Biografía de don Joaquín de Cañaveral Córdova y Salcedo Ponce de León Mejía
Posted By Todoavante on 18 de mayo de 2013
Teniente general de la Real Armada Española.
Caballero profeso de la Militar Orden de Santiago. Sig. 1.490.
Vino al mundo en la ciudad de Granada siendo el feliz acontecimiento el día 18 de junio del año de 1735. Fueron sus padres, don Francisco de Cañaveral Córdova Sáiz de Vargas, veinticuatro de la ciudad de Jaén, Regidor perpetuo de Murcia y señor de Benalúa, y de su esposa, doña María Salcedo Ponce de León Mejía y Quesada.
Realizó sus estudios primarios en su misma ciudad natal, al contar con trece años de edad solicitó y se le concedió Carta-Orden de ingreso en la Armada, sentando plaza de Guardiamarina el día 9 de mayo del año de 1748, en la Real Compañía del Departamento de Cádiz. Expediente N.º 488.
Aprobó sus exámenes teóricos, pasando por orden superior a embarcar en diferentes buques para realizar sus prácticas de mar, siendo ascendido a alférez de fragata el día 15 de noviembre del año de 1754.
Continuó embarcado como oficial subordinado, hasta recibir la Real orden del día 25 de abril del año de 1758, por la que se le notificaba su ascenso al grado de alférez de navío.
Durante este grado, se le destinó a las Reales Brigadas de Artillería de Marina, encontrándose en ellas fue cruzado caballero de la Orden de Santiago.
Continuó en sus embarques realizando navegaciones como era costumbre, tanto por los mares peninsulares como por las aguas que bañaban los Virreinatos americanos, hasta que recibió una Real orden con fecha del día 16 de enero de 1766 que le notificaba su ascenso al grado de teniente de fragata.
Se le otorgó su primer mando, entregándole el de una goleta que se mantuvo sobre las aguas de las regencias norteafricanas, para controlar y combatir en corso que estás realizaban. Posteriormente desembarcó pasando destinado en tierra.
Por su buen hacer y por los muchos enfrentamientos contra los piratas berberiscos, se le notificó por Real orden su ascenso al grado de teniente de navío con fecha del día 3 septiembre del año de 1767, con él se le entregó el mando de un jabeque, permaneciendo en las mismas aguas y cumpliendo la misma misión. Recibió la orden de entregar el mando de su buque y pasó destinado a servicios del Departamento.
Recibió la Real orden del día 21 de abril del año de 1774, por la que le ascendía al grado de capitán de fragata, pasando de segundo comandante a un navío, después de un tiempo se le otorgó el mando de una fragata, con la que realizó varios viajes a Tierra Firme y las Antillas, tanto en misión de correo como transportado caudales.
Por su ejemplar comportamiento solo dos años después recibe una Real orden del día 17 de febrero del año de 1776, por la que se le asciende al grado de capitán de navío, con ella se le otorga el mando de un navío.
Su buque fue incorporado a la escuadra del mando del general don Luis de Córdova, en una salida de la escuadra participó el día 9 de agosto del año de 1780 en aguas sobre el cabo de Santa María, en el apresamiento del gran convoy británico de más de cincuenta y cinco velas, escoltado por tres fragatas de guerra que pasaron a la Real Armada Española con los nombres de Colón, Santa Balbina y Santa Paula.
En esta captura se hicieron tres mil prisioneros de las dotaciones, más mil ochocientos soldados de las compañías reales de las Indias Orientales y Occidentales, evaluándose el botín capturado de mercancías y municiones, en un millón de duros (moneda de ocho reales).
Por pasar su navío a reparar fondos quedó separado de la escuadra, al serle devuelto pasó a formar parte de las fuerzas navales encargadas de proteger el gran asedió sobre el Peñón, interviniendo el día 13 de septiembre del año de 1782 en la protección del ataque de las baterías flotantes, mandadas por el general Ventura Moreno, sufriendo éstas los pavorosos incendios que fueron provocados por las balas rojas que desde el Peñón les dispararon, estaban inventadas por el ingeniero francés D’Arçon; envió sus embarcaciones menores a salvar a las dotaciones.
En los incendios y voladuras de estas pesadas baterías en teoría insumergibles e incombustibles, con circulación de agua « como la sangre por el cuerpo humano », hubieron trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos prisioneros; pero los efectos fueron superados en mucho por el bombardeo de las lanchas cañoneras inventadas por Barceló, que lo hacían seguro y muy efectivo.
