1643 – Flota de Tierra Firme

Posted By on 21 de septiembre de 2014

Mando:

General don Pablo Fernández de Contreras.

Almirante don Juan de Izárraga.

Salida:

Zarpa de Cádiz el 4 de junio de 1643 escoltada por la Armada de Tierra Firme del general Díaz Pimienta. (más…)

1640 – Armada de Tierra Firme

Posted By on 20 de septiembre de 2014

Mando:

General don Jerónimo Gómez de Sandoval.

Almirante don Pedro de Ursúa. (más…)

Biografía de don Manuel Delgado y Parejo

Posted By on 19 de septiembre de 2014

Manuel Delgado y Parejo. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Manuel Delgado y Parejo. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Contralmirante de la Real Armada Española.

Comendador de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III.

Vino al mundo en la población de Puente Genil provincia de Córdoba, el 27 de julio de 1828.

En 1824 se refundieron las tres compañías de Guardiamarinas en un Colegio, el cual debía de establecerse en la población de Puerto Real, pero se decidió trasladarlo a La Carraca, a pesar de ser un establecimiento de la Armada no se pudo poner en marcha. (más…)

1640 – Flota de Tierra Firme

Posted By on 18 de septiembre de 2014

Mando:

General don Luis Fernández de Córdoba.

Almirante don Asensio de Arriola.

Salida:

Zarpa de Cádiz el 21 de junio de 1640. Se enfrentan (22 de junio) en las inmediaciones de Cádiz a una escuadra francesa del marqués de Brezé lo que les obliga a regresar a la bahía de Cádiz.

Salen por segunda vez el 25 de septiembre de 1640.

Escolta:

Mercantes:

Navío: Nuestra Señora de la Candelaria y San Francisco. 330 toneladas. Maestre don Juan de Arriola.

Navío: Jesús María y José. 300 toneladas. Maestre don Francisco Osorio.

Navío: San Diego. 600 toneladas. Maestre don Lázaro de Tormes.

Navío Santa Cruz. Maestre don Alfonso de Sosa.

Urca: San Pablo. 180 toneladas. Maestre don Juan Cerigo. Para Maracaibo.

Fragata: San Antonio. 120 toneladas. Maestre don Francisco de Lugo. Para Maracaibo.

Navío: Nuestra Señora del Rosario y San José. 200 toneladas. Maestre don Pedro García de Villegas. Para Honduras.

Navío: Nuestra Señora del Rosario y San Antonio. 280 toneladas. Maestre don Francisco Sánchez de Avilés.

Navío: San Pedro. 80 toneladas. Maestre don Domingo Maldonado. Para Río Hacha.

Urca: Santa Clara. 400 toneladas. Maestre don Francisco de Alicante. Para Santo Domingo.

Fragata: Nuestra Señora de la Candelaria. 220 toneladas. Maestre don Cristóbal de Minoyo. Para Honduras.

Navío: Nuestra Señora de la Concepción. 250 toneladas. Maestre don Alonso Hidalgo.

Navío: San Juan Evangelista. 240 toneladas. Maestre don José Ruiz Guillén. Para Caracas.

Navío: Nuestra Señora de la Candelaria. 250 toneladas. Maestre don Francisco Gamarra. Para la Habana.

Urca: San Juan Bautista. 230 toneladas. Maestre don Juan de Soluaga. Para la Habana.

Navío: Nuestra Señora del Rosario. Maestre don Juan de Nargares.

Navío: Nuestra Señora de Copacabana. 200 toneladas. Maestre don Pedro Trujillo.

Navío: San Antonio de Padua. 170 toneladas. Maestre don Miguel de Chavarría.

Patache: Nuestra Señora de la Concepción. 140 toneladas. Maestre don Juan Francisco Soberanis. Para Cumaná.

Navío: Santa Cruz y San José. 270 toneladas. Maestre don Martín de Arbide.

Navío: Nuestra Señora del Rosario y la Antigua. 350 toneladas. Maestre don Juan Criado.

Regreso:

Llega a Sanlúcar el 1 de julio de 1641 escoltados por la Armada del general Sandoval.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tomo III. Museo Naval. Madrid, 1972.

Moreyra Paz Soldán, Manuel.: Estudios sobre el tráfico marítimo en la época colonial. Editor Gil, 1944, página 75.

A.G.I. Contratación, 1184, N. 2, R. 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20.

Compilada por Santiago Gómez.

Todoavante ©

1639 – Armada de Tierra Firme

Posted By on 17 de septiembre de 2014

Mando:

General Jerónimo Gómez de Sandoval.

Salida:

Salen de Sanlúcar de Barrameda el 6 de marzo, y de Cádiz el 20 de mayo de 1639. Eran cuatro galeones de la guarda de la carrera de Indias, varias urcas y pataches. Embarcó el virrey del Perú don Pedro Álvarez de Toledo y Leiva, marqués de Mancera. (más…)

1639 – Flota de Tierra Firme

Posted By on 16 de septiembre de 2014

Mando:

General don Luis Fernández de Córdoba.

Salida:

Zarpa de Sanlúcar de Barrameda el 6 de marzo y de Cádiz el 20 de mayo de 1639. La Flota es escoltada por la Armada de Tierra Firme del general Gómez de Sandoval.

En varios mercantes se embarcaron 1.650 quintales de azogue, que desembarcaron en la Habana para su traslado posterior a Veracruz.

Escolta:

Mercantes:

Regreso:

Llegan a la bahía de Cádiz en diciembre de 1639.

Bibliografía:

Francis Lang, Mervyn.: Las Flotas de la Nueva España (1630-1710): despacho, azogue, comercio. Muñoz Moya, editor, Sevilla, 1998, página 127.

Compilada por Santiago Gómez.

Todoavante ©

Biografía de don Jacinto María Aguilar Tablada y Vélez de Guevara

Posted By on 15 de septiembre de 2014

Jacinto María Aguilar Tablada y Vélez de Guevara. Cortesía del Museo Naval. Torre del Oro. Sevilla.

Jacinto María Aguilar Tablada y Vélez de Guevara. Cortesía del Museo Naval. Torre del Oro. Sevilla.

Capitán de fragata de la Real Armada Española. 

