Biografía de don Juan Vicente Yáñez y Mariño

Posted By on 23 de diciembre de 2013

 

Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Vino al mundo en la ciudad de Granada en el año 1751, fueron sus padres don Francisco Vicente Yáñez Gutiérrez y de su esposa, doña Ciprina Mariño y Uclés.

El día 15 de octubre del año 1768, sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz. Expediente 1.049.

El día 14 de enero del año 1771, fue ascendido a alférez de fragata, con este grado y en su periodo anterior de prácticas, permaneció en comisiones de corso contra las regencias norteafricanas, adquiriendo una excelente formación naval.

Continuaba en su comisión anterior, cuando se le entregó la Real orden del día 28 de abril del año 1774, siendo ascendido al grado de alférez de navío.

Realizó varios viajes a los presidios norteafricanos y otros a las islas Afortunadas, siempre en comisión de transportar hombres y pertrechos de guerra, como embarcar a los hombres relevados en ellos para devolverlos a la península, a su llegada de uno de ellos se le entregó la Real orden del día 16 de marzo del año 1776, notificándole su ascenso al grado de teniente de fragata.

Trasbordo a un navío con el que realizó un tornaviaje a Tierra Firme para cargar el situado, posteriormente quedó desembarcado, siendo destinado al mismo Departamento, con destinos en diferentes servicios, hasta que le fue entrega la Real orden del día 23 de mayo del año 1778, siendo ascendido al grado de teniente de navío.

Pasó a destinado a otros buques desempeñando distintos puestos, cruzando de nuevo el océano en varias ocasiones, con destino tanto a Tierra Firme como a Veracruz y la Habana, siempre en la comisión de transportar a la ida azogues y cargar el situado, a su llegada de uno de ellos se le ordenó trasbordar a un navío perteneciente a la escuadra del general don Luis de Córdova, la cual el día 9 de agosto apresó al gran convoy británico de cincuenta y cinco velas sobre el cabo de Santa María, de las que solo tres amparadas por la niebla y la lluvia pudieron escapar, regresando a la bahía de Cádiz.

Pocos días después zarpó de nuevo en unión de la francesa al mando del conde D’Orvilliers, tomando parte en la segunda campaña del Canal de la Mancha, regresando a la bahía de Cádiz el día 23 de septiembre del año 1781.

A su regreso declarado el gran bloqueo a Gibraltar, se le destinó a una de las baterías flotantes invento del francés D’Arçon, el día 13 de septiembre del año 1782 llevaron a cabo el ataque apoyadas por otros navíos y buques, pero el fuego de la plaza con sus ‹ balas rojas › a pesar de estar diseñadas con un sistema de riego en prevención a ellas, se incendiaron, obligando a su abandono antes de que saltaran por la explosión de su Santa Barbará, siendo uno de los que fue recogido de la mar por los botes de los navíos.

Unido a la misma escuadra participó en el combate naval del día 20 de octubre siguiente, en el que se enfrentó la escuadra del general don Luis de Córdova, contra la británica del almirante Howe en aguas del cabo Espartel, cuando la enemiga se hizo a la mar después de haber descargado y protegido a la flota de transportes que custodiaba.

Los británicos admiraron: «…el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias » El combate tuvo una duración de cinco largas horas. En el que solo se sufrieron algunos desperfectos, pues los buques británicos ya llevaban su obra viva forrada de cobre, lo que les permitió en todo momento guardar las distancias y prácticamente solo fue un fuego a larga distancia, hasta que el resto de la escuadra española estaba a punto de tenerlos bajo su fuego, momento que decidió al almirante británico a forzar de vela para alejarse del peligro por su manifiesta inferioridad numérica.

Por todos estos hechos y su excelente comportamiento se le entregó la Real orden del día 21 de diciembre del año 1782, notificándole su ascenso al grado de capitán de fragata.

Se le otorgó el mando de la fragata Liebre, desempeñando con ella comisiones por todo el seno mejicano, tanto en comisión de correo, como para transportar tropas o pertrechos de guerra, así como embarcar situado para desembarcarlo en la Habana.

