Biografía de don Antonio Domonte y Ortíz de Zúñiga
Posted By Todoavante on 21 de octubre de 2009
Biografía de don Antonio Domonte y Ortíz de Zúñiga
Jefe de escuadra de la Real Armada Española.
Vino al mundo en la ciudad de Sevilla, por el año de 1719.
Por ser descendiente de una familia de marinos, pidió y se le concedió la Carta-Orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Arsenal de Cádiz, sentando plaza el día diez de febrero del año de 1734.
Se le ascendió a alférez de fragata el día uno de septiembre del año de 1740.
Fue ascendido al grado de alférez de navío por Real Orden del día tres de julio del año de 1747, en estos grados de oficial subordinado navegó por casi todo los mares del planeta, en diferentes buques, misiones, destinos y comisiones, que le proporcionaron unos grandes conocimientos de la náutica.
Se encontraba en la ciudad de la Habana y embarcado en la escuadra del mando del general don Andrés Reggio, cuando le llegaron noticias de que una escuadra británica al mando del almirante Knowles, estaba a la espera para dar caza a la flota que era portadora de los caudales estando al mando del capitán de navío don Juan de Hegues, que debía arribar a la Habana procedente de Veracruz.
Zarpó inmediatamente la escuadra española en busca de la enemiga, al arribar el día cuatro de octubre del año de 1748 a la Sonda de la Tortuga, avistaron una goleta británica que fue apresada, al ser interrogado su capitán se supo la fuerza de la escuadra del almirante enemigo que era muy superior a la suya, por lo que decidió poner rumbo a la Habana, pero no entró en el puerto, sino que se quedó a la vela en espera.
El día doce de octubre del año de 1748 se presentó y al divisar las velas el general Reggio ordenó formar la línea, el navío insignia español era el África de 70 cañones, comenzando el fuego éste a las 1400 horas y a las 1500 era ya general, los dos almirantes se enfrentaron con sus respectivos buques y antes de las 1600 horas el insignia británico había sido puesto fuera de combate, pero los buques españoles también sufrieron, pues el Conquistador de 66 cañones había sido incendiado, y por una falsa maniobra de la fragata Galga del porte de 30 cañones, fue atacado el África por tres enemigo, por lo que siendo las 2000 horas se encontraba el buque desarbolado de los palos mayor y mesana, pero seguía respondiendo al fuego tan duramente como al principio, por lo que llegadas las 2200 horas los enemigos se vieron forzados a dejarlo en paz, quedando como dueño de la mar aunque muy mal tratado.
Estaba en tan malas condiciones, que el general Reggio tuvo que dar la funesta orden de darle fuego, pero primero lo acercaron a la playa de Sijiras, donde con los botes se pudo poner a salvo a todos lo que estaban con vida, más lo equipajes y documentos de a bordo. El general, el comandante del buque el capitán de navío don Juan Antonio de la Colina, los oficiales y tropa se reincorporaron a la Habana a pie.
Los navíos Invencible de 70 cañones, el Dragón de 66, Real Familia y Nueva España de 60 y la fragata Galga, arribaron por sus medios al puerto de la Habana. Por parte española se tuvo a ciento seis muertos, de los que cincuenta y cuatro eran oficiales y doscientos cuatro heridos de ellos catorce oficiales. Por parte de los enemigos, sin datos.
Fueron reparados los buques, zarpando con rumbo a la Península protegiendo una flota que transportaba doce millones de pesos fuertes (plata amonedada), que fue puesta en franquicia en la bahía de Cádiz, virando la escuadra prosiguió su navegar hasta el puerto de la Coruña, donde lanzaron las anclas ya entrado el año de 1749.
Quedó desembarcado en el mismo puerto y un tiempo después, realizó un tornaviaje al Río de la Plata, quedando desembarcado de nuevo.
Se le ascendió al grado de teniente de fragata por Real Orden del día veintiocho de diciembre del año de 1751, con este empleo navego por el Mediterráneo en misiones de corso, realizó dos viajes a Tierra Firme y a los mares del Sur, así como visitas a nuestras plazas de soberanía norteafricanas y transportó en varias ocasiones tropas a las islas Afortunadas.
