1797 Combate naval del Cabo de San Vicente 14 / II

Posted By on 4 de julio de 2014

El 18 de agosto de 1796 se firmaba el tratado de alianza ofensiva y defensiva entre su Magestad católica y la república francesa en San Ildefonso, siendo renovados los compromisos de los anteriores Pactos de Familia (aunque Napoleón no era Borbón). Siendo los firmantes finales (pues en la república habían distintos niveles de mando y paso por todos ellos) por L. M. Reveliere Lepeaux, presidente. — El ministro de relaciones exteriores Cárlos de la Croix.  — Secretario general Lagarde. Por parte de España don Manuel Godoy.

Este fue el punto de partida y causa principal del combate que tratamos de dar a conocer.

Al comenzar 1797 la escuadra del océano se encontraba en el puerto de Cartagena, al mando de su general don José de Córdova: la componían veintisiete navíos de línea, de ellos uno de 130 cañones; seis de 112; uno de 80 y 19 de 74, más ocho fragatas, cuatro urcas y un bergantín, pero todos ellos estaban faltos en parte de su dotación, pues según datos del propio Córdova, no eran menos de cuatro mil los que le faltaban para afrontar un combate con garantías, de ahí su intención de entrar en la bahía de Cádiz y reforzar las dotaciones para proseguir la guerra, aparte de esto a algunos buques también les faltaba algún cañón y a todos ellos mucha práctica de mar a sus dotaciones incluidos los oficiales, jefes y el propio general al mando (la sempiterna y desafortunada costumbre de desarmar las escuadras al ser firmada una paz), para concluir el porvenir de esta escuadra, las dotaciones estaban faltas de fusiles, pistolas y armas blancas, de ahí lo fácil que le resultó a Nelson poder abordar dos navíos que casi le triplicaban en hombres en sus cubiertas.

El 2 de febrero seguido zarpó la escuadra a remolque de su puerto base con rumbo a Cádiz, se aprovechó su salida para incorporarle un convoy con derrota a la misma bahía compuesto por más de cuarenta velas, además de trece lanchas cañoneras y obuseras que se habían construido en el Arsenal, las cuales se separaron al encontrase el 5 siguiente en aguas de su apostadero de destino, Algeciras, para ser utilizadas en la defensa y ataque al peñón de Gibraltar; con el convoy entró en la bahía la división al mando del general don Domingo Nava, compuesta por los navíos Bahama, de 74 cañones al mando del capitán de navío don José Aramburu e insignia de la división, Neptuno, de 74, al mando del capitán de navío don José Lorenzo Goicoechea y Terrible, de 74, al mando del capitán de navío don Francisco Uriarte.

Al estar a la altura de la bahía y decidido a entrar, de pronto se desató un duro temporal del E. al SSE., al correrlo arrastro a los buques durante ocho días, tal esfuerzo y tan continuado aún dejó más mermadas las dotaciones, los que no estaban enfermos estaban casi reventados del duro trabajo y mal comer, comenzando a calmar cuando se hallaban a la altura del cabo de San Vicente, por efecto del Dios Eolo los buques quedaron desordenados, dispersos, algunos sotaventados, por lo que más que una escuadra, parecía iban en una parada naval pero sin orden.

John Jervis al mando de su escuadra conocedor de la salida de la española se hizo a la vela desde Lisboa el 19 de enero, en principio eran once sus velas, pero el 19 el St. George, de 98 cañones fue abordado en Cachopo del Sur por una fragata portuguesa que le obligó a varar para no irse al fondo, encontrándose en aguas del cabo de San Vicente el 6 de febrero se le unieron cinco navío y una fragata, dislocados de la escuadra del Canal, alcanzando con ellos los quince navíos, cuatro fragatas, dos balandras y cúter, el 12 de febrero los navíos Colossus y Culloden, se abordaron al realizar una maniobra de cambio de rumbo por contramarcha; el primero no sufrió graves averías, pero en el segundo fueron graves, por ello se le reparó con los medios de a bordo pues Jervis no permitió perder más buques, conocedor de su inferioridad numérica. Al día siguiente los encontró la fragata Minerve al mando del comodoro Nelson, quien venía de dar protección a un convoy en el Mediterráneo y de paso observar a la escuadra española, incorporándose a la escuadra el buque, pasando Horacio a ocupar su puesto como jefe de la retaguardia de la escuadra a bordo del Captain, pasando a informar a su almirante de la composición de la española, al mismo tiempo del desorden en el que navegaba.

