Lorenzo de Montalvo Avellaneda y Ruíz de Alarcón
Posted By Todoavante on 18 de abril de 2015
Intendente de Marina.
I Conde de Macuriges.
Vino al mundo por 1710 en Valladolid de acrisolada familia.
Comenzó muy joven, como es habitual al escoger la carrera Administrativa se desconocen sus primero pasos, siendo de suponer fue de un Departamento a otro como era costumbre, hasta comenzar a saber algo al ser ascendido a Comisario, siendo destinado en 1734 a la Habana y por tanto, en realidad el primer intendente de este naciente apostadero y Arsenal, recibiendo el encargo de trasladar los talleres de construcción a su último emplazamiento, estando anteriormente situado a los pies del castillo de la Fuerza.
Fue a su vez el primero que visitó la isla para verificar sus maderas, organizando su corte y secado garantizando con ello el buen funcionamiento de las construcciones, por toda esta labor fue ascendido a Comisario Ordenador de toda la isla, siendo comisionado en varias ocasiones tanto por el capitán general como por los comandante general del apostadero.
Por su cargo fue elegido como vocal de la Junta de Guerra de la isla, en prevención de verse atacada, juzgó era conveniente hacer acopio de materiales siendo guardados cuidadosamente en almacenes, pero la Junta no estaba de acuerdo ante la imposibilidad para ellos de ser molestados, por esta razón al sobrevenir el ataque de 1762 poco o nada se pudo hacer.
Durante el ataque comenzado el 6 de junio durando hasta el 12 de agosto siguiente no paró de criticar a la Junta de sus decisiones, pues no solo entorpecían la buena defensa, si no que al final la anuló por completo y solo gracias a él con sus prevenciones se pudo mantener la defensa del Morro, siendo el miembro de la Junta que peor lo paso, pues en la isla llevaba muchos años habiendo contraído matrimonio en dos ocasiones y comprado algunas propiedades, las cuales ahora estaban en manos de los enemigos por la dejadez de su Capitán General y Gobernador.
No obstante su sagacidad hurto de un total éxito a los invasores, pues estos al firmarse la rendición se dedicaron a robar de todo, pero poco más encontraron, dado que durante la defensa y viendo lo perjudicial de las órdenes, todo lo que pudo trasladar en carros al interior de la isla se hizo, por ello no encontraron casi madera, ni herrajes e incluso piezas menores de artillería que fueron diseminadas por las poblaciones cercanas, a todo esto añadió en un descuido de sus guardianes fugarse, junto al Gobernador don Santiago Madariaga y el coronel don Luis de Aquiar promover un agrupamiento de fuerzas para reconquistar la Habana, solo lo impidió la llegada de la noticia de haberse firmado la paz con el Reino Unido, regresando inmediatamente a sus ocupaciones.
Al llegar el conde de Ricla a la isla llevaba la Real orden de su ascenso a Intendente, pero la sorpresa fue mayor, pues pensaba el conde habría que comenzar de cero, pero se encontró que mucho de lo relatado en el mismo juicio contra la Junta, volvía estar en su sitio con casi todos su materiales, incluida una caja con dos millones de pesos fuertes, esto lo puso a su vez en conocimiento de S. M., quien concedió a Montalvo una encomienda de la Órden de Santiago y el título de Castilla, de Conde de Macuriges, creando posteriormente un mayorazgo uniendo los terrenos que había ido comprando en la misma comarca de su título.
Lo peor fue que los Ministros de Hacienda, Marina y Guerra dada su demostrada lealtad le pidieron informes tanto de capitanes generales como de comandantes del apostadero, por ellos se basaban en negar en más de una ocasión las peticiones de estos altos cargos con airadas respuestas desde la Villa y Corte, sin llegar a saber nunca de donde partían las informaciones, la prueba de ello se pudo demostrar al encontrase (por 1870) una Real orden reservada fechada el 15 de septiembre de 1776, con la firma de puño y letra de don José de Gálvez, pidiéndole un informe de todos los funcionarios públicos, pero nunca se supo la respuesta del Conde.
Con esta alta estima falleció el 8 de diciembre de 1778 en su casa de la Habana, cuando contaba con sesenta y ocho años de edad.
Nunca se podrá afirmar si esta última parte de su vida fue útil o perjudicial para España.
Bibliografía:
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
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