Sobre todo en la época de sus navegaciones en corso, mantuvo varios encuentros con naves berberiscas y tunecinas, de los que siempre su buque salió bien parado, lo que significó una aportación más a su formación.
Fue ascendido al grado de teniente de navío por Real Orden del día veinte de marzo del año de 1754, continuando sus navegaciones por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. Posteriormente por sus grandes dotes se le dió el mando de una fragata, estando en misión de corso en el Mediterráneo divisó dos velas, por lo que puso rumbo a ellas, al llegar a la vista supieron por el pabellón que era dos jabeques de la Regencia de Argel, decididos a cortarles la proa se lanzaron a por ellos, pero resultaron ser del porte de 30 cañones cada uno, esto no les arredró y tras un duro combate consiguió ponerlos en fuga.
Después de doce años en el grado de teniente de navío, por Real Orden del día quince de enero del año de 1766 se le ascendió al grado de capitán de fragata.
Con este grado primero pasó a destinos en tierra, posteriormente, por los años de 1768 ó 1769 se le destino a los mares del Sur.
Informado el virrey del Perú don Manuel de Amat de la presencia de británicos y franceses en las costa e isla de la actual isla de Pascua, ordenó al capitán de navío don Felipe González de Aedo, que con su división se acercará a las isla para tomar oficialmente posesión de ella.
Por esta razón zarparon del Callao el día diez de noviembre del año de 1770, el navío San Lorenzo del porte de 70 cañones, al mando del comandante de la división y la fragata Santa Rosalía, de 26, al mando de Domonte, arribaron a la isla el día quince siendo muy bien recibidos, pidieron que se presentaran los jefes de los indígenas, con los que hablaron llagando al acuerdo de pasar a ser un territorio perteneciente a la corona de España y por ende dependiente del virreinato del Perú.
La isla fue bautizada con el nombre de San Carlos, se coloraron tres grandes cruces bien visibles desde cualquier punto y se firmó un documento en el que entre otras cosas dice: < y para mayor corroboración de este acto firmaron ó signaron algunos indios concurrentes, gravando en el documento testimonial ciertos caracteres, según su estilo >
Lo curioso es que fue ascendido por Real Orden del día veintidós de octubre del año de 1770, al grado de capitán de navío, pero al estar en los mares del Sur la noticia no había llegado cuando zarparon del Callao, por lo que se enteró de su ascenso al arribar de nuevo una vez hecha ya la toma oficial de la isla que después pasó a llamarse de Pascua y en todas las fuentes figura como capitán de fragata, cuando ya lo era de navío.
Al ser ascendido se le notificó que se presentara en la Península, por lo que de nuevo tuvo que navegar por el cabo de Hornos, haciendo escala en el Río de la Plata y desde aquí a la bahía de Cádiz, donde al llegar quedó desembarcado.
En el año de 1775 al mando de navío Oriente perteneciente a la escuadra del mando del general don Pedro Castejon, participó en la expedición a Argel, protegiendo con sus fuegos el desembarco y participando después pie a tierra en los diferentes combates.
Pasó por el mando de varios navíos, dada la costumbre de desarmarlos cuando no se estaba en guerra declarada, así se le entregó el mando del San Eugenio del porte de 74 cañones y perteneciente a la escuadra del mando del general don Luis de Córdova, con la que zarpó de la bahía de Cádiz con rumbo al puerto de Cartagena, donde se unió a la francesa del mando del conde D’Orvillers, zarpando de este puerto con rumbo al Estrecho y después al canal de la Mancha, donde llegaron mediando el mes de agosto del año de 1779, ante la presencia de tan formidable fuerza la armada real británica buscó refugio en sus arsenales y puertos, por lo que solo se pudo apresar a un despistado navío, el Ardent del porte de 74 cañones, cuatro fragatas, seis bergantines y dos convoyes..
Se había iniciado un bloqueo al peñón, que cada vez estaba ahogando más a sus habitantes, enterados en el Reino Unido enviaron al almirante Rodney con socorros, a su vez franceses y españoles supieron de ello y hicieron un plan para interceptarle, pero los temporales y algo de desidia de los franceses no se pudo evitar el que fuera socorrido, sufriendo un encuentro naval desproporcionado una parte de la flota española al mando del general Lángara en la que se encontraba Domonte al mando del navío San Eugenio, en el llamado combate naval de cabo de Santa María, teniendo lugar el día dieciséis de enero del año de 1780, ya que por parte de la española solo formaban la escuadra once navíos, mientras la británica estaba compuesta de veintidós y diecinueve fragatas, a parte de los doscientos mercantes portadores del socorro.