Al amanecer del 14 el Culloden avisó con rumbo SSW, velas a la vista, confirmándolo algo más tarde las dos fragatas en vanguardia Liveli y Niger, ordenando el almirante formar en dos columnas cerradas, a conveniencia de cada capitán, sin un orden estricto, por número de cañones o características de andar de cada cual.

En la noche del 13 comenzó a calmar, soplando una suave brisa, al amanecer con horizontes cargados y lloviznando Córdova ordeno formar en tres columnas con rumbo al ESE., más tarde por haber oído unos cañonazos ordenó a la fragata Matilde, más los navíos Pelayo y San Pablo, pusieran rumbo al punto escuchado la noche anterior, con la orden de expresa de hacerse llegar al grueso antes del anochecer. Algo más tarde se divisó una vela, dando la orden al Príncipe de Asturias para que averiguara su procedencia.

La imagen debía de ser paradójica, la escuadra en esos momento estaba dividida y dispersa en cuatro formaciones, la de las urcas cargadas con azogue, lentas y complicadas de manejar, y la escuadra en sí sin ningún orden, para terminar de arreglarlo se desprende de tres navíos, en vez de ordenar esas descubiertas a las fragatas, poco válidas en caso de combate general entre navíos de línea. A las 09:40 se avistó el resto de la escuadra británica, con rumbo al N. ¼ NE., del Santísima Trinidad, fue cuando don José ordenó por señales; ceñir por babor, zafarrancho de combate y caza general sin sujeción a puesto, soplando el WSW.

Su idea de haber estado unida la escuadra hubiera funcionado, pues eso la colocaba con rumbo de vuelta encontrada pero a barlovento, pero tomando como eje al buque de su mando que formaba en el cuerpo principal formado por las cuatro columnas navegaba arrumbado al ESE., un grupo de seis buques a sotavento de la vanguardia del cuerpo, otro formación a estribor de cinco navíos, el tercero a babor con cuatro navíos, dos navíos y la fragata a barlovento, pero a retaguardia y solo otro grupo en vanguardia a sotavento con seis navío.

La composición y formación de la escuadra española en este instante era:

Cuerpo principal

Primera columna o centro.

Santísima Trinidad 130 Insignia del general don José de Córdova. Mayor general, capitán de fragata don Ciriaco Cevallos. Comte.: brigadier don Rafael Orozco.

Mejicano 112 insignia del jefe de escuadra don Pedro de Cárdenas. Comte.: brigadier don Francisco Herrera.

Soberano 74 Comte.: brigadier don Juan Vicente Yáñez.

San Nicolás 80 Comte.: brigadier don Tomás Geraldino.

San Isidro 74 Comte.: capitán de navío Teodoro Argumosa.

Salvador del Mundo 112 Comte.: brigadier don Antonio Yepes.

San Ildelfonso 74 Comte.: capitán de navío don Rafael Maestre.

Segunda columna a barlovento de la central.

Concepción 112 Insignia del teniente general, conde Morales de los Ríos. Comte.: brigadier don José Escaño.

Santo Domingo 60 Comte.: capitán de navío don Manuel de Torres.

Conquistador 74 Comte.: capitán de navío don José Butler.

San Juan Nepomuceno 74 Comte.: capitán de navío don Antonio Boneo.

San Genaro 74 Comte.: capitán de navío don Agustín Villavicencio.

