1739 — 1748 La Guerra de la Oreja de Jenkins

Posted By on 12 de junio de 2008

La Guerra de la Oreja de Jenkins.

Combates en el Caribe

Los hechos son claros y las cifras no engañan. La Armada Real española demostró, en su inferioridad, que no estaba peor preparada que la británica durante el conflicto que comenzó en el año de 1739.

Muchos autores han escrito sobre las carencias de nuestra Armada en este periodo, carencias que van desde la falta endémica de personal, materiales apropiados y, sobre todo, el dinero necesario para suplir todas las necesidades.

Con la llegada de la guerra se puso la maquinaria en marcha, se armaron los buques de guerra y se enfrentaron con sobresaliente a la dura realidad, que no era otra que enfrentarse a la mayor potencia naval de entonces. Es cierto que había muchos defectos y la situación del Ejército, la Armada, la Hacienda y otros departamentos era mala, pero no desastrosa.

Para demostrar estas palabras sólo hay que comparar las dos armadas en conflicto, cuales eran los objetivos de cada una y los resultados obtenidos al final de esta guerra. Como en casi todas las guerra, y esta no iba a ser menos, estaba en juego la economía de cada contendiente.

España, que había salido perjudicada de la guerra de Sucesión, trataba de mantener su monopolio comercial con América. Gran Bretaña, que había conseguido tras esa guerra el llamado Navío de Permiso y el Asiento de Negros, trata por todos los medios, legales e ilegales de hacerse con un trozo del pastel. Sabiendo que España no iba a prorrogar la concesión por 30 años del Navío de Permiso, los británicos, sobre todo la clase dirigente y mercantil, veían con buenos ojos y hasta alentaban una guerra para desposeer a España por la fuerza lo que no habían conseguido con la diplomacia (1).

El Navío de Permiso era un buque mercante británico de 500 toneladas (de mercancías) encargado de hacer negocio cada vez que se realizaba la feria de comercio con las Flotas de Nueva España en Méjico y los Galeones de Tierra Firme.

Estos navíos tenían permiso para vender sus mercancías cada año. Los beneficios fueron tan grandes que vieron un gran negocio en aumentar las ganancias de forma ilegal. Cuando a los navíos británicos se les acababa las mercancías eran repuestas por la noche desde pequeñas embarcaciones, aumentando así el negocio y los beneficios. Estos buques fueron conocidos como “barco de las Donaires”, pues al contrario que el mito no se vaciaban nunca.

Las naves negreras aprovechaban las visitas a puerto para introducir mercancías. Cualquier nave con pretexto de averías o riesgo de naufragio entraba en puerto español y clandestinamente comerciaban productos a precios más baratos. El negocio era tan lucrativo, que muchos jamaicanos hicieron del negocio ilegal su forma de vida.

Como resultado, el comercio español se redujo a la mitad. Los españoles tenían el derecho de visita de los buques mercantes británicos, confiscando las mercancías fuera de registro, es decir, sin declarar y por tanto ilegales, motivo de discordias continuas, sobre todo al aumentar el contrabando.

En el mes de enero del año 1739 estuvo a punto de firmarse la Convención de El Pardo, un acuerdo donde se resolvía la cuestión de las presas hechas por los guardacostas españoles, las cuentas que no cuadraban de la Compañía del Mar del Sur británica, los litigios fronterizos en Florida y otros problemas.

España estaba dispuesta a ceder en varios aspectos del litigio, uno de ellos fue el pagar indemnizaciones por la captura de buques contrabandistas. Cuando el ministro Walpole presentó el convenio al parlamento para ratificarlo, la Cámara de los Comunes lo rechazó. Sin duda, los intereses y la avaricia de muchos, llevó a la guerra a las dos naciones. Walpole, que no deseaba la guerra, tuvo que ceder ante las presiones y hacer suya la frase ¡el mar de las Indias, libre para Inglaterra o la guerra!.

Por qué Walpole y otros partidarios de la paz cedieron ante los belicistas es fácil de comprender ante el estado de tensión al que se había llegado. El punto álgido se alcanzó en esa reunió de la Cámara de los Comunes un ocho de marzo del año de 1739, día elegido por Walpole para presentar el Convenio de El Pardo y pedir su ratificación.

En los momentos de mayor acaloramiento, uno de los partidarios de la guerra dijo que presentaría pruebas de la barbarie española y apareció en la sala un capitán escocés llamado Jenkins con una caja en las manos. En ella estaba su oreja cortada, relató lo que le había sucedido y la indignación y gritos contra España y a favor de la guerra era ya imparable. ¿Quien era Jenkins, y que le había ocurrido?.

El capitán escocés Robert Jenkins mandaba una fragata mercante británica llamada Rebeca. Llevaba productos para comerciar con los permisos en regla. Navegando por la Florida es detenido por el guardacostas español La Isabela, al mando del capitán don Julio León Fandiño, que tenía la obligación de comprobar si las mercancías que llevaban estaban registradas en los libros. Registrando la bodega del barco encontró gran cantidad de mercancía de contrabando.

Como escarmiento, Fandiño cortó la oreja del contrabandista y le dijo. <<Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve>>. Si esta frase se dijo o no, es lo de menos, lo cierto es que en la Cámara de los Comunes se tomó como una afrenta a su rey y era merecedora de una declaración de guerra, aunque ya sabemos que este hecho se tomó como una excusa.

Siendo el objetivo de esta guerra el control del comercio de América, la contienda sería principalmente en el mar. España sólo contaba con 31 navíos, más otras 9 fragatas de dos puentes y armadas con unos 50 cañones, mientras el número de fragatas era muy pequeño. Gran parte de los navíos españoles no eran verdaderos navíos de línea capaces de enfrentarse a una escuadra, sino que eran buques aptos para la escolta con cañones de pequeño calibre.

Esta situación se había tratado de subsanar en las décadas anteriores, pero lo cierto es que sólo se contaba con un navío de tres puentes y 114 cañones, dos de 80, seis de 70 y doce de 64 cañones.

Por el contrario, la británica disponía de más de cien navíos de línea, quince de ellos armados con 90 a 100 cañones, dieciséis de 80, diecisiete de 70, quince de 64, once de 60, veintinueve de 48 a 54, unas cuarenta fragatas y numerosas unidades menores, siendo sus calibres superiores a los embarcados en los españoles.

Con un simple vistazo a estos números se puede pensar que los españoles no tenían ninguna oportunidad en ganar la guerra. Siendo Gran Bretaña la dueña de los mares, las plazas en América caerían como piezas de dominó.

A este panorama tan negro hay que añadir que España se encontró sola en esta guerra. Francia, por el Primer Pacto de Familia, firmado el día siete de noviembre del año de 1734, estaba obligada a prestar apoyo militar, pero durante los años anteriores a la guerra hizo de mediadora para evitar el conflicto armado. Para entrar en guerra, Francia exigió contrapartidas comerciales. Cuando Gran Bretaña declaró la guerra el día veintitrés de octubre del año de 1739 no se había llegado a un acuerdo entre los dos aliados. Francia estaba indecisa, pues tampoco podía permitir que los británicos se hicieran con todo el comercio americano.

Todos sabemos como acabó esta guerra. Excepto algunos éxitos, la poderosa Royal Navy no consiguió doblegar a los españoles en América. Algunos preferirán seguir creyendo que España era inferior en todos los aspectos, que en el siglo XVIII perdió todas las guerras, que el fracaso británico en Cartagena de Indias en 1741 no tuvo la menor importancia.

Por lo menos no pueden negar que Vernon fue derrotado, pero siguen sin admitir el verdadero alcance del desastre británico (2). Seguirán creyendo que el objetivo de los británicos era liberar América del yugo español (3). Simplemente con exponer los hechos tal y como ocurrieron se podrá comprobar que España, su Armada y sus hombres no merecen que sean recordados como los grandes perdedores, mirando a nuestra historia con otros ojos, sin complejos de ningún tipo.

Los anales de esta guerra no se reducen a Cartagena de Indias y Portobelo, hubo muchos más combates y, en la mayoría de ellos, la poderosa maquinaria militar británica fue derrotada, por eso expongo los hechos más importantes que se desarrollaron en el Caribe, a excepción del ataque y defensa de Cartagena de Indias, ya conocido por todos.
Despliegue y operaciones navales anteriores a la guerra.

Las turbias relaciones hispano-británicas a primeros de 1739 hacía ya presagiar una cercana guerra. En el mes de enero de ese año se dieron las órdenes para la partida a la estación de Jamaica del comodoro Charles Brown con los navíos Hampton Court, de 70 cañones, Windsor Castle, de 60, y las fragatas de 40 cañones Anglesea, Torrington y Sheerness, de 20 cañones.

Según las instrucciones dadas al comodoro Brown, la fragata Anglesea debía incorporarse a la estación de las islas Leeward, donde se uniría a la fragata de 20 cañones Lowestoft. Una vez en Jamaica, el navío Dunkirk, de 60, y la fragata Kinsale, de 40, basados en la estación de Jamaica, saldrían de Port Royal rumbo a Inglaterra escoltando un convoy, con órdenes de regresar lo antes posible. Otros dos buques destacados en la costa de África, el navío Falmouth, de 50 y la fragata Diamond, de 40, debía dirigirse a Jamaica para incorporarse a la escuadra de Brown. Siguiendo con las instrucciones dadas a Brown, su principal misión era la protección del comercio británico, además de recabar toda la información posible sobre los movimientos de las escuadras y buques españoles.

La escuadra del comodoro zarpa de Spithead el día diecinueve de febrero del año de 1739, pero debido al mal tiempo y vientos contrarios tiene que refugiarse en Torbay, zarpando de nuevo el día dos de marzo. Esta escuadra llega a Barbados el día diecisiete de abril.

Según las instrucciones, la fragata Anglesea es destacada a las islas Leeward. El comodoro Brown envía a la fragata Sheerness, al mando del capitán Miles Stapelton, a patrullar la costa de Santo Domingo, mientras que al capitán Charles Knowles, al mando de la fragata Diamond, le ordena patrullar la costa norte de Puerto Rico y el canal de Bahama. Finalmente, la escuadra de Brown llega a Jamaica el día veintinueve de abril (4).

Además de esta escuadra hubo más movimientos de buques. El navío Centurion, de 60 cañones, que se encontraba en la costa de África, debía escoltar un convoy a Barbados y regresar a su puesto, ordenando el Almirantazgo que, una vez llegado al Caribe, se uniera al comodoro Brown, aunque este navío quedó en puerto británico al ser elegido como buque insignia para la expedición al Pacífico.

También se le unieron otros dos buques desde la costa africana, la fragata Saltash, de 20, y la goleta Spence, de 16. Al mismo tiempo un escuadrón de dos navíos de 50 cañones y dos fragatas de 20 son destacadas a la estación de Newfoundland. Estos esfuerzos británicos tenían como objetivo claro reforzar su presencia naval en el Caribe y preparar la guerra contra España.

A primeros del mes de marzo del año 1739 tuvieron los británicos noticias de la preparación en La Habana de una expedición contra Georgia. Brown envió a la fragata Torrington a La Habana para obtener información sobre dichos aprestos. El capitán Knight pudo averiguar que estaban listos 300 hombres para dicha expedición, pero había sido suspendida desde Madrid en el mes de marzo.

En el mes de junio es enviada a patrullar el canal de Bahama la fragata Kinsale, mientras los españoles envían a estas mismas aguas al paquebote Triunfo. El día diecisiete de agosto del año de 1739 se une a Brown en Port Royal la fragata Shoreham, al mando del capitán Edward Boscawen. El día veinticinco de agosto zarpa el comodoro Brown con su escuadra rumbo a las costas cubanas. El capitán Boscawen se mostró el más activo comandante al destruir cerca de La Habana a dos balandras y capturar otra. Poco después, a finales de septiembre, ataca Puerto María y destruye casas y propiedades.

La Real Armada española, que contaba con 41 navíos de 50 a 114 cañones, tenía la mayoría de sus buques desarmados a comienzos de 1738. Con base en Veracruz se encontraba la Armada de Barlovento, que por aquel entonces contaba con el navío de 60 cañones San Juan Bautista, el de 50 cañones Santa Catalina, alias Bizarro, dos fragatas, la San Cayetano y la llamada Triunfo, de 24 y 30 cañones respectivamente, todos al mando de su comandante don José Antonio de Herrera.

Esta Armada, cuya principal misión era luchar contra los piratas y contrabandistas, había dejado de existir como tal, dedicándose a otras tareas como repartir el situado.  Ante las alertas de la cercana guerra, los dos navíos de esta Armada son enviados a La Habana al mando del capitán de navío don José de Herrera y Godarte, mientras las fragatas San Cayetano, Triunfo y la Santa Bárbara, alias La Chata, se unen a las fuerzas de don Blas de Lezo en Cartagena de Indias. Por tanto, en Veracruz solo quedó una balandra para luchar contra el contrabando (5).

Don Blas de Lezo se encontraba en Cartagena de Indias desde su llegada con los galeones en marzo del año de 1737. Al año siguiente, sólo contaba con el navío de 64 cañones Conquistador, empleado como guardacostas en la costa de Tierra Firme, puesto que el navío Fuerte había regresado a Cádiz en octubre del año de 1737 con caudales. Dos balandras, llamadas San Pedro y Santa Rosa, fueron armadas y empleadas contra los corsarios y contrabandistas, más apropiadas para introducirse en surgideros y bocas de ríos. Los contrabandistas, ante la imposibilidad de combatir contra navíos y fragatas, emplearon embarcaciones de menor tamaño (6).

Además de los navíos de la Armada de Barlovento enviados a La Habana, este apostadero contaba con los navíos de 64 cañones Europa y Santiago, la fragata Astrea, de 30 cañones, y la fragata Concepción, armada con 22 cañones y entregada ese mismo año en La Habana. El primero de los navíos llegó en el año de 1738 con la escuadra del mando del jefe de escuadra don Benito Antonio Espínola. Otro navío de 64 cañones, el Dragón, botado en el astillero de La Habana en el año de 1737, se incorporó en septiembre del año de 1738 a los buques de Lezo en Cartagena de Indias. Estaba al mando del capitán de fragata don Francisco José de Ovando y Solís.

Por los combates con los portugueses por el control del Río de la Plata acudió a aquellas aguas unos años antes una pequeña escuadra al mando de don Nicolás Geraldino. A primeros de 1739 quedaban las fragatas de dos puentes San Esteban Apedreado, de 50 cañones, y Hermiona, de 36 a 50 cañones (según las fuentes). Las dos naves fueron alistadas para su regreso a Cádiz a primeros de 1739, llevando caudales y géneros de todo tipo.

En el año de 1737 se preparó en Cádiz la flota de azogues con destino a Veracruz. Como era costumbre fueron dos los navíos encargados del transporte del azogue y otras mercancías puestos al mando del capitán de fragata don Daniel Huoni. Conocida era la costumbre británica de atacar, capturar o destruir cualquier buque aunque no existiera estado de guerra.

