Biografía de don José Joaquín de Bustamante y Guerra
Posted By Todoavante on 11 de febrero de 2014
Teniente general de la Real Armada Española.
Caballero profeso de la Militar Orden de Santiago. 1784 Sig. 1.296.
Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.
Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
Vino al mundo el día 1 de abril del año de gracia de 1759, en la población de Ontaneda, en la actual provincia de Santander, fueron sus padres, don Joaquín Antonio de Bustamante y de Estrada, y doña Clara Ignacia Guerra de la Vega y Cobo.
Ingresó en la Real Armada, sentando plaza de guardiamarina, en la Compañía del Departamento de Cádiz, siendo el 7 de noviembre del año 1770. Expediente N.º 1.135.
Al aprobar los estudios teóricos, se le ordenó embarcar para realizar los prácticos, por ello estuvo navegando en varios buques, siendo destinado posteriormente al Mediterráneo, donde entró en combate contra los corsarios berberiscos, comenzando así su brillante carrera.
Se le ascendió a alférez de fragata el 22 de junio de 1774, prosiguiendo con sus navegaciones como oficial subordinado, siendo las normales las llevadas a cabo en la protección de la recalada de los buques provenientes de ultramar entre los cabos de Santa María y San Vicente.
Por riguroso orden de ascenso, se le otorgaron los galones del grado de alférez de navío el 16 de marzo de 1778; pero por una serie de acciones en las que participó y por demostrar su gran valor, sus superiores le volvieron a ascender en el mismo año, el 23 de mayo siguiente al grado de teniente de fragata.
Se le otorgó el mando de la urca Santa Inés, realizando un tornaviaje a las islas Filipinas, (siempre que escribimos esto que se dice en dos líneas, nos acordamos que realizar ese viaje en aquélla época venía a costar por término medio dos años), al regreso de ella y con rumbo a la península, fue atacado por un navío británico, ante la superioridad de éste nada pudo hacerse, si no batirse hasta la pérdida de su urca, fueron recatados del mar y conducido prisionero a Cork, donde estuvo el tiempo necesario para recuperarse de sus heridas.
De regreso a la península, se incorporó a la escuadra del general don Luis de Córdova, por ello participó en el combate del 20 de octubre de 1782, embarcado en el navío Triunfante contra la escuadra del almirante británico Howe, en el denominado combate de cabo Espartel.
Por su comportamiento en este combate se le ascendió al grado de teniente de navío, navegando en varios buques hasta ser destinado al navío Septentrión, en el año 1783, realizando un viaje a Veracruz.
Se le nombró oficial de órdenes de la escuadra y con ella de dirigió a la Habana, donde después de recoger caudales, regresó a la bahía de Cádiz.
Por estas misiones perfectamente realizadas y por el cargo que se la había dado, de alta responsabilidad, se le entregó la Real orden del 15 de noviembre de 1784, con su ascenso al grado de capitán de fragata como consecuencia de ello, paso a ser segundo comandante de varios navíos.
En el año 1789, se le entregó el mando de la corbeta Atrevida, buque totalmente nueva, construida con doble casco en prevención de posibles varadas y de muy fácil maniobra, todo ello porque iba destinada junto a su hermana la Descubierta, al mando de don Alejandro Malaspina, quien iba a realizar uno de los más memorables viajes de investigación del siglo de la Ilustración.
Una vez alistadas al completo, se dio orden de zarpar el 30 de julio siguiente con rumbo al Atlántico, llegando a la isla Trinidad, siendo inspeccionada, prosiguieron viaje y al alcanzar la ciudad de Montevideo, lanzaron las anclas quedando fondeados, arriaron los botes realizando las sondas para levantar las cartas náuticas del Mar del Plata.
Prosiguieron su viaje con rumbo Sur, costeando, reconocieron todas sus costas, levantando perfiles de ella para su reconocimiento por los navegantes, por ello quedaron resueltos los problemas de distinguir en que punto se hallaban a lo largo de la Patagonia, pusieron luego rumbo a las islas Malvinas, las cuales también fueron reconocidas y levantados sus perfiles.