Tercera columna a sotavento de la central.

Glorioso 74 Comte.: capitán de navío don Juan Aguirre.

Atlante 74 Comte.: capitán de navío Gonzalo Vallejo.

Firme 74 Comte.: capitán de navío don Bruno Ayala.

San José 112 Insignia de jefe de escuadra don Francisco Javier Winthuyssen. Comte.: brigadier don Pedro de Pineda.

Vanguardia a sotavento del cuerpo de la escuadra.

Príncipe de Asturias 112 Insignia del teniente general don Juan Joaquín Moreno. Comte.: brigadier don Antonio de Escaño.

Conde de Regla 112 Insignia del jefe de escuadra conde de Amblimont. Comte.: brigadier don Jerónimo Bravo.

San Fermín 74 Comte.: capitán de navío don José de Torres.

San Antonio 74 Comte.: capitán de navío don Salvador Medina.

San Francisco de Paula 74 Comte.: capitán de navío don José Ussel de Guimbarda.

Oriente 74 Comte.: capitán de navío don Juan Suárez.

A barlovento y retaguardia del cuerpo de la escuadra.

Infante don Pelayo 74 Comte.: capitán de navío don Cayetano Valdés.

San Pablo 74 Comte.: brigadier don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Santa Matilde fragata 34 Comte.: capitán de fragata don Manuel Vitoria.

Buques sueltos; Fragatas: Ceres, Santa Brígida, Diana, Perla, Nuestra Señora de Atocha, Mercedes y Nuestra Señora de la Paz. El bergantín Vigilante y las urcas: La Anunciación, Santa Paula, Santa Justa y Santa Balbina.

Sobre las 10:00 Jervis vio las señales de Córdova, si sus comandantes obedecían sería un duro y complicado enfrentamiento, dada la situación todos tan solo debían de arribar sobre el cuerpo principal, y los que iban a retaguardia debía de forzar de vela, (nada complicado) por lo que en poco tiempo podía estar la línea de combate bien formada y dada la inferioridad numérica se complicaba la situación, pero como es habitual el Dios Eolo no quiso fuera así, pues roló al O., favoreciendo la derrota de Jervis y comprometiendo la de Córdova.

La escuadra británica por orden de la línea de batalla: Culloden, 74, capitán Thomas Troubridge; Blenheim, 98 capitán Thomas Lenox; Prince-George, 98 insignia del contralmirante Wm. Parker; capitán John Irwin; Orion, 74, capitán James Saumarez; Colossus, 74, capitán George Murray; Irresistible, 74, capitán George Martin; Victory, 100; insignia del almirante John Jervis, capitán Robert Calder; Egmont, 74, capitán John Sutton; Goliath, 74 capitán Charles H. Knowles; Barfleur, 98, insignia del vicealmirante Wm. Waldegrave, capitán Richard Daeres; Britannia, 100, insignia del vicealmirante  Charles Thompson, capitán Thomas Foley; Namur, 90 capitán James H. Witshed; Captain, insignia del comodoro Horacio Nelson, capitán Ralph Willet Miller; Diadem 64, capitán George H. Towry y Excellent 74, capitán Cuthbert Collingwood.

Con las fragatas: Minerve, Lively, Niger y Southampton; corbetas: B. Citoyenne y Raven más la balandra Fox.

Un poco más tarde de las 12:00 Jervis ordenó virar sucesivamente por contramarcha, con esta táctica se alejaba de la retaguardia española y solo se enfrentaría al cuerpo principal, de hecho al comenzar la virada los británicos fueron bombardeados precisamente por la retaguardia, de hecho el Culloden y Blenheim los primeros de la línea viraron, pero el tercero el Prince-George recibió un duro fuego del Príncipe de Asturias, comandante el brigadier don Antonio de Escaño e insignia de don Juan Joaquín Moreno, Conde de Regla y San Francisco, los más a vanguardia de la retaguardia, el Colossus que seguía quedó desarbolado de todos sus palos, obligándole a virar en redondo para alejarse sobre todo del Príncipe de Asturias, el más adelantado de la retaguardia, manteniendo el fuego con los restantes cuatro británicos que seguían a los anteriores, logrando con ello minimizar el desastre, pues retrasaron la virada de la mitad de la escuadra británica y con ello libraron no poco al Santísima Trinidad, pues de haber llegado todos ellos unidos no hubiera dado tiempo a la llegada de la misma división para rescatarlo.