Más aún con las tensas relaciones entre las dos naciones, se decide que los navíos León, capitana de azogues, y Nuestra Señora del Pilar, alias Lanfranco, almiranta, vayan esta vez escoltados por una escuadra. Por tanto, el día diecinueve de diciembre de 1737 zarpan de Cádiz escoltados por el navío de 64 Guipúzcoa y los de 60 cañones San Lorenzo, alias Incendio, y África, que estaban a las órdenes del jefe de escuadra don José Alfonso Pizarro. Los cinco buques entran en Veracruz sin novedad el día quince de marzo del año de 1738. El acoso de las escuadras británicas y los temporales harían muy complicado el regreso de esta escuadra a la Península.

En el mes de junio del año de 1739 llegaron noticias al Almirantazgo británico desde Gibraltar, las cuales informaban la próxima llegada a Cádiz de dos buques desde Buenos Aires (eran las fragatas San Esteban y Hermiona) y otros dos desde Veracruz (de la flota de azogues) cargados de productos y caudales. No podían dejar pasar la oportunidad de capturarlos y hacerse con su rico cargamento, dándose las órdenes oportunas para ello.

Es interesante recordar los esfuerzos del Almirantazgo británico por mantener las costas españolas vigiladas con importantes escuadras. A primeros de marzo de 1738 se encontraban en el Mediterráneo, con base en Gibraltar y Mahón el navío de 50 cañones Gloucester, seis fragatas y una goleta (7), escuadra al mando del capitán George Clinton desde abril del año de 1737.

En abril del año de 1739 se hacen los preparativos para reforzar esta escuadra enviando al contralmirante Nicholas Haddock con nueve navíos y dos buques menores (8). Haddock llegó a Gibraltar en el mes de junio del mismo año y, según sus instrucciones, en Gibraltar dejaría cinco o seis de sus navíos y enviaría el resto de la escuadra a la isla de Menorca.

Sir Chaloner Ogle tomó a su cargo los navíos Augusta, Pembroke y Jersey y zarpó de Gibraltar. Al llegar al cabo de San Vicente abrió las órdenes, por las cuales debía patrullar esas aguas en espera de los buques españoles, los cuales no eran otros que los navíos de azogues y su escolta al mando del jefe de escuadra don José Alfonso Pizarro.

El Lord Canciller Hardwicke tenía sospechas de que los buques españoles podían no entrar en Cádiz y dirigirse a La Coruña. En Spithead se encontraba la escuadra del vicealmirante Edward Vernon, alistada para ser enviada al Caribe, compuesta por los navíos Burford y Worcester, de 70 cañones, Princess Louisa y Strafford, de 60, y Norwich, de 50. Hardwicke decide enviar esta escuadra al cabo Finisterre para capturar los buques españoles, si éstos deciden entrar en La Coruña. Según las instrucciones dadas a Vernon  en julio de 1739 no cabe duda de las verdaderas intenciones británicas: <<cometer toda suerte de actos de hostilidad contra los españoles, y procurar apresar, hundir, quemar o destruir de otro modo todos los navíos o barcos, tanto de guerra como de comercio, y otros barcos que vos encontréis>>.

Los buques de Chaloner Ogle soportaron varias borrascas durante su patrulla en aguas de San Vicente, rompiendo los mástiles y causando otras averías, por lo que a mediados de julio de 1739 tuvo que regresar a Gibraltar. Regresó a finales de julio a las aguas del cabo de San Vicente, encontrándose que allí se hallaban otros buques de la escuadra de Haddock, los navíos Ipswich, Edimburgh y Dragon.

La posibilidad cierta de que los navíos españoles alistados en El Ferrol zarparan de su base para dar protección a los navíos de Pizarro, obligó al Almirantazgo a enviar otros tres navíos de 70 cañones, Lenox, Elizabeth y Kent, y la fragata de 40 cañones Pearl, que se incorporaron a los buques de Vernon.

Estos buques llegan al cabo Ortegal a primeros de agosto del año de  1739 al mando del capitán Coville Mayne, que izaba su insignia en el Lenox. Mientras los tres navíos permanecen en la costa gallega, la fragata Pearl es enviada a patrullar entre Lisboa y Oporto, y el resto de los cinco navíos de Vernon llegan a la isla de Madeira a finales de agosto en espera de la llegada de los buques de azogues.

Cuatro días después de su llegada a Madeira, recibe la noticia de que los buques españoles al mando de Pizarro habían entrado en Santander. También recibe Mayne órdenes para regresar a puerto británico. Después de reponer agua, víveres esta escuadra volvió a zarpar para patrullar en aguas gallegas.

Los buques de Pizarro habían entrado en Santander el día doce de agosto.  Tras su llegada a Veracruz en marzo de 1738, los navíos de azogues descargaron el mercurio y los géneros que transportaban, quedando en puerto, mientras los tres navíos de la escolta al mando del jefe de escuadra Pizarro realizaron varios viajes a La Habana y a Portobelo para proteger el tráfico mercante español en el Caribe.

En diciembre del año de 1738 entran en Veracruz. Comenzó el alistamiento de los buques y embarque de los caudales para su regreso a la Península. El día dos de febrero del año de 1739 zarpan de Veracruz los cinco buques de guerra, siendo sorprendidos a las diez de la mañana por un temporal con viento norte. Pizarro decide regresar al puerto de partida, pero en la madrugada naufragan en la boca del puerto los navíos Lanfranco e Incendio, a pesar del apoyo prestado por la fragata Esperanza. Sólo el navío África entró en Veracruz, mientras los otros dos, el Guipúzcoa y el León, se dieron por perdidos, hasta que entraron en La Habana un mes más tarde (9).

Después de este desastre, al comandante del navío África se le ordena incorporarse a la escuadra de don Blas de Lezo en Cartagena de Indias. El jefe de escuadra Pizarro tenía sus buques listos para zarpar de La Habana a mediados de abril. A su escuadra se incorporó el navío de 60 cañones Castilla, recién botado en el astillero habanero y puesto al mando del capitán don Isidro de Anteyo. También se incorporó la fragata de dos baterías y 50 cañones Esperanza. Con estas nuevas fuerzas, zarpan de La Habana el día veintidós de junio los navíos Guipúzcoa, Castilla, León y Esperanza.

En la corte española se seguía con preocupación la suerte que corrían los azogues, dados los preparativos navales británicos para capturarlos. Don José de la Quintana, que había sustituido al marqués de Torrenueva en el ministerio de Marina e Indias, toma varias medidas. La primera fue enviar dos avisos para advertir a Pizarro del peligro. Otra fue ordenar el alistamiento del mayor número de buques de guerra en El Ferrol y en Cádiz, pero el Almirantazgo español era de opinión contraria a Quintana.

La escuadra de Rodrigo de Torres en Ferrol estaba en inferioridad numérica y su salida no sólo causaría su derrota, sino que los azogues serían entonces presa más fácil. Prevaleció la consideración del Almirantazgo, que preveía zarpar si se daban las circunstancias de asestar un duro golpe al enemigo o para cubrir la llegada de Pizarro si fuese necesario (10). Los buques de aviso enviados por Quintana recalan en las islas Terceras, pero encuentran a los buques de Pizarro cerca de las islas Canarias. Advertido del peligro, consigue burlar la vigilancia bajando a Santander desde las costas del sur de Irlanda, una ruta totalmente desusada que a los británicos les dejó a dos velas.

Los buques del almirante Haddock compensaron en parte su fracaso con la captura de pequeñas naves mercantes y dos buques de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. Dos buques de esta Compañía comercial habían zarpado de La Guaira a finales de julio del año de 1739, el navío San José y la fragata Santiago, alias Santiaguillo, y su destino era el puerto de Pasajes. Aunque eran buques mercantes, estaban armados con 52 y 16 cañones, de pequeño calibre, siendo la costumbre que algunos de ellos iban desmontados para dejar más sitio a todo tipo de géneros que llevaban.

El día veintitrés de septiembre de ese año es capturado el primero llevando en ese momento 213 tripulantes. Pocos días después, el día tres de octubre, es capturada la fragata (11). El valor de las dos capturas ascendía a varios miles de libras, unos dos millones de pesos, cifra considerable, que, para desgracia de los británicos, estaban asegurados en Londres, perdiendo el importe la compañía aseguradora al ser capturados los dos buques en tiempos de paz.

¿Eran realmente viables los planes del ministro Quintana?. En la primavera de 1739 se encontraban en el departamento de El Ferrol cuatro navíos alistados, formando escuadra al mando del teniente general don Rodrigo de Torres, el San Felipe, de 80 cañones, y los de 70 cañones Santa Ana, Reina y Príncipe (12). Desarmados, se encontraban los navíos San Carlos, Princesa y Galicia.

En Cádiz es donde se concentraban mayor número de unidades. Tres navíos, Hércules, Constante y América, habían sido armados el año anterior, enviados a Cartagena y puestos al mando del teniente general Bena Masserano. Otros siete navíos comenzaron su alistamiento, aunque dificultades de todo tipo impedirían su puesta a punto antes de la llegada de los azogues de Pizarro.

Primeros objetivos británicos.

Habiendo fallado en este primer objetivo de capturar a los buques españoles que regresaban de América, la escuadra de Edward Vernon retomó sus planes iniciales y puso rumbo al Caribe, llegando a Port Royal, Jamaica, el día veintiséis de octubre del año de 1739. Unida su escuadra a los buques del comodoro Brown, formó una más potente de nueve navíos, seis fragatas y otros buques menores (13), sin contar las unidades con base en otras estaciones navales.

Aunque la guerra no había comenzado oficialmente, el Almirantazgo británico discutía los planes a seguir. En una guerra por el control del comercio americano, el escenario sería principalmente el Caribe. Para destruir o hacerse con el control de América, Gran Bretaña debía hacerse con el istmo de Panamá dividiendo en dos la América española. Para ello se organizaron dos líneas de ataque, una en el Caribe, con la escuadra de Vernon, y otra en el Pacífico, donde se enviaría una escuadra al mando de George Anson.

Sobre el papel, y con la superioridad militar y naval británica, parece un objetivo viable, pero los miembros del Almirantazgo se plantearon cual sería el primer objetivo. Sin duda, el más importante era La Habana. Los almirantes John Norris y Charles Wager, después de varios estudios, llegaron a la conclusión de que era imposible atacar la plaza por mar. Según sus informaciones, disponía La Habana de 152 cañones en sus fortificaciones, defendidas por mil trescientos soldados, cinco mil hombres de las milicias, otros quinientos hombres de caballería y armas suficientes para diez mil hombres. Se estimó que eran necesarios de ocho a diez mil soldados para realizar un desembarco con posibilidades de éxito.

Descartada La Habana, Norris y Wager pusieron sus miras en Cartagena de Indias y Portobelo, llaves del comercio indiano y bases de las Flotas de Tierra Firme. No olvidaban que el francés Pointís se apoderó de Cartagena de Indias en 1697 con sólo tres mil hombres. Los dos almirantes propusieron enviar el mismo número de soldados, pero el Consejo no estaban de acuerdo, prefiriendo atacar La Habana. El caso es que el tiempo pasaba y no llegaban a un acuerdo. La decisión del Duque de Newcastle, ministro británico de exteriores, llegó el día cinco de diciembre, según la cual, una expedición sería enviada a Jamaica y un consejo de oficiales tomaría allí la decisión oportuna sobre los objetivo a seguir. Mientras éstas y otras deliberaciones continuaban, en aguas caribeñas los buques británicos comenzaron a dar los primeros picotazos.

En el mes de agosto del año de 1739, antes de la llegada de Vernon, el comodoro Brown zarpó con su escuadra para recabar toda la información posible sobre las fuerzas y movimientos españoles, cruzando entre los cabos de Corrientes y San Antonio para más tarde dirigir su patrulla entre cabo Santa María y La Habana, mientras destacó a dos buques al canal de Bahama y a una goleta al norte de Jamaica. También dispuso que se uniera a su escuadra lo antes posible el navío Windsor, que se encontraba patrullando en aguas de La Española.

Almirante Edward Vernon (1687-1757)

Consiguió averiguar que los buques de guerra españoles estaban dispersos; tres se encontraban en Cartagena de Indias, dos en Portobelo y otros dos en Santo Domingo. La escuadra de Pizarro había partido hacia Europa, por lo tanto, los galeones españoles concentraron toda su atención. Debían encontrarse en Portobelo o Cartagena de Indias y Brown sabía que debían tomar rumbo a La Habana para después regresar a Cádiz. Por esta razón concentró su escuadra en aguas cubanas como ya se ha relatado anteriormente. A finales del mes de octubre, al tener noticias de la llegada de Edward Vernon dejó en aguas cercanas a La Habana a los navíos Windsor y Falmouth y partió a Port Royal. Cuando llegó a primeros del mes  noviembre, Vernon se encontraba esperándole impacientemente.

Al igual que el comodoro Brown, Vernon tampoco perdió la oportunidad, durante su travesía al Caribe, de descubrir todo lo relacionado con las defensas españolas. Además de las ya conocidas instrucciones dadas a Vernon, recibió otras del Almirantazgo. Al llegar a Jamaica debía recabar información sobre la situación de los galeones españoles, defender el comercio británico y enviar buques a Carolina del Sur o Georgia si se tenían sospechar de ser atacadas. Al poco de llegar ordena zarpar de Port Royal al navío Worcester para realizar un crucero sobre Cabo Tiburón, y a la fragata Blandford en la costa norte de Santo Domingo. Ambos cruceros tenían la comisión de proteger el tráfico y la espera de un convoy británico que debía llegar de la metrópoli con pertrechos para la escuadra de Jamaica.

Los británicos conseguían en sus patrullas y visitas a puertos españoles, aprovechando el estado de paz, mucha y valiosa información. Los españoles también tenían la necesidad de conocer las fuerzas e intenciones de los británicos. Hubo muchos intentos de introducir espías, el más conocido es el caso de Moncada.

Por orden del capitán general de Cuba don Juan Francisco Güemes y Horcaditas, el gobernador de Santiago de Cuba don Francisco Cagigal de la Vega, se puso manos a la obra, pues disponía del hombre adecuado, don Miguel Moncada Sandoval. Al mando de una balandra cargada de azúcar debía aparentemente ir a Santo Domingo, pero con pretextos falsos entró en Port Royal, Jamaica, el día quince de agosto del año de 1738. Debía averiguar el número de navíos que había en puerto, su porte, estado, mientras su embarcación era reparada.

Regresó a Cuba en septiembre con valiosa información, no sólo de Jamaica, sino de los movimientos de escuadras en Europa. Regresó en otras dos ocasiones a Jamaica, una en el mes diciembre del año de 1738 y la última en el mes de agosto del año de 1739. Estando en esta última misión, llega a la isla la noticia del rompimiento de guerra y Moncada es detenido, además los británicos comenzaron a sospechar sobre sus actividades, pero es liberado después de cuatro meses y medio con otros treinta prisioneros.