Vino al mundo en la población de Montilla, actual provincia de Córdoba en 1779, siendo sus padres don Pedro Mª de Aguilar Tablada y Eslava, y doña Teresa Vélez de Guevara y Aranda.

Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz, por carta-orden del 31 de diciembre de 1798. Expediente N.º 2.137. (más…)

1373-1384 Combates castellanos en la Guerra de los cien años

Posted By on 14 de septiembre de 2014

La guerra civil de Castilla estaba como no, con influenciada de extranjeros, don Enrique estaba apoyado por el rey de Francia, quien le envió las «compañías blancas» al mando de Bertrán Du Guesclin, mientras que don Pedro recibía la ayuda del Príncipe de Gales, también llamado el «Príncipe Negro», (por el color de su armadura), participando así Castilla en la guerra de los cien años, enfrentándose en ella ingleses contra franceses. A ello se unía ni más ni menos que el interés del duque de Lancaster por conseguir el trono de Castilla. (más…)

1638 – Armada de Tierra Firme

Posted By on 14 de septiembre de 2014

Mando:

General don Carlos de Ibarra.

Almirante don Pedro de Ursúa.

Salida:

Zarpa de Cádiz el 29 de abril de 1638. Salen algunos mercantes en conserva de la Armada, dado que ese año no sale Flota a Tierra Firme por la crisis financiera. Los buques de Ibarra llegaron a la Tortuga, desembarcaron y arrasaron casas y plantaciones, estando los filibusteros ausentes en sus incursiones. (más…)

1637 – Armada de Tierra Firme

Posted By on 13 de septiembre de 2014

Mando:

General don Carlos de Ibarra.

Almirante don Pedro de Ursúa.

Salida:

Zarpan de Sanlúcar de Barrameda el 1 de mayo de 1637 dando escolta a la Flota del general don Francisco de Mesía.

Llevaban 3.000 quintales de azogue para el Perú. (más…)

1637 – Flota de Tierra Firme

Posted By on 12 de septiembre de 2014

Mando:

General don Francisco de Mesía.

Almirante don Martín de Orbea.

Salida:

La Flota zarpa de Sanlúcar de Barrameda el 1 de mayo de 1637 escoltados por la Armada de Tierra Firme del general don Carlos de Ibarra. (más…)

Biografía de don José Vicente Vázquez de Figueroa y Vidal

Posted By on 11 de septiembre de 2014

José Vicente Vázquez de Figueroa y Vidal. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

José Vicente Vázquez de Figueroa y Vidal. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Teniente de navío de la Real Armada Española.

Ministro de Marina.

Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Matemático.

Nació en la ciudad de Cádiz en 1770, siendo sus padres don José Antonio Vázquez de Figueroa y de Eguimendia, y doña María Alonsa Vidal y Saldoni. (más…)

1762 Defensa del Morro de la Habana 6 / VI á 12 / VIII

Posted By on 9 de septiembre de 2014

Al llegar al trono don Carlos III, fue notificado que el punto de mira de los británicos era la Habana, llave de casi todas las Antillas por su situación y por ser una plaza fuerte fácil de defender si se le dotaba de todo lo conveniente, para cumplir con todo ellos nombró en el mismo 1760 al mariscal de campo don Juan de Prado Gobernador y capitán general de la plaza e isla, para que nadie pudiera entorpecer sus trabajos y con plenos poderes para ejecutarlos.

Al llegar lo primero que ordenó fue reforzar la fortificación de la Cabada: «…por ser la llave del puerto é invencible seguridad de la plaza; dispuso desde luego emprender el desmonte del terreno y la abertura del foso, para tener en caso necesario la facilidad de construir una fortificación de providencia, capaz de resistir cualquier invasión; y prometió aprovechar los instantes y cuantos medios condujeron al mayor ahorro de los intereses Reales»

Desde la península no se escatimó en el envío de refuerzos y materiales, así como avisos de que se diera prontitud a la preparación de una posible invasión, de hecho se aumentó al escuadra a siete navíos, más tarde pensando no eran suficientes fue destinada a la Habana otras escuadra al mando de don Gutierre Guido de Hevia, en ese momento ya marqués del Real Transporte y vizconde del Buen Viaje, con otros tres navíos los Tigre, insignia, Asía y Vencedor, tomando el mando a su arribada de todos ellos, a su bordo se transportaron para reforzar las tropas trece compañías de los regimientos de Aragón y de España, así en julio de 1761, se contaba con trece navíos más los novecientos cincuenta y dos soldados reforzando la plaza considerablemente.

Los buques que previamente se encontraban en la Habana, de la escuadra como los particulares eran: navíos: América, Infante, Soberano, Aquilón, Conquistador, San Genaro, Tridente, Castilla, Europa, Neptuno, Vencedor, Reina en carena y el San Antonio desarmado, cinco fragatas: Ventura, Venganza, Fénix, Águila y Flora: los paquebotes: Tetis, Marte y San Lorenzo; bergantín, Cazador; urca, San Antonio; jabeque, San Francisco; goletas: San Isidro, Regla y Luz, más los buques mercantes, navío San Zenón, fragatas: Asunción, Santa Bárbara, Perla, Atocha, Santa Rosa y Constanza y la balandra, Florida. No encontrándose en el momento del ataque el navío Tridente y las fragatas Águila y Flora, por ser enviadas unas semanas antes a Veracruz, para esperar a estos habían salido los navíos Castilla y Vencedor, razón por la que tampoco se encontraban en la Habana, y el Arrogante que se encontraba en Jaqua se le envió a la sonda de la isla de la Tortuga.

Se designó al capitán de navío don Juan Antonio de la Colina, para realizar salidas a la mar en auxilio de las colonias francesas, en cuya Real orden del 24 de febrero a parte de lo mencionado, se le advierte de: «que estuviera en tanto cuidado como si fuera en tiempo de guerra declarada», mientras por Real orden del 14 de noviembre de 1761, el Secretario de Indias se dirige al Gobernador de la isla y entre otras cosas le dice: «Bien conocerá V. S. por la continuación de socorros con que el Rey procura poner esos dominios á cubierto de cualquier insulto, que no se vive sin recelo de él.»