Al ponerse el Culloden dando el costado al Trinidad comenzó el fuego y al ver su situación (casi de abandono total) Córdova enarbola la señal 166: Virar por redondo toda la escuadra simultáneamente. Pero no se le obedeció, así ordenó izar la señal 268: Los navíos de cabeza tomen el mismo bordo que el enemigo y ataquen su retaguardia por sotavento. No se le hizo caso, izando la 207: Arribar toda la escuadra simultáneamente. Esta tampoco la vió ningún comandante, no sabiendo ya que orden dar para restablecer la línea, se izaron a la vez la 226 y 228: Acortar velas los navíos de cabeza y arribar dos cuartas.

Esta fue la señal que Nelson vio más clara y a pesar de que su almirante llevaba izada la número 41 en su Victory: Tomar posiciones apropiadas para apoyo mutuo, atacar al enemigo al llegar sucesivamente; fue cuando sobre las 13:00 viró con su Captain dando la orden de que le siguieran los dos restantes buques de la línea, el Diadem y Excellent, aproando sobre el San Nicolás, San José, San Isidro y Salvador del Mundo, frenando con su acción el avance de la vanguardia española y evitando que ésta envolviera a la británica, a pesar de ello acudieron en su apoyo los dos primeros de la línea, el Culloden y el Blenheim abandonando su duelo con el Trinidad, pues Nelson se iba a enfrentar a dos de 112, uno de 80 y otro de 74.

Córdova viendo que nadie le obedecía, a las 14:00 izó las señales 252 y 256: Dar al enemigo un ataque general y cada navío empeñase el combate cuando pudiese, a pesar de ello no hubo respuesta, pues en ese momento aún no había sucedido nada importante y si en cambio algún navío británico estaba en muy malas condiciones.

Después de haber sufrido un duro castigo el Salvador del Mundo, continuó éste por el Irrestible, Diadem y Barfleur, viéndose obligado a arriar la bandera; cuando el Excellent, capitán Cuthbert Collingwood, quien se había apoderado del San Isidro, tras una dura pelea aproó al San Nicolás el cual había dejado al Captain sin palos ni timón, por ello sin gobierno acudió en su ayuda, siendo poco antes de llegar cuando el San José desarbolado y sin gobierno ‹abrazó› con sus palos, jarcia y velas al San Nicolás, poco después éste era desarbolado a su vez muriendo su comandante el brigadier don Tomás de Geraldino y así Nelson pasó por él para tomar el San José; en éste enarbolaba su insignia de jefe de escuadra don Francisco Javier de Winthuyssen a quien una bala de cañón, se le llevó las dos piernas por las ingles, al verlo todo perdido aún tuvo tiempo de gritar: «¡Fuego a la santabárbara!», orden que no se pudo llevar a efecto, por el abordaje final de los británicos.

Después de apoyar a su jefe el Excellent viró y se fue a por el Trinidad, situándose a sotavento, pues por la otra banda estaba soportando el fuego del Blenheim, Orion e Irresistible, así acosado arrió el pabellón, pero por el humo no fue visto hasta izar el pabellón británico, momento en el que ya se aproximaban el Infante don Pelayo y el San Pablo, siguiéndoles de cerca el Príncipe de Asturias y Conde de Regla, detrás de ellos otros cinco navíos, volviendo arriar la bandera británica e izando su pabellón, viendo esto John Jervis dio la orden de replegarse, pues en sus buques comenzaba a faltar la pólvora y algunos en muy estado, y debía proteger sus cuatro capturas, y con ellas la muestra de su triunfo, de hecho ya tenía dadas órdenes de destruirlos en caso de intentar ser recuperados por los españoles.

