Biografía de don Luis Reggio y Brachiforte Saladino y Colonna

Posted By on 20 de julio de 2014

Capitán general de la escuadra de Galeras de Sicilia.

Príncipe de Campoflorido.

Grande de España de 1ª clase. Febrero de 1727.

Comendador de la Real Orden Militar de Santiago.

Caballero de la Real Orden Militar de Calatrava. En 1681.

Virrey de Valencia.

Capitán general de Guipúzcoa.

Vino al mundo en la ciudad de Palermo el 5 de noviembre de 1677, hermano mayor de Miguel y Andrés, siendo una de las primeras familias de Sicilia, su padre era hijo de los Príncipes de Aci, San Antonio, San Felipe y Campo Florido, Grande de España y su madre doña Dorotea Brachiforte y Colonna descendiente de los Príncipes de Carini.

Por el congreso de Utrech (del que salieron varios Tratados de Paz con los distintos países participantes en la guerra de sucesión al trono de España) el rey don Felipe V hizo entrega del reino de Sicilia el 10 de junio de 1713, pero se reservó la posibilidad de poder recuperarlo, por ello se volvió a firmar otro Tratado con el nombre de la Cuádruple Alianza el 2 de agosto de 1718 en Londres, por el que el Rey de España renunciaba a recuperar los territorios de las Dos Sicilias. Lo cierto es que tanto el emperador Carlos VI como el Rey no llegaron nunca a estar de acuerdo, por ello unos años después los territorios fueron reconquistados por las armas españolas.

Esto viene a cuento, porque el primer dato que tenemos de don Luis es como capitán general de la escuadra de galeras de Sicilia, pero justo en 1713, indicándonos con ello que fue quien entregó el mando de ellas, sin poder saberse desde cuándo lo ostentaba, al ser entregada la isla a los austriacos viajó a la Península.

Por su alta alcurnia sus inmejorables servicios a los monarcas españoles, don Felipe lo nombró en 1715 capitán general de Guipúzcoa, estando en su cargo le llegó la noticia de don Julio Alberoni ministro Universal del Rey, de su intención de crear la Real Compañía de Caballeros Guardias Marinas.

Por pensar que: «En el nuevo pie que dió a la Real Armada el advenimiento de los Borbones, su puntal más firme había de ser la creación de una escuela en donde dar carácter de unidad a las enseñanzas y doctrina precisas para seguir la carrera de las armas en la Marina del Rey, hasta entonces constituida por gran número de escuadras y flotas autónomas y, en ocasiones, incluso antagonistas. Creando así el Cuerpo General, había que pensar en la fuente de donde ir sacando el numeroso personal necesario, a la sazón casi autodidáctico, empírico por demás y con escaso bagaje científico, a cargo casi exclusivo de los beneméritos pilotos que había en el Colegio de San Telmo, de Sevilla, mientras los capitanes de los bajeles y los cabos superiores de las escuadras no eran sino, a lo sumo, buenos soldados con hábitos de mar y hasta duchos en achaques de maniobrar en ocasiones de tiempos y enemigos, mas ayunos de la ciencia del pilotaje, y sus auxiliares, que ya con el auxilio de la trigonometría y mejores instrumentos, se iba alejando de aquellos oscuros astrolabios y ballestillas y del punto llamado ‹de fantasía›»

Como prueba Alberoni envió algunos jóvenes a estudiar en Francia, entre ellos el célebre don Blas de Lezo, pero a su entender, la instrucción recibida dejaba mucho que desear, a pesar de ser todos ellos de la nobleza, por contra los británicos que ya apuntaban como primera potencia naval sus oficiales comenzaban desde muy pequeños a embarcar recibiendo las normas de sus oficiales, incluso en buques mercantes, pero sin técnica ni disciplina lo único con más experiencia de mar y algo parecido a lo anterior en España. Por ello pensó educar a los jóvenes de la nobleza, aprovechándola para la Armada y adoptó un sistema mixto entre la excesiva persistencia en tierra de los ‹Gardes de la Marine› y la total permanencia a bordo de los ‹midshipmen› británicos, pero faltos de unidad de doctrina y conocimientos.