El tercer pacto de Familia se firmó el 15 de agosto de 1761, entre don Carlos III de España y don Luis XV de Francia, lo que lógicamente puso en guardia al Reino Unido y este declaró la guerra a España el 2 de enero de 1762. Formalizada la confrontación se envío con los pliegos de Estado al paquebote San Lorenzo para transportarlos a la Habana, encontrándose cruzando las Antillas con los buques británicos, por ello el 5 de febrero sobre el cabo Taburon fue capturado por fuerzas muy superiores, pero su comandante tuvo tiempo de arrojar al mar los pliegos de Estado, librándose al ser abordado por no encontrar nada que le pudiera hacer daño a la sorpresa que preparaba en puertos británicos, así se confiaron los británicos y por no interesarles el buque ni su tripulación se le dejó continuar viaje, arribando a Santiago de Cuba con algunos papeles que había sido bien guardados y estos los entregó al llegar a la Habana el 26 siguiente, fecha en que se supo el estado de guerra en la isla.

Al arribar el paquebote y comunicar la noticia a la Habana desde aquí se ordenó a los recién arribados dragones de Edimburgo, se pusieran en camino desde Santiago de Cuba a la Habana consiguiéndose sin merma de tiempo ni tropas, a esto hay se suma que el 3 de enero había zarpado de la bahía de Cádiz la fragata Santa Bárbara, arribando a la Habana el 7 de marzo, con la confirmación de los preparativos en la isla británica de las fuerzas con destino a la Habana, por ello se les daba la orden al Gobernador de prepararse para una invasión.

El 5 de abril arribó la corbeta francesa Calipso, cuyo capitán Mr. Bory llevaba unos pliegos de su jefe el conde de Blenac, quien disponía de una escuadra de seis navíos y tres fragatas en cabo Francés, con la intención de unir sus fuerzas a las del marqués del Real Transporte, para poder atacar y conquistar islas en poder del Reino Unido, de forma que si los británicos conseguían algo importante con su expedición, al llegar la paz se podrían de nuevo intercambiar las respectivas conquistas y todo quedaría igual.

Pero el marqués del Real Transporte quería mantener su escuadra junta en el interior del puerto, para no arriesgarla en salidas que podrían echarla al fondo. No había nadie en la Habana que no gritara: «Vienen los ingleses.» y el Gobernado respondía: «No tendré yo tanta fortuna.» y por carta confidencial fechada el 20 de mayo que dirige al Secretario de Indias, le dice: «Yo no creo que piensen en venir aquí, porque no pueden ignorar la disposición en que nos hallamos de recibirlos.»

Con todo esto no es de extrañar que don Carlos III escribiera una carta a Tanucci fechada el 27 de julio de 1762, diciendo entre otras cosas: «He tenido el gusto de recibir cartas de la Habana del 20 de mayo, y de ver por ellas que aquella isla se halla en el buen estado que yo puedo desear y aguardando á los ingleses con el mayor ánimo; y así espero que los romperán bien la cabeza y que les quitarán la gana de ir a otras partes.» Según dice Ferrer del Río en su obra, a esto le añade: «Solo que el buen Monarca no sospechaba que su capitán general de la isla de Cuba eran tan flojo y negligente como confiado y palabrero.»

El 6 de junio a las ocho de la mañana se divisó un gran número de velas, ante los gritos de los vigías el Gobernador se desplazó al Morro, pero mientras el Teniente Rey dio la orden de dar el toque de generala, al regresar Prado muy agriamente le espetó porqué había asustado a la población, pues las velas divisadas pertenecían a la flota de Jamaica que zarpaba como siempre a principio de verano, pero pasadas unas horas y desaparecida la neblina del amanecer, se distinguió perfectamente que la flota viraba de bordo y ponía proa a la isla.

Entonces fue cuando le troco la cara al capitán general, pues en año y medio no se había hecho nada más que el desmonte, los muros no estaban reforzados, los castillos se encontraban en la misma situación, la Cabaña desnuda, no se había distribuido la artillería de tiro rasante en sus lugares para impedir los desembarcos, solo se había montado unos pocos cañones de todos los enviados por el Rey, no se había organizado la milicia rural prevista por el Monarca y como final, ni siquiera los dragones de Edimburgo disponían de sus monturas. Y lo peor que de todo esto estaba advertido con tiempo suficiente para haberlo organizado perfectamente, pero una vez más, quien iba a pagar los desperfectos no sería quien lo había facilitado.

Las fuerzas enfrentadas eran por parte de los británicos: veinte y dos navíos, diez fragatas y ciento cuarenta embarcaciones de transporte, al mando del almirante Pocock y del ejército, viajaban diez mil hombres, con dos mil negros gastadores y cuatro mil de marina al mando del conde de Albermale. Por parte de los españoles, sumando los infantes y supuestos jinetes, cuatro mil hombres y unos ochocientos marinos. A ello se podía sumar las milicias y todos los habitantes de la isla, porque estaban por España y no por el Reino Unido, si se hubiera organizado la milicia hubiera podido ser una buena baza al entrar en juego, sobre todo por ser unos grandes conocedores del terreno, factor siempre muy importante en una guerra, pero ni fusiles se les había entregado.

El 6 de junio de 1762 la escuadra británicas se separó, pero con muchos más buques con tropas a barlovento, apreciándose llevaban a remolque varias lanchas cargadas con tropas, pero ese día ya tarde no se llevó a cabo, fue en la madrugada del 7 cuando desembarcaron en Cojimar y Bacuranao, cuyos fuertes que le daban guarda a la zona ya no se tenía en pie, esto facilitó el desembarco durante todo el día poniendo en tierra ocho mil efectivos, esto fue perfectamente visto pero ni el capitán general ni ningún subordinado decidió salir a cortarles el paso, ante la falta de respuesta alcanzaron sin pérdida ninguna Guanabacoa, pero tenían forzosamente que cruzar el río Luyano con su espesa maleza, lugar ideal para con pocos hombres haberlos parado al menos, pero solo se enviaron treinta, quienes tuvieron que retroceder ante la masa de enemigos.