Las pérdidas españolas fueron los cuatro navíos, San José y Salvador del Mundo de 112 cañones, San Nicolás, de 80 y San Isidro, de 74, junto a ellos mil doscientas ochenta y cuatro bajas; por parte británica, cuatro navíos muy dañados, los Captain, Culloden, Excellent y Blenheim, setenta y tres muertos y doscientos veintisiete heridos graves, quienes fallecieron a los pocos días, más cien contusos, cuatrocientas bajas en total.

Al amanecer del 15 ambas escuadras estaban formadas en línea de batalla a la vista una de la otra, con la española a barlovento con 19 navíos. Se conservaba la superioridad numérica, por ello era una muy buena ocasión para atacar a los británicos de nuevo, pues estaban escasos de munición y tratar de recobrar alguna presa y apresar algún barco enemigo de los dañados no estaba fuera de ser posible. Córdoba preguntó por señales a sus comandantes si consideraban conveniente atacar, sólo tres dijeron que sí, Príncipe de Asturias, Infante don Pelayo y Conquistador. En vista de ello desestimó el ataque y se dirigió hacia Cádiz. Éste a nuestro parecer es el verdadero causante de la desgracia personal del comandante en jefe, pues para eso ello lo era y no debió de preguntar a nadie nada, solo dar órdenes y tratar de devolver golpe por golpe.

Enarbolaba su insignia don Juan Joaquín Moreno como teniente general tercer jefe de la escuadra en el navío de tres puentes Príncipe de Asturias; al quedar despejada la cerrazón que era muy espesa, vio el desorden en que navegaba la escuadra española y la impecable línea de batalla de la británica.

El general trató por todos sus medios de reunirse con el general en jefe y auxiliar a la retaguardia, por estar siendo doblada y en una situación nada halagüeña; logrando tras ímprobos esfuerzos reunir a cuatro navíos junto a su insignia, consiguiendo con su oportuna intervención evitar que el descalabro fuera de mayores proporciones para nuestra Armada; poniendo el punto final al combate, con una formidable andanada del navío Conde de Regla, siendo éste uno de los reunidos acudiendo con él al final del combate, aunque la fatalidad quiso que el jefe de escuadra conde Amblimont que en él izaba su insignia perdiera la vida, el comandante del mismo navío el brigadier don Gerónimo Bravo fue herido, pero no acabó aquí la tragedia, pues el segundo de abordo también cayó herido, quedando como comandante de un tres baterías el teniente de navío don Francisco Maurell.

Los mismos enemigos ensalzaron el comportamiento de don Juan Joaquín Moreno en ésta acción; Nelson, le dirigió una carta en la que le dice: «Teseo 8 de Junio de 1797. — Señor. — Habiendo lo dicho un oficial español que V. E. deseaba tener una carta inserta en una Gaceta inglesa, que se supone escrita á bordo del navío de S. M. el Egmont, se ha hecho todas las averiguaciones posibles para conseguirla, pero sin efecto hasta la presente; y el capitan Sulton del Egmont ha practicado diligencias á su bordo para saber si se habia dado al público alguna carta del mismo navío; más no pudo averiguar se hubiese escrito; pero el Comandante en Jefe Sr. Juan Jerwis, ha querido remita á V. E. una Gaceta, que dando noticias relativas al navío de V. E., afirma que V. E. fué quien en aquella tarde salvó al navío Santisima Trinidad, y el Sr. Juan Jerwis está pronto á certificar que su navío de tres puentes que arbolaba insignia de Almirante de línea, empeño la bizarra accion de atravesar la escuadra inglesa entre el Vitoria y el Egmont. Tengo el honor de ser con el mayor respeto su más humilde obediente servidor. — Horacio Nelsson. — Sr. Teniente General, D. Juan Moreno.»