La Guaira. 1739

Habiendo fracasado Vernon en la captura de los buques de azogue de Pizarro, la escuadra de Vernon puso rumbo al Caribe. Llegó a Antigua (islas Leeward) a primeros del mes de octubre, donde encontró a las fragatas Anglesea, Lowestoft y Saltash, ordenando al comandante de la primera, el capitán Reddish, que pusiera rumbo a Jamaica.

Después se dirigió a St. Kitts. Desde allí destacó al capitán Thomas Waterhouse al mando de los navíos Princess Louisa, Strafford y Norwich para atacar el comercio español entre los puertos de La Guaira y Puerto Cabello. En el puerto de La Guaira pudo ver Waterhose que se encontraban varios mercantes y pequeñas naves en la bahía, en total diecisiete embarcaciones. Sin dudarlo, se preparó para atacar el puerto y destruir los barcos. Arbolando bandera española entraron los buques británicos siendo recibidos por el fuego de los cañones españoles. Después de tres horas de disparos por ambas partes, Waterhouse decide retirarse sin conseguir capturar las embarcaciones españolas y con graves daños en sus buques, poniendo rumbo a Jamaica.

Para justificar su fracaso, el capitán británico manifestó que carecía de pilotos que conocieran esas aguas, que la pérdida de vidas no compensaba la captura de unas pequeñas embarcaciones y que sus navíos eran necesarios para futuras operaciones más importantes. Sin embargo, autores como Edward Cust dan por hecho la captura de dieciséis naves españolas (14).

Lo cierto es que el gobernador de la provincia el brigadier don Gabriel José de Zuloaga tenía las fortalezas en buen estado de defensa, mientras el capitán Francisco Saucedo, comandante de la fortaleza, movilizó sus tropas con diligencia y consiguió rechazar a los navíos británicos (15). No podemos olvidar que el ataque se produjo el día veintidós de octubre, cuando la guerra no había comenzado todavía, aumentando así el mérito de los defensores.

La Habana. 1739

Al mismo tiempo que Waterhouse atacaba La Guaira, el comodoro Brown hacía lo propio contra La Habana. Mientras recababa información, tanteó las defensas españolas. Su bloqueo obtuvo algún resultado, capturando varias balandras y goletas cargadas de añil y sal y la fragata mercante Bizarra. Además de bombardear el castillo de Cojimar, efectuaron varios desembarcos, pero el gobernador don Juan Francisco Güemes de Horcaditas envió tropas a todos los puntos donde se presumía un asalto, capturando a varios soldados británicos, los cuales dieron importante información sobre el número y composición de la escuadra británica. Para posibles operaciones futuras, los buques de Brown reconocieron los fondeaderos de Barucano, Jaruco y Bahía Honda.

Portobelo. 1739

Incluso antes de la llegada de Brown a Jamaica desde su crucero por aguas cubanas, comenzaron las conferencias para determinar los objetivos. El gobernador de Jamaica, Edward Trelawny, era de la opinión que se debía atacar Cartagena de Indias, pero Vernon desestimó esta opción hasta no contar con un contingente de tropas más numeroso. Cuando llegó Brown, el almirante Vernon ya había tomado la decisión de atacar Portobelo. Hizo los preparativos para la expedición, embarcó doscientos cuarenta soldados al mando del capitán Newton que habían sido cedidos por Trelawny y zarpó de Port Royal el día quince de noviembre con seis navíos, Hampton Court, Burford, Worcester, Princess Louisa, Strafford y Norwich, y dos mil setecientos treinta y cinco hombres, mientras destacó a la fragata Sheerness a Cartagena para informar de los movimientos españoles, especialmente si se enviaban refuerzos. Ordenó que les siguieran, en cuanto estuvieran listos, los navíos Windson, Diamond y la fragata Anglesea. Finalmente estos buques no participaron en la campaña al llegar a Portobelo cuando ya habían finalizado las operaciones.

La tarde del día veinte de noviembre se presentó la escuadra británica ante Portobelo. Navegando en línea de fila entraron en la bahía y comenzó el bombardeo a corta distancia del castillo de Hierro, también llamado San Felipe, que era el que se encontraba a la entrada del puerto recibiendo los buques un fuego intenso desde el fuerte, hasta que los defensores cedieron ante los disparos que les hacían desde las cofas, momento en que desde los botes desembarcaron las tropas al mando del teniente Broderick y tomaron el fuerte.

Los vientos contrarios impidieron a Vernon adentrarse al interior de la bahía donde se encontraban otros dos fuertes, Gloria y San Jerónimo. Al día siguiente se dispuso Vernon al ataque. Poco antes, el gobernador don Francisco Javier Martínez de la Vega Retez, pidió la capitulación, rindiendo la plaza a los británicos, que consiguieron un botín de diez mil pesos, 40 cañones de bronce, dos de campaña, cuatro morteros y 18 pedreros (16). Las bajas británicas fueron de tres muertos y seis heridos (17). Según los términos de la capitulación, la ciudad no sería saqueada ni molestada la población, demostrando con ello que la propaganda española se equivocaba al mostrar a los británicos como piratas y saqueadores.

Según este relato, tomado de fuentes británicas, la captura de Portobelo viene a demostrar la osadía, valentía y caballerosidad de Vernon y sus hombres, y la cobardía de los españoles. ¿Realmente ocurrió así?.

Para contar la verdad de lo ocurrido hay que empezar por el estado de defensa de la plaza. Siendo la ciudad de vital importancia para el comercio indiano, en tiempos de Felipe II se levantaron las tres fortalezas. Por desidia e ineptitud de muchos de los gobernadores que tuvo fue ocupada en varias ocasiones en el siglo anterior, Morgan en el año de 1668 y Pointis en el año de 1697. En el año de 1739 la situación no era mejor. El gobernador de la plaza, don Bernardo Gutiérrez Bocanegra, se encontraba en Panamá respondiendo en juicio a unos delitos cometidos, siendo el gobernador interino don Francisco J. de la Vega Retez, un anciano inepto que no había adoptado ninguna medida de defensa a pesar de las muchas pruebas y avisos sobre el posible ataque británico.

Las tres fortalezas contaban con un buen número de cañones, aunque la mayoría estaban desmontados de sus cureñas. El castillo Todofierro (así llamado por los españoles) contaba con 32 cañones, pero sólo nueve estaban montados. Dos de ellos se desmontaron al primer disparo, otros tres quedaron fuera de servicio con la primera andanada británica a la una del mediodía. De los dos buques guardacostas que se encontraban en la plaza se desmontó la artillería y la metieron en los fuertes. Don Juan Francisco Garganta, teniente de navío y comandante de los guardacostas, entró en este primer castillo con noventa marineros y cincuenta y cuatro soldados de infantería de Marina para manejar los pocos cañones.

Con estos pocos medios duró el combate hasta las cuatro y media. El castillo estaba casi arrasado y sólo quedaban once hombres de los guardacostas, pues muchos habían caído y otros desertado. Con el desembarco británico, los once soldados dispararon matando a cuatro e hiriendo a otros tres atacantes. Ya no hubo combate relevante pues faltaban fusiles y la pólvora.

Desde el castillo de Gloria se estuvo disparando a la escuadra británica, pero se encontraba fuera de su alcance, gastando pólvora inútilmente ante las risas del enemigo. Esa noche hubo un consejo donde la mayoría de los ciudadanos de Portobelo optó por combatir hasta el extremo, pero el pusilánime gobernador, por iniciativa propia, izó una bandera blanca para entregar la plaza. Otros siguieron su cobardía como el capitán don Sebastián Vázquez Meléndez, que huyó al monte con sus hombres. Los 600 defensores del castillo hubieran hecho pagar cara la osadía de Vernon a poco que se lo hubiera propuesto el gobernador. El castillo de San Jerónimo no hizo disparo alguno al tener todos sus cañones desmontados (18).

El gobernador, después de la rendición, huyó al monte, abandonado a su suerte a la ciudad. Los hombres de Vernon demolieron los castillos hasta sus cimientos y saquearon la ciudad durante varias semanas en busca de un botín que nunca encontraron, lanzando al mar los cañones de hierro y destruyendo lo que no era de valor para ellos. Los diez mil pesos que se llevaron pertenecían a las pagas de la guarnición. Pero Vernon tuvo mucho cuidado en no molestar a la población civil y ordenó que sus haciendas fueran respetadas. Sabía, o eso creía, que los británicos ganarían la guerra y sustituirían a los españoles en el comercio del lugar.

En el mes marzo del año de 1740 llegó a Inglaterra el capitán Rentone en la fragata Triumph, que era la española Triunfo capturada, con las noticias de la toma de Portobelo (19). La noticia de la victoria de Vernon hizo correr ríos de tinta y la alegría y alborozo duró varios meses. En honor a esta victoria todavía hoy existe una calle en Londres que la recuerda, Portobello Road. Se hicieron medallas conmemorativas. Vernon fue recibido como un héroe a su llegada a la metrópoli y en una cena en su honor dada por el rey Jorge II se tocó por primera vez el actual himno nacional británico.

Se acuñaron unas medallas para conmemorar la victoria. En el anverso de éstas estaba la efigie de Vernon y la leyenda “VERNON SEMPER VIRET”, y en el reverso ponía “PORTO BELO SEX. SOLUM NAVIBUS ESPUGNATE. NOV. 22-1739”. Pero no fue ésta la única medalla, se hicieron muchas más, de muchos tipos, quizás la más conocida sea la que dice “Tomó Portobelo con sólo seis barcos”.

¿Merecía tanto júbilo la victoria conseguida?. El botín obtenido no merecía el gasto de tanto armamento. Además de la artillería capturada, de dos buques guardacostas y una balandra, sólo obtuvieron unos miles de pesos, puesto que el resto del dinero que había en la plaza había sido puesto a buen recaudo. Este éxito se volvió en contra de los británicos.

Vernon y la mayoría de los comandantes menospreciaron las defensas, el valor y la capacidad española para sobreponerse. Basta como ejemplo, que el general Oglethorpe, comandante de las tropas coloniales en Norteamérica, propuso tomar La Habana con sólo dos batallones. Los españoles, ante la humillante entrega de Portobelo, clamaron venganza contra los británicos.

El Almirantazgo británico y Vernon sabían que en Portobelo se había celebrado la feria en el año de 1738. Como en todas las ferias, desde Perú se enviaban los caudales a Panama con la escolta de la Armada del Mar del Sur, y de allí a Portobelo. Estos caudales, unos doce millones de pesos, no fueron llevados a Portobelo a causa de las tensiones con el gobierno británico y el temor a ser capturados en un ataque. Varios meses después, esos caudales regresarían a Perú. Si realmente éste era el objetivo primordial de los británicos, fracasaron en su objetivo. Incluso Vernon tuvo la tentación de repetir lo que había realizado Henry Morgan, atacar Panamá (20). Las dificultades eran ahora mayores, no existía el efecto sorpresa y cabía la posibilidad de que la plata hubiera sido devuelta a Perú, como así era. No hubo una ocupación posterior de la plaza por la que se obtuviera algún resultado económico, no hubo avance hacia el interior para cortar las comunicaciones españolas con América del sur. El resultado fue la destrucción de tres castillos y captura de material de guerra, nada más.

El almirante Vernon, como político y miembro del Parlamento, jugó sus cartas muy hábilmente. Conocía la debilidad de Portobelo pues los factores de la Compañía del Mar del Sur ya le habían informado y por eso fue a atacar la plaza, sabiendo que era una empresa fácil y de poco riesgo, convirtiendo la captura de esta ciudad, importante sin duda y conocida en todo el mundo, en una gloriosa victoria. Partidario de la guerra y enemigo acérrimo de Robert Walpole, quiso demostrar a la opinión pública que la guerra estaba justificada y que era fácil ganarla, pero no sólo eso, sino que él era el nuevo héroe de la nación, llegando a ser considerado como un nuevo Drake. Su arrogancia le saldría muy cara en Cartagena de Indias.

A finales de diciembre del año de 1739 zarpa la escuadra de Portobelo para regresar a Port Royal, dejando al Diamond de patrulla en la costa de Cartagena de Indias. Durante la travesía, la escuadra sufre las inclemencias del mal tiempo y se dispersa, llegando finalmente a puerto jamaicano sin pérdidas.
Cartagena de Indias. 13-20 de marzo de 1740

Su siguiente objetivo era Cartagena de Indias. Habían llegado a Jamaica varios buques de guerra, entre ellos varios brulotes y bombardas, muy aptos para este tipo de ataque. El almirante británico tenía la necesidad de conocer las defensas con que contaba Cartagena de Indias y en que situación se encontraban.

Antes de zarpar rumbo a Portobelo había ideado una treta. A finales de octubre del año de 1739 envió a su primer teniente Percival en el buque Fraternity con dos caballeros españoles a bordo, factores de la Compañía de Mar del Sur. Debían enviar dos cartas, una al gobernador de la plaza don Pedro Hidalgo y otra a don Blas de Lezo. Este pretexto serviría para introducir al teniente británico en Cartagena de Indias, pero el gobernador prohibió la entrada del buque en el puerto y no se pudo llevar a cabo la operación.

Para la seguridad del comercio dejó en Jamaica, al mando del comodoro Brown, a los buques Hampton Court, Burford, Worcester, Diamond y Torrington. El navío Burford había llegado muy dañado por el anterior temporal y se dieron órdenes para su reparación inmediata con el propósito de unirse a Vernon lo antes posible.

A primeros de marzo del año de 1740 zarpa de Port Royal con seis navíos, dos brulotes, tres bombardas y un paquebote. Cuando el día trece de marzo se presentó a la vista de Cartagena de Indias, envió varios botes para sondear el paso de la escuadra y varios hombres del Greenwich, capitán Charles Windham, desembarcan en la costa para observar las defensas, mientras la escuadra fondea al oeste de la plaza, en Playa Grande.

Cinco días después ordena a las bombardas abrir fuego sobre la ciudad. Con ello pretendía provocar a don Blas de Lezo a un enfrentamiento abierto en el mar haciendo salir a sus cinco navíos (21). Los cañones de las fortalezas no alcanzaban a la escuadra enemiga, mandando Lezo desembarcar algunos cañones de su escuadra para formar baterías con las que alcanzaron a los buques británicos. Después de tres días de bombardeo, durante los cuales 350 bombas cayeron en la ciudad, Vernon se retira (22). Los daños habían sido considerables, destruyendo en parte el colegio de los jesuitas, la catedral y otros edificios.

En opinión del propio Vernon había conseguido su objetivo, que no era otro que el de tantear las defensas de la plaza, considerando también que no tenía una fuerza adecuada para un ataque frontal a Cartagena de Indias. El día veintiuno de marzo tomó rumbo al istmo de Panamá con la mayoría de sus buques, dejando a los navíos Windsor Castle y Greenwich, ambos al mando del capitán Charles Widham, patrullando la costa cercana a Cartagena de Indias.

