Nuestra Señora de la Concepción y de las Ánimas

Posted By on 9 de noviembre de 2011

Navío de 94 cañones, construido en Colindres (Cantabria) en 1690. El almirante don José López de Iriarte había firmado un contrato con la Corona en 1675 para la fabricación de cinco buques, la Capitana y la Almiranta de la Armada del Océano, otros dos galeones, llamados San Antonio y San Francisco, y un patache. El almirante Iriarte murió el 3 de enero de 1678 y el proyecto continuó a cargo de su hijo el capitán Millán Ignacio de Iriarte y Gaztelu.

El 2 de septiembre de 1681 don Millán Ignacio de Iriarte recibe la orden de hacer acopio de materiales para el comienzo de la construcción del buque, comenzando su construcción en 1682 por el maestro constructor don Antonio de Amas, siendo el responsable puesto por la Corona el almirante don Nicolás de Gregorio. Hubo varios proyectos para la realización de este galeón. El primero está fechado el 23 de julio de 1680 y corresponde a un arqueo de 1.250 toneladas. Con las últimas medidas propuestas arqueaba más de 1.300 toneladas. Al ser botado, medía 66 codos de quilla (45,98 metros), 77 de eslora (39,65 metros), 22 de manga (12,64 metros) y 11 de puntal (6,32 metros), desplazando 1.550 toneladas. En pies de Burgos: 160 pies de quilla, 138 de eslora, 44 de manga y 22 de calado.

El primer intento de botadura de la capitana Real se efectuó el 25 de junio de 1687, siendo su responsable el capitán de la maestranza de las costas del Cantábrico don Ignacio de Soroa. Después de dos tentativas, la botadura se realizó el 24 de septiembre de ese mismo año, aunque todavía estaba a medio construir, completado hasta la segunda cubierta.

En 1687 se envía a don Antonio Gaztañeta para supervisar el acabado del navío y la construcción en grada de la nave Almiranta, aprovechando para comenzar su libro “Arte de Fabricar Reales”, que acabaría en 1691. El 9 de octubre de 1688 se le bajó al surgidero de la torre del Treto y el día 11 se le bajó al puerto de Santoña, siendo esta operación dirigida por el general don Diego Fernández de Zaldivar, nombrado Superintendente General de la fábrica y conclusión de la Capitana en Santoña. Se completó la tercera cubierta y se comenzó a instalarle la arboladura en mayo de 1690. Se terminó de instalar la arboladura el 22 de julio, quedando listo para embarcar la artillería, los bastimentos y la tripulación.

Debido al poco calado del puerto de Santoña, la capitana debía ser trasladada al surgidero de los Frailes, operación que se retrasó por estar merodeando una escuadra francesa, por lo que se decide que le debían escoltar los navíos San Carlos y San Juan, de la escuadra del almirante don Pedro de Aramburu, que se encontraban en Pasajes. Ante el retraso de los dos navíos, el capitán de Mar de Guerra don Vicente del Campo, que ya le había llevado de Colindres a Santoña, le sacó al surgidero del Fraile a primeros de septiembre, cuando quedaban pocos días para que llegaran los dos navíos. Se le instalaron los 94 cañones (28 de a 18 libras, 26 de a 12 libras, 24 de a 8 libras, 12 de a 6 libras y 4 de a 4 libras), armas, pólvora, bastimentos y con una tripulación reducida de 396 hombres se entregó el navío al recién ascendido a almirante general don Nicolás de Gregorio para llevarlo a Cádiz.

En el mes de octubre de 1690 zarparon de Santoña rumbo a Cádiz con los galeones San Juan y San Carlos, 2 pingues, y 3 pataches mercantes de la escuadra del almirante don Pedro Aramburu. La escuadra tuvo que regresar a Santoña el 15 de octubre a causa de una tormenta del sudeste. El navío estuvo a punto de perderse y comenzó un enfrentamiento entre don Nicolás de Gregorio y Zaldívar, al acusar éste a Gregorio de incompetencia. Zarparon de Santoña y de nuevo tuvieron que entrar por un fuerte temporal en Pasajes. Para poder ponerlo en estado de navegación en agosto de 1691 hubo de asignarse nuevas partidas para reparaciones.

A primeros de septiembre de 1691 se hizo a la vela rumbo a Cádiz tripulado por 895 hombres y acompañado por la escuadra de siete naves. En diciembre se encontraba todavía en La Coruña tras haber varado sin consecuencias. Llegado a Cádiz con la citada escuadra, inicia sus servicios como capitana de la Armada del Océano. Su casco es embonado en Cádiz debido a problemas de estabilidad, forrando su casco con tablas para aumentar su manga.