La entrada del puerto de la Habana estaba guarnecida por el castillo del Morro, antiguamente llamado «De los tres Reyes» la Junta de guerra encargó de su mando al intrépido Luis Vicente de Velasco y al también capitán de navío don Manuel Briceño se le destino como jefe al castillo de la Punta. A los demás comandantes se les fue destinando a otros castillos con el mismo objeto, pues la inmovilidad de la escuadra la había dejado casi sin buques y la diferencia con las fuerzas británicas era ahora muy superior, quedando en condiciones de hacerse a la mar en perfecto estado de entrar en combate nueve navíos, siendo los nombrados Tigre, América, Infante, Soberano, Aquilón, Conquistador, San Genaro, Reina y San Antonio más otros buques menores.

Entonces con prisas se ordenó fortificar la altura de la Cabaña, a falta del pretendido castillo, pero se consiguió subir a la loma los cañones de á 12 a brazo, construyendo una estacada para darle mayor consistencia, protegiendo así al Morro por dominar la altura y prestarle socorro a éste. La actitud de los británicos no fue muy razonable, pues casi dueños de la Habana cambiaron la ciudad, por hacerlo sobre el Morro, (quizás por pensar que dejarlo a su espalda no era conveniente) pues el ataque venía en dirección contraria y si conquistaban la ciudad el castillo de la entrada a la bahía dejaba de tener peligro para ellos, y con tiempo se hubiera rendido sin pérdidas, pero se empeñaron en conquistar la memorable fortaleza.

En el lugar más estrecho del canal de acceso sobre el muelle de la Contaduría la Junta ordenó barrenar los navíos Neptuno, Asía y Europa, para obstruir el posible paso de los buques enemigos, siendo llevado a cabo el 11 de junio de 1762. La junta la componían el conde de Superrunda, con grado de teniente general, marqués del Real Transporte, teniente general de la Armada, don Diego de Tabares, mariscal de campo, don Lorenzo Montalvo, comisario ordenador de Marina, don Dionisio Soler, teniente Rey de la plaza, don Juan Antonio de la Colina, capitán de navío, don Baltasar Ricaud, ingeniero jefe y don José Cullel de la Hoz, comandante de la artillería.

El 11 los británicos se desplegaron y después de batir la Cabaña, se lanzaron al ataque, sus defensores viendo lo que se les venía encima y haber sido desmontada su artillería, la abandonaron, consiguiendo tomarla los enemigos sin sufrir ninguna baja, de esta forma tan perniciosa quedo abierta «la llave de la ciudad» en palabras de su gobernador, pero él fue el primero que nada hizo por evitarlo. Al Oeste de la plaza desembarcaron otros dos mil británicos, con su artillería de sitio, pues se llegaron a desembarcar cañones de á 36 para facilitar el progreso, de esta forma acometieron a la torre de la Chorrera, la cual por orden de la Junta había sido abandonada.

Entonces la Junta (que para reunirse si tenía tiempo) ordenó fuera abandonada la ciudad, pero solo los niños, mujeres y ancianos, quedando el resto supeditados a la Ley militar, por eso se pudo salvar algo de las cajas particulares, puesto que se las llevaron al salir de la Habana con todo cuanto de valor había en sus casas, haciendo un poco menos valioso el gran botín que obtuvieron los enemigos.

Dice Ferrer del Río: «A estos esfuerzos se agregaban los esclavos cedidos al gobernador con patriótico desinterés por los particulares, y los innumerables que, al olor de la libertad prometida á los que ejecutaran alguna proeza durante el sitio, se venían voluntariamente de cafetales y de ingenios. Hombres blancos, peninsulares ó criollos, dueños de opulenta fortuna ó laboriosos para lograrla, y los de color, libres ó esclavos, competían en ardimiento y con faz serena desafiaban á la muerte; solo habían menester buena dirección para encumbrarse á la victoria, y ni auxilio de aliento hallaban en las palabras y obras de los generales.»

Un Memorial con fecha del 25 de agosto de 1762 dirigido por las damas de la Habana a S. M. don Carlos III en sus partes más importantes dice así: «La Habana, nuestra patria, aquella ciudad que V. M. ha ilustrado con tantas honras; aquella que desde su cuna tiene por timbre el blason de la fidelidad; aquella que en sus moradores encuentra nobles espíritus de amor y rendimiento á V. M., yace, sepultadas sus glorias, bajo el domino del rey británico, entregada por capitulación. El valor que tuviéramos para ver correr la sangre toda de nuestros inmediatos en sacrificio á Dios y á V. M., nos falta para experimentar atrasos en nuestra católica religión á imperio de un príncipe protestante, con la amargura de ver á V. M. desposeído de una plaza tan importante á su corona.» (Llegando al final de este tenor) «Esta es la tragedia que lloramos las habaneras, fidelísimas vasallas de V. M., cuyo poder, mediante Dios, impetramos, para que, por paz ó por guerra, en el cobro de sus dominios logremos el consuelo de ver en breve tiempo aquí fijado el estandarte de V. M. Esta sola esperanza nos alienta para no abandonar desde luego la patria y bienes, estimando en más el suave yugo del vasallaje en que nacimos.»

Una de las primeras medidas de defensa que tomó Velasco, fue macizar la puerta del castillo a su cargo, no dejando más comunicación con el exterior que la marítima, arriando e izando gentes y pertrechos aprovechando unos pescantes de botes, desmontados de los navíos y afirmados al parapeto por el lado de la bahía. En todos estos trabajos tomó parte principal la maestranza del arsenal de marina.

«La fortaleza abrazaba entonces un circuito de 850 varas, que era cuanto consentía la superficie de un peñón elevado naturalmente veintidós pies sobre el nivel de la mar…Las cortinas arrancaban del mismo nivel de la mar, formando polígono irregular esmerado en el frente sur; el de la gola, donde estaba la puerta principal con buen foso, rastrillo y rebellín en su centro, flanqueándola en los extremos los dos baluartes nombrados de Tejada el del este y de Austria el del oeste.» El castillo disponía de 64 cañones en todo el perímetro.

La guarnición inicial estaba compuesta por tres mil soldados de línea, cincuenta de marina, cincuenta artilleros y trescientos gastadores negros relevándose cada tres días. Más adelante se reforzó el Morro con las dotaciones de los buques y además de los cincuenta soldados de marina se fueron añadiendo hasta alcanzar al final el número de cuatrocientos setenta y nueve entre condestables, artilleros de mar y marineros. El 13 de junio los británicos sitiaron el Morro.

