20 de octubre y los buques fueron levando anclas y desplegando velas para hacerse a la mar por orden del almirante Villeneuve, por lo que al día siguiente 21 de octubre tomó parte en el combate de Trafalgar.
Alcalá Galiano, fue de los que con su buque se metió en lo más fragoso del combate, con la intención de atraer sobre él a navíos británicos que estaban machacando literalmente al navío Santísima Trinidad, desobedeciendo las órdenes de su jefe de división el vicealmirante Dumanoir, quien huyó descaradamente del enfrentamiento.
A Guruzeta su comandante le había destinado como oficial de maniobra, por ello su actuación fue de lo más precisa, pues logró llevar al navío donde se le había ordenado, siendo muy valorado después por sus compañeros y jefes. Pero al entrar en lo más rudo del fuego, pereció su comandante y muchos de los oficiales, así como más de la mitad de la dotación, por esta razón el oficial al mando, pues el segundo y otros varios estaban heridos, fue el que decidió rendirse ante la imposibilidad de sostenerse en el combate por más tiempo.
El navío fue asaltado por una dotación de presa británica, pero al sobrevenir el temporal se vio obligado a fondear en Arenas Gordas, donde acudieron barcos de Sanlúcar de Barrameda siendo trasbordada la dotación, salvándose así a los pocos que quedaban. Los británicos atentos a este proceso consiguieron arribar al buque, le dieron la vela y remolque, pero estaba tan maltrecho del combate que muy a su pesar se les fue a pique, no pudiendo hacerlo entrar en Gibraltar como presa.
Cuando se repusieron de las heridas y el agotamiento del combate, fueron transportados por tierra hasta el Arsenal donde se presentaron, y a él no le dieron tiempo de nada, inmediatamente se le ordenó embarcar en la fragata Flora, permaneciendo hasta el día 9 de noviembre del mismo año, pues en esta fecha se le entregó la Real orden de su ascenso al grado de capitán de fragata.
Con este grado, se le destino como segundo comandante del navío Vencedor y poco después del Argonauta, permaneciendo en la escuadra mandada primero por el general Álava y posteriormente por Apodaca, al ser ascendido su comandante se hizo cargo interinamente del mando del último de los navíos mencionados.
Sobrevino la invasión francesa, con ella el planteamiento de atacar los restos de la escuadra francesa fondeada en la bahía de Cádiz del combate de Trafalgar, se dieron las órdenes oportunas y se le destinó a las órdenes del brigadier don Ramón Topete, participando en los combates que tuvieron lugar entre los días 9 a 14 de junio del año 1808, consiguiendo este último día la rendición de la escuadra intrusa, al mando del almirante Rosilly, siendo la primera victoria de esta atroz guerra.
Se le ordenó trasbordar al navío San Justo como segundo comandante, zarpando de la bahía de Cádiz el día 8 de agosto, con la misión de avisar a la Habana, Puerto Rico y Veracruz de la declaración de guerra contra los franceses, de pasó fue cargado con cuatro mil quintales de azogues, siendo descargados y embarcando los caudales propios de los impuestos que ascendían a nueve millones de pesos fuertes, más gran cantidad de ricos frutos, tomando rumbo de regreso a la península arribando el día 2 de febrero del año 1809 a la bahía de Cádiz.
Por Real orden del día 30 de junio del año 1809, se le nombró Mayor General del jefe de escuadra don José Vargas, zarpando de la bahía de Cádiz junto a su general de transporte en el bergantín San Luis Gonzaga con rumbo a Ferrol, a su arribada se puso a trabajar con gran ahínco, pues en solo dos meses y aprovechando todo lo que se encontraba en el Arsenal, pudo armar una escuadra de cinco navíos, cinco fragatas, dos corbetas, tres bergantines, una urca y dieciocho lanchas cañoneras, tomando el mando su general zarparon todos de Ferrol, arribando al Arsenal de Cádiz.
Pero él todavía se quedo en Ferrol revisando lo que quedaba, recibiendo una Real orden con fecha del día 15 de noviembre, por la que S. M. ordenaba se le dieran las gracias de su Real persona. Al terminar de poner en orden el Arsenal de Ferrol, abordó de transporte en el navío América, arribando a la bahía de Cádiz en el mes de abril del año 1810.