Desde aquí pusieron rumbo al cabo de Hornos, lo lograron pasar sin mayores contratiempos de mención, visitando todos los puertos importantes de Chile, llegando a Valparaíso, desde aquí pusieron rumbo a la isla de Juan Fernández, prosiguiendo en su ascenso hacía el ecuador, y regresando en su bojeo visitaron Valparaíso, Arica, Callao, Guayaquil, Panamá y Acapulco.
Ya en el año 1791, se hicieron de nuevo a la mar, con rumbo Norte, de nuevo costeando alcanzaron la latitud 59º 59’, donde pudieron comprobar que lo descubierto por Alonso de Maldonado en 1525, era un ficción, pues el estrecho de Juan de Fuca, se comprobó que no tenía salida al océano Atlántico, siendo una invención el famoso descubrimiento del “paso del Norte”, identificaron el monte de San Elías, situándolo en la latitud de 60º 17’, por ello el paso no era tal viendo la imposibilidad viraron saliendo del estrecho y poniendo rumbo Sur, regresando a Acapulco.
Desde este puerto se hicieron a la mar con rumbo a las islas Marianas, las cuales habían sido visitadas en años anteriores, por los marinos Zapiain, Maquina, Ayensa, Navarro, Ibargoitia y Sánchez, al pasar por la isla de San Bartolomé, que había sido descubierta por Alonso de Salar en el año 1525, se dieron cuenta de su errónea situación en las cartas náuticas, por ello se dedicaron por unos días a rectificarla dejándola en su correcto lugar.
Desde aquí pusieron rumbo a las islas Filipinas, pero una continuó viaje hasta Macao, para reconocerla y situarla, se volvieron a reunir en las Filipinas y desde aquí pusieron rumbo a Nueva Holanda, reconociendo a su paso la isla de Mindoro, Panay, Negros y Mindanao.
Al concluir su trabajo arrumbaron a tierras del continente americano, en su derrota verificaron la situación de la isla de Babao, llegando de nuevo al Callao y costeando volvieron a repasar el cabo de Hornos, realizando una escala en Montevideo, regresando al puerto de partida de la bahía de Cádiz el 21 de septiembre de 1793.
Por su encomiable trabajo en esta expedición, se le entregó la Real orden del 1 de marzo de 1794, siendo ascendido al grado de capitán de navío, pero no quedó aquí el agradecimiento de S. M., pues por una nueva Real orden del 5 de septiembre de 1795, se le ascendía al grado de brigadier.
Tuvo que viajar a Madrid, donde se celebraba el juicio contra el jefe de la expedición don Alejandro Malaspina y a pesar de sus buenos auspicios en sus declaraciones, la sentencia fue de prisión para el denodado jefe con quien por espacio de 50 meses había compartido penalidades y glorias.
Por Real orden del 13 de noviembre de 1795, fue nombrado jefe militar y político de Montevideo, más comandante general del Río de la Plata, por ello embarcó en la bahía de Cádiz con rumbo a su nuevo destino.
Tomó el mando de sus fuerzas navales, se mantuvo firme ante las agresiones de los británicos, a quienes logró en más de una ocasión ponerlos en fuga, protegiendo así a todo el comercio naval de su zona de demarcación, pues por la paz de Basilea del día 22 de julio del año de 1795, firmada con Francia, la convirtieron en blanco de sus ataques, a pesar de que oficialmente, el Reino Unido no estaba en guerra declarada contra el reino de España.
Hasta que oficialmente Francia declaró la guerra al Reino Unido el 12 de mayo de 1803, pero existía una gran tensión al ser España un país aliado de Francia, por ello, como siempre nos estaban provocando, consiguieron que se les declarase la guerra.
Mientras, el generalísimo Godoy se mantenía en la cuerda floja, pues presionado por el Emperador y para evitar la guerra, se firmó un Tratado de Neutralidad en París con fecha del 9 de octubre del mismo 1803, por ello España quedaba fuera de la guerra de entre ambas naciones.