Desde la fortaleza se oía talar el monte para la fortificación de los asaltantes. El 1 de julio destacaron los británicos cuatro buques para batir la fortaleza desde el lado de la mar, acercándose los máximo que les permitía su calado, para realizar el fuego más certero y potente.

No fue posible destruir las baterías enemigas con que lo bombardeaban desde el lado de tierra, dado que el intento autorizado por la Junta se efectuó con tan solo seiscientos cuarenta hombres, contra un campo atrincherado por los atacantes guarnecido por ocho mil efectivos.

Defensa del Castillo del Morro de la Habana contra los británicos en 1762. Por Rafael Monleón. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Defensa del Castillo del Morro de la Habana contra los británicos en 1762. Por Rafael Monleón. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

El combate de la batería de Santiago contra los cuatro buques británicos fue de colosal violencia: treinta cañones del castillo contra ciento cuarenta y tres contando solo la banda presentada a la fortaleza.

El Cambridge, fue el que más se acercó, por eso perdió a su capitán, tres oficiales, la mitad de su dotación y toda su arboladura, quedando tan maltrecho que se hubiera ido a pique bajo los mismos muros del castillo, de no haber sido tomado a remolque por el Marlborough en una arriesgada maniobra. Le sustituyó el Dragón continuando en el empeño, y si bien desmontó muchas piezas, tuvo también que apartarse por sufrir grandes averías. El Stirling Castle se separó ileso y por no haberse acercado más al Morro cometiendo un desatino, fue depuesto su capitán por su almirante y nada pesó en la decisión ser el más antiguo de los cuatro capitanes.

Al mismo tiempo se rechazaba un vigoroso ataque por el lado de tierra, efectuado por la zona defendida por los baluartes de Austria y Tejada, embestidos fieramente por las fuerzas de Keppel. El fuego de los atacantes era seis veces superior a los de la defensa; Velasco llevaba treinta y siete noches sin desnudarse y sin apenas dormir, era incansable y daba a todos el aliento de su elevado espíritu. No sólo era el cerebro de la defensa sino su alma toda.

Recibió una fuerte contusión y por orden terminante del marqués del Real Transporte, hubo de retirarse a la plaza el 15 de julio, acompañado del capitán de fragata Ponce y del sargento mayor de la fortaleza Montes, siendo sustituidos por Francisco de Medina y Diego de Argote, comandantes del navío Infante y de la fragata Venganza. Velasco al estar más cercano a la Junta apreció su debilidad, diciendo: «En la Junta, había sobra de pusilanimidad y falta de consejo.»

Desde tierra empezaron los británicos a batir las baterías del Morro del lado de la mar con una que instalaron en la ensenada de San Lázaro, al otro lado de la bahía y al Norte de la ciudad.

Viendo que la defensa del Morro se debilitaba y que Montes se restituía a su puesto a los tres días, Velasco lo reemplazó a pesar de no estar totalmente restablecido, realizando el cambio el 24, llevando por su orden de segundo en el mando al heroico capitán de navío el marqués de González, comandante del Aquilón. A quien le dijo: «¡Sacrifiquémonos al Rey y á la patria!» Haciéndose buena la frase de Velasco.

Se fue debilitando aparentemente la presión enemiga, pero no era cierto pues mientras estaban preparando una mina contra el baluarte de Tejada, la cual partía a flor de agua aprovechando una cueva por nombre ‹Las Cabras› siendo ensanchada dando paso a tres hombres, continuaron escavando para profundizar hasta situarla en la base del muro de la fortaleza, (se pudo saber esto, porque hubo una tregua para recoger parte a sus muertos y el ingeniero jefe don Baltasar Ricaud, bajó a verla pero nada pudo hacer para impedir que continuara el trabajo, pues le faltaba de todo para poder construir una contra mina), quedando lista el 29. También este día se reforzaron las fuerzas atacantes al Oeste de la ciudad, desembarcando en la Chorrera el general Burton con fuerzas procedentes de Nueva York.

Velasco consultó si evacuaba el castillo, para unir sus mil hombres a las fuerzas de la ciudad para reforzarlas, pero no recibió respuesta ninguna de la Junta. No era explicable la insistencia británica en atacar el castillo del Morro y no la ciudad al estar taponada la boca, pero continuaban insistiendo a pesar de las pérdidas.

El 30 después de pasar revista a algunas obras que se estaban reparando y de dirigir algunos fuegos sobre el campo enemigo, se retiró Velasco a almorzar con González: «…después de observar la inmovilidad del campo abrasado por el Sol…», dice el parte:

«Como a la una y media de la tarde se oyó un sordo estampido que no podía confundirse con los fuegos que ordinariamente se hacían.»

La mina había sido detonada y abierto una pequeña brecha en el baluarte de la Tejada; al no ver defensores en las inmediaciones treparon a lo alto un grupo de veinte granaderos británicos, al no encontrar resistencia fueron seguidos de muchos más.

El capitán Párraga con denodada determinación y con sólo doce soldados, detuvo unos minutos a los asaltantes en la rampa que desde el baluarte descendía al interior del recinto, pero pronto sucumbió ante el elevado número de sus enemigos.

No obstante su resistencia consiguió alertar a Velasco, quien con atronadora voz y sable en mano acudió intrépidamente al frente de tres compañías, para tratar de impedir la entrada de los asaltantes en la plaza de armas del castillo. A la primera descarga cayó gravemente herido en el pecho, recomendando a su segundo no desamparase la bandera que ondeaba luciendo al Sol de Cuba.

González-Valor acudió a defenderla cayendo junto a ella mortalmente herido y a su lado los capitanes Párraga, Mozaravi y Zubiria, más los tenientes, Rico, Fanegra y Hurtado de Mendoza todos baja ante la presión de los que subían, solo quedó Montes pero no tardó también en ser herido; al ser imposible mantenerse se dio la orden de izar la bandera blanca, pues toda resistencia sólo provocaría más bajas, pero los británicos pasaron por las armas estando rendidos a todos los negros, respetando a los blancos y por supuesto al valeroso Velasco.