El día 2 de septiembre, se le otorgó el mando de la fragata Sabina, zarpando en varios cruceros apoyando con sus fuegos y transportes a las unidades del ejército, permaneciendo a su mando durante once meses, siéndole agradecido por el Gobierno todo su trabajo.
Nada más desembarcar, se le destinó a las fuerzas sutiles del departamento de Cádiz, realizando grandes esfuerzos y combates, sobre todo impedir al ejército francés al mando del Mariscal Soult, tomar la isla de León, por tan valeroso comportamiento el Gobierno le concedió la Cruz de la Marina de Diadema Real.
Permaneció durante el resto de la guerra como Mayor General de la Escuadra del Océano, siendo mandada sucesivamente por los generales don Juan Mª Villavicencio y Juan José Martínez, pero al término de la guerra y ser desarmada la escuadra, pasó a serlo de la Armada, pues quedaban muy pocos bues en servicio, recibiendo el ascenso al grado de capitán de navío por Real orden del día 29 de mayo del año 1815.
El día 5 de julio del año 1816 se le otorgó el mando de la fragata Prueba, realizando varias navegaciones y sobre todo comisiones, tanto por el mar Mediterráneo como uno a las islas Terceras, perteneciendo su buque a la división del brigadier don José Rodríguez de Arias, permaneciendo a su mando hasta el día 5 de abril del año 1817, por pasar a desame el buque quedando en tierra sin destino.
Con fecha del día 14 de mayo, por una Real orden se le concedió el nombramiento de Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, por tener el tiempo cumplido para su otorgamiento.
En este mismo año 1817, por la revolución en los virreinatos se reunió un ejército en las cercanías de Cádiz, con la intención por parte de su jefe, el general conde de la Bisbal de ser transportado hasta ellas, pero la falta casi total de buques lo impedía, esto provocó uno de los mayores “arreglos” de la historia naval.
Por ello contra toda lógica por lo oneroso del importe a pagar, pero manejado el Rey por un casi valido, don Antonio Ugarte, quien ya tenía apalabrado la compra de cinco navíos y tres fragatas a Rusia, por mediación de su embajador en España Baylío Tatischeff, la compra se llevó a efecto, significando de antemano la desaparición casi total de los buques construidos en España, pues casi todos estaban a la espera del importe para pagar su repaso y puesta en servicio.
En contra de esta determinación de don Fernando VII, se opuso en primer lugar el Ministro de Marina don José Vázquez de Figueroa, quien por Real orden del día 14 de septiembre del año 1818 fue exonerado y desterrado a Santiago de Compostela, otros generales como el decano del Almirantazgo don José Mª de Villavicencio, don Nicolás de Estrada, don Julián de Retamosa y otros, para solucionar el problema el Rey por Real orden del día 22 de diciembre del año 1818 ordenó desmantelar el Almirantazgo, así no quedó nadie que le pudiera llevar la contraria, pues al mismísimo Villavicencio quien el Rey había elevado a la más alta dignidad, siendo nombrado Capitán General de la Real Armada y en su ausencia, cuando la guerra de la Independencia había sido Regente, se le desterró a Sevilla.
Posteriormente se supo que el Rey en secreto había firmado la orden de compra, con fecha del día 17 de agosto del año 1817, habiendo sido convencido por el embajador ruso y el ministro de marina don Ramón de Eguia, por ser de los que aún utilizaban los polvos y llevaba una coleta, era conocido coloquialmente como el “coletilla” siendo uno de la camarilla cortesana, quien satisfacía al Rey en cuanto este abría la boca, siendo firmado el documento de pago con fecha del día 27 de septiembre del año 1819, por el embajador ruso y Ugarte.
La escuadra al mando del contralmirante A. V. von Moller, compuesta por los navíos; De los Tres Santos, CN. A. P. Fondezin, (Velasco); Nord-Ayler, CN. 1ª E. A. Hamilton, (España); Neptuno, CN. G. Mofet, (Fernando VII); Dresden, CN. V. I. Ternovsky (Alejandro I) y Lübeck, CN. Stepanov, (Numancia) con las fragatas; Patricio, CF. I. S. Tulubiev, (Reina Luisa); Mercurio, TN. 1ª, G. I. Nevelskoy y Avtroil, TN.1ª, S. Y. Bodde, (Astrolabio) zarpó de Kronstadt el día 30 de septiembre del año 1817, después de un muy largo viaje con varios temporales arribaron a la bahía de Cádiz a las 1300 horas del día 21 de febrero del año 1818.