Conocedor de ello don Luis escribió al Diputado de la nobleza de su jurisdicción dando a conocer la noticia, para impulsar la afluencia de hombres, teniendo en cuenta que su capitanía era correspondiente a las actuales demarcaciones de Navarra, País Vasco y Cantabria, diciendo:

«Señor mío: Habiendo el Rey (Dios le guarde), con motivo de haver dado principio al establecimiento de su Real Marina, resuelto establecer en ella un número de Cadetes hijos de Oficiales, hijos de Oficiales que hayan servido en la misma Marina, o en los oficios de tierra con los grados de capitán inclusive en adelante, o hijos de personas Nobles, y que sean de catorce hasta dieciocho años y no más, a fin de que, empezando desde luego a servir en los Vageles, se instruian en ellos, y en las Academias o Seminarios que se les destinare en las circunstancias que deven ocurrir en un buen oficial de Marina y aún para el de Tierra, para que los que más se aventaxaren sean promovidos a los empleos vacantes, y se exercite la nobleza en una profesión tan propia para ella misma, lo paso a la noticia de Vuestra Señoria en virtud de las Reales Ordenes con que me hallo, afin de que vuestra señoria haga saber esta Real deliveración, para que puedan los que tuvieren la circunstancia referida y el ánimo hecho a servir a S.M. en la mar con el referido carácter de Cadete y el goce de diez escudos de vellón de sueldo al mes, ración y media de armada en cada uno de los días que estuvieran embarcados y ración y media de pan al día en los que estuvieren en tierra, uno y otro, además de los referidos diez escudos, sin que de este sueldo se les haga más descuento que el de dos cuartos en escudo para Militares inválidos, y el que pudiere importar el vestuario que ha de darse de dos en dos años que ha de ser mejor que el de la Ynfantería para que los Cadetes distingan entre ella misma, costeando la Real Hacienda el gasto de los primeros vestidos con que entraren a servir, para que a los dos años siguientes se les puedan dar vestidos nuevos con lo que para ellos se retuviere de sus sueldos; ocurran a mi con los papeles que justifiquen su edad, servicio y grados de sus Padres, si hubieren sido Militares, desde Capitán, inclusive, y los de su nobleza, si sus Padres los hubieran sido, para que examinados pueda yo proponerlos a S.M. como se sirve mandarme; a fin de que con entero conocimiento elija los que tuviere a bien, previniendo a Vuestra Señoria que el fin es que empiecen a servir en estos Vageles que se están aprestando, haciendo en ellos su primer viaje a Cádiz, y darles los despachos firmados de la Real mano, para que en virtud de ellos se les formen sus asientos, y queden admitidos al servicio. Y queriendo la piedad de S.M. que así entre los naturales de Vuestra Señoria y los de las Provincias de Álava como los del Señorío de Vizcaya y Quatro Villas se atienda con especialidad a los huérfanos cuyos Padres hubieren sacrificado sus vidas en las acciones del Real Servicio, ya sea en la mar ya en tierra, me ha parecido también presentar de ello a Vuestra Señoria, a cuya observancia me remito, con mi mayor affecto y deseos de que nuestro Señor guarde a V.S. con toda prosperidad los muchos años que deseo. San Sebastián, 28 de noviembre de 1716. Besa la mano de V.S. su mayor servidor. El Príncipe de Campo Florido.»

Al parece no fue baldía su actitud como se demuestra a continuación.