Los británicos no veían con buenos ojos ese tratado, por ello se dedicaron a hacer todo lo posible para atacar a España, así no se dejaban posibles enemigos a la espalda y por ello surgió la provocación.
La ocasión propicia se presentó; don José de Bustamante al mando de cuatro fragatas de guerra, pero utilizadas como trasportes por estar en paz con el Reino Unido, zarpó de Montevideo el 9 de agosto de 1804 trasportando ciudadanos y unos caudales que ascendían a 4.736.153 pesos de plata, de los que 1.307.634 correspondían a la Real Hacienda, más mercancías de productos muy valiosos procedentes de aquellas tierras; su división la formaban la Medea, de 42 cañones, Fama, Mercedes y Clara, de 34, todos de á 18, con rumbo a la bahía de Cádiz.
Su navegación era la clásica de fila, yendo en vanguardia la Fama, seguida de la Medea, Mercedes y Clara, pues no había nada que temer, pero el 5 de octubre siguiente, en las cercanías del cabo de Santa María, fueron avistadas otras cuatro fragatas de guerra con el pabellón del Reino Unido, al mando del comodoro Moore, siendo la Indefatigable, de 26 cañones de á 24, 16 carronadas de á 42 y 4 obuses de á 12, Lively, de 28 de á 18, 18 de á 32 y 4 de á 9, Amphion, 26 de á 18, 18 de á 32 y 2 de á 9 y Medusa, 26 de á 18, 12 de á 32 y 4 de á 9, con toda su artillería en zafarrancho, al contrario que las españolas, las cuales por razones de espacio llevaban parte de la artillería en el sollado y solo unos pocos disponibles para uso inmediato.
En el parte de don José Bustamante se puede leer: « La navegación ha sido feliz; sólo experimentamos en la fragata Medea ciertas calenturas epidémicas, dimanadas tal vez del calor y humedades de los chubascos de La Línea »
Las fragatas británicas al darle alcance, muy sutilmente se fueron situando cada una abarloada a otra de las españolas.
Desde la insignia británicas se le preguntó a la española « de que puertos de salida procedía y cuales eran los de llegada », a ello se les respondió que de los de América y con destino a Cádiz.
Por ello regresamos al parte de Bustamante, pues él mejor que nadie nos da las razones de lo acontecido y la forma en que se le obligaba a combatir o sucumbir, pues no hay mejor pluma para ello que la de quién ha vivido la experiencia:
« No puedo, señor Excmo., explicar a V. E. la admiración que causó a todos el decirme este oficial cuando subió a bordo que aunque no estaba declarada la guerra y habían reconocido y dejado libres varias embarcaciones españolas, tenía orden particular el comodoro de su Majestad Británica para detener la división de mi mando y conducirla a los puertos de la Gran Bretaña, aunque para ello hubiese de emplear las superiores fuerzas con que se hallaba y que no con otro objeto se le había confiado tres semanas antes, entrando en un reñido combate. »
Ante la perplejidad del jefe de la división española ordenó consejo de oficiales, en él se acordó presentar combate y por ello enviar a un oficial, para así ganar tiempo e ir preparando a los buques españoles para el enfrentamiento, encargado de decirle al oficial británico a bordo de la fragata insignia española que, los buques españoles estaban preparados para defender el pabellón español, mientras se izaron señales al resto de la división para que se alistaran lo más rápidamente posible, así como en el propio buque se corrió la voz para que los civiles se pusieran a cubierto y la dotación en sus puestos.
Al ser notificado el oficial británico: « A esto, el oficial inglés salió al alcázar, hizo cierta señal con un pañuelo blanco a sus buques, y diciendo al intérprete que volvería por la respuesta o decisión del consejo de guerra, se retiró con su bote. »
Los españoles entre tanto hicieron señales a sus buques, para que estos se reunieran y formaran la línea de combate, pues al estar al pairo, la marea los había esparcido y por ello se habían quedado separados entre ellos.
Nada más arribó el bote del oficial al costado de contrafuego de sus buques, estos rompieron el fuego, siendo iniciado por el insignia británico, con un disparo con bala siguiéndole la fragata que estaba casi abarloada a la Mercedes, con dos descargas cerradas de fusilería y la de artillería, con esto comenzó el combate, generalizándose.