Estos dos buques debían interceptar, por las noticias que tenía Vernon, la llegada a Cartagena de varios buques de guerra españoles. Sin duda debía tratarse de los navíos de la Armada de Barlovento San Juan Bautista, Bizarra y una goleta, los cuales se encontraban en La Habana cuando a primeros de marzo recibe su comandante don José Antonio de Herrera órdenes de don Blas de Lezo de unirse a su escuadra. Cerca de Portobelo fondeó Vernon para reparar los daños ocasionados en el bombardeo de Cartagena, reponerse de víveres y agua. El arrogante Vernon escribió al almirante Wager y llegó a decirle que hubiera tomado fácilmente Cartagena si hubiera contado con más buques de guerra y tres mil hombres de desembarco.
Castillo de San Lorenzo el Real de Chagre. 22-24 de marzo de 1740

Muy cerca de Portobelo se encontraba en la desembocadura del río Chagre la fortaleza de San Lorenzo. La importancia que tenía para los británicos no era otra que ser base de algún guardacostas y puerto de embarque de tesoros. Para destruir la fortaleza defendida por cuatro cañones y treinta soldados al mando del capitán de infantería don Juan Carlos Gutiérrez Cevallos, la escuadra de Vernon se presentó el día veintidós de marzo con cuatro navíos, Strafford, Norwich, Falmouth y Princess Louisa, tres buques bombarderos, Alderney, Terrible y Cumberland, armados con 8 cañones y al mando de los oficiales Scout, Allen y Thomas Broderick, los brulotes Success y Eleanor, ambos con 10 cañones y mandados por Daniel Hore y Robert Henley, y los transportes Goodly y Pompey (23).

Con este ataque Vernon parecía seguir los pasos del pirata Henry Morgan, que en el año de 1671 destruyó también la fortaleza para seguir el curso del río y llegar a Panamá. El mismo día de la llegada de la escuadra al río Chagra, aparece la fragata Diamond, al mando del capitán Knowles.

A las 15:00 comenzó el bombardeo por parte del Norwich, al mando del capitán Herbert, y las tres bombardas. Al mando del capitán Charles Knowles son enviados varios botes para tomar al abordaje un navío de 70 cañones y trescientos cincuenta hombres que estaba anclado al amparo de las baterías (24). Esa noche, el resto de los buques británicos se unieron al bombardeo.

Ante semejante castigo se rinde el capitán Cevallos el día veinticuatro del mes de marzo, realizando a partir de entonces las mismas acciones que el Portobelo. Destruyeron el castillo, embarcaron parte de la artillería, capturaron las dos balandras guardacostas y seis días después, la escuadra de Vernon se reúne de nuevo en Portobelo.

Al día siguiente, uno del mes de abril, se une a la escuadra el Burford, que había estado reparándose en Jamaica. Cuatro días después ordena  a Henry Barnsley que tome el mando de una de las balandras españolas capturadas y zarpe de Portobelo rumbo a Inglaterra, llevando a bordo a Joshua Thomas, contramaestre del Strafford, encargado de entregar pliegos a la corte relatando la captura de la fortaleza de San Lorenzo, continuando con su política de promoción personal, pero esta vez no ocurrió lo mismo que en Portobelo.

Aunque de cara al pueblo británico se mostró la captura de este castillo como otra gran hazaña de Vernon, lo políticos más allegados a él, entre los que se encontraban Newcastle, Pulteney y otros, comenzaron a dudar de su buen criterio. Así se lo hizo saber en una carta el Duque de Newcastle, manifestando la opinión del rey Jorge II que estaba malgastando material y hombres en objetivos poco importantes por su nulo resultado en el desarrollo de la guerra.

Otra medalla donde se muestra a Vernon tras la toma de Chagre y en el reverso los seis barcos en la toma de Portobelo.

Estando la escuadra británica en la costa entre Portobelo y Cartagena, recibe el vicealmirante Vernon noticias de la salida de El Ferrol de dos navíos españoles cargados con tropas, estando además a bordo el nuevo gobernador de Nueva Granada don Sebastián de Eslava, encontrándose en ese momento en San Juan de Puerto Rico (25). Suponiendo Vernon que los dos navíos tenían como destino el puerto de Santa Marta antes de dirigirse a Cartagena de Indias, ordena el día veintiuno de abril al capitán Berkley que asuma el mando de los navíos Windsor Castle, Greenwich y Burford y se dirija a barlovento de Santa Marta para interceptarlos, mientras el resto de la escuadra se dirige a Jamaica para abastecerse.

Como ya es sabido, los navíos españoles consiguen entrar en Cartagena de Indias, burlando la vigilancia británica. Eran los navíos Galicia y San Carlos, a las órdenes de los capitanes de fragata don Juan Jordán y dos Félix Celdrán, salidos de El Ferrol la mañana del día dieciocho de octubre del año de 1739. El día dieciséis de diciembre de ese año entran en San Juan de Puerto Rico para realizar una escala, desembarcando parte de los setecientos soldados que llevaban a bordo, llegando a Cartagena de Indias el día veintiuno de abril del año de 1740.

Su travesía estuvo llena de calamidades, tormentas y enfermedades que causaron la muerte a ciento cincuenta y cuatro hombres, setenta de los cuales se habían dejado en Puerto Rico. El nuevo virrey de Nueva Granada, el teniente general don Sebastián de Eslava, recibió su nombramiento por Real orden del día dos de septiembre del año de 1739. Junto a don Blas de Lezo se convertiría en uno de los personajes claves de la guerra de las Indias.
Cartagena de Indias. 3 de mayo de 1740

Casi dos meses después del primer ataque a Cartagena de Indias, la escuadra británica, reforzada en buques y hombres, regresa para realizar un nuevo intento. En esta ocasión contaba Vernon con trece buques de guerra y una bombarda.

Apostando sus navíos en lugares estratégicos, el general Lezo consigue de nuevo ahuyentar a los británicos con su fuego. Si las intenciones de Vernon en estos dos ataques a Cartagena de Indias no eran las de asestar un duro golpe a los españoles, lo único que consiguió fue ponerlos sobre aviso.

Llegada de refuerzos

Los temores y recelos de Vernon respecto a que España enviara refuerzos a las Indias parecieron confirmarse cuando a (finales de mayo) recibe una carta del embajador británico en Lisboa, Lord Tyrawley, fechada el día veintiuno de abril del año de 1740, informándole de la salida de Cádiz de nueve navíos y tres fragatas al mando del teniente general Pintado, creyendo que su destino era el Caribe.

Pocos días después, recibe otra carta del Duque de Newcastle, fechada el día dieciocho de abril, donde le confirma no sólo la salida de la escuadra española de Cádiz el día diecinueve de marzo, sino que también había zarpado otra escuadra de El Ferrol. Le dice en esa carta que debe defender Jamaica y que una escuadra de diez navíos al mando de Nicholas Haddock zarparía del Mediterráneo en cuanto se confirmase que el destino de la escuadra española era el Caribe. También le informa de los preparativos realizados hasta el momento para el envío de una fuerte escuadra y ejército de ocho mil hombres al mando del general Lord Cathcart, estando previsto que llegase como muy tarde en el mes de septiembre.

Con grandes esfuerzos se había alistado una escuadra en Cádiz, zarpando en marzo del año de 1740 al mando del teniente general don Manuel López Pintado. Estaba compuesta por los navíos San Antonio, San Luis, Fuerte, Andalucía, Real Familia, Nueva España, Asia y San Isidro, las fragatas Galga y Griega y los paquebotes Júpiter y Marte. Su salida se hizo coincidir con otra al mando de Torres desde El Ferrol para despistar a los británicos. Ambas escuadras entraron en la base gallega a finales de marzo.

En el departamento ferrolano se realizan preparativos para embarcar tropas y poner en estado operativo todas las unidades, siendo asignado el teniente general don Rodrigo de Torres comandante de esta escuadra, mientras el general Pintado regresa a Cádiz para hacerse cargo del departamento como su nuevo capitán general.

Las escuadras británicas habían fracasado de nuevo, una vez más, en interceptar los movimientos de buques españoles, primero en Cádiz donde a la escuadra de Haddock se  le pasó desapercibida la salida de Pintado, al igual que a varios buques de la escuadra de Norris, que se encontraban en aguas gallegas.

En el mes de abril del año de 1740 tuvieron los británicos el primer éxito en capturar un navío de línea de la Real Armada. Mientras se realizaban los aprestos necesarios para la salida de la escuadra de Torres, algunas unidades realizaban salidas para patrullar la costa, proteger el tráfico y adiestrar a las tripulaciones. En una de estas salidas, los navíos de 70 cañones Princesa y Príncipe se encontraban dando caza a una fragata enemiga (26).

El Princesa, al mando del capitán de fragata don Pablo Agustín de Aguirre, quedó en solitario al haber roto parte de la arboladura. Cuando se encontraba a la altura del cabo Prior (Ortegal), a unas treinta leguas del cabo Finisterre, fue avistado por los navíos británicos Oxford, Kent y Lennox, los tres armados con 70 cañones. Los tres buques británicos consiguen rendir al comandante Aguirre, no sin antes haber combatido durante varias horas, haber perdido muchos hombres y no tener posibilidad alguna de escapar al haber sido desarbolado.

Los británicos estaban ahora decididos a destruir de una vez por todas a la escuadra española. Para ello hicieron zarpar una escuadra de más de veinte navíos al mando del almirante Norris para destruir a la escuadra de Torres en El Ferrol, tomarían después las islas Canarias, cortando de una vez por todas las comunicaciones atlánticas.

Otra escuadra al mando de Chaloner Ogle debía zarpar rumbo al Caribe con las tropas de Cathcart, que unidas después a la de Norris pondrían sitio a La Habana. Una tercera escuadra, la de Anson, entraría en el Pacífico y ocuparía Panamá (27). Estos planes pondrían en el mar unos 50 navíos y cientos de buques de transporte. El peligro era inmenso y significaría, de tener éxito, el fin de la América española.

El día once de julio del año de 1740 se ordena a la escuadra de Torres zarpar de El Ferrol, realizando la salida de puerto el día treinta y uno de ese mes con tanto sigilo, que los británicos no tienen noticias de ello hasta el día veintisiete de agosto. La escuadra española estaba compuesta por once navíos, San Felipe, Santa Ana, Reina, Príncipe, Nueva España, San Luis, San Antonio, Fuerte, Andalucía, Real Familia y Castilla, además de los buques menores Pingüe, Isabela y Hermoso, y dos mil doscientos soldados. La escuadra tomó rumbo a Veracruz, embarcaron caudales y llegaron con ellos a La Habana a primeros del mes de septiembre. Poco después puso Torres rumbo a San Juan de Puerto Rico para dejar pertrechos y caudales y después a Cartagena de Indias para abastecer a la escuadra de don Blas de Lezo.

La salida de la escuadra española de El Ferrol cambió todos los planes británicos. El convoy de tropas destinado al Caribe y que, en un principio, llevaría la escolta de sólo seis navíos, se incrementó considerablemente. El día seis de noviembre zarpa de Portsmouth la escuadra puesta al mando del contralmirante Chaloner Ogle, compuesta esta vez por más de veinte navíos, numerosas fragatas y buques menores y casi doscientos buques de transporte. El día once de noviembre sufre esta escuadra las inclemencias de un temporal, obligando al navío Buckingham a regresar a Spithead, mientras el Superb y el Prince of Orange tienen que entrar en Lisboa escoltados por el navío Cumberland.

Habíamos dejado a la escuadra de Vernon de vuelta en Jamaica después de su segundo ataque a Cartagena de Indias. Durante los siguientes meses los buques británicos estuvieron dedicados a proteger su tráfico y acosar a los buques españoles. Un nuevo aviso se recibe en Jamaica sobre la salida de Cádiz del nuevo virrey de Nueva España en dos buques holandeses y un aviso español.

Zarpan a mediados del mes junio de Port Royal el Worcester y el Falmouth para interceptarlo, consiguiendo capturar al buque español, pero no a los dos holandeses que consiguen escapar, estando embarcado en uno de ellos el virrey. También a mediados de junio zarpan de Port Royal los navíos Burford, Hampton Court, Windson Castle, Strafford, Greenwich, el brulote Success y un transporte, con la misión de interceptar en la costa de Tierra Firme la escuadra española que suponía había zarpado ya de El Ferrol.

Dejó de patrullar en estas aguas al Hampton Court hasta primeros del mes de julio, habiendo regresado Vernon a Jamaica el primero de julio. La primera semana de julio zarpa de Port Royal el Greenwich para llevar a Inglaterra al comodoro Brown. Escoltando un convoy de pertrechos entran en Port Royal el día quince de septiembre los navíos Defiance y Tilbury. Sin noticias sobre la llegada de los ansiados refuerzos, Vernon vuelve a zarpar el día quince de octubre con el Burford, Hampton Court, Windsor Castle, Princess Louisa, Worcester, Defiance y Tilbury, la bombarda Alderney y los brulotes Success y Eleanor, para cruzar la costa de la isla de Santo Domingo.

Pocos días después se entera que la escuadra al mando de Rodrigo de Torres había entrado en San Juan de Puerto Rico sobre el día veinte de septiembre y había zarpado rumbo a Cartagena de Indias en los primeros días de octubre. A pesar de que ya no podía interceptarla continuó su crucero por aquellas aguas, encontrándose a finales de octubre con ocho mercantes escoltados por la goleta Wolf, convoy que llegaba de las colonias norteamericanas con tropas al mando del coronel Gooch. Dejando de crucero en esas aguas al navío Windsor, regresa Vernon a Jamaica con el convoy. En la travesía a Port Royal captura al bergantín español Tilbury.

A finales de diciembre del año de 1740 llega la escuadra de Chaloner Ogle a la isla Dominica. Allí fallece por enfermedad el general Lord Cathcart, sensible pérdida que tendría graves consecuencias para las operaciones futuras al ser sustituido por el brigadier general Thomas Wentworth. En la primera semana de enero del año de 1741 la escuadra británica llega a San Cristóbal, punto de encuentro en caso de separación, zarpando rumbo a Jamaica al día siguiente, ocho de enero.

Edward Vernon se hace cargo de toda la escuadra, izando su insignia en el navío Princess Carolina, llevándose al capitán Watson, pasando a mandar el Burford el capitán Thomas Griffith (28). Al vicealmirante británico no sólo le preocupaba la presencia de la escuadra de Torres de Cartagena de Indias, sino la escuadra francesa que al mando del marqués D’Antín se encontraba en Port Louis.

Vernon no podía permitir que las dos escuadras se reunieran, formando un conjunto de cuarenta navíos, por lo que se propuso averiguar las razones de la presencia francesa en el Caribe. Mientras esto ocurría la escuadra española sufre cerca de Puerto Rico una tormenta que hace naufragar al navío Andalucía, mientras que el Fuerte tiene que entrar en La Habana, permaneciendo por un tiempo en el arsenal para ser reparado.

