Biografía de don Cayetano Valdés y de Flores Bazán y Peón

Posted By on 31 de agosto de 2014

Cayetano Valdés y de Flores Bazán y Peón. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Cayetano Valdés y de Flores Bazán y Peón. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

XVII Capitán General de la Real Armada Española.

Caballero Gran Cruz Laureada de San Fernando de 5ª Clase. 23 de febrero de 1816.

Caballero de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta. Expediente N.º 23.629. 1786.

Regente del Reino.

Prócer del Reino.

Nació en Sevilla el 28 de septiembre de 1767, en la calle de la Imagen, nº 4, (hoy 1926 lleva su nombre), siendo sus padres don Cayetano Valdés Bazán y doña María Antonia de Flores y Peón, siendo bautizado en la parroquia de San Pedro el mismo día.

Era sobrino del otro capitán general de la Armada del mismo apellido don Antonio Valdés y Bazán.

Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz, antes de cumplir los catorce años de edad, siendo el 23 de abril de 1781. Expediente N.º 1.677.

Terminados sus estudios teóricos realizó sus primeras armas estando embarcado en la escuadra al mando del general don Luis de Córdova, participando en las acciones del bloqueo del peñón de Gibraltar al mando del duque de Crillón, entre ellas la del 13 de septiembre de 1782 al efectuar el ataque desafortunado de las baterías flotantes y en el posterior combate del cabo Espartel el 20 de octubre siguiente contra los británicos, al mando del almirante Howe.

Al año siguiente de 1783 participó en la primera expedición contra Argel, al mando del general don Antonio Barceló.

Formo parte asimismo, con el grado de teniente de navío en la expedición de Malaspina, bojeando toda América del sur y dando la vuelta al mundo visitando los virreinatos españolas; expedición realizada con objeto de conocer las necesidades políticas, económicas y militares de aquéllas tierras, a demás de realizar el estudio hidrográfico de las costas propias y extrañas, así como las fijaciones astronómicas y ciencias naturales.

De dicha expedición se separó en Acapulco para emprender por orden superior, la exploración del estrecho de Juan de Fuca, al que la crónica del viaje de Maldonado daba como el famoso paso del norte o de comunicación del Pacífico con el Atlántico, lo efectuaron los capitanes de fragata, don Cayetano Valdés al mando de la goleta Mejicana y su jefe don Dionisio Alcalá Galiano, comandante de la Sutil, en 1792.

En 1794, antes de cumplir los veintisiete años de edad ostentaba el grado de capitán de navío.

El 14 de febrero de 1797, se encontraba al mando del navío Pelayo, participando en el desafortunado combate de cabo San Vicente, reñido entre las escuadra del general don José de Córdova y la británica al mando del almirante Jervis.

Daba caza el Pelayo a barlovento cuando oyó el cañoneo, por el sonido se dirigió al sitio donde más duro era el combate, llegando al tiempo que el buque insignia, el navío Santísima Trinidad, era rendido por tres navíos británicos, después de haber sido desarbolado y haber perdido las dos terceras partes de su dotación.

Valdés aparece como un genio bienhechor, acercándose a toda vela en medio de espesa niebla; «Salvemos al Trinidad o perezcamos todos.» afirmó a su dotación, un ¡Viva el Rey! resonó por todo el navío en señal inequívoca de obedecer a su comandante o perecer en el intento, pero por lo menos intentarlo, ¡no como otros en esta ocasión!, según se desprendió por las sentencias del consejo de guerra al que fueron sometidos todos los oficiales y jefes.

Obligó a izar de nuevo la bandera de combate en el navío Trinidad,  y haciendo prodigios de valor, secundado por Hidalgo de Cisneros al mando del navío San Pablo, salvó al buque insignia de caer en manos de los enemigos que bien lo habían intentado.

En el mismo año de 1797 tomó parte en la defensa de Cádiz contra las fuerzas de Nelson, a las órdenes del nuevo almirante de la escuadra del océano don José de Mazarredo.

El 5 de febrero de 1798 cesó a causa de un fuerte temporal el bloqueo de la bahía de Cádiz por la escuadra británica al mando del contralmirante Nelson, momento aprovechado por el general al mando de la española don José de Mazarredo para perseguirla, pero sin poderle dar alcance, decidiendo regresar a la bahía fondeando el 13 siguiente.

El 13 de mayo de 1799 realizó su segunda salida la escuadra del Océano al mando del general don José de Mazarredo con rumbo al Mediterráneo, para reunirse en el Arsenal de Cartagena con la francesa al mando del almirante Eustache Bruix, reunidas pusieron rumbo al sur, pasaron el Estrecho y remontaron el océano Atlántico hasta llegar a Brest, donde fondearon ambas escuadra el 8 de agosto del siguiente.