A pesar de ello al arribar los buques en el Arsenal de Cádiz estaban presentes todos los oficiales destinados a ellos, con parte de los contramaestres y maestrantes, así como la marinería.
Como se debían de ser aplicadas las Reales Ordenanzas de la Armada Real del año 1793, los buque al ser recibidos sufrieron una larga y laboriosa inspección para saber su estado, el cual era ruinoso en casi todo, pues la tablazón estaba carcomida, los aparejos gastados al máximo y la artillería en muy mal estado, esto produjo un mal estar general en toda la Corporación, dejándose sentir muy hondamente.
Entre los comandantes se hallaba Guruzeta, a quien se le entregó el mando del Fernando VII cumpliendo con las Ordenanzas de la Armada Naval, abordó su navío con el segundo y parte de los oficiales, repasando el buque en todas sus partes y verificando su estado, de esta inspección se dedujo que el navío estaba en muy malas condiciones para poderse hacer a la mar, necesitaba una seria y firme puesta en seco para repasar todos sus fondos.
Por escrito hizo esta petición al Gobierno, al igual que todos sus compañeros, la respuesta del Ministro de Marina, fue en forma de una Real orden del día 30 de marzo del año 1819, siendo dado de baja completamente en las listas de la Armada por su infidelidad al Gobierno. La misma suerte corrió el brigadier don Francisco de Beránger y por la misma causa.
Esta acción del Gobierno levanto graves diferencias en la Corporación, siendo tantas y tan rotundas, que admitidos los buques por otros comandantes, por otra Real orden del día 12 de noviembre del mismo año se le devolvían los galones de capitán de navío.
El día 1 de enero del año 1820 se produjo el levantamiento en Cabezas de San Juan del general Riego, por lo que el Rey tuvo que jurar la Constitución el día 7 de marzo. Al formarse el nuevo Gobierno se dictó una nueva Real orden con fecha del día 29 de marzo del año 1820 que dice: «…se hiciese saber en la Armada que los servicios del capitán de navío Guruzeta han sido siempre gratos a S. M. y que no debe perjudicar para sus ascensos y destinos ulteriores la nota de haber sido depuesto de su empleo como va relacionado. »
Permaneció en la ciudad de Cádiz y en su Departamento, hasta recibir la Real orden del día 15 de mayo del año 1822, otorgándosele el mando del navío Asía, y un poco más tarde, enarboló su insignia de jefe de escuadra don Antonio Vacaro, participando en todas las operaciones que tuvieron lugar con la llegada del ejército francés los conocidos como « Cien mil hijos de San Luis » llamados por el Monarca acudieron en su defensa para abolir la Constitución y proclamar de nuevo el absolutismo.
Con fecha del día 1 de octubre del mismo año, se le encomendó una comisión secreta, tanto que no debía abrir los pliegos hasta no estar a la altura de las islas Canarias, así el navío pasó al Arsenal donde fue inspeccionado realizándose las reparaciones convenientes.
Completado el alistamiento, zarpó junto al bergantín Aquiles el día 13 de enero del año 1824, con rumbo a las islas mencionadas, al llegar a su paralelo se abrieron los pliegos y supieron debían navegar hasta los mares del Sur, para ello puso rumbo al Puerto Soledad en las islas Malvinas, donde arribaron el día 15 de marzo, allí se preparó el buque para remontar el cabo de Hornos, se reforzaron todos los cabos, escotas y drizas, así como los cables, se alistaron velas más gruesas y resistentes, al mismo tiempo se realizaba la aguada y se verificaba el buen estado del navío.
El día 27 del mismo mes largaron velas y zarparon rumbo al cabo de Hornos, el cual se pasó con los típicos cambios de vientos y con un duro trabajo para la marinería, consiguiendo doblar el cabo y remontando ya el Pacifico arribaron el día 27 de abril al puerto de San Carlos de Chiloé, permaneciendo en éste hasta recobraron las fuerzas la tripulación y alistar el buque.