El día veintiuno de enero se celebra un consejo de guerra donde se decide que la escuadra zarpe al completo para averiguar los movimientos e intenciones de los franceses. Después de reparar los daños de la travesía del Atlántico la escuadra se divide en tres divisiones, quedando lista para finales de enero.

La primera división, al mando de Ogle, zarpa el primero de febrero con diez navíos, dos fragatas y cuatro menores, seguidos dos días más tarde por la división del vicealmirante Lestock con nueve navíos, una fragata y cuatro menores. Otros dos días después sale la tercera al mando de Vernon con once navíos, tres fragatas y ocho menores.

Los vientos contrarios obligan a fondear a la escuadra, recibiendo el navío Augusta daños de consideración por lo que tiene que entrar en Port Royal por orden de Vernon. A los pocos días regresa la goleta Wolf, al mando de William Danbridge, donde en Port Louis había descubierto a la escuadra francesa. Los británicos deciden poner ese rumbo. A finales de febrero sólo descubren anclados buques mercantes franceses. El gobernador francés les comunica que la escuadra francesa había zarpado rumbo a Europa. Vernon vio la oportunidad que había estado esperando, y ordena dos días después de su llegada a Port Louis poner rumbo a Cartagena de Indias, después de obtener permiso de los franceses para abastecerse de víveres y agua.

Para comprender la actitud francesa, es necesario conocer las razones del envío de esas escuadras y su retirada. Tras la caída de Portobelo la situación respecto a la neutralidad francesa cambia, no podía permitir que España perdiera esta guerra. En el mayor de los secretos zarpa una escuadra de Brest el día dos de septiembre del año de 1740, compuesta por dieciocho navíos al mando del teniente general Antoine-Francois d’Antín y otra había salido ya el día veinticinco de agosto desde Tolón con doce navíos al mando de Rochalart (29).

El punto de reunión se fijó en Santo Domingo, quedando en el Caribe veinte navíos, pues seis debían regresar a Brest y cuatro a Tolón (30). La escuadra de d’Antín llegó a la isla Martinica en el mes de octubre del año de 1740 desembarcando tropas y pertrechos, tras lo cual se dirige a Port Louis, en la isla de Santo Domingo. En el mes de diciembre se unen las dos escuadras francesas. En enero de 1741 zarpan las escuadras rumbo a Francia.

Los planes aliados eran los siguientes: la escuadra de Torres debía atacar a Vernon en igualdad o inferioridad del británico. Con la llegada de las escuadras francesas, eran ellos, Torres, D’Antín, Lezo, quien debían tomar las decisiones más adecuadas a cada momento, pero en resumen, debían derrotar a Vernon y atacar Jamaica antes de que llegaran las escuadras de refuerzo británicas.

En diciembre del año de 1740, reunidas las escuadras de Torres y Lezo en Cartagena de Indias, se reciben órdenes desde Fointanebleau, donde el embajador español en París le comunica a Torres que las escuadras española y francesa deben colaborar en derrotar a Vernon (31). El virrey Eslava convoca una Junta en el Cabildo de Cartagena los días doce y trece de diciembre a la que asisten Torres y Lezo. Se determinó reunirse en Santa Marta para decidir allí cual serían las futuras operaciones contra la escuadra británica, que se mantiene en aguas de Jamaica.

La llegada a Jamaica de la escuadra de Chaloner Ogle cambia la situación. La escuadra francesa había recibido órdenes de Paris de regresar a Europa. Francia no iba a exponer el sacrificio de tantos años en una batalla, pero el problema que tenía era justificar esa retirada ante la corte española. Para ello propone nuevos planes encaminados a distraer tropas y navíos británicos de las Indias, atacando Escocia, Mahón y la escuadra de Haddock en el Mediterráneo.

A los consejeros de Felipe V no les convence estas propuestas. Si se atacaba a Escocia, Holanda y Austria entrarían en conflicto, y para atacar a Mahón y a la escuadra de Haddock bastarían las escuadras que se estaban armando en Europa (32), por lo que no había necesidad de retirar buques del Caribe. La orden se retirar las escuadras francesas era del día siete de octubre, por supuesto sin el conocimiento del gobierno español, y antes de partir la escuadra de Ogle, aunque los franceses ya sabían que se iba a producir.

España vuelve a encontrarse sola. La escuadra de Lezo regresa a Cartagena de Indias, a la que se incorpora el navío San Felipe, de la escuadra de Torres, mientras que éste zarpa rumbo a La Habana, a cuyo puerto llega el día veintiséis de enero del año de 1741 escoltando a los galeones, temiendo que La Habana fuese atacada por Vernon.

Los franceses dejan siete navíos en el Caribe al mando del jefe de escuadra conde de Roquefueil.  Era la oportunidad que Vernon estaba esperando. Lejos de Cartagena de Indias las escuadras de Torres y d’Antín, los británicos podían apoderarse de esta plaza, fundamental para sus aspiraciones. No voy a relatar ahora la ya conocida gesta de la defensa española de Cartagena de Indias, de la que existen muchos artículos y un estupendo trabajo en esta misma página web.
Guantánamo (Cuba). 1741

El servicio en aguas tropicales y las bajas por combate y enfermedades habían pasado factura a la escuadra británica. Ordena Vernon que parte de su escuadra zarpe rumbo a Inglaterra al mando de Richard Lestock. Son once los navíos: Hampton Court, Burford, Windsor Castle, Princess Carolina, Princess Amelia, Russell, Norfolk, Shrewsbury, Torbay, Chichester, Falmouth, Cumberland, Success, Eleanor, Terrible y Goodley, y cinco buques menores. Vernon pasa su insignia al navío Boyne.

A primeros de junio del año de 1741 se celebra un consejo de guerra para determinar las futuras operaciones. Vernon estaba decidido a hacer olvidar su anterior fracaso en Cartagena de Indias y quiso dar un golpe donde menos se esperaran los españoles. El objetivo elegido era Santiago de Cuba, puerto de gran importancia para la seguridad del comercio británico. Todos estuvieron de acuerdo excepto el gobernador Trelawny, para el que era más importante seguir con los antiguos objetivos de dañar el comercio atacando el istmo de Panamá. Pero la conquista de Cuba sería el lanzamiento definitivo de Vernon, y Santiago estaría menos defendida que La Habana, cuyo puerto era el preferido por el gobierno británico para lanzar un ataque, pero allí se encontraba la escuadra de Torres, y Vernon decide atacar por la plaza menos defendida de Santiago de Cuba.

La invasión de la isla Cuba fracasó antes de comenzar, había demasiados intereses personales, políticos y económicos que enturbiaron las operaciones militares. El gobernador de Jamaica, Trelawny, que hablaba en nombre de los plantadores de su isla, no deseaba nuevas colonias azucareras que compitieran con ellos, por lo que trató de evitar la invasión de Cuba.

Por otro lado estaban los británicos de las Trece Colonias que codiciaban nuevas tierras. El gobernador de Massachussets, Shirley, estaba ofreciendo tierras cubanas a futuros colonizadores. Por último, el nulo entendimiento entre Vernon y Wentworth no presagiaba que la empresa llegara a feliz término.

A primeros del mes de julio zarpa de Port Royal el navío Rippon, al mando del capitán James Rentone, que había sustituido a Jolly por fallecimiento de éste en el mes de mayo. Su misión era reconocer las defensas españolas.

Cinco días después, el once de julio, zarpa de Port Royal la escuadra de Vernon con nueve navíos: Boyne, Cumberland, Grafton, Kent, Worcester, Tilbury, Chester, Montagu y Tyger, más tres fragatas: Shoreham, Experiment y Sheerness, a los que se añadían, tres brulotes, una bombarda, dos balandras, dos buques hospital y un tender. Había embarcado en cuarenta transportes pertrechos y unos cuatro mil hombres al mando del general Wentworth, presentándose el día dieciocho de julio en la bahía de Guantánamo, que Vernon cambió por el nombre de Cumberland Harbour.

En Port Royal quedaron al mando del capitán Thomas Davers los navíos Suffolk, Strafford, Dunkirk, Bristol, Litchfield y el brulote Vulcan para proteger el tráfico. Otros tres navíos, York, Augusta y Deptford, estaban en puerto abasteciéndose, con órdenes de Vernon para que se le unieran lo antes posible. Después de desembarco, dispuso el general Wentworth la marcha hacia Santiago de Cuba, distante unos 140 kilómetros.

Durante su marcha fueron continuamente hostilizados, primero por pequeñas partidas, después por tropas veteranas llegadas en mayor número desde Santiago y mandadas por el coronel don Cagigal de la Vega y otros lugares como Bayano, Puerto Príncipe y otras poblaciones. Después de haber perdido a la mitad de sus hombres, sobre todo por las enfermedades, el general Wentworth ordenó la retirada y que reembarcaran las tropas, que se produjo a finales de noviembre. Los transportes regresaron a Jamaica, mientras Vernon queda en alta mar en espera de la llegada de un convoy con dos mil hombres de refuerzo.

Mientras las tropas intentaban llegar a Santiago y después a La Habana, Vernon fue con su escuadra a bloquear el puerto de Santiago de Cuba para impedir la llegada de refuerzos por mar, mientras otra parte de la escuadra vigilaba la posible salida de la escuadra de Torres.

Pero la escuadra española surta en La Habana, aprovechó la ocasión para realizar travesía hasta Santander escoltando a los galeones con los caudales, regresando a La Habana sin novedad. Las noticias de este nuevo fracaso preocupó en las altas esferas británicas, que no comprendían cómo se había decidido atacar la insignificante plaza de Santiago de Cuba en vez de neutralizar y destruir la escuadra española atacando La Habana, corazón de la isla de Cuba. Era lógica la preocupación e indignación del gabinete británico.

En las fracasadas operaciones de Vernon se habían perdido entre quince a veinte mil hombres y los reclutamientos en la metrópoli eran continuos, sin olvidar que el comercio había disminuido considerablemente por la acción de los corsarios españoles y no se había conquistado y explotado ningún territorio que cambiara esta balanza negativa.
Portobelo. 1742
A finales de enero del año de 1742 un convoy de tropas, con dos mil hombres, llegó a Jamaica desde puertos británicos, escoltado por los navíos de 50 cañones Greenwich, capitán Allen, y St. Albans, capitán Knight, y la fragata Fox, artillada con 20 cañones. Con estos nuevos refuerzos se determinó atacar de nuevo Portobelo, con la firme determinación de cruzar el istmo de Darien y atacar la ciudad de Panamá. Para ello contaban con el teniente Lowther, conocedor de aquellas tierras por haber sido un antiguo bucanero.

Hasta finales de marzo las tropas para esta expedición no embarcaron. Mientras tanto el teniente Lowther es enviado a la costa de los Mosquitos en la balandra Triton, escoltada por la fragata Experiment, al mando del capitán Henry Denis. Debía recopilar información sobre la costa y contactar con los nativos. Mientras tanto, Vernon, impaciente por el retraso de los preparativos, realiza patrullas por la costa de Cartagena para averiguar el estado de defensa de la plaza y conocer si se han realizado nuevos defensas.

Eran tres mil soldados regulares y quinientos de tropas negras, auxiliados por cuatrocientos indios mosquitos. La escuadra compuesta de diez: Boyne, Cumberland, Kent, Oxrford, Worcester, Defiance, York, Montagu, St. Albans y Greenwich, tres brulotes y dos buques hospital, zarpa de Port Royal y llega a Portobelo el día diez de abril, ocupando la ciudad sin la oposición española, indefensa desde su destrucción en 1739.

Las tropas, habían llegado a bordo de cuarenta transportes, estando presente como coronel el gobernador de Jamaica Trelawny. Dos días después, habiendo desembarcados todas las tropas, celebran un consejo de guerra. Les había llegado información por lo cual la ciudad de Panamá había sido muy reforzada y disponía de más tropas de las previstas, mientras que la escuadra de Anson había fracasado en su objetivo de atacar Panamá.

Después de muchas disputas y controversias entre los mandos de la marina y el ejército, las tropas británicas embarcan de nuevo a mediados de abril, llegando a Jamaica a finales de mayo (33). Además de esta operación, se había previsto que el navío Montagu, al mando del capitán William Chambers, se reuniera con el Experiment y el Triton para realizar un desembarco en la bahía de San Blas, siendo esta operación también abortada.

Otras operaciones navales en 1742

En el mes de agosto, Vernon despachó desde Jamaica a un pequeño destacamento de tropas con el navío Litchfield y la goleta Bonetta, mandados por los capitanes James Causack y William Lee. Debían ocupar la isla de Roatán, en la bahía de Honduras. Esta fue la única operación realizada con éxito por los británicos durante todo el año.

La enemistad entre Vernon y el general Wentworth llegó hasta tal punto que se hizo evidente que había que zanjarla para que no interfiriera negativamente en el desarrollo de las operaciones. En el mes de septiembre llegó a Port Royal la fragata Gibraltar, al mando del capitán Thorpe Fowke. Traía órdenes para que el vicealmirante y el general regresaran a Europa. Vernon zarpó en el Boyne a primeros del mes de noviembre. Poco después salió el general rumbo a Europa con parte de sus tropas en los navíos Defiance y Worcester. El contralmirante Chaloner Ogle era el nuevo responsable de la escuadra británica y de las operaciones en el Caribe a partir de febrero de 1743.

El navío británico de 50 cañones Tyger, al mando del capitán Edward Herbert, encalló en uno de los cayos cerca de la isla de Tortuga, salvándose la tripulación. En tierra montaron una batería con 20 cañones y se prepararon para la defensa. Con sus botes consiguen abordar y capturar una balandra y una goleta españolas, consiguiendo regresar a Jamaica dos meses después. Desde La Habana se había enviado al navío Fuerte para capturarlos, pero tuvo que regresar a puerto para reparar los daños ocasionados por una turbonada (34).

La Armada Real española, ante la falta de buques de guerra y las muchas comisiones a las que atender, tuvo que echar mano de lo que pudo, utilizando en muchas ocasiones a buques mercantes como escoltas de convoyes, y nada mejor para ello que la Compañía Guipuzcoana de Caracas.

En varias ocasiones fueron sus buques y hombres los utilizados para llevar tropas y pertrechos allí donde se necesitaban. Después de rechazar a la escuadra de Vernon, la plaza de Cartagena de Indias debía ser reforzada con tropas y diverso material militar. La Compañía firmó un asiento con la corona para el traslado de tropas y pertrechos a Cartagena con cuatro buques, el navío San Ignacio, de 50 cañones, las fragatas San Joaquín y San Sebastián, de 30 y la fragata San Antonio, armada con 12 cañones. En el contrato se estipulaba que debían llegar hasta La Guaira y el transporte hasta Cartagena de Indias sería realizado por otros cinco buques que saldrían desde El Ferrol para tal efecto.