Al regresar a la península desde la América del sur, al mando de la fragata Rosario, hubo un incidente digno de mención, porque explica claramente la hipocresía de los gobernantes del Reino Unido, pues pone bien a las claras que no es lo mismo dar que recibir, siendo un hecho de mucha menor importancia que varios de los cometidos por ellos, ni comparable al que protagonizaron con el ataque en tiempos de paz a la división de fragatas al mando de Bustamante; en éste caso exigieron su justicia:

El día 3 de agosto del año de 1790, se había hecho a la vela desde el puerto de la Habana, con derrota a Cádiz, dando escolta a un convoy formado por las urcas Santa Polonia y Redentora y la fragata Wincomb, todas ellas mercantes.

El día 7 siguiente se encontraban en el canal de Bahama, cuando divisaron vela que al darle alcance supieron era una fragata británica mercante, llamada Tralawny Planstre, ésta maniobró para reconocer a la fragata de guerra Rosario, Yáñez dio la orden para que el capitán de la británica pasara a bordo de la española, previo aviso de un cañonazo, el británico contesto que no podía por tener los botes en malas condiciones, por ello se le ordenó al teniente de fragata español don Francisco Manjón, pasase al buque británico para su reconocimiento, pues el orgullo del británico se lo impedía.

Se vió que era orgullo, al ser reconocido el buque por el oficial español, éste tenía los botes en perfecto estado, lo cual ya era, a parte de una falta de cortesía, aumentaba la sospecha con esa agria actitud, sin menos cabo de haber intentado burlarse de los españoles y peor aún de España entera.

Por ello Yáñez ordenó fuera encepado el capitán británico, pero por cortesía solo lo mantuvo una hora, al cumplir el castigo ordenó ponerlo en libertad.

Por todo esto recibió el Rey de España una queja del embajador británico en la Villa y Corte; para tranquilizar a éste ordenó que a Yánez, por el «…mal trato inferido a un ciudadano de un país amigo » se le formase Consejo de Guerra de oficiales generales, la sentencia emanada fue de ser arrestado y por ello privado del mando de su buque, siendo llevado a cumplir la condena en el navío Glorioso.

El Rey británico, (después del varapalo al marino español, mostró su cara humano-hipócrita), pues habiéndose dado por satisfecho por el castigo, pidió al Rey de España, que a Yáñez se le pusiera en libertad y fuera restituido en su empleo. ¡No se reirían los gobernantes británicos!

El día 19 de julio del año 1791, fue nombrado Comandante del Arsenal de La Carraca, habiendo sido ya ascendido al grado de capitán de navío.

En el año 1793, al ser declarada la guerra a la República francesa, se le otorgó el mando del navío Triunfante, de 74 cañones, perteneciente a la escuadra del general don Juan de Lángara, participando en la defensa de Tolón y más tarde en la protección de la evacuación de la plaza.

En el año 1794 también participó en la defensa de Rosas, estando esta vez a las órdenes del general don Federico Gravina.

Estando en el transcurso de estas operaciones, el día 5 de enero del año 1795 sobrevino un fuerte temporal que azotó a la escuadra muy duramente, a pesar de sus buenas disposiciones llevadas a efecto, pues estaba fondeado con cuatro cables y la esperanza, viendo que estos por su mal estado no iba a soportar el envite y faltándole ya los cuatro quedando solo el de la esperanza, dio la orden de picarlo, intentando a pesar de llevar la primera batería bajo la línea de agua, para darse a la vela para evitar la pérdida del buque, pero el viento aflojó y la corriente lo arrastró, solo quedaba la posibilidad de conducirlo a un lugar menos peligroso que las islas Medas, embarrancando entre San Pedro Pescador y la Escala, así se pudo desembarcar la tropa transportaba y toda la dotación, siendo al amainar el temporal recuperados todos los efectos de navío.

Como en su buque enarbolaba su insignia el jefe de escuadra don Juan Obando, Segundo al mando de la escuadra del general don Federico Gravina, redactó un informe detallado de todo lo ocurrido, por esta recomendación se le evitó pasar por un Consejo de Guerra.

El propio general don Federico Gravina, recomendó a Yáñez, diciendo: « Ha ido varias veces a la plaza en medio del fuego de los enemigos; es un buen oficial, inteligente, activo y celoso; merece un premio » Se puede hacer más largo, pero los marinos son escuetos y parcos en palabras, sobre todo al felicitar a alguien, aquí está la prueba.