En este puerto por ser el Pelayo uno de los navíos entregados a Francia por el tratado de alianza, pasó a mandar el Neptuno, siendo el navío insignia del general don Federico Gravina.

Sin dejar el mando de este navío fue nombrado Mayor General de la escuadra, saliendo de Brest a finales de 1801, para sofocar la rebelión de Santo Domingo, tomando parte en los combates sobre Guarico y puerto Delfín, pasando después a la Habana, regresando a la bahía de Cádiz a principios de 1802, en cuya fecha fue ascendido al grado de brigadier.

Al producirse el acto de piratería británico cuando cuatro de sus fragatas atacaron en tiempos de paz al mismo número de españolas, al mando del jefe de escuadra don José de Bustamante el 4 de octubre de 1804 en aguas del cabo de Santa María, provocando la declaración de guerra de España al Reino Unido el 12 de diciembre seguido.

Don Cayetano Valdés se encontraba con licencia en su casa para recuperar su salud, pero al saber la noticia pidió volver al servicio, siéndole otorgado el mando del navío Neptuno, del porte de 74 cañones a fines de 1804, perteneciente a la escuadra del general Grandallana, por estar en armamento en Ferrol.

Mientras se alistaban estas fuerzas, sin cesar en el mando de su buque tomó el de las fuerzas sutiles con base en la Graña, con ellas salió a la mar varias veces, sosteniendo combate con los buques enemigos bloqueadores, siempre en protección de la libre navegación de cabotaje como era la misión de estas fuerzas.

En agosto de 1805 salió la escuadra de Ferrol, uniéndose a la combinada de Gravina y Villeneuve, allí permaneció fondeada la escuadra combinada, hasta que el almirante francés Villeneuve decidió darse a la vela, comenzando a salir los buques el 20 de octubre.

Al día siguiente, 21, tuvo lugar el combate de Trafalgar, reñido entre la escuadra del almirante Nelson y la combinada franco-española, el Neptuno, se situaba el último de la retaguardia, pero al dar la orden el almirante francés de -virada en redondo a un tiempo- quedó justo en la cabeza de la ahora división de vanguardia al mando del contralmirante francés Dumanoir.

Trabado el combate, el Neptuno a pesar de la lentitud de decisión de Dumanoir, acudió en auxilio del Bucentaure y del Santísima Trinidad, desoyendo las órdenes de su jefe de división.

Cuatro navíos británicos estaban batiéndolos por las amuras concentrando sus fuegos de toda la banda, estando próximo a no poder soportar más el castigo, a pesar de ello en su auxilio se lanzó Valdés, pero el heroísmo del comandante del Neptuno, no logro su objetivo de salvar al Santísima Trinidad, ni al Bucentaure.

Los marinos españoles tenían bien presente la máxima de que: «en un día de combate no está en su puesto el comandante que no está en el fuego.»

Valdés recibió una herida grave, negándose a abandonar su puesto, por la pérdida de sangre perdió el conocimiento, los oficiales al mando que quedaron en el Neptuno, ya maltrecho y sin valor combativo, después de un consejo entre todos ellos decidieron rendirse.

El temporal sobrevenido al finalizar el combate salvó al Neptuno, de manos de los británicos, más fue para estrellarlo contra la costa, en las cercanías del castillo de Santa Catalina del Puerto de Santa María, donde quedó destrozado.

Por Real orden del 9 de noviembre siguiente, el Rey ordenó una promoción especial para todos los oficiales que habían participado en el combate, por ello fue ascendió al grado de jefe de escuadra, tomando el mando de la que se reunió en Cartagena y arbolando su insignia en el navío Reina Luisa, un tres batería y de porte superior a 120 cañones.

El 10 de febrero salió con sus buques con orden de dirigirse a Tolón, mas, fuere porque previera los acontecimientos, o fuera de verdad por los malos tiempos encontrados, el hecho es que arribó a las Baleares, realizando una escala en Palma volviendo a zarpar y entrar en Mahón, precisamente con ocasión del alzamiento nacional, evitando de este modo que los buques cayesen en poder del Emperador de los franceses.

Esta arribada fue muy criticada por el enemigo, lo cual es precisamente un galardón para Valdés, siendo quien la dispuso.

Al abdicar Carlos IV y por la gran influencia que ejercía cerca del gobierno el duque de Berg, general en jefe del ejército francés en la península, Valdés fue depuesto y residenciado, siendo enviado para sustituirle al teniente general don José Justo Salcedo.

Como pudo se desplazó a Galicia, donde el general Blak le otorgó el mando de una división, participando en el combate de Espinosa de los Monteros, donde fue herido en el pecho por una bala de fusil, recuperado prosiguió en el desempeño de su mando.