Keppel entró en la fortaleza; se precipitó en la sala de armas donde estaban curando a Velasco, le abrazó y le dio a escoger entre pasar a curarse a la plaza o ser asistido por los mejores médicos británicos; optó por lo primero, como no podía ser de otra manera.

A las seis de aquella misma tarde se concertó una tregua, siendo conducidos a la plaza en una falúa Montes y Velasco, acompañados por un ayudante del campo de lord Albemarle.

Las heridas de ambos no presentaban carácter mortal; la de Velasco, aunque en el busto por un costado, no dañaba los pulmones ni ninguna víscera, presagiando una larga temporada en la cama pero nada más.

No obstante le subía la fiebre; se consideró indispensable la extracción de la bala y después de realizar la dolorosa operación (no existía anestesia alguna) que sufrió con gran estoicismo sobrevino el tétanos y con él la inesperada muerte, pues su herida no era para ello.

Expiró a las nueve de la mañana del 31 de julio, rodeado del marqués del Real Transporte, Juan Antonio de la Colina, de su sobrino el alférez de navío Muñoz de Velasco, herido antes en el Morro y de otros amigos, a los que dejó consternados.

En caballeresco gesto suspendieron los fuegos los atacantes y los defensores de la Habana, para poder tributar al heroico Velasco el postrer homenaje tan merecido como necesario.

Se le trasladó el 1 de agosto con la máxima solemnidad posible hasta el convento de San Francisco, donde fueron inhumados sus restos.

Cuando lord Albemarle daba cuenta a su gobierno de su victoria, no se olvidó de hacer referencia a Velasco, llamándole: «El capitán, más bravo del Rey Católico.»

El 12 conquistados la Cabaña, el Morro y la loma de Arostegui, privada la ciudad de agua potable desde hacía un mes y alegando la falta de pólvora (pero no era cierto, aún quedaban quinientos quintales), la Junta se vio sin recursos y para no alargar la pérdida de vidas tomó la decisión de rendir la plaza.

Cuando fue atacada la Habana los efectivos españoles habían sido mermados en torno a mil ochocientos hombres, por haberse declarado una epidemia de malaria y disentería. En la defensa del Morro durante el asedió y conquista, de treinta y ocho días cayeron sobre todas sus parte dieciséis mil proyectiles, no es de extrañar las bajas que produjo semejante bombardeo, causando en torno a trescientos muertos y mil doscientos heridos. Por su parte los británicos perdieron quinientos sesenta hombres, pero la epidemia también les afecto, pues sufrieron según datos propios, cuatro mil setecientos ocho muertos.

Pérdidas españolas: navíos: Tigre, capturado, América, capturado y por su mal estado dado al fuego, Infante, capturado, Soberano, capturado, Aquilón, capturado, Conquistador, capturado, San Genaro, capturado, Reina, capturado y San Antonio, capturado, mientras los Neptuno, Asía y Europa, fueron barrenados para impedir el acceso de los enemigos.

De los doce navíos, tres fueron barrenados y uno capturado le pegaron fuego, los restantes ocho incluso alguno sirvió en la Marina Real por varios años, siendo por ello a nuestro entender el mayor regalo que jamás se le hizo a nuestros ancestrales enemigos, ni siquiera en Trafalgar pudieron aprovecharse de tanto buque.

Pérdidas británicas, el Cambridge, muy mal tratado, pero se salvó y el Dragón, sufrió grandes averías.

Las fuerzas españolas fueron transportadas a la península por dos fragatas en las que iba el gobernador de la plaza Juan de Prado y el general Hevia con sus estados mayores, en otro buque iba el conde de Superunda y don Diego Tabares, en otras nueve, las tropas del ejército, y en dieciocho más, los oficiales, tropa y marinería de la escuadra, en total eran treinta buques de transporte, repatriándose con ellos a los defensores de la Habana con destino a Cádiz, donde arribaron el 31 de octubre seguido.

Los miembros que iban a componer el tribunal del Consejo de Guerra, fue elegido por don Carlos III basándose en generales de amplios conocimientos, así por Real orden del 23 de febrero de 1763, fueron llamados a ocupar sus puestos, como presidente: el capitán general del Ejército conde de Aranda, como vocales del Ejército: los tenientes generales, marques de Ceballos, duque de Granada de Ega, marqués de Siply y el mariscal de campo Diego Manrique, y por la Armada, el teniente general conde de Vega-Florida y el jefe de escuadra Jorge Juan y Santacilia, siendo muy largo el juicio pues se alargó algo menos de dos años.

Bibliografía:

Cantillo, Alejandro del.: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta Alegría y Chalain. Madrid, 1843.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Ferrer del Río, Antonio.: Historia del reinado de Carlos III en España. Impta. Sres. Matute y Compagni. Madrid, 1856. 4 Tomos.

Fernández Duro, Cesáreo.: Disquisiciones Náuticas. Madrid 1996.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Gómez de Olea y de la Peña, Fernando.:D. Luis Vicente de Velasco e Isla (1711-1762). Santander 2006.

González de Canales y López-Obrero, Fernando y Guardia Salvetti, Fernando de la.: Iconografía de batallas y combates navales españoles. Navantia, S. A. 2010. No venal.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo IV. Ministerio de Defensa. Madrid, 2001.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Compilada por Todoavante ©

1636 – Armada de Tierra Firme

Posted By on 9 de septiembre de 2014

Mando:

General don Carlos de Ibarra.

Almirante don Pedro de Ursúa.

Salida:

Zarpa de Cádiz el 15 de abril de 1636 dando escolta a la Flota de Tierra Firme del general don Luis de Aguilar. (más…)

1748 Combate naval de la Habana 12 / X

Posted By on 8 de septiembre de 2014

Fue el único combate naval importante entre las escuadras española y británica en el escenario americano.

A primeros de enero de 1748 Charles Knowles es ascendido a contralmirante y designado nuevo comandante de la escuadra británica en Jamaica. Desde Boston llega a Barbados escoltando un convoy con los navíos Canterbury, Norwich, fragatas Lark, Fowey y goleta Achilles. (más…)

Biografía de don Francisco Javier de Ulloa y Ramírez de Laredo

Posted By on 8 de septiembre de 2014

Francisco Javier de Ulloa y Ramírez de Laredo. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Francisco Javier de Ulloa y Ramírez de Laredo. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

XXII Capitán general de la Real Armada.