Sobre media hora después, al parecer una bala enemiga logró llegar a algún lugar donde se hallaba la pólvora en la Mercedes, por su efecto saltó materialmente por los aires ante la sorpresa de los españoles y no mucha menos de los británicos.
Por ello dos de las británicas rodearon con gran ventaja para sus fuegos a la Medea: «…dos fragatas más poderosas de artillería del 18 y 24, con carronadas del 32 y 42, servidas con llaves y por una marinería escogida. » Con esta ventaja no es de extrañar que dos horas y media después de la primera descarga el combate, estuviera prácticamente decidido. La fragata del comodoro; «…era un navío rebajado, que en otro tiempo había batido y hecho varar a otro francés de 74 cañones. »
Pero por lo decidido en el consejo de guerra cada comandante quedaba libre de actuar a su mejor forma de hacer y entender, por ello la Clara, fue la última que se rindió, pues ya estaba rodeada por las dos británicas Indefatigable y Amphion; mientras la Fama, libre de enemigos en un principio intentó huir basándose en su velocidad, casi se había perdido de vista desde el cuerpo principal del combate, pero era seguida por las Lively y Meduse.
De los restos de la Mercedes, fueron rescatadas unas cincuenta personas por encontrarse flotando utilizando los desperdigados restos del buque, entre los que se pudo recuperar estaba el segundo comandante de ella, el teniente de navío don Pedro Afau. En esta explosión fallecieron entre otros muchos, seis de los siete hijos y esposa de don Diego Alvear, capitán de navío y mayor general de la división, quien aprovechando la paz intentaba ponerles a salvo en España, de viajeros murieron a parte ocho mujeres y varios niños, siendo éste fue su trágico fin.
Al final la Fama fue también apresada, se formó un conjunto entre británicas y españolas, navegando con rumbo a su isla arribando la Fama el 17 a Portsmouth, la Medea y Clara el 19 a Plymouth, donde al llegar y por haber sido abordadas por las tripulaciones británicas para marinarlas, como en las españolas ya se había declarado un principio de epidemia, pasaron a estar en cuarentena todos.
Al ser canjeados y regresar a España, Bustamante pidió a S. M. se viera su conducta en consejo de guerra. Por ello se reunió la junta de generales en Cádiz, como presidente el propio capitán general del Departamento, el general don Juan Joaquín Moreno, quienes escucharon al implicado y a casi todos los que pudieron acudir, pero la sentencia, para juzgar tanto la derrota como sus decisiones en el combate, siendo lo demandado por el jefe de escuadra, se le dictó de la siguiente forma: «…procedió con todo el pulso que se requería…» y que «…se batió hasta donde lo permitieron las circunstancias contra fuerzas tan superiores como eran cuatro fragatas contra tres…», terminando de explicar que «…declarándolo libre de todo cargo y apto para ser empleado en los mandos y comisiones que Su Majestad tuviese por conveniente conferirle…»
Se le nombró Vocal de la Junta de fortificaciones y defensa de Indias por Real orden del 1 de junio de 1807, para tomar posesión de su cargo viajó a la Villa y Corte, habiendo caído enfermo por un ataque pulmonar sobrevino la invasión napoleónica y con ella el alzamiento nacional del 2 de mayo de 1808, por encontrarse enfermo estaba impedido de poder salir de la capital, teniendo que presenciar la entrada en la capital de España del rey intruso José Bonaparte.
El general don José de Mazarredo, tuvo a bien tomar el mando como Ministro de Marina en el nuevo gobierno, por ello le remitió la Real orden del 2 de julio de 1808, para presentarse al Ministro y al Rey, y prestar juramento de lealtad al nuevo Monarca.