El día 15 de agosto, zarparon de este puerto con rumbo al del Callao, en el viaje se desató un fuerte temporal que desarboló al navío de los masteleros de gavia y juanete, donde el guardiamarina Armero demostró a pesar de su juventud era un experto marino, los daños sufridos les obligó a realizar una escala en la rada de Quica, donde arribó el día 12 de septiembre muy oportunamente, levantando con su presencia el bloqueo a que estaba sometida por los insurrectos, continuando viaje a su puerto de destino.
El día 7 de octubre zarpó con la división que se había formado en el Callao, estando compuesta por el navío Asía, la corbeta Ica y los bergantines, Aquiles, Pezuela y Constante, con la intención de batir a los buques de Perú y Colombia, habiéndose reunido bajo el mando del comodoro Gais una escuadra compuesta por la fragata Protectora, una corbeta, tres bergantines y tres bergantines-goletas, quien tuvo la osadía de presentarse ante el Callao.
Por avisos de pescadores, Guruzeta supo se encontraban en las aguas de la isla de San Lorenzo, dando la orden de hacerse a la mar en su búsqueda, se puso a rumbo y los divisó, comenzando inmediatamente el combate, por la superioridad del navío, los insurrectos se batieron en retirada y al ser más ligeros pudieron escapar, pero los alejó tanto como duró la persecución manteniéndola durante tres horas y media.
Regresó al Callao y se realizaron transportes de tropas a Chilca, Ilo y Quilca, pero el día 9 de diciembre del año 1824 tuvo lugar el combate terrestre de Ayacucho, donde el general Sucre venció a los realistas, el virrey Laserna capituló, firmando el documento de liberación de aquellos territorios, pero cometió un error, pues incluyó en él a los buques españoles, pero Guruzeta le dijo, que mientras no fuera vencido en la mar, sus fuerzas seguirían a sus órdenes y no se entregaría nada que no fuera ganado por la fuerza de las armas.
Para hacerse cargo de los buques se presentó una división chilena al mando de Blanco Encalada, pero no se le dejó entrar en el puerto, mientras en el navío embarcó de transporte al virrey y varios de los generales y jefes del ejército, así todo dispuesto el día 5 de enero del año 1825, se hicieron a la vela el navío Asía, los bergantines Aquiles y Constante más la fragata de transporte Clarington, pusieron rumbo a las islas Filipinas. Mientras la corbeta Ica y el bergantín Pezuela, lo hacían con rumbo al Atlántico y la balandra Real Felipe y el transporte Trinidad a Chiloé.
En la división de Guruzeta pasados dos meses comenzó a faltar el agua, por esta razón puso rumbo a las islas Marianas y en la rada de Umatag, en la isla de Guajan, capital del archipiélago, pudieron abastecerse de ella y se dispuso a zarpar, el día 10 de marzo siendo de noche se dio la orden de levar las anclas, pero los que para ello estaban se negaron, hubo un enfrentamiento del que resultó herido por dos golpes de sable en la cabeza, razón por la que le manaba sangre abundantemente, nada más se pudo hacer y fueron obligados a desembarcar todos los procedentes de la península.
Igual paso con el bergantín Constante que se sublevó al mismo tiempo; el Aquiles a los tres días y a la fragata de transporte, se le dió fuego para evitar la pudieran utilizar. Todo por que la mayoría de las dotaciones eran de origen americano y contra ellas, solo los oficiales, algún contramaestre o maestrante y unos pocos marineros, se vieron impotentes y no pudieron hacerles frente, siendo los buques marinados y entregados a las marinas de los ex virreinatos del mar del Sur.
Terminado este primer combate el cirujano pudo atender debidamente a Guruzeta, quien no se dejaba tocar, pero por la pérdida de sangre se quedó muy flojo, momento que aprovecho el facultativo para tratar de parar aquella hemorragia, lo que consiguió al poco tiempo.