Moreno le contestó: «Muy señor mio. — Me sirve de la mayor satisfaccion el honor que me hace el Sr. Almirante D. Juan Jerwis, Comandante en Jefe de esa escuadra de S. M. B., facilitándome por el apreciable conducto de V. S., la Gaceta Morning-Herald. Quedo muy reconocido á su oferta y distinguidas espresiones; aprecio las diligencias practicadas por el capitan Sulton, y doy á V. S. las debidas gracias por sus atenciones, asegurándole en su mas reverente servidor Q. B. S. M. — Juan Joaquin Moreno. — Sr. Read-Admiral, D. Horacio Nelsson.»

Como aclaración de todo esto, transcribimos lo que Paula y Pavía dice al respecto: «Aquí conviene hacer una aclaración, que á su vez la hizo el ilustre General; Moreno, pues como buen militar jamás ambicionaba glorias agenas; tal es, que quien salvó el navío Trinidad de que cayera en poder de los enemigos, fueron los navíos Pelayo, mandado por el nunca bien celebrado D. Cayetano Valdés y el San Pablo, por el brigadier Hidalgo de Cisneros; que el General Moreno, con el navío de su insignia y los demás que le seguían sus órdenes, si bien contribuyó con sus acertadas maniobras al logro de aquel intento, lo más interesante que practicó fué restablecer el combate, y que los ingleses pronunciasen su retirada, abrigando los navíos que habían apresado, y conduciéndolos con su escuadra á la rada de Lagos.»

El Pelayo acudiendo en rescate del Trinidad. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

El Pelayo acudiendo en rescate del Trinidad. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

En honor a la verdad es que el navío Santísima Trinidad se salvó no sólo por el esfuerzo singular del Príncipe de Asturias, sino por la cooperación de varios buques: San Pablo, Infante Don Pelayo, Conde de Regla y San Francisco de Paula y aunque todos ellos estaban a las órdenes del general don Juan Joaquín Moreno.

El 28 siguiente sobre el cabo Cantín, el navío Santísima Trinidad navegaba solo con un trozo del trinquete y del velacho, el resto en bandolas con rumbo a la bahía de Cádiz, al principio fue escoltado por la fragata Mercedes (la de la posterior explosión en el mismo cabo en 1804 con el ataque británico en tiempos de paz) quien le dio varios cables de remolque, pero todos ellos faltaron dando por imposible poder mover ella sola al imponente navío, por ello regresó a la escuadra al dejarlo sobre la costa norteafricana, al abandonar la seguridad de esta zona e intentar cruzar a las de la península fue avistado, alcanzado y atacado por la popa por la fragata británica Terpsichore, una de las cuatro y tres corbetas que el almirante John Jervis ordenó buscaran al navío español y lo echaran al fondo, dada su casi total indefensión, pero el fuego vivo de los guardatimones del navío, dos cañones de á 24 y dos de á 36, en pocos minutos casi la dejaron fuera de combate, perdiendo el mastelero de gavia, averías en la arboladura, vergas, jarcias y costado sufriendo nueve muertos y varios heridos, la enemiga se alejo pero se mantuvo a la vista, hasta el 2 en que un vigía avistó a la escuadra proveniente del combate, uniéndose ese mismo día al baqueteado navío, fondeando en la bahía de Cádiz el mismo 3 de marzo todos juntos.

Se perdieron los cuatro navíos mencionados, contra una escuadra muy inferior en número de buques, pero hay que fijarse donde tenían el punto de mira los británico, no siendo otro su interés que apresar precisamente el Santísima Trinidad blanco preferido por todos los enemigos, (Nelson le tenía en gran «aprecio» por eso siempre intentó hacerse con él, llegó a decir que; los españoles construían buques muy buenos, pero no así con sus tripulaciones) consiguiendo salvarse pero muy mal tratado, a pesar de ello todos se batieron con firmeza y valor impidiendo cayera en sus manos, al quedar el buque en tan mal estado trasbordaron a la fragata Diana el general en jefe, su Estado Mayor y su ayudante, para pasar casi seguido al navío Conde de Regla, arribando a la bahía de Cádiz en la fecha indicada y el 12 por orden superior quedó desembarcado.