En caso de que estas naves no llegaran a tiempo o fuesen capturadas, la Compañía tendría dispuestas varias naves para realizar este traslado. Posteriormente se añadió al convoy el navío de 50 cañones Nuestra Señora del Coro, para cargar más material y víveres y servir de escolta al convoy, puesto que este navío sí que realizaría la travesía completa hasta Cartagena de Indias. Las tropas embarcadas correspondían al regimiento de dragones de Almansa, quinientos veinte hombres al mando del coronel don Alonso de Arcos y Moreno y seiscientos hombres de seis compañías del regimiento de infantería de Portugal al mando de don Francisco Villavicencio (35).

A finales de noviembre del año de 1741 estaba todo listo en Pasajes, pero debido a retrasos y a los temporales, el convoy no pudo zarpar hasta la noche del día doce de febrero del año de 1742. El convoy estaba al mando del capitán de fragata don José de Iturriaga. Nuevos temporales en el mar Cantábrico obligan a entrar en Guetaria el día dieciséis de febrero al navío Coro y a la fragata San Joaquín, y dos días después a la fragata San Sebastián, mientras la San Antonio se refugia en el puerto de Pasajes. En cambio, el navío San Ignacio, al mando del capitán Julián Bautista de Goicoechea, desobedece las órdenes y continúa su travesía a América en solitario.

Reunidos los cuatro buques del convoy, zarpan de Guetaria el día veintitrés de febrero. La fragata San Antonio se separa del convoy el día veintiocho y no se vuelve a saber de ella hasta su llegada a América. A cierta altura de la navegación, los comandantes abren los pliegos donde se les ordena cambiar la ruta. Debían dirigirse a la isla de Cuba, donde había peligro de invasión del enemigo. A ocho leguas de la isla Anegada es avistado el convoy el día doce de abril por tres buques británicos, dos fragatas y una balandra.

Al acercarse los enemigos, los españoles observaron que se trataba de una fragata de 50 cañones y otra de 30. Eran las fragatas británicas Eltham, armada con 44 cañones, y Lively, al mando de los comandantes Edward Smith y Henry Stewart. A bordo del navío Coro se realizó una junta, donde se decide combatir al no poder abandonar a la fragata San Sebastián, el buque más lento y menos velero del convoy.

Comenzó el cañoneo a las 09:00 hasta que los británicos se retiraron al mediodía, manteniéndose a barlovento y a gran distancia. A las 15:00 se acercaron y reanudaron el combate, retirándose de nuevo a las 19:30 ante la defensa tenaz de los tres buques españoles. En el combate quedó herido de gravedad el mariscal de campo don Joaquín de Aranda, gobernador electo de Cartagena de Indias, al llevarse un brazo una bala de cañón, muriendo una hora después a bordo del Coro. Hubo otros dos muertos y siete heridos, desconociéndose las bajas británicas en los dos combates. Al día siguiente amaneció con las dos fragatas enemigas a barlovento y a distancia de dos tiros de cañón, pero ya no reanudarían el combate, sin duda escarmentados del castigo del día anterior.

El día dieciséis de abril llegaron a San Juan de Puerto Rico. El primero en entrar en puerto fue el navío Nuestra Señora del Coro y después la fragata San Joaquín, con gran dificultad por los fuertes vientos. Cuando iba a hacerlo la fragata San Sebastián calmaron los vientos y las olas pero las corrientes la arrastraron a tierra. Los botes y lanchas de los otros buques la liberaron y metieron en puerto.

Perecieron un teniente, trece soldados y dos marineros al lanzarse al agua. Ya en puerto, reciben la noticia de la pérdida el día treinta de marzo en isla Anegada del navío San Ignacio. Había naufragado por las fuertes corrientes, la sobrecarga (36) y la impericia de su comandante, provocando la pérdida de unos doscientos hombres, incluidos varios oficiales y el comandante Villavicencio. El resto del convoy tuvo que auxiliar a los náufragos que habían quedado en isla Anegada, recogiendo a 89 tripulantes, mientras que otros cayeron prisioneros de los británicos.

Poco antes de entrar en San Juan de Puerto Rico, el convoy de la Compañía captura un paquebote británico de 200 toneladas cargado con pertrechos navales, entre ellos palos y tablas, que son empleados en las reparaciones de las tres naves. Reparados y abastecidos, los buques del capitán Iturriaga zarpan el día veinte de julio y llegan a Santiago de Cuba el día veintisiete, donde se reúnen con la fragata San Antonio.

Desembarcadas las tropas, municiones y pertrechos que llevaban para la plaza, se hacen a la vela el día seis de septiembre y entran en La Habana el día veinte. Después realizar nuevas reparaciones y algunas comisiones zarpan el día veintidós de octubre rumbo a Puerto Rico. Habiendo realizado nuevas comisiones en estas aguas, zarpan rumbo al sur y entran en Puerto Cabello el día siete de diciembre.

Habían llegado con cinco buques, pues se les había unido el paquebote británico capturado, armado como fragata de 16 cañones y bautizada San Francisco Javier, alias La Presa pasando a realizar servicios para la Compañía. Los pertrechos y tropas destinados a Cartagena de Indias son trasbordados a una goleta y a una balandra de la Armada que, escoltados por la fragata Santa Teresa de la Compañía, llegan a Cartagena días después (37).

Varias fuentes británicas mencionan este combate, pero ninguno da una cifra de bajas británicas, aunque Beatson (38) dice que fueron severas. También menciona este historiador que las dos fragatas británicas no pudieron capturar al convoy español por la llegada de la noche. El capitán de fragata Iturriaga estuvo varias veces a punto de rendirse, siendo evitado por un oficial irlandés de infantería y estima las bajas españolas del combate entre seis a setecientos muertos y heridos. Yo me pregunto qué oficial irlandés era, pues Beatson no cita el nombre, y que autoridad podía tener sobre el resto de oficiales de la Armada en una supuesta junta de oficiales para tratar de la rendición. También es curioso el abultado número de bajas en combate. Los tres buques del convoy llevaban a bordo entre ochocientos y mil hombres, entre dotación y tropas embarcadas.

El día primero de octubre del año de 1742 se perdió el navío de 60 cañones Tilbury en la costa de Santo Domingo, estando al mando del capitán Peter Lawrence. La causa fue un pavoroso incendio provocado por una pelea entre borrachos, perdiéndose en el naufragio más de cien hombres.

Hubo otros muchos sucesos relevantes, como los relacionados con la escuadra española en La Habana, que ni mucho menos estuvo ociosa. Mantuvo las comunicaciones libres entre Veracruz y La Habana y destacó a muchas embarcaciones para batir a los británicos, sobre todo a los corsarios.

Uno de los marinos más destacados fue el capitán de fragata don Luis Vicente de Velasco. Al mando de una fragata de 30 cañones (39) navegaba en junio del año de 1742 de La Habana a Matanzas, encontrándose con una fragata británica y un bergantín más alejado. Velasco decide atacar a la fragata enemiga antes de que llegada el bergantín para prestarla apoyo. Durante dos horas se estuvieron cañoneando las dos fragatas y Velasco y sus hombres la rindieron al tomarla al abordaje. La fragata de Velasco había recibido pocos daños y fue a la caza del bergantín, que se rindió al recibir dos cañonazos en la línea de flotación y comenzaba a hundirse, izando la bandera de auxilio. Las lanchas españolas salvaron a la tripulación, mientras otros hombres reparaban los daños del bergantín, siendo los dos buques llevados a remolque a La Habana.

También es de destacar las acciones del teniente de navío don Luis Gijón, que en el canal de Bahama hundió a dos fragatas y a un bergantín británico, o a don Pedro de Garaicoechea, que al mando de la fragata Galga consiguió muchas capturas.
La Guaira. Marzo 1743

El contralmirante Ogle decide asestar un duro golpe al comercio español atacando el puerto de La Guaira, deseoso de inaugurar su mandato con éxito. Ordena al comodoro Charles Knowles ponerse al mando de una escuadra compuesta por cinco navíos, cuatro fragatas y doce buques menores (40). El comodoro Knowles se dirige a la isla de Antigua para incorporar a su escuadra más buques y cuatrocientos soldados. El día quince de febrero zarpa rumbo a su objetivo y se presenta el dos de marzo frente a La Guaira. Sus órdenes eran <<librar a sus habitantes de la tiranía de la Compañía Española Guipuzcoana>>. Si bien todo monopolio tiende a ser tiránico e injusto, no menos tiránico eran los métodos de la Compañía de las Indias británica.

La plaza estaba bien defendida por el comandante de su guarnición, el capitán don Mateo Gual y Pueyo, que tenía dispuestos 94 cañones. A las 06:00 del día dos de marzo se hicieron dos disparos desde el baluarte de La Caleta, seguidos por otros de los castillos de Torrequemada, La Venta, La Cumbre, El Castillito y el Fortín de la Puerta de Caracas, anunciado la presencia enemiga.

Se organizaron a la guarnición (41), milicias, voluntarios y los hombres de la Compañía Guipuzcoana con el capitán de fragata don José de Iturriaga y Aguirre al frente. A las 10:00 comenzó el cañoneo contra la plaza, que causó serios destrozos en casas, cuarteles y depósitos del puerto (42). Knowles envió varias lanchas para abordar y capturar o quemar a tres naves españolas que estaban en el puerto.

El fuego español causó mucha confusión en las lanchas y tuvieron que desistir de su empeño. Los españoles rompieron el cable del Burford, yéndose sobre el Norwich y la fragata Eltham, que tuvieron que abandonar la línea, siendo arrastrados a sotavento por las corrientes. Esa madrugada llegó el gobernador de la provincia de Caracas, el teniente general don Gabriel José de Zuloaga, con diez compañías. Aunque se había rechazado lo más duro del ataque, siguieron tres días más de bombardeos por ambas partes. Una de las bombas incendiarias cayó en un edificio cuyo almacén tenía depositados cien quintales de pólvora y otras bombas provocaron graves daños en los fuertes, momentos en los que la victoria británica parecía asegurada.

Cuatro días después de comenzar el ataque, Knowles ordena retirarse, llegando a Cucacao el día seis de marzo sin haber doblegado las defensas de La Guaira.

Sus daños eran muy graves, el Burford, recibió setenta y ocho impactos, tuvo veinticuatro muertos, entre los que se encontraba su comandante Lushington, y cincuenta heridos, el Assistance, recibió cuarenta y un impactos, tuvo trece muertos y setenta y un heridos, el Suffolk, otros treinta y cuatro muertos y ochenta heridos, habiendo recibido noventa y siete impactos en el casco, el Advice, tuvo diez impactos, siete muertos y quince heridos, el Norwich, siete impactos, un muerto y once heridos, la fragata Elthan, tuvo setenta  bajas; catorce muertos y cincuenta y cinco heridos, habiendo recibió cuarenta y cuatro impactos, la Lively, diez impactos, siete muertos y cuarenta y cuatro heridos, y el Scarborough recibió tres impactos y sólo dos heridos.

Ante semejantes bajas, unos seiscientos hombres en total, los británicos no volverían a combatir en este puerto. Los propios británicos admitieron haber perdido a un teniente, noventa y dos muertos y trescientos heridos, además del fallecimiento poco después del comandante del Burford a causa de las heridas, mientras que las bajas españolas las estiman en setecientos hombres, la ciudad en ruinas y las fortalezas gravemente dañadas, lo que tampoco es de extrañar demasiado al haber arrojado la escuadra británica más de nueve mil bombas.
Puerto Cabello. Abril 1743

Reparados los daños, y con el refuerzo de doscientos voluntarios holandeses, el comodoro Knowles intentó un nuevo ataque, esta vez sobre la plaza de Puerto Cabello.

Zarpó de Curaçao el día veinte de marzo y llegó ante Puerto Cabello el quince de abril. Este retraso en su llegada es provocado por las corrientes contrarias y por las nuevas tripulaciones holandesas, a las cuales había que adiestrar. A las 17:00 del días veintiséis de abril comenzó el fuego británico. Una bombarda disparó contra la fortaleza de San Felipe, mientras los navíos lo hacían contra los buques de la Compañía Guipuzcoana, el navío Nuestra Señora del Coro y la fragata San Sebastián. Además de la artillería apostada en el fuerte de San Felipe se habían instalado varias baterías con otros 52 cañones para la protección de lugares estratégicos.

Al amanecer del día veintisiete de abril bombardearon los británicos el fuerte San Felipe, consiguiendo desmontar varias piezas. Ese mismo día y hasta el anochecer se acercan las fragatas Eltham y Lively para acallar las baterías, desembarcando en la oscuridad, en el paraje llamado Carraca Vieja, entre Punta Brava y Borburata, unos mil doscientos hombres, siendo rechazados por los 10 cañones de la batería de Punta Brava y los hombres al mando del capitán de navío don Martín de Sansinea, de la Compañía Guipuzcoana, los cuales consiguen hacer varios prisioneros.

Los británicos se apoderan de las islas de Ratones y Borburata, donde instalan baterías de morteros, cuyos disparos no consiguen daños de consideración, siendo retirados días más tarde, mientras las bombardas castigan las baterías de Guadalupe y La Concepción. El día veintinueve de abril desembarcan un oficial y cuarenta hombres para hacer trincheras, desde las cuales disparaban a las líneas españolas. Dos lanchas de la Compañía con gente al mando del capitán de infantería don Manuel de Ágreda salieron a reconocer esta nueva posición enemiga. Cumplida la misión de expulsar a los británicos, regresaron a la fragata.

El día dos de mayo reconoció la situación el gobernador don Gabriel de Zuloaga, realizando una navegación dentro de la bahía a bordo del navío Coro. A las 14:00 del día cinco de mayo comenzó un ataque general británico. Habiendo destruido los días anteriores la mayor parte de las baterías, se acercó la escuadra a tiro de fusil del fuerte San Felipe para forzar la entrada al puerto, dando cobertura a numerosas lanchas y botes que se acercaban para realizar un desembarco.

Para evitar la entrada había ordenado Zuloaga hundir al buque La Isabel. Los artilleros españoles consiguen averiar gravemente a dos de los navíos, cesando en ese momento la brisa que hasta ahora había ayudado a los buques enemigos, convirtiéndose en blancos casi seguros. A las 20:30 los británicos deciden retirarse con mucho trabajo por falta de viento, momento aprovechado por los artilleros españoles para causarles graves daños, dejando cadáveres, restos de jarcias y aparejos. El capitán Gregory, que mandaba el Norwich, tuvo que ser destituido por Knowles y sustituido por el capitán Henry Stuart porque se negaba a acercarse a los cañones españoles.

Al amanecer del día seis continuaba la escuadra a la vista pero fuera de tiro de la fortaleza. A las 09:00 se movió de la escuadra a barlovento, a excepción de uno de los navíos que se sotavento hasta estar al alcance de los cañones, y estando inmóvil e imposibilitado se le acercaron muchas lanchas y botes que lo remolcaron. Esa misma tarde se incorporó a la escuadra el navío Advine, que se había separado tres días después de zarpar de Curaçao.

El día siete de abril, al abrigo de la isla de Rotones, bombardeó la escuadra a los buques españoles que estaban en el puerto entre las 08:00 y 10:00. Poco después se acercó un bote con bandera blanca a Punta Brava para tratar del canje de prisioneros, manteniendo las conversaciones hasta el día diez. Dos días después desaparece la escuadra del comodoro Knowles, que pone rumbo a Jamaica.