Terminado el proceso de creación y con todo preparado, fueron realizando varios la petición de sentar plaza en la Real Compañía de Caballeros Guardia Marinas, pero para dar ejemplo el primero fue su propio hijo don Esteban Reggio y Gravina Brachiforte y Gravina , nacido en Palermo (Sicilia) quien sentó plaza el 7 de febrero de 1717, junto a otros 36 compañeros, cuyos nombres y lugar de nacimiento detallamos por orden: Julián Francisco de Jaureguiondo, San Sebastián; Diego Antonio de Llano, Somorrostro (Vizcaya); José Ignacio Montero de Espinosa, Pasajes; Manuel de Grandi y Echaniz, San Sebastián; Manuel Reginaldo de Zatarain, Tolosa (Guipúzcoa); Juan Antonio de Recondo Loyde, Régil (Guipúzcoa); José Cantariero, Augusta (Sicilia); José Antonio de Lardizabal, Amézqueta (Guipúzcoa); Gabriel de Quesada, San Sebastián; Pedro Bernardo de Quesada, San Sebastián; Fernando Ignacio de Ansorena Garayoa, San Sebastián; Antonio Martín de Urdinola, San Sebastián; Francisco de Tejada, Pamplona; Fernando Antonio de Ansorena Garayoa, San Sebastián; Francisco Propuente, San Sebastián; Lucas Matías de Salazar, Gerona; Juan Antonio de Barrena, Tolosa (Guipúzcoa); José Antonio de Barrena, Toosa (Guipúzcoa); Vicente Anselmo de Barrutia, Mondragón (Guipúzcoa); Antonio Hermenegildo de Barrutia, Mondragón (Guipúzcoa); Francisco Manuel de Uriarte, Zumaya (Guipúzcoa); José Antonio de Uriarte, Zumaya (Guipúzcoa); Manuel de Lazaranzu y Mugartegui, Alzola (Guipúzcoa); Joaquín de Lazaranzu y Mugartegui, Alzola (Guipúzcoa); Agustín Antonio de Idiáquez y Borja, Aramayona (Álava); Agustín de Aldumin, Goizueta (Guipúzcoa); Juan José de Loyola y Obanos, San Sebastián; Pedro Antonio de Arana, Bilbao; José de Heraso y Burunda, Arcos (Navarra); Pedro Verín de Seijas, San Sebastián; Antonio Arlisca y Parisi, Nápoles; José de Eznaola, Villafranca (Guipúzcoa) Juan Antonio Moyva y Ubella, Vergara, (Guipúzcoa); José Ignacio de Recalde, Elgóibar (Guipúzcoa); Pedro Despois, Bayona (Francia) y Manuel Domingo de Jaureguiondo, San Sebastián.

Como se puede apreciar la llamada a la nobleza de su capitanía tuvo un gran efecto, pues de los 37, dos son de Sicilia, otro de Nápoles, otro de Gerona e incluso el de Francia, de Bayona, era hijo de un francés al servicio del Rey. Si además tres eran de su tierra, (su hijo viviría con él) solo uno en realidad no pertenecía al territorio bajo su jurisdicción, lo que habla por sí solo de su ascendente y formas.

Permaneció en su puesto hasta el siguiente año de 1719, por ser destinado como gobernador de la plaza de Ceuta, de la cual salió al serle devuelta la libertad, pues estaba manteniendo un asedio de los moros apoyado por los británicos más de veinticuatro años, al quedar apaciguados los ánimos por el ataque español desde fuera y dentro de la plaza el 15 de noviembre de 1720, recibió la orden de hacerse llegar a la Corte.

Como agradecimiento del Rey fue nombrado virrey y capitán general interino de Valencia en 1721, en sustitución de don Francisco María de Spínola. En 1722 ante la interinidad del nombramiento la Cámara de Castilla escribió al Rey, entre otras cosas dice: «…sirviendo el gobierno Político de Valencia y Presidente de la Audiencia sin habérsele expedido por este Tribunal el título que le corresponde.» pero el Rey con fecha del 12 de abril contesta: «…sirva y continúe con el Despacho y orden que tiene, sin necesitar ni dársele otro alguno.»