Es de destacar que si bien Nelson se llevó la fama, no lo fue menos para Cuthbert Collingwood quien con su navío Excellent, él solo capturó al San Isidro, al ver al Captain en apuros acudió en su apoyo, al comprobar se abordaba al San Nicolás, combatió al Santísima Trinidad por estribor, abandonando la posible presa al recibir la orden del almirante John Jervis de retirarse. No en balde en Trafalgar era el segundo del mismo Nelson, sin olvidar que John Jervis era el Primer Lord del Mar y por ello el jefe del Almirantazgo británico, no deja de ser real y no casual que en este combate estuvieron los mismos buenos y probados jefes que pusieron broche de oro a su Marina a costa de la española a lo que se unió la incapacidad comprobada del mando francés en Trafalgar.

Por nuestra parte, también se nota la presencia del brigadier don Antonio de Escaño al mando del Príncipe de Asturias, siendo su comportamiento de gran contraste con el resto, al que se une el Infante don Pelayo al mando de don Cayetano Valdés, el San Pablo a las órdenes del brigadier don Baltasar Hidalgo de Cisneros y el Conde de Regla con insignia del jefe de escuadra del conde de Amblimont y comandante el brigadier don Jerónimo Bravo. Solo estos últimos (el conde muerto en el combate y su comandante se desconocen datos) no estuvieron también en Trafalgar, los restantes ocuparon cargos de alta responsabilidad, don Cayetano Valdés alcanzo la máxima dignidad de la Real Armada, siendo su XVII capitán general y Gran Cruz Laureada de San Fernando de 5ª Clase.

Concluyendo que en este combate quedó demostrado el mal proceder del Gobierno, por su costumbre de ahorrar dinero (siempre con la Armada, pues los Guardias de Corps cambiaron en este tiempo cuatro veces de uniforme y no eran precisamente una bagatela) desarmando las escuadras al ser firmada alguna de las muchas paces, esto influía tanto en el manejo de escuadras por los generales al mando, como la falta de iniciativa de los comandantes, pues muchos no se fiaban incluso de sus propios hombres por no estar prácticos a bordo. La falta de acicate a los marineros era la causa de la falta de hombres al ser llamados para volver a embarcar, pues tampoco cobraban mientras no estuvieran sobre las cubiertas, produciendo una causa-efecto natural de negarse a regresar, sabiendo que si salían vivos volverían a quedarse sin trabajo, cuando éste ya lo habían encontrado en tierra, sí en tierra, porque es sabido que muchos ni siquiera se quedaban en la costa para evitar no ser reclutados a la fuerza.

Por todo ello la política al respecto y el resultado de este combate, marcó sin duda alguna el principio del fin de la Real Armada, como por desgracia al no enmendar sus formas se llegó a un 21 de octubre de 1805, en el que la marinería llevaba ocho meses sin cobrar y los oficiales más de cuatro; de ahí la convicción de que nada bueno iba a suceder a partir de este momento como quedó demostrado en Trafalgar, pues por buques no fue, quedaban en los arsenales cuarenta y cinco navíos después del combate, pero excepto cuatro todos se deshicieron por falta de carena. La falta de visión-atención de mirar al mar, una vez más nos llevó a la ruina casi total. No sabemos a qué nos recuerda esto el actual estado de España.

Bibliografía:

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VV. AA.: Antecedentes bélicos navales de Trafalgar. Instituto de Historia y Cultura Naval. Monográfico N.º 47. Madrid, 2004. Ciclo de conferencias sobre Trafalgar.

Compilada por Todoavante ©

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