Según don Gabriel de Zuloaga, las bajas británicas fueron dos mil, cifra excesiva y abultada, siendo más segura la cifra de doscientos, mientras las españolas fueron de treinta muertos y sesenta heridos, entre ellos los oficiales de la Compañía Guipuzcoana don Antonio de Ébora, don José de Ugalde, don Pedro Guruchaga y don Jerónimo Martituvaris, muriendo los tres primeros a causa de las heridas. Los dos buques de la Compañía, Nuestra Señora del Coro y San Sebastián, quedaron tan mal parados por los bombardeos que tuvieron que ser desguazados.

Aunque se sale del límite geográfico que me he marcado, merece recordar la defensa que hizo una población española ante un ataque británico al otro lado del Atlántico.

El día treinta de mayo del año de 1743 aparecen varias velas en la isla de la Gomera. Al tener pabellón francés entran en el puerto y fondean el día treinta y uno de mayo. Arrían la francesa y arbolan pabellón británico, pues se trataba de los navíos Monmouth, de 64 cañones al mando del capitán Charles Windham, Medway, de 60 cañones y al mando del capitán Cockburn, y una fragata de 20 cañones.

Comienzan a abrir fuego sobre la ciudad de San Sebastián de la Gomera y sus fuertes desde las 14:00 hasta el anochecer. Al día siguiente primero de junio, reanuda el bombardeo desde el amanecer hasta las 10:00, momento en que el capitán Windham manda en un bote una carta para el capitán de las milicias de la ciudad, que era el capitán don Diego Bueno de Acosta. En esa carta le pide que entregue los fuertes y abastezca a su escuadra con agua y víveres. Si no lo hacía, el británico amenazaba con reducir la ciudad a cenizas. Con la negativa del capitán de milicias, los británicos preparan los botes para realizar un desembarco. Las tropas no consiguen pasar de la playa y tienen que regresar a sus buques ante la furiosa defensa de las milicias y voluntarios de la isla. Windham opta por hacerse a la mar.

Buscando en las fuentes los datos más exactos de lo ocurrido es curioso que en ninguno de habla inglesa menciona ninguna derrota, simplemente dicen que se hizo a la mar al desestimar la ocupación de la plaza por parecerle a Windham impracticable (no mencionan el por qué), después de arrasar sus fuertes y destruir gran parte de la población, sin olvidar que durante su crucero posterior capturo algunos corsarios españoles.

Por el contrario, fuentes españolas, la mayoría basadas en la Gaceta de Madrid, mencionan el relato ya expuesto, que los cinco mil disparos efectuados por el enemigo dañaron los fuertes, causaron sólo tres muertos, sin mencionar los heridos y que los daños a los buques fueron mínimos por el escaso calibre de los cañones españoles (43). Según lo escrito ¿Quién tiene más credibilidad?. Parece que los británicos sólo fueron a realizar una operación de castigo, pero no se puede obviar que la isla Gomera y su puerto de San Sebastián fue codiciado durante siglos por su situación estratégica, siendo atacado por los piratas Jean Capdevila en el año de 1571, derrotados Francis Drake en el año de1585 y Pieter Van der Does en el año de1599, y en el de 1618 atacado por Tabac Arráez.

La guerra en Florida y Georgia

En esta guerra hubo también rivalidades territoriales entre las dos naciones, principalmente la Florida. Aunque fue un escenario menor para los británicos pues la causa principal de la guerra era la libertad de navegación, para los españoles era la cuestión primordial.

Los británicos habían intentado varios siglos antes ocupar la costa, sobre todo San Agustín, en posesión española desde el año de 1565. Esta posesión garantizaba el control de la navegación del canal de Bahama, vital para la llegada de las flotas a la Península. Las continuas luchas entre ingleses y españoles durante años favoreció finalmente a los primeros cuando se establecieron definitivamente en Charlestown en el año de 1670. Ese mismo año se firmó un tratado donde España reconocía ese establecimiento inglés, pero no acabó con las pretensiones inglesas, que siguieron haciendo incursiones aprovechando la debilidad española, llegando a fundar una nueva colonia en 1732, Georgia.

El gobernador James Oglethorpe potenció la agresividad contra los españoles desde la nueva colonia. Desde su creación hasta el año de 1739, Oglethorpe construyó innumerables fortificaciones, muchas de ellas donde antes existían misiones franciscanas. Muchos de los puestos se encontraban fuera de los límites de Georgia establecidos en el año de 1732, pero las protestas españolas en Londres sólo obtenían promesas que luego no se cumplían.

La situación cambió con la llegada de José Patiño cuando en septiembre de año de 1735 ordena averiguar los verdaderos límites de Georgia y se toma desde entonces una actitud más beligerante ante los atropellos cometidos por los británicos. Incluso se realizan planes ilusorios para atacarla a la colonia desde Florida, sabiendo que se carece de las tropas y armas necesarias para ello. El gobernador de Florida don Francisco Moral Sánchez comienza en septiembre del año de 1736 unas conversaciones con el gobernador Oglethorpe.

Aprueban que los británicos se retiren del fuerte construido en la isla de San Juan, llamado St. George, y la frontera se establece en el río San Juan. El gobernador es desautorizado desde Madrid y España, ante la crisis y la nueva guerra que se avecina, se muestra beligerante. Pero sobre el terreno, el gobernador Moral y su sucesor Manuel de Montiano sabían que una guerra en Florida estaba irremisiblemente perdida si no se recibían refuerzos, mucho menos un ataque a Georgia. Se había ordenado al gobernador de La Habana preparar una expedición, pero Montiano recomienda suspender los preparativos de ese ataque y que se fortalezcan las defensas de San Agustín y de San Marcos de Apalache.

Cuando comenzó la guerra el general Oglethorpe, sabiendo los apuros defensivos y de organización de San Agustín, decide lanzar un ataque contra los españoles en Florida antes de que pudieran organizarse. Consultó con la Asamblea General de Carolina para buscarse apoyos y organizó su fuerza en base a seiscientos soldados regulares del 42º regimiento de infantería, cuatrocientos colonos y mil doscientos alachuas.

El comandante del apostadero de Carolina del Sur, el comodoro Vincent Pearce, debía acudir con su flotilla a San Agustín para evitar que llegaran refuerzos españoles por mar (44). Las operaciones debían de haber comenzado en enero del año de 1740, pero hasta el mes de abril no estuvo lista la flotilla de Pierce, siendo enviada la fragata Squirrel a San Agustín. Se encontró con seis pequeñas embarcaciones, las cuales aprovechando las calmas y los vientos flojos introducían géneros en la plaza, sin que la fragata pudiera hacer nada por evitarlo.

A primeros de mayo llegó la goleta Wolf para apoyar a la fragata, la cual consigue capturar una balandra del presidio de San Agustín armada con ocho cañones y cargada con seis mil pesos el día nueve de mayo. Durante este mes llegaron la fragata Hector y la goleta Spence, mientras que la fragata Flamborough, insignia de Pierce, apoyaba desde el mar la marcha del ejército hacia el sur.

Durante el avance británico cayeron varios fuertes defendidos por pequeños destacamentos. Uno de ellos, el Mose (45), situado a tres kilómetros al norte de San Agustín, estaba defendido por cien reclutas negros, la mayoría esclavos huidos de las plantaciones británicas. Algunos escaparon y dieron la alarma en San Agustín, donde el gobernador de Florida, don Manuel de Montiano, preparó la defensa basándose en la fortaleza de San Marcos, contando para su defensa con sólo mil hombres. Mientras tanto, en la plaza de San Agustín, la flotilla británica preparó el asalto a la isla de Anastasia, ocupada por doscientos soldados y marineros apoyados por las goletas Wolf y Spence.

Enterado Montiano de la toma del fuerte Mose, acudió con sus tropas y en una noche recuperó el fuerte, defendido por sólo cien soldados británicos. En el ataque murió el coronel John Palmer, que en el año de 1727 había supervisado el ataque británico a San Agustín. Con este duro golpe para la moral de Oglethorpe y sus hombres, se mantuvieron en lo sucesivo bombardeando la plaza desde la isla ocupada, manteniendo un bloqueo por mar y tierra, a la espera de rendirla por el hambre.

Durante más de un mes que duro el sitio, las tropas españolas recibieron refuerzos continuos, siendo la flotilla británica incapaz de cortar esos suministros. Oglethorpe tuvo entonces noticias de la llegada de una flotilla española desde La Habana. Ante la imposibilidad de ocupar San Agustín, decide replegarse a Georgia para preparar la defensa ante el posible contraataque español. El día veinte de julio los británicos realizaron el último disparo contra San Agustín.

A partir de entonces comenzó la ofensiva española. Los corsarios españoles comenzaron a intensificar sus actividades en la costa norteamericana, atacando varios puertos de las Trece Colonias, capturando y destruyendo muchos buques. Estos ataques no parecieron suficientes, y el gobernador de Cuba organizó una expedición desde La Habana con embarcaciones que pudo alistar de particulares, de la Armada de Barlovento y de la Compañía Guipuzcoana.

Con esta fuerza de unas treinta embarcaciones (46) se acudió en mayo del año de 1742 a la defensa de San Agustín, que de nuevo había sido atacada por los británicos. El gobernador Montiano toma la iniciativa y ocupa la isla de San Simón, apoderándose del fuerte Frederika. A partir de entonces comenzaron varios combates en donde ninguno de los dos contendientes obtenía una victoria clara. Así estuvieron hasta la llegada de la paz en el año de 1748, cuando la cuestión de las fronteras volvió al punto en que estaban en 1739.

La guerra cambia de rumbo con la muerte del rey austriaco Carlos VI sin descendencia. Gran Bretaña se puso a favor de su hija María Teresa, mientras España, Francia y otras naciones pretendían mediante derechos de sangre parte del Imperio, pasando la guerra a ser europea, mientras América sería un escenario secundario.

Hasta el final de la guerra en el año de 1748 no hubo campañas importantes en el Caribe. Los británicos, aunque seguían siendo los dueños del mar, no realizaron operaciones de envergadura, si exceptuamos las continuas patrullas para controlar el comercio y, sobre todo, a los corsarios españoles que hasta el final de la guerra continuaron capturando mercantes británicos. Acabada ya la guerra, tuvo lugar el combate de La Habana, entre las escuadras de Knowles y Reggio.

Notas

(1).- El 13 de julio de 1713 fue ratificado el Tratado de Utrech por España y Gran Bretaña. Gran Bretaña solicitó la concesión del “Asiento de Negros” por diez años, obteniendo el monopolio de esclavos. En los preliminares, Felipe V envió poderes a su abuelo Luis XIV para firmarlos. Sin consultar con su nieto concedió a Gran Bretaña treinta años por los derechos de “asiento”. Además el rey francés firmó un tratado secreto con la reina Ana en el que figuraba esta concesión y otros beneficios perjudiciales para España.

(2).- Muchos autores todavía pasan de puntillas sobre la derrota británica. Las líneas escritas por Henry Kamen no tienen desperdicio: “…en enero de 1741, Vernon reunió en Port Royal lo que algunos llamaron la más formidable armada que se vio en el Caribe. Esta flota totalizaba treinta buques de guerra y cien transportes con más de once mil soldados. La flota puso sitio a Cartagena en la primavera de 1741, pero se retiró ante el temor de que llegasen refuerzos para socorrer la ciudad”. Henry Kamen, “Imperio”, Madrid, 2003, página 543. Sus palabras deberían sonrojar a cualquier historiador decente y serio. Habría que recordarle al Sr. Kamen que ningún historiador o cronista, incluso contemporáneos a Vernon, estarían de acuerdo con él, llegando a admitir que la retirada fue por las muchas bajas a causa de las enfermedades y el mal entendimiento con el inepto del general Wenworth, aunque no mencionen la defensa española ni pronuncien la palabra derrota. Respecto a la flota de Vernon, siempre según fuentes británicas, contaba con no menos de 50 buques de guerra divididos en tres divisiones (29 navíos, 6 fragatas, 9 brulotes y bombardas, 1 bergantín, 3 balandras, 2 tender en total)  y los transportes de tropas y mercantes pasaban de 150, sin contar los buques que se añadieron a la escuadra durante el tiempo que duró el asedio a Cartagena, aumentando el número de navíos de línea un total de 36, sin contar el resto de buques.  Las tropas enviadas en la escuadra pasaban de 9.000 hombres de infantería llegados de la metrópoli, que unidos a tropas de las colonias norteamericanas, de Jamaica y a los hombres de la escuadra, llegaban a 23.600. A esta escuadra habría que añadir la enviada al Pacífico al mando de Anson. Según este mismo autor Kamen los británicos sólo pretendían humillar a España, puesto que ganaban más con el imperio español que apoderándose de él. Entonces ¿para qué semejante escuadra?. Los números encajan mal con esta falaz e interesada teoría.

(3).- Todavía nos quieren hacer creer algunos escritores que el comienzo de la guerra por parte de Gran Bretaña fue por motivos altruistas, que tenían la obligación moral de ayudar a la población nativa, masacrada por millones y esclavizada en pleno siglo XVIII. También por motivos de defensa de sus comerciantes, que sólo trataban de comerciar honestamente, siendo injustamente capturados y tratados salvajemente por los guardacostas españoles. Aunque hubo casos reales que apuntan en esta dirección, la exageración británica fue sólo una excusa para conseguir sus propósitos.

(4).- Herbert William Richmond, “The Navy in the war of 1739-1748”, Cambridge, 1920, Tomo I, páginas 5-8.

Jamaica y pequeñas antillas

Estación de Jamaica
Navío    Hampton Court, 70 Comodoro Charles Brown, Capitán Digby Dent
“ . . . .Windsor Castle, 60
“ . . . .Dunkirk, 60
“. . . . Falmouth, 50
Fragata Kinsale, 40
“. . . .Diamond, 40 Capitán Charles Knowles
“. . . .Torrington, 40 Capitán Knight
“. . . .Sheerness, 20 Capitán Miles Stapelton
Goleta. . .Drake, 14
“. . . . . .Spence, 16
Islas Leeward
Fragata. . Anglesea,  40 Capitán Reddish
“ . . . . .Lowestoft,  20 Capitán Drummond
Barbados
Fragata. . . . Roebuck,  40
Islas Bahamas
Goleta. . . .Shark,  18

América del Norte

Carolina del Sur
Fragata. . .Rose,  20 Capitán Charles Windham
“. . . . . .Seaford,  20
“. . . . . .Phoenix,  20 Capitán Charles Fanshaw
“. . . . . .Hector,  40 Capitán Yelverton Peyton
Nueva York
Fragata. . . . Tartar, 20
Nueva Inglaterra
Fragata. . . Squirrell, 20 Capitán Peter Warren
Virginia
Fragata. . . .Seahorse, 20
Georgia
Fragata. . . .Blandford, 20
Goleta. . . . . Hawk, 16
Newfoundland
Navío Falkland 50
“. . . . . . . . . . .50
“. . . . . . . . . . .50
Fragata. . . . . . 20
“. . . . . . . . .  20

(5).- Bibiano Torres Ramírez, “La Armada de Barlovento”, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1981, páginas208 y 209.