Caballero de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta. Su expediente no se conserva, solo se sabe el año de concesión, 1784.

Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Secretario de Marina.

Nació en la Isla de León, Cádiz, el 17 de agosto de 1776, siendo sus padres don Antonio de Ulloa de la Torre Guiral y doña Francisca Ramírez de Laredo. (más…)

1763 – Sentencia del Consejo de Guerra sobre la rendición de la Habana

Posted By on 7 de septiembre de 2014

El tribunal del Consejo de Guerra, fue elegido por don Carlos III (1) basándose en generales de amplios conocimientos, así por Real orden del 23 de febrero de 1763, fueron llamados a ocupar sus puestos, como presidente: el capitán general del Ejército conde de Aranda, como vocales del Ejército: los tenientes generales, marques de Ceballos, duque de Granada de Ega, marqués de Siply y el mariscal de campo Diego Manrique, y por la Armada, el teniente general conde de Vega-Florida y el jefe de escuadra Jorge Juan y Santacilia, siendo muy largo el juicio pues se alargó algo menos de dos años, del cual emanó al sentencia firme ratificada por Real decreto firmado diciendo:
(más…)

1636 – Flota de Tierra Firme

Posted By on 7 de septiembre de 2014

Mando:

General don Luis de Aguilar.

Almirante don Juan de Campos.

Salida:

Zarpan de Cádiz el 15 de abril de 1636 escoltado por la Armada del general don Carlos de Ibarra.

Llevan 2.000 toneladas de mercancías. Llegan a Portobelo el 28 de junio de 1636. (más…)

Biografía de don Juan Ángel de Michelena y Moreno de Mendoza

Posted By on 6 de septiembre de 2014

Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Nació en la ciudad de Caracas en el virreinato de Nueva Granada en 1771, siendo sus padres don José Ignacio de Michelena y de Echevarría, y doña María Moreno de Mendoza y de Balbás.

Sentó plaza de guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz, el 6 de marzo de 1786. Expediente N.º 1.815.

Al aprobar los exámenes teóricos se le dio la orden del 1 de febrero de 1788 de embarcar en la fragata Cecilia y en ella, navegó por el Mediterráneo, llegando en su derrota a Siria y Constantinopla, a su regreso a la bahía de Cádiz, pasó a la Compañía donde el 13 de enero de 1789, fue ascendido a alférez de fragata.

Trasbordó al bergantín Atocha arribando a Cartagena el 26 de febrero, recibiendo la orden del 1 de marzo de transbordar al navío San Lorenzo, siendo elegido Ayudante del jefe de escuadra don Juan Joaquín Moreno, éste a las órdenes del teniente general don Félix de Tejada, zarpando la escuadra viajando a Barcelona, Nápoles y Liorna, llevando regalos a los Reyes de las Dos Sicilias y de Etruria, con la buena nueva de haber sido coronado nuevo Rey de España su hermano don Carlos IV.

Al regresar del viaje anterior quedó desembarcado, recibiendo la orden del 21 de agosto de 1791 de embarcar en la urca Bibiana, realizando un viaje redondo a la Habana y Puerto Rico.

Por orden del 4 de febrero de 1793 embarcó en el navío Gallardo, quedando agregado a la escuadra del general don Francisco de Borja, realizando la campaña de Cerdeña, por haber comenzado la guerra contra la república francesa, estando presente en el apresamiento de la fragata Hèléne y a la quema de la Richmond, así como en la conquista de las islas de San Pedro y San Antíoco, donde se tomaron ciento cuatro cañones, cinco morteros y se hicieron mil doscientos veinticinco prisioneros, estando presente también en las operaciones de apoyo a los ejércitos piamontés y napolitano por las riberas del Var, continuando hasta Niza y Villafranca, estando aquí se desató una epidemia por el mal estado de los víveres, obligando al general Borja a regresar a Cartagena, arribando entre los días 8 y 9 de agosto siguiente, siendo desembarcados más de tres mil hombres enfermos.

Al desembarcar se le entregó la Real orden del 12 de abril de 1793, con su ascenso al grado de alférez de navío.

El 13 de octubre siguiente zarpó con rumbo a Cartagena, donde cargaron pertrechos de guerra y tropas, volviendo a salir con rumbo a Barcelona donde fueron desembarcados, regresando a Cartagena, donde el 1 de agosto de 1794 recibió la orden de embarcar en el navío Pelayo, como Ayudante del general don José de Córdova, participando en la campaña de la isla del Cuervo y Flores, al concluir la comisión regresó a la bahía de Cádiz.

Recibiendo la orden de trasbordar al navío San Carlos, insignia del general don Juan Joaquín Moreno como su oficial de órdenes, en la escuadra del océano al mando del marqués del Socorro, zarpando el 2 de agosto de 1796, realizando un crucero sobre las costas norteafricanas en comisión de corso, regresó a la bahía tomando el mando de la escuadra el teniente general don Juan de Lángara, zarpando con rumbo a Tolón, pero en un temporal el buque perdió el timón y quedó desarbolado, arribando en bandolas a Palamós, donde se reparó lo imprescindible para arribar a Cartagena, al fondear se le entregó la Real orden del 27 de agosto de 1796 próximo pasado, con su ascenso al grado de teniente de fragata, transbordando junto a su general don Juan Joaquín Moreno al navío Salvador del Mundo y poco después al navío Príncipe de Asturias, de la escuadra al mando del general don José de Córdova.

Con esta escuadra zarpó el 1 de febrero de Cartagena con rumbo al océano, tomando parte en el combate sostenido en el cabo de San Vicente el 14 de febrero de 1797, contra la escuadra británica del almirante Jervis, el más desafortunado de los combates de la historia naval de España, regresando a la bahía de Cádiz el 3 de marzo, las pérdidas fueron los navíos San José y Salvador del Mundo, de 112 cañones y tres baterías, el San Nicolás, de 80 y San Isidro, de 74, ambos de dos baterías.