Como consecuencia de su comportamiento en este combate se le ascendió al grado brigadier por Real Orden del día tres de febrero del año de 1780, en muestra de agradecimiento del rey don Carlos III.
Mandando el general don Luis de Córdova la misma escuadra combinada zarpó con ella el San Eugenio, ya que a pesar de haber sido ascendido mantuvo el mando del buque, avistando sobre el cabo de Santa María el día nueve de agosto del año de 1780, un gran convoy británico que fue apresado con todo su rico cargamento, ya que estaba compuesto por más de cincuenta y cinco velas, escoltado por tres fragatas de guerra que pasaron a la Real Armada Española con los nombres de Colón, Santa Balbina y Santa Paula.
En el apresamiento fueron hechos prisioneros tres mil hombres de las dotaciones, más mil ochocientos soldados de las compañías reales de las Indias Orientales y Occidentales, valorándose el botín capturado, de mercancías y municiones, en un millón de duros (moneda de ocho reales).
Pese a la precaución de que fue objeto por parte de las fuerzas navales enemigas, que constituían la protección más lejana del convoy, fueron todos conducidos a la bahía de Cádiz.
En el año de 1782 formó parte de las fuerzas navales combinadas que atacaron la plaza de Gibraltar, en ocasión en que el general Barceló mandaba las empleadas directamente en el ataque a corta distancia y después, cuando aquél cesó en este mando y se produjo el ataque de las baterías flotantes, mandadas por el general Ventura Moreno, apoyó con los fuegos de sus buques en este desgraciado ataque del invento del francés D’Arçon; cuando fueron incendiadas éstas por las balas rojas de los defensores, envió sus embarcaciones menores a apagar los fuegos y salvar a las dotaciones.
En los incendios y voladuras de estas pesadas baterías en teoría insumergibles e incombustibles, con circulación de agua < como la sangre por el cuerpo humano >, hubieron trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos treinta y cinco que cayeron prisioneros; pero los efectos fueron superados en mucho por el bombardeo de las lanchas cañoneras inventadas por Barceló, que lo hacían seguro y muy efectivo.
En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot.
La plaza llegó a estar en gran necesidad y enterado el Almirantazgo británico fue enviado un nuevo convoy con aprovisionamientos, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante Howe.
Le salió al encuentro Córdova con sus fuerzas, entre las que de nuevo se encontraba el navío San Eugenio al mando de Domonte pero las enemigas con su convoy, aprovecharon un fuerte temporal consiguiendo arribar al Peñón descargando los tan esperados auxilios.
Se perdió el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar.
Cuando lord Howe volvía al Atlántico, Córdova le salió de nuevo al encuentro y se trabó un combate, siendo el día veinte de octubre del año de 1782 frente al cabo Espartel.
Los británicos admiraron: < el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias >
El combate tuvo una duración de cinco largas horas.
Los buques enemigos por ir ya forrados sus obras vivas de cobre tenían más andar, lo que les permitió mantener en todo momento las distancias convenientes para ellos y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al fuego, el almirante británico decidió por el mayor número de navíos españoles rehuirlos, por lo que cazaron el viento y enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española.
Al año siguiente de 1783 quedó desembarcado, siendo destinado a servicios en tierra, hasta que le llegó una Real Orden con fecha del día dieciséis de enero del año de 1789 por la que era ascendido al grado de jefe de escuadra.
Continuó sus servicios con este grado hasta que el día catorce de enero del año de 1792 le sobrevino el óbito.
Bibliografía:
Cebrian y Saura, José.: Páginas Gloriosas de la Marina de Guerra Española. Imprenta M. Álvarez. 1917.
Martínez-Valverde y Martínez, Carlos.: Gloriosas efemérides de la Marina de Guerra Española. Ministerio de Marina. Madrid, 1968.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.
Rodríguez González, Agustín Ramón.: Trafalgar y el conflicto naval Anglo-Español del siglo XVIII. Actas. Madrid 2005.
Compilada por Todoavante.
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