Por Real orden del día 26 de febrero del año 1795, se le ascendió al grado de brigadier.

Continuó en la escuadra del general don Juan de Lángara, participando en todas las misiones de esta escuadra en el mar Mediterráneo, estando al mando del navío Soberano, hasta firmarse la paz de Basilea el día 22 de julio del año de 1795, 4 thermidor, año tercero de la República Francesa. — Domingo de Iriarte. — Francisco Barthelemy.

Al declararse la guerra (no salíamos de una ya estamos en otra), esta vez contra el Reino Unido, se le otorgó el mando del navío Soberano, con su navío participó en el fatídico combate del 14 de febrero del año de 1797, denominado del cabo de San Vicente, entre la escuadra del general don José de Córdova y la británica del almirante Jervis.

El Soberano fue uno de los pocos que entraron en combate y realizó una meritoria actuación, batiéndose con valor; éste fue el resumen del Consejo de Guerra que juzgó a los oficiales y generales de aquel infausto combate, por ello el baylío don Antonio Valdés, presidente del mencionado consejo, remitió informe a su Majestad.

Poco después se le otorgó el mando del tres baterías Príncipe de Asturias, perteneciente a la escuadra del general don José de Mazarredo, pero arbolando la insignia del segundo jefe de esta escuadra, el general don Federico Gravina.

Participó en la defensa del puerto de Cádiz, contra el almirante Nelson quien con su escuadra ejercía el bloqueo de la bahía, cuando los británicos abandonaron el mencionado bloqueo, por orden del general Mazarredo, se efectuó una salida en persecución de los bloqueadores, participando Yáñez.

En el año 1799 se realizó otra salida, pero en dirección opuesta, pues fue en derrota del Mediterráneo y punto de encuentro en el Arsenal de Cartagena con la francesa del almirante Eustache Bruix, regresando conjuntamente al puerto de Cádiz.

Volvieron a hacerse a la vela con rumbo al puerto francés de Brest las dos escuadras aliadas, al llegar a éste puerto fondearon y allí estuvieron hasta ser firmada la paz el día 27 de marzo del año 1802 en la ciudad de Amiens con el Reino Unido, regresando la escuadra española al puerto de Cádiz, al mando del general don Antonio de Córdova.

Fue ascendido a jefe de escuadra, cuando se encontraba en la Corte formando parte como vocal del Consejo Supremo de Guerra, poniendo en práctica sus extraordinarios conocimientos sobre todo en organización, en los que había demostrado su valía siendo siempre muy bien acogidas sus opiniones.

El día 20 de septiembre del año 1804 se publicó en la Gaceta de Madrid una Real orden siéndole concedido el retiro de la Armada a propia petición; toda la Corporación se quedó muy sorprendida por ser uno de los generales más destacados por varios conceptos.

Era una Orden muy laudatoria, pues recopilaba todos sus hechos de armas que, no habían sido pocos, terminaba diciendo: «…al querer abrazar el estado eclesiástico S. M. le confería una canonjía en la catedral de Valencia »

Continuo en su puesto hasta terminar todo lo que él había comenzado en el Consejo Supremo de Guerra, entre otros su gran trabajo en la « Ordenanza de Matrícula »

El día que el Rey lo dedicaba a recibir a personas de alto interés, por la mañana se presentó vestido con el uniforme de general de la Armada y el mismo por la tarde se presentó de nuevo, pero, con el hábito eclesiástico.

Todo un carácter.

Al dejar la Armada no se sabe cuando falleció exactamente, siendo de suponer sería en los primeros años del siglo XIX.

Bibliografía:

Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegría y Chalain. Madrid, 1843.

Carlan, J. M.: Navíos en Secuestro. La escuadra Española del Océano en Brest (1799-1802). Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1951.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Terrón Ponce. José L.: El Gran Ataque a Gibraltar de 1782 (Análisis militar, político y diplomático). Ministerio de Defensa. Madrid, 2000. Premio Ejército 1999.

Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

Fernández Duro, Cesáreo.: Naufragios de la Armada Española. Establecimiento tipográfico de Estrada, Díaz y López. Madrid, 1867.

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