En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot. La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con aprovisionamientos, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante Howe.
Le salió al encuentro el general Córdova con sus fuerzas, pero las enemigas con su convoy aprovecharon un fuerte temporal cuyos vientos les favorecían consiguiendo arribar al Peñón, descargando los tan esperados auxilios. Por nuestra parte se perdió el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar.
Cuando lord Howe volvía al Atlántico, el general Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó un combate, el día 20 de octubre del año de 1782, en aguas frente al cabo Espartel.
Los británicos admiraron: «…el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias » El combate tuvo una duración de cinco largas horas.
Los buques enemigos por ir ya forrados sus obras vivas de cobre tenían más andar, lo que les permitió mantener en todo momento las distancias y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, por lo que enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española.
El coloso de los mares español, el navío Santísima Trinidad, del porte de 130 cañones sólo pudo hacer una descarga completa de todas sus baterías, su lentitud le impidió poder hacer más.
Por su abnegación y extraordinario comportamiento, recibió la Real orden del día 21 de diciembre del año de 1782, por la que se le ascendía al grado de brigadier.
Un tiempo después, el día 28 de agosto del año de 1784, se le nombró segundo Comandante General de los Reales Batallones de Infantería de Marina, donde permaneció hasta recibir la Real orden del día 14 de enero del año de 1789, en la que se le notificaba su ascenso a jefe de escuadra. Se le otorgó por estas fechas la encomienda de la Mayor de Montalvan, de la Orden de Santiago a la cual ya pertenecía desde su grado de alférez de navío, obteniendo así una renta anual de cinco mil ciento ochenta y seis maravedíes de vellón.
Con la noticia de su ascenso, se le notifica su nombramiento como Gobernador de la Provincia de Cartagena de Indias e Inspector General de las tropas del ejército de Santa Fé, en el virreinato de Nueva Granada. Recibió orden de regresar a la Península después de seis años en su destino, un tiempo después de su llegada pasó el juicio de Residencia, quedando demostrado lo efectivo su trabajo en aquella tierra, que por Real orden del día 15 de septiembre del año de 1795, se le ascendió al grado de teniente general.
Su destino de siempre fue el Departamento de Cádiz, por lo que se encontraba en él cuando recibió la Real orden del día 15 de mayo del año de 1801, para suplir interinamente en la Comandancia del Departamento de Cartagena a su propietario que se encontraba indispuesto, permaneciendo en él hasta el día 3 de diciembre siguiente, en que el capitán general propietario pudo de nuevo ponerse al mando.
Al no recibir ninguna orden en contra permaneció en la ciudad de Cartagena, dándose el caso, que por segunda vez por Real orden tomó el mando interinamente del Departamento el día 27 de febrero del año de 1803, permaneciendo en él muy poco tiempo, pues el día 6 de abril siguiente lo retomó su propietario.
Continuó en la ciudad y por tercera vez, recibe una Real orden por la que toma de nuevo el mando del Departamento interinamente el día 22 de agosto del año de 1806, permaneciendo hasta el día 21 de octubre del mismo año.
Prosiguió estando residenciado en la ciudad de Cartagena, y de nuevo recibe una Real orden con fecha del día 16 de julio del año de 1807, para volver a hacerse cargo del Departamento interinamente, hasta la llegada del propietario, que la efectuó el día 20 de septiembre siguiente.
Ya con muchos años se le dio pasaporte para regresar a su destino en la ciudad de Cádiz, desde aquí elevó al Rey suplicatorio para ser retirado del servicio, por sus muchos achaques y verse impedido de cumplir debidamente sus cargo-grado.
S. M. tuvo a bien autorizarle su súplica de retiro y como premio a sus muchos años de buenos, y distinguidos servicios, más las muchas veces que había suplido al capitán general de Cartagena, se le elevó a éste grado, pero honorario.
Permaneció en la ciudad de Cádiz hasta que le sobrevino el fallecimiento a lo largo del año de 1816, contando con ochenta y tres de edad de los que, sesenta y ocho fueron de servicios al Rey y a España.
Bibliografía:
Cadenas y Vicent, Vicente de.: Caballeros de la Orden de Santiago. Siglo XVIII. Ediciones Hidalguía. Madrid, 1977 — 1996. Del tomo I al V. De IX.
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Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.
Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.
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