Se menciona en varios libros y artículos, la estancia del Nuestra Señora de la Concepción y de las Ánimas en el Caribe con el conde de Saucedilla. Unos dicen que fue tras su entrada en servicio para auxiliar a la Armada de Barlovento, otros que a partir de 1695 en los Galeones del conde de Saucedilla hasta su regreso en 1798. Es cierto que en 1695 zarpa una escuadra de Cádiz al mando de don Diego Fernández de Zaldívar, conde de Saucedilla. Se trataba de la Flota de Galeones de Tierra Firme, que sale de Cádiz en octubre de 1695, formada por dieciocho naves mercantes, más otras dos que salieron en su conserva con otros destinos, y escoltados por la capitana, almirante y nave gobierno, que eran los llamados San José y Santa Teresa, Nuestra Señora de las Mercedes y Nuestra Señora de la Concepción y San Francisco. Evidentemente, la nave gobierno de esta Flota, no era la capitana de la Armada del Mar Océano, aunque tuviese el mismo nombre. La Armada de Barlovento contaba con una embarcación con el mismo nombre en aquellos años, pero artillada con sólo 40 cañones y tripulada por 230 hombres.

En 1692 y 1693 fue el buque insignia de la escuadra del almirante Pedro Corbeto, compuesta por 14 buques de guerra Esperanza (70), San Diego de Alcalá (70), Tres Reyes (70), Santa Rosa (64), San Carlos (66), Santa Teresa (62), San Ignacio (50), San Francisco (50), San Lorenzo (50), Santo Tomás de Aquino (50), San Agustín (24), San Pablo (16), Santa Clara y Santa Teresa). En diciembre de 1692 se unió a esta escuadra en Nápoles los buques del escuadrón de Flandes San Carlos (72), San Jerónimo (58), Santo Domingo (52), Sacramento (39) y el brulote Castilla (12). Al año siguiente entraron en Mahón, evitando la escuadra francesa del almirante Tourville.

En 1696 era la capitana real al mando de don. Ese mismo año realizó viaje con la escuadra a las islas Canarias y después realizó patrullas en los cabos de San Vicente y Santa María.

En 1700 figuró entre los buques de la expedición organizada para expulsar a los escoceses de sus establecimientos en la costa de Darién junto a otros navíos de la Armada del Océano, pero en ese momento la capitana y almiranta, la Santísima Trinidad, de esta Armada necesitaban unas reparaciones muy costosas, además de no ser unidades adecuadas para transportar tropas, ya que su gran calado podía hacerlas embarrancar al acercarse a la costa.

En los primeros planes estaba previsto que los navíos Nuestra Señora de la Concepción, Santísima Trinidad y San Francisco, de la Armada del Océano, participaran en esta expedición, por lo que Fernández Duro y otros autores como Saiz Cidoncha, los incluye en el estado de fuerza de la escuadra de Navarrete. La Capitana Real y los otros buques mencionados se estuvieron reparando y carenando en Cádiz para la citada expedición. Finalmente, la Junta de Guerra decide, a mediados de mayo de 1700, que la Capitana y Almiranta no zarpen de Cádiz con la escuadra de Navarrete, por lo que los dos buques son desarmados para completar el alistamiento del resto de la escuadra.

Este navío y el Santísima Trinidad se encontraban en Cádiz en 1701 con la escuadra de 25 navíos al mando del almirante francés D’Estrees, siendo el Nuestra Señora de la Concepción insignia del almirante general don Pedro Fernández de Navarrete y el Santísima Trinidad estaba al mando de don Antonio Gaztañeta.

El 23 de agosto de 1702 se encontró en la defensa de la ciudad de Cádiz, atacada por la escuadra anglo-holandesa al mando del almirante George Rooke, que irrumpió en la bahía gaditana sin mucho éxito. El 16 de septiembre las galeras remolcaron al navío cerca de Matagorda para responder al fuego enemigo, pero al abandonar los británicos el ataque, quedó en Puntales.

En 1705, temiendo un nuevo ataque anglo-holandés en Cádiz, se pensó en hundirlo en los canales de acceso a la bahía, junto al navío Santísima Trinidad, almiranta de la Armada del Océano, debido al mal estado de los buques y su escaso valor militar. Estaba desguazado parcialmente, utilizando sus maderas para la reparación de la almiranta. Tras quince años de servicios, sus restos fueron hundidos en Puntales en 1705 para cerrar el canal de acceso a la bahía de Cádiz en previsión de nuevos ataques enemigos.

Bibliografía:

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Compilada por Santiago Gómez.

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