(6).- Justo Zaragoza, “Piraterías y agresiones de los ingleses en la América española”, Editorial Renacimiento. Edición de José María Sánchez Molledo, 2005, página 334.

(7).-

Navío. . . . . .Gloucester, 50 Capitán George Clinton
Fragata. . . . Eltham, 44
“. . . . . . . Dursley Galley, 20
“. . . . . . .Greyhound, 20
“. . . . . . .Gibraltar, 20
“. . . . . . .Dolphin. 20
“. . . . . . .Grampus 20
Goleta. . . . Deptford,   6

(8).-

Navío. . .Somerset, 80 Contralmirante Nicholas Haddock
“. . . . . Edimburgh, 70 Capitán Alexander Geddes
“. . . . .Dragon, 60 Capitán Curtis Barnet
“. . . . .Lancaster, 80
“. . . . .Ipswich, 70 Capitán William Martin
“. . . . .Berwick, 70
“. . . . .Plymouth, 60
“. . . . .Canterbury, 60 Capitán Trevor
“. . . . .Jersey, 60 Capitán Edmund Williams
Fragata. . Solebay (bombarda), 20
“. . . . . .Alborough (bombarda), 20

(9).- Archivo Histórico Nacional, Sección Diversos-Colecciones, 42, N.17.

(10).- Antonio de Béthencourt Massieu, “Relaciones de España bajo Felipe V”, páginas 512-515.

(11).- Gerardo Vivas Pineda, “La aventura naval de la Compañía Guipuzcoana de Caracas”, Fundación Polar, Caracas, 1998, página 365.

(12).- Revista de Historia Naval, año 1983, nº 3, Leopoldo Boado y González-Llanos, “Reglamento General de Marina”.

(13).-

Navío. . .Burford, 70 Vicealmirante Edward VernonCapitán Thomas Watson
“. . . . .Worcester, 70 Capitán Perry Main (Mayne)
“. . . . .Hampton Court, 70 Comodoro Charles BrownCapitán Digby Dent
“. . . . .Strafford, 60 Capitán Thomas Trevor
“. . . . .Princess Louisa, 60 Capitán Thomas Waterhouse
“. . . . .Windsor Castle, 60 Capitán Geofrey Berkley
“. . . . .Dunkirk, 60
“. . . . .Norwich, 50 Capitán Richard Herbert
“. . . . .Falmouth, 50 Capitán William Douglas
Fragata. .Kinsale, 40
“. . . . .Diamond, 40 Capitán Knowles
“. . . . .Torrington, 40 Capitán Knight
“. . . . .Sheerness, 20
“. . . . .Anglesea, 40 Capitán Reddish
“. . . . .Blandford, 20 Capitán Burrish
Goleta. . Drake, 14
Tender. .Fraternity

(14).- Edward Cust, “Annal of the wars of the eighteenth century”, Londres, 1862, Tomo II, página 4.

(15).- Anuario de Estudios Atlánticos, 1980, nº 26, Artículo de Héctor Parra Márquez,  “El Capitán Hernández de Sanabria, defensor de La Guaira contra los ingleses (1739-1743)”, páginas 445-452.

(16).- Robert Beatson, “Naval and Military memoirs of Great Britain”, Londres, 1804, Tomo I, páginas 46-53.

(17).- Laird Clowes, “The Royal Navy”, Tomo III, página 57.

(18).- Cesáreo Fernández Duro, “Armada española”, Museo Naval, Madrid, 1973, Tomo VI, páginas 254-256.

(19).- John Campbell, “Lives of the British Admirals”, Londres, 1812,Tomo IV, páginas 438-439. Las fragatas Triunfo y Astrea hacían servicio de guardacostas al mando del oficial Garganta cuando son capturados en Portobelo, incorporándose a la Royal Navy como Triumph y Astraea.

(20).- H. W. Richmond, op. cit. Página 49.

(21).- H. W. Richmond, op.cit., páginas 51-52. Este autor menciona que Lezo disponía de cinco grandes navíos de línea y cinco galeones. Desconozco cuales son esos cinco navíos, conociendo el nombre del Conquistador, llegado en 1737 con Lezo, el Dragón, enviado desde La Habana en septiembre de 1738 y el África, incorporado a primeros de 1739. Los otros tres navíos que se encontraban con Blas de Lezo en 1741 llegaron en fecha posterior.

(22).- Thomas Southey, “Chronological History of the West Indies”, Londres, 1827, Tomo II, página 277.

(23).- Robert Beatson, op.cit., Tomo III, página 19.

(24).- Thomas Southey, op.cit., página 277. Este autor confunde un navío de 70 cañones con el mercante Nuestra Señora de Guadalupe, buque de registro que se encontraba en el puerto, que fue capturado y llevado a Jamaica.

(25).- Richard Rolt, “An impartial representation of the conduct of the several powers of Europe, engaged in the late general war”, Tomo I, página 64.

(26).- Revista de Historia Naval, año 1984, nº 4, Eulogio Zudaire Huarte, “Don Manuel de Guirior, teniente general de la Armada”, página 52.

(27).- Antonio de Béthencourt, op.cit., página 579.

(28).- Escuadra británica al mando de Edward Vernon en Jamaica.

Navío. . . .Princess Amelia, 80 Capitán John Hemmington
“. . . . . .Boyne, 80 Capitán Charles Colby
“. . . . . .Russell, 80 Capitán Harry Norris
“. . . . . .Torbay, 80 Capitán Gascoigne
“. . . . . .Chichester, 80 Capitán Isaac Townsend
“. . . . . .Norfolk, 80 Capitán Thomas Graves
“. . . . . .Shrewsbury, 80
“. . . . . .Princess Caroline, 80 Capitán Thomas Watson
“. . . . . .Burford, 70 Capitán Thomas Griffith
“. . . . . .Hampton Court, 70 Capitán Digby Dent
“. . . . . .Prince Frederick, 70 Capitán Lord Aubrey Beauclerck
“. . . . . .Orford, 70 Capitán Lord August Fitzroy
“. . . . . .Weymouth, 70 Capitán Charles Knowles
“. . . . . .Defiance, 70 Capitán Daniel Hore
“. . . . . .Suffolk, 70 Capitán Thomas Davers
“. . . . . .Augusta, 60 Capitán Dennison
“. . . . . .Deptford, 60 Capitán Mostyn
“. . . . . .Dunkirk, 60 Capitán Cooper
“. . . . . .Advice, 50 Capitán Christopher Oates
“. . . . . .Jersey, 60 Capitán Peter Lawrence
“. . . . . .Princess Louisa 60 Capitán
“. . . . . .Lion, 60 Capitán Charles Cotterel
“. . . . . .Montagu, 60 Capitán Chambers
“. . . . . .Rippon, 60 Capitán Thomas Jolly
“. . . . . .Strafford, 60
“. . . . . .Tilbury, 60 Capitán Robert Long
“. . . . . .Windsor Castle, 60
“. . . . . .Worcester, 60 Capitán William Cleland
“. . . . . .York, 60 Capitán Gates
“. . . . . .Norwich, 50
“. . . . . .Falmouth, 50 Capitán William Douglas
“. . . . . .Litchfield, 50 Capitán James Causack
Fragata. . Anglesea, 40
“. . . . . .Ludlow Castle, 40
“. . . . . .Torrington, 40
“. . . . . .Experiment, 20 Capitán James Rentone
“. . . . . .Diamond, 40
“. . . . . .Seahorse, 20 Capitán Thomas Limeburner
“. . . . . .Shoreham, 20 Capitán Edward BoscawenThomas Brodrick (marzo 1741)
“. . . . . .Sheerness, 20 Capitán Robert Maynard
“. . . . . .Squirrell, 20
Paquebote. Astrea, 24
Hospital. . .Princess Royal, 18
“. . . . . .Scarborought, 18
Brulote. . . Etna,   8
“. . . . . .Cumberland,   8
“. . . . . .Eleanor, 10
“. . . . . .Firebrand,   8
“. . . . . .Phaeton,   8
“. . . . . .Strombolo,  8
“. . . . . .Success,   8
“. . . . . .Vesuvius,   8
“. . . . . .Vulcan,   8
“. . . . . .Alderney,   8
“. . . . . .Terrible,   8
Balandra. .Spy,   8
Goleta. . . .Wolf, 10 Capitán William Danbridge

(29).- Escuadra de d’Antín.

Navío. . . .Dauphin-Royal, 76 Teniente general D’AntínCapitán Jonquiere de la Pommarede
“. . . . . .Bourbon, 76 Jefe de escuadra RodovayCapitán Boulenvilliers
“. . . . . .Superbe, 76 Jefe de escuadra RoquefeuilCapitán Du Bois de la Motte
“. . . . . .Juste, 76 Capitán Rochambeau
“. . . . . .Lys, 76 Capitán Fercourt
“. . . . . .St. Louis, 64 Capitán Desnos
“. . . . . .Fleuron, 64 Capitán Bart
“. . . . . .Achille, 64 Capitán Barrial
“. . . . . .Elisabeth, 64 Capitán Desmond
“. . . . . .Ardent, 64 Capitán Espinay de Boisgeroult
“. . . . . .Content, 60 Capitán Davaugoir
“. . . . . .Tritón, 56 Capitán Fouilleuse
“. . . . . .Mercure, 54 Capitán Herbiers de l’Etenduère
“. . . . . .Gloire, 46 Capitán conde de Gorttes
“. . . . . .Argonaute, 46 Capitán Montpipeau
“. . . . . .Farfait, 46 Capitán d’Estournel
“. . . . . .Amazone, 46 Capitán Coulomb
Fragata. .Astree, 30 Capitán Perrier
Bergantín. .Fee, 12 Capitán Chavagnac
Tartana. . .Gaillarde

Escuadra de Rochalart

Navío. . .Ferme, 74 Jefe de escuadra Rochalart
“. . . . .Esperance, 74 Jefe de escuadra Gabaret
“. . . . .Conquérant, 68 Capitán La Valette
“. . . . .Eole, 64 Jefe de escuadra Orves Martín
“. . . . .Boree, 64 Capitán Chevalier de Caylus
“. . . . .Solide, 64 Capitán Banderille
“. . . . .Toulouse, 62 Capitán Marquese
“. . . . .Leopard, 62 Capitán Sorgues
“. . . . .Tigre, 56 Capitán Cresnay
“. . . . .Diamand, 56 Capitán Poisins
“. . . . .Alcyon, 50 Capitán Chevalier d’Albert
“. . . . .Aquilon, 46 Capitán Pardellan
(30).- Antonio de Béthecourt, op.cit., página 581.

(31).- Juan Manuel Zapatero, “La guerra del Caribe en el siglo XVIII”, Instituto de Cultura puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964, página 25.

(32).- En los arsenales españoles se estaban armado veinte navíos, que unidos a los quinte que los franceses tenían en Tolón, eran suficientes para enfrentarse a la escuadra británica del Mediterráneo.

(33).- Isaac Schomberg, “Naval Chronology”, Londres, 1802, Tomo I, páginas 188-189.

(34).- Varios autores británicos dicen que el navío Fuerte tuvo la misma suerte que el navío británico al acercarse a los cayos, siendo mencionado en los listados de pérdidas españolas en la guerra. Pero este navío estuvo en servicio hasta 1759, quince años después de este suceso. Isaac Schomberg, op.cit, página 190.

(35).- Gerardo Vivas Pineda, op.cit., página 364.

(36).- Llevaba a bordo 760 hombres, 600 soldados y 160 tripulantes. Llevaba además 2.600 balas de cañón de diferentes calibres, 900 granadas, 220 bombas, 120 quintales de pólvora, 29 quintales de hierro y plomo, 273 barriles de harina y 240 fusiles con su munición. A esta carga había que añadir los víveres y provisiones para la tropa y dotación del navío y los efectos navales del buque. La sobrecarga era evidente.

(37).- Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS,20202,EXP.1

(38).- Robert Beatson, “Naval and Military Memoirs”, Tomo I, Londres, 1804, páginas 148-149.

(39).- Fernando Gómez de Olea y de la Peña, “Un héroe montañés: el capitán de navío de la Real Armada D. Luis Vicente de Velasco e Isla (1711-1762)”. Santander, 2006, página 42. Ni éste ni ningún otro autor mencionan el nombre de la fragata que mandaba Velasco, otra de las muchas incógnitas de nuestra historia naval.

(40).-

Navío. . .Burford, 70 Capitán Franklin Lushington
“. . . . .Suffolk, 70 Comodoro Charles KnowlesCapitán Thomas Davers
“. . . . .Norwich, 50 Capitán Thomas Gregory
“. . . . .Assistance, 50 Capitán Smith Callis
“. . . . .Advice, 50 Capitán Elliot Smith
Fragata. .Eltham, 44 Capitán Richard Watkins
“. . . . .Lively, 20 Capitán Henry Stewart
“. . . . .Scarborought, 24 Comandante Lachlin Leslie
Corbeta. .Otter, 14 Comandante John Gage
Bombarda. .Comet, 8 Comandante Richard Tyrrell

(41).- En 1740 unos 300 hombre del regimiento de infantería Vitoria, con armas y pertrechos, fueron llevados por el navío Nuestra Señora del Coro y la fragata San Sebastián de la Compañía Guipuzcoana, formando la base para la formación de seis compañías, cuatro se establecieron en La Guaira y dos en Puerto Cabello. En 1742 llegaron más tropas en el convoy de cinco naves de la Compañía, salidos de la península en febrero de ese año.

(42).- Anuario de Estudios Atlánticos, op.cit., páginas 455-457.

(43).- José de Vieira y Clavijo, “Noticias de la historia general de las islas Canarias”, Tomo III, páginas 71-72.

(44).-

Fragata    Hector 44 Capitán Yelverton Peyton
“          Flamborough 20 Capitán Vincent Pierce
“          Tartar 22 Capitán George Townshend
“          Phoenix 20 Capitán Charles Fanshaw
“          Squirrell 20 Capitán Meter Warren
Goleta      Spence 16 Capitán William Laws
“           Hawk 10
“           Wolf   8 Comandante William Danbridge
Balandra  (española capturada)   8

(45).- Fue la primera población libre de esclavos de los actuales Estados Unidos, llamada Gracia Real de Santa Teresa de Mose, establecida por el gobernador Montiano en 1738 para acoger a los esclavos huidos.

(46).- Cesáreo Fernández Duro, op.cit., Tomo VI, página 282. Escoltados por una fragata de guerra al mando del capitán de fragata don Antonio Castañeda Jobe, el convoy estaba compuesto por balandras y goletas, un paquebote y una galeota, llevando un total de 600 hombres, algunos del regimiento de Italia.

Compilada por Santiago Gómez.

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