Pero como seguía enfermo remitió un Oficio, a su supuesto jefe, el cual dice: « Excmo. Sr.: Acabo de recibir el oficio de V. E., fecha de ayer, y en su contestacion manifiesto á V. E., que los dictámenes de mi honor y conciencia no me permiten prestar el juramento que no ha verificado la nación: Considerando que acaso el empleo militar que ejerzo habrá producido aquella disposicion, los mismos motivos me asisten para resignarlo. — Dios guarde á V. E. muchos años. — Madrid 23 de julio de 1808. — Excmo. Sr. — José de Bustamante. — Excmo. Sr. D. José de Mazarredo. »
Don José de Mazarredo, le volvió a enviar una nueva comunicación, diciendo: « Por la Dirección General de la Armada, se pasó á este Ministerio el oficio de V. S. de anteayer, en que manifiesta la resistencia invencible de su conciencia á pesar el juramento que se le mandaba en el estado en que se juzgaba á la mayor parte de la nacion, lo cual le dicta hacer dimision de su empleo. He dado cuenta de ello al Rey, que, dando por una parte su valor á los sentimientos de honor propios de V. S., me ha mandado advertirle que el juramento en estas circunstancias no se exige precisamente por los empleos, sino por las personas que por sí mismas tienen un carácter de respeto que tanto influye para la opinion comun de los actos de su conducta, lo cual hace á S. M. mirar la resistencia de V. S., como un hecho de gran perjuicio para la patria. Y así, me manda ordene á V. S. de nuevo, que sin más réplica preste el juramento mandado. Puede V. S. remitírmelo con papel separado ó ya expreso en el de contestacion que es lo mismo; y despues avisaré á V. S. cuando S. M. se dignará recibir los obsequios personales de su respeto. — Dios guarde á V. S. muchos años. — Palacio 25 de julio de 1808. — José de Mazarredo. — Sr. D. José de Bustamante. »
Viendo no tenía otra opción el mismo día 25 de julio, abandonó a su familia para ponerse en camino, comenzando por evitar todo contacto con las tropas enemigas en su transitar por la capital, logrando salir sin ser visto y llegando a una posta alquiló un caballo, con él se alejó unas cuantas leguas por sendas de montaña, hasta llegar a otra en la que ya pudo descansar algo al ir sentado en una diligencia de postas, pasando de nuevo a caballo por Sierra Morena hasta llegar a Sevilla y presentarse a la Junta Central. Por su apoyo a la causa, la Junta le ascendió inmediatamente a teniente general, además de pasar a formar parte como vocal de la Junta de Indias.
En el año 1809 fue nombrado presidente de la Real Audiencia de Charcas, siendo posteriormente de la de Cuzco, cargos que no llegó a ocupar por habérsele entregado la capitanía General de Guatemala, en el mes de mayo de 1810.
Fue un defensor a ultranza de la causa española en aquellas tierras, por ello su principal labor era, la de perseguir a todos aquellos que se proclamaban por la independencia, llegando a poderse decir que en ocasiones fue un tanto cruel, por la represión llevada con inflexible rigor.
En el año 1819 fue cesado en este alto cargo, pasando a la Habana embarcando de transporte en el fragata Sabina, regresó a la bahía de Cádiz, presentándose en la Villa y Corte donde pasó el juicio de residencia con todos los merecimientos, siendo por S. M. confirmado como vocal de la Junta de Indias, por todos sus méritos poco después el Rey le concedió por Real orden la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
Por Real orden del 9 de mayo de 1820, se le nombra interinamente Director General de la Real Armada, puesto en el que permaneció hasta el 15 de agosto de 1822, por ser nuevo extinguida, al haberse activado de nuevo el Almirantazgo.
Al quedar libre de cargos se retiro a su casa, donde permaneció junto a su familia y tratando de recuperar su mal trecha salud, hasta recibir la Real orden del 14 de diciembre de 1823, al ser elegido para ocupar un puesto como vocal de la Junta de Expediciones de América.
Por una Real orden del 14 de marzo de 1824, se había vuelto disolver el Almirantazgo y por ello se le nombró Director de la Real Junta Superior de Gobierno de la Real Armada.
En el ejercicio de este alto cargo y destino, falleció el 10 de marzo de 1825, en Madrid, cuando contaba con setenta y dos años de edad, de ellos cincuenta y cinco de excelentes, y honrados servicios a España.
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