Al recobrar el conocimiento, ordenó a su oficial de órdenes el teniente de navío don Antonio Doral, viajara al puerto de Apra donde seguro habría algún buque que pudiera transpórtales a todos a las islas Filipinas, así consiguió hacerse con el contrato de una fragata cazadora de ballenas británicas que se encontraban en él siendo la llamada Suplay, tomo el mando de ella Doral y trasladada al puerto de Umatag, donde embarcaron todos, al estar listos zarparon el día 20 de marzo, arribando a Manila el día 4 de abril.
En la capital del archipiélago fueron recibos muy amablemente, donde permaneció hasta su total recuperación, zarpando de transporte en una fragata mercante, en el mes de enero del año 1826, arribando a la bahía de Cádiz el día 7 de julio, recibiendo la noticia de haber sido ascendido por Real orden fechada el día 14 de julio siguiente notificándole su ascenso al grado de brigadier.
Se le dió un descanso y por Real orden del día 13 de diciembre del año 1827, fue nombrado Director del Colegio de San Telmo, sito en la ciudad de Sevilla, donde como era su costumbre, trabajó incansablemente para tenerlo al nivel que se lo entregaron ó quizás más alto.
En esta época de absoluta dejadez respecto a la Real Armada, los Arsenales de Ferrol y Cartagena fueron declarados meros apostaderos, por ello comandancia fue rebajada al grado de brigadier, por esta razón por Real orden del día 13 de julio del año 1829 se le nombró Comandante General del apostadero de Ferrol, embarcando de transporte en el bergantín Guadalete, donde al arribar a su destino desembarcó tomando posesión de su cargo.
Permanecía en su puesto, cuando en el año 1832 por una grave enfermedad del Rey, hubo movilizaciones para hacerse con el poder en cuanto falleciera, sobre todo por los partidarios del pretendiente al trono de España el infante don Carlos.
Uno de los que antes se movió fue el coronel del regimiento Extremadura, quien hacía las veces de Gobernador de la plaza, don Tomás de Zumalacárregui, por ello inmediatamente mando tropas a tomar el apostadero de Ferrol, pero conocedor Guruzeta de ello emitió un bando en el apostadero acudiendo todos los marinos y muchos de los civiles de la población, así como de otras poblaciones cercanas, todos dentro preparó la defensa del apostadero y ordenó cerrar las puertas, ante esta actitud nada pudo hacer el Gobernador.
Pasó como pudo informe de lo ocurrido al Gobierno y al Capitán General de Galicia, estando todos de acuerdo en las medidas tomadas y lo efectivo de su resultado. Al restablecerse don Fernando VII y enterado por su ministro de la actuación del brigadier, le otorgó por Real orden del día 29 de octubre del año 1832, la Cruz de caballero de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III, en su grado de pensionada.
Estando en Ferrol recibió una Real orden con fecha 4 de mayo del año 1833, ordenándosele embarcase y arribar a Lisboa para embarcar al Infante don Carlos y su familia, para ser trasladados a los Estados Pontificios.
Para llevar a cabo está orden, nombró a un sustituto para el apostadero y viajó hasta Vigo, donde se encontraba la fragata Lealtad, con ella arribó a Lisboa. El Infante se negó aduciendo quería pasar la Semana Santa en Mafra, pero al mismo tiempo se había declarado una epidemia de cólera en el vecino reino, impidiéndole moverse de la capital.
Ante esta negativa, nada podía hacer en un reino que no era el suyo, decidiendo regresar a Vigo á esperar acontecimientos. Mientras le llegaron noticias de que el Infante se había puesto en camino hacia el interior de Portugal, significando que bien podría estar ya en algún lugar de Extremadura, complicándosele a su vez cumplir la orden del Rey.
Encontrándose en Vigo, le llegó una Real orden con fecha del día 30 de julio, con su ascenso al grado de jefe de escuadra, con motivo de la jura de doña Isabel la princesa de Asturias, ello le llevó a enarbolar su insignia en la misma fragata y fue saludado por todos los buques que se encontraban en la ría de Vigo.
También le sorprendió allí el fallecimiento del rey don Fernando VII, dejando sin importancia la Orden anterior, pues don Carlos se había levantado en contra de la nueva reina Doña Isabel II, la cual le envío un comunicado dejándole libre de la comisión y al mismo tiempo el Gobierno le ordenaba que la fragata pasara a cruzar por las aguas del mar Cantábrico, y que él se hiciera cargo de los dos navíos surtos en la ría y se dirigiera a Ferrol con ellos, siendo los Guerrero y Soberano, izando su insignia en éste último, zarpando de la ría y arribando a Ferrol en el mes de noviembre del año 1833.
