El perdón, también tiene un límite.

Posted By on 18 de septiembre de 2010

El perdón, también tiene un límite.


Con respecto a la Real Cédula del Rey don Felipe II y acción, que debe de tomar don Álvaro de Bazán y Guzmán, a cuantos franceses e ingleses encontrara en la conquista de las islas Azores, por la que debían de ser considerados piratas, corsarios e insubordinados de sus respectivos Reyes, porque estos estaban oficialmente en Paz con el Monarca español, le obligaba a cumplirla, razón por la que fueron todos pasados a cuchillo, habiendo pasado previamente por un juicio sumarísimo.

Don Alonso de Ercilla y Zúñiga escribe unos versos, incluidos en su gran obra La Araucana en su último canto XXXVII, que fueron publicados en el año de 1585.

Los traemos a colación porque nos parecen vienen a mucha razón y más actualmente, pensando en la diferencia del tiempo transcurrido entre el momento de escribirlos y comparándolos con hoy. ¡El tiempo no ha pasado!

Y aunque con justa indignación movido,

sus fuerzas y poder disimulando,

detiene el brazo en alto suspendido,

el remedio de sangre dilatando;

y con prudencia y ánimo sufrido,

su espada y pretensión justificando,

quebrantará después con aspereza

del contumaz rebelde la dureza.

Oprimirá con fuerza y mano airada

la soberbia cerviz de los traidores,

despedazando la pujante armada

de los galos piratas valedores;

y con rigor y furia disculpada,

como hombres de la paz perturbadores,

muerto Felipe Strozzi su caudillo,

serán todos pasados a cuchillo.

No manchará esta sangre su clemencia,

sangre de gente pérfida enemiga,

que, si el delito es grave y la insolencia,

clemente es y piadoso el que castiga:

perdonar la maldad es dar licencia

para que luego otra mayor se siga;

cruel es quien perdona a todos todo,

como el que no perdona en ningún modo.

Que no está en perdonar el ser clemente,

si conviene el rigor y es importante;

que el que ataja y castiga el mal presente

huye de ser cruel para adelante.

Quien la maldad no evita, la consiente

y se puede llamar participante;

y el que a los malos públicos perdona

la república estraga e infecciona.

Don Alonso de Ercilla y Zúñiga.

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