En el año 1809, había sido ascendido al grado de teniente general y nombrado por la Junta Central, Gobernador, Capitán General y Jefe político de Cádiz.

Al regresar el Rey por haberse expulsado del territorio de España a los ejércitos napoleónicos, lo hizo sobre la ciudad de Valencia, donde dicto el Real decreto con fecha del 4 de mayo de 1814, siendo abolida y declarada nula la Constitución, dando la orden de poner en prisión a todos los que en esos momentos y antes había usurpado su poder, por ello el general Eguía detuvo en Madrid, donde se encontraba la Regencia y las Cortes, por haber viajado todos desde Cádiz a la capital al saber la puesta en libertad de don Fernando VII, solo se libraron lo que pudieron escapar de la persecución.

Por esta razón Valdés fue confinado en el castillo de Alicante, el Gobierno por mediación de su anciano tío Valdés y Bazán, le puso en conocimiento de la pretensión de la Corte que, no era otra que el pedirle perdón al Monarca y éste le los concedería, pero Valdés no quiso ni oír hablar de ello por considerar estar libre de toda culpa por no haber incumplido nada, y por pensar que esa petición de perdón suponía un delito, porque él solo había cumplido con sus deberes como soldado y ciudadano.

Demuestra la valía que poseía y el ascendente incluso ante el mismo Monarca, al serle entregada una Real orden para que pasase una revista de inspección al Departamento de Cartagena, a pesar de estar en prisión, lo que efectuó tan rápido y eficazmente, pues a los pocos días estaba de vuelta en la prisión, donde elaboró la ‹ Memoria › que se envío al Rey.

Por el levantamiento de Riego en Cabezas de San Juan el día 1 de enero de 1820, dio lugar a la implantación de la Constitución, obligando por ello al Rey a jurarla el 7 de marzo siguiente, siendo nombrado ministro de la Guerra en el primer gabinete formado.

Pasó a ocupar plaza de diputado en la legislatura del año 1822 a 1823, dejando aclarado a sus compañeros que él no formaba parte de ningún partido.

Al entrar el ejército francés por el Bidasoa el 7 de abril de 1823, se dio la orden de trasladar las Cortes y el Gobierno a Sevilla, pues el invasor no encontraba resistencia presentándose en Madrid a los pocos días, encontrándose en la ciudad de Sevilla, el Rey se negó a continuar viaje hasta Cádiz, considerando se encontraba en estado de enajenación mental, siendo el diputado Galiano quien decidió su inmediato relevo (previsto en la Constitución), pero solo mientras durase el traslado, siendo sustituido por una Regencia compuesta por los generales de Marina don Cayetano Valdés y don Gabriel Ciscar y el del Ejército don Gaspar Vigodet, saliendo el 11 de junio siguiente, al llegar el 15 continuo a Cádiz, donde le fueron devueltos sus poderes a S. M.

Comenzado el sitio por los franceses Valdés fue nombrado general en jefe de las fuerzas de tierra y mar, desempeñó su cometido con tanta responsabilidad como inteligencia y valor, cuando se le entregó la carta del Mayor General Guilleminot.

«Puerto de Santa María 24 de setiembre de 1823

Sr. Gobernador: S. A. R. el Príncipe Generalísimo, me ha ordenado intimar á V. E. que le hace responsable de la vida del Rey, de las de todas las personas de la familia Real, igualmente que de las tentativas que podrian hacerse para sacarle. En su consecuencia, si tal atentado se cometiese, los Diputados á Cortes, los Ministros, los Consejeros de Estado, los Generales y todos los empleados del Gobierno cogidos en Cádiz, serán pasados á cuchillo. Ruego á V. E. me avise el recibo de esta carta.

Soy, Sr. Gobernador, de V. E. muy humilde y muy obediente servidor. — Firmado. — El Mayor General, Guilleminot.»

Don Cayetano Valdés le responde poniendo los puntos sobre las íes.:

«Cádiz 26 de setiembre á las 12 menos cuarto de la mañana.

Señor General: Con fecha de 24 recibo hoy una intimacion que V. E. me hace de órden del Sermo. Sr. Duque de Angulema, en que constituye responsables á todas las autoridades de Cádiz de la vida de S. M. y su Real familia, amenazando pasar á cuchillo á todo viviente si aquella peligrase.

Señor General: la seguridad de la Real familia no depende del miedo de la espada del Sr. Duque, ni de ninguno de su ejército; pende de la lealtad acendrada de los españoles, que habrá visto S. A. el Sr. Duque comprobada. Cuando V.E. escribia la intimacion era el día 24, despues que las armas francesas y las españolas que estaban unidas á ellas, hacian fuego sobre la Real mansion, mientras los que V. E. amenaza de órden del Sr. Duque sólo se ocupaban en su conservacion y profundo respeto.