A su arribada a Ferrol se hizo cargo de nuevo del apostadero y recibió una Real orden con fecha del día 13 de diciembre, notificándole la concesión por tener cumplidos el reglamento la Gran Cruz de la Real y Militar Órden de San Hermenegildo.
Permaneció en el cargo, que por las acciones de guerra en el Cantábrico a causa de la guerra carlista se había convertido es muy importante, hasta recibir la Real orden con fecha del día 4 de enero del año 1836, siéndole notificado su relevo en el mando, con el agradecimiento Real de su lealtad é inteligencia, recibiendo otra Real orden con fecha del día 12 siguiente, en la que S. M. como prueba de su aprecio, le otorgaba la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
Al llegar su sustituto le entregó el mando y abordó el bergantín-goleta Estatuto Real, viajando de transporte al Departamento de Cádiz.
Permaneció en esta ciudad, hasta serle entregado el Real decreto con fecha del día 16 de febrero del año 1842, siendo nombrado Vocal de la Junta del Almirantazgo, pero recibió un nuevo Real Decreto con fecha del día 23 de junio, notificándole ser nombrabo Decano del Almirantazgo, en este puesto fue uno de los grandes impulsores de la creación del Museo Naval.
Esta Institución siempre duró poco en España, pues fue disuelto al poco de ser nombrado Decano, pero se le nombró Vocal de la Junta de Asistencia de la Dirección General de la Armada, por Real decreto del día 10 de agosto del mismo año 1843, siendo la sustituta «blanda» del Almirantazgo. Esto ocurría por la diferencia existente en su funcionamiento interno, pues éste era independiente siempre del Gobierno y su Ministro de Marina, mientras que el segundo era presidido por el propio Ministro, lo que marcaba una gran diferencia, además de quedar supeditado a las órdenes del político de turno.
Recibiendo un nuevo Real decreto notificándole su ascenso al grado de teniente general con fecha del día 26 siguiente.
A su vez, la actual Junta perdió la palabra Asistencia, para conseguir mayor poder el Ministro, por que se disolvió la anterior y por Real decreto de fecha del día 29 de septiembre del año 1844 se le nombró Vocal de la Junta de Dirección de la Armada.
Como último reconocimiento de la Reina, por Real decreto del día 6 de octubre del año 1849, le nombró Senador del Reino y por otro con fecha del día 2 de marzo del año 1852, se le concedió la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III. El motivo de esta alta concesión fue el nacimiento de la Infanta doña Isabel.
Su presencia en el Alto Cuerpo Colegislador al que pertenecía, a finales del año 1853 se planteó una grave cuestión, por el ministro conde de San Luis. Guruzeta haciendo uso de la independencia de partidos, por ser su nombramiento Real, fue uno de los ciento cinco que votaron en contra de la propuesta.
Pero el Conde, en vez de aceptar la negativa de la Cámara, optó por la vía rápida y eligió a todos los que algún cargo con destino tenían, sin ningún miramientos los destituyó a todos, de nada le valió ser nombrado por la Reina, de nada le valió los muchos años que llevaba al servicio de España y siempre con acierto, y de nada le sirvió ser ya octogenario.
Como dice Pavía en su obra: « Las frías consideraciones de la política, que nada han respetado ni respetan, no se detuvieron ante nada ni respetaron a ninguno de los grandes próceres que en la Cámara estaban. »
Además se puede leer en su hoja de servicios, que la razón por la que fue cesado en sus cargos, lo era por « ingratitud », la más falaz de las ironías, puesto que la « ingratitud » la sufrió realmente quien la recibía, el teniente general Guruzeta.
Este gran disgusto unido a su larga vida, de la que llevaba sesenta y siete años de servicios al Rey y a España, agravaron su estado ya precario de salud, produciéndose el fallecimiento en Madrid el día 15 de julio del año 1854, cuando contaba con ochenta y tres años de edad.
Bibliografía:
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