Nadie sabe la razón de esta respuesta, pues bien sabía S. M. que si estaba allí era por su orden, pero con la duda de no estar entregado el mando en propiedad como era costumbre. Durante su mandato interino mantuvo un constante enfrentamiento con don Clemente de Aguilar intendente-corregidor del virreinato, de estos enfrentamientos estuvo siempre enterado el Monarca, hasta que en el verano de 1726 escribe al Corregidor, diciéndole: «…habiendo llegado a noticia del rey ha excedido V.S. en algunas expresiones contrarias a la estimación de la persona y carácter del príncipe de Campoflorido, me manda S. M. prevenir a V.S. se corrija en lo adelante en semejante modo de proceder.» Pero Aguilar volvió a insistir en sus formas, pero no solo en contra del virrey, sino del alcalde y en los cuarteles por ello fue exonerado de su cargo en 1727 y enviado a Granada con el mismo cargo.

En el mismo año por fin se le otorga el nombramiento en propiedad, prolongándose su estancia en su cargo hasta mediados de 1737, permaneciendo así entre interino y propio dieciséis años al frente del virreinato de Valencia, donde dejó en líneas generales un gran aprecio.

Abandono la ciudad por haber sido destinado como embajador de España en Venecia, donde llegó a finales del mismo año, nada se sabe de los hechos en los que pudo participar allí, desempeñando su cargo hasta principios de 1740.

Por pasar con el mismo cargo a París, ante el rey Luis XV, presentándose en la corte el 4 de julio de 1740, pasando a ocupar su residencia en el mismo sitio donde había estado su antecesor, La Mina, siendo el Hôtel de Maisons en la orilla izquierda del río Sena. Por la guerra de sucesión en Austria, el 25 de octubre de 1743 los reyes de España y Francia llegaron al acuerdo de firmar el segundo pacto de familia en Fontainebleau, ampliando este primer tratado con un articulo separado el 21 de noviembre seguido quedando unido al anterior, en ambos firmó como representante del Rey. Vino un periodo de relativa calma, hasta llegar al acuerdo de contraer nupcias la infanta de España doña María Teresa con el delfín de Francia, futuro Luis XVI, celebrándose la ceremonia en Versalles el 23 de febrero de 1745, viendo así cumplidos los deseos de su Rey.

El 25 de febrero seguido el Rey dio una baile de máscaras, en él pareció la bella Madame d’Etiolles, pasando en muy tiempo a ser la marquesa de Pompadur, quien se unió al marqués d’Argenson enemigo de España y casi personal de la reina doña Isabel de Farnesio, poco a poco fueron consiguiendo separar las coronas, enterado don Felipe V llegó a exclamar: «El rey mi sobrino me ha abandonado» pues faltaron al pacto de familia, por esta razón quien pagó fue don Luis, quien en 1746 fue sustituido por el duque de Huéscar, don Fernando de Silva Álvarez de Toledo, un tiempo después XII duque de Alba.

Regresó a España, al perder el favor real decidió regresar a su tierra, retirándose de la vida pública y estableciéndose en Acitrezza en la isla de Sicilia donde mando construir un bello palacio, en el que permaneció hasta sobrevenirle el fallecimiento el 29 de octubre de 1757, siendo depositados sus restos en el Santuario de Valverde en la misma isla. Contaba con ochenta años de edad, menos siete días.

Bibliografía:

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Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegría y Chalain. Madrid, 1843.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Irles Vicente, María del Carmen.: Italianos en la administración territorial española del siglo XVIII. Universidad de Alicante. Revista de Historia Moderna n.º 16. 1997. Pág. 159 y 160.

Ochoa Brun, Miquel Ángel.: Embajadas y embajadores en la Historia de España. Santillana Ediciones Generales. S. L. Madrid, 2002.

Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

Compilada por Todoavante ©

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