Puede V. E., Sr. General, hacer presente que las armas que mandan le autoricen tal vez para vencernos, mas no para insultarnos: las autoridades de Cádiz no han dado lugar jamas á una amenaza semejante, y menos en la época en que se les hace, pues cuando V. E. la escribió acababan de dar pruebas bien positivas de que tienen á sus Reyes y Real familia más amor y respeto que los que se llaman sus libertadores: ¿ó quiere S. A. que  el  mundo diga que la conducta ordenada y honrosa que tuvo  este pueblo cuando  las  armas francesas le atacaron era, debida á un sobrado miedo, hijo de una intimación que V. E.  hace de órden de S. A.?, ¿Y a quién?.  Dirigiéndola al pueblo más digno de la tierra y aun militar que nunca hará nada por miedo. — Soy de V. E. atento servidor. — Firmado. — Cayetano Valdés.»

Terminada la tensión de guerra y finalizado el sitio el 1 de octubre de 1823, se trasladó el Rey y la Real familia al cuartel general francés, Valdés, por ser el oficial de marina más caracterizado, patroneó como prescribe la ordenanza, la falúa que condujo a las reales personas al Puerto de Santa María.

Previamente había sido advertido por el general francés nuevo gobernador militar de Cádiz que iba a ser encarcelado y pasado por las armas, por expreso deseo del Monarca, quien había firmado la Real orden, pero no quiso ponerse a salvo puesto que no era ningún delincuente.

Una vez en el puerto para librarle de la prisión y muerte, el general francés le arrestó preventivamente siendo embarcado en uno de sus buques al que dio orden de salir inmediatamente con rumbo a Gibraltar, con el sólo objeto de salvar la vida al Capitán General español.

De Gibraltar pasó Valdés al Reino Unido donde vivió diez años, siendo tratado con respeto, caballerosidad y admiración, recibido en el mismo Almirantazgo y a veces visitando buques de la Marina Real, aparte de serle pasada una pensión digna para su subsistencia, siendo mejor el comportamiento de sus anteriores enemigos que el de su Rey por quien expuso su vida en tantas ocasiones como el destino lo demandó.

Por Real decreto del 22 de marzo de 1833, firmado por la Reina gobernadora doña María Cristina, se proclamó una amnistía para todos aquellos encausados en el trienio liberal, merced a ella don Cayetano Valdés regresó a España, siendo nombrado Capitán General del Departamento de Cádiz.

Pocos meses después, fue elevado a la máxima dignidad de la Armada, como su Capitán General.

Y casi al mismo tiempo fue nombrado Prócer del Reino.

Falleció en San Fernando el 6 de febrero de 1835, siendo enterrado en el cementerio de la ciudad, cuando contaba con algo más de sesenta y siete años de edad, de ellos casi cincuenta y cuatro de servicios a España.

Unos años más tarde se decretó el traslado de sus restos al Panteón de Marinos Ilustres, con fecha del 11 de junio del año 1851, pero hasta el 3 de octubre del año 1858 no se realizó el traslado, siendo efectuado sin ceremonia ninguna, quedando depositados en una de las capillas del Panteón.

En 1860 dada la situación de los restos, sirvió de argumento para que se acabasen las obras del edificio, por fin se les dio sepultura definitiva, en la nave del Este del crucero central, sin que precisarse la fecha en que esto ocurrió, porque al parecer se debió a una orden de las autoridades locales, deseosas de asegurar con su definitivo enterramiento, el deterioro o extravío de tan respetables cenizas.

Mausoleo de don Cayetano Valdés y de Flores Bazán y Peón. Cortesía del Museo naval. Madrid.

Mausoleo de don Cayetano Valdés y de Flores Bazán y Peón. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

El mausoleo fue costeado por sus descendientes, es muy sencillo; lo rodea una alta verja de hierro fundido, con cañones boca abajo y en la losa tiene la siguiente inscripción:

Aquí reposa

El Excmo. Señor

Don Cayetano Valdés y Flores

Capitán General

que fue

de la Armada Nacional

Caballero Gran Cruz

de las Ordenes Militares

de San Fernando

y San Hermenegildo

y

de la de San Juan de Jerusalem

Nació en la ciudad de Sevilla

el 24 de septiembre de 1767

y falleció en San Fernando

el 6 de febrero de 1835

siendo Capitán General

del Departamento de Cádiz.

D. E. P.

Sus sobrinos.

El duque y la duquesa de Uceda. 

Por amor y respeto.

El General Valdés dejó en la Armada una memoria imperecedera por sus grandes cualidades y condiciones de carácter.

Bibliografía:

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