El 16 de abril siguiente trasbordó al navío San Juan Nepomuceno, permaneciendo hasta el 17 de junio, viéndose obligado a desembarcar por estar enfermo, al reponerse se incorporó, recibiendo la orden del 13 de septiembre siguiente para embarcar en el navío San Pablo, saliendo con la escuadra del general don José de Mazarredo, estando compuesta por veintidós navíos y dos fragatas, zarpando el 5 de febrero del año 1798 en persecución de la escuadra británica que bloqueaba la bahía de Cádiz, no se puso darle alcance, regresando el 13 a la bahía.

El 14 de octubre seguido se le otorgó el mando de la goleta Atrevida, del apostadero de Algeciras y en él mandó sucesivamente el cañonero Nº 13, la goleta Ligera, y la balandra Pitt, siendo esta una de las presas efectuadas en este tiempo, permaneciendo en estos buques hasta el mes de diciembre de 1801.

El 13 de enero de 1802 fue destinado a la Mayoría General del Departamento de Cádiz, encontrándose en este destino se le entregó la Real orden del 5 de octubre siguiente con su ascenso al grado de teniente de navío, siéndole otorgado el mando del bergantín Ligero, pasando al Mediterráneo en persecución de una barca pirata que apresó el 13 de abril, siendo marinada a la bahía de Cádiz donde fondeó el siguiente 15, zarpó con rumbo a Coruña, donde se le destino como buque correo, por ello sin descanso y embarcada la correspondencia se hizo a la vela cruzando el Atlántico, para cumplir su comisión entrando en los puertos de Cartagena de Indias, San Juan de Puerto Rico, Habana, Veracruz y en otras dos ocasiones a Montevideo; regresando a Coruña donde quedó desembarcado.

Por Real orden del 24 de octubre de 1804, le otorgó el Rey el mando de una fragata mercante de nombre Escolástica, zarpando el 18 de noviembre continuo con rumbo a Montevideo, donde fondeó el 26 de febrero de 1805.

Por haberse declarado la guerra con el Reino Unido, por el infame ataque pirata en tiempos de paz a la división del jefe de escuadra don José de Bustamante compuesta por cuatro fragatas españolas y al enterarse de lo acontecido, se presentó al comandante naval del apostadero, pidiéndole servir con las armas en el puesto o lugar que se le fuera asignado.

El 4 de septiembre siguiente se le otorgó el mando de la goleta Remedios, operando por aguas del estuario del Plata.

Después lo hizo a las órdenes del capitán de navío don Santiago de Liniers, en los combates por la reconquista de Buenos Aires, ocupado por las fuerzas británicas del general Beresford.

Al percatarse Liniers que los buques no harían nada en aquellas circunstancias por el dominio aplastante del enemigo, desembarcó las dotaciones para atacar con mayores fuerzas por tierra y con ellas lo hizo el teniente de navío Michelena, tomando parte en todos los combates hasta el 12 de agosto de 1806, por capitulación del general británico Beresford con los dos mil hombres a su mando.

El 14 de agosto siguiente al mando de la zumaca Belea salió cargado con tropas con rumo a la banda del Norte, allí permaneció un tiempo, hasta que el 14 de mayo de 1807 navegando en conserva de la goleta Remedios, se enfrentó contra dos bergantines británicos quienes después de enconado combate de cuatro horas de duración los puso en franca fuga, lo que pudieron conseguir por ser buques más veloces.

El 24 de junio volvió a desembarcar con la dotación de los buques de la flotilla, realizando operaciones en tierra a las órdenes del brigadier Liniers, participando en la defensa de Buenos Aires, cuando por segunda vez fue atacada por el general británico Whitelocke, Michelena actuaba de segundo jefe de la columna de marinería y tropa de marina, estando al mando el capitán de navío don Juan Gutiérrez de la Concha, destinadas sus fuerzas a cubrir la posición del Retiro.

El 5 de julio por ser cuatrocientos los defensores y tres mil los atacantes, aquéllos fueron arrollados, pero no fue en vano pues a pesar de la gran diferencia en número soportaron el envite desde las 6 hasta las 9:30 horas, esto retrasó mucho el avance de los británicos, al quedar solo veinte hombre hábiles para el combate, capitularon con todos los honores de la guerra.

Pero en otro frente de la ciudad, este retraso produjo que don Santiago de Liniers venciera a los enemigos que tenía enfrente, pues unos a otros no se pudieron unir, acorralando al general británico Whitelocke quien a su vez tuvo que rendirse, por ello el mismo día se intercambiaron los prisioneros, en la firma de la capitulación el general vencido se vió obligado a admitir que, la plaza de Buenos Aires no sería de nuevo atacada por el Reino Unido mientras durase la guerra.

Por su valor demostrado se le concedió por Real orden del 24 de febrero de 1808 el ascenso al grado de capitán de fragata y en el mismo año, por otra Real orden del 26 de noviembre, volvió a ser ascendido al grado de capitán de navío.

Cuando el 25 de mayo de 1809 fue depuesto el virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros con las demás autoridades, Michelena se trasladó a Montevideo, por encontrarse esta plaza en manos españolas.

El 12 de julio al mando de un batallón de marinería y tropa que se formó con las dotaciones de los buques, desarmó al regimiento de voluntarios del Río de la Plata, quienes permanecían al lado de los disidentes.

El 18 del mismo mes recibió orden de salir solamente con su ayudante a recoger a los diez soldados de caballería, quienes con su oficial se hallaban en el pueblo de las Piedras y después otros veinte en el pueblo de San José, con esta exigua fuerza de jinetes se le comisionó para obligar a los insurrectos a levantar el asedio de la Colonia de Sacramento, por estar siendo atacadas por doscientos hombres llegados de Buenos Aires.

Tuvo la suerte que al llegar la plaza había sido tomada pero sin tomar posiciones los rebeldes, por ello atacó con tal brío que el enemigo desconcertado no opuso casi resistencia y buscando salida reembarcaron precipitadamente dejando la plaza en poder de los realistas, aquí se le unieron más tropas llegando a contar con trescientos hombres por habérsele incorporado las fuerzas de caballería dispersas de toda la zona.

El 16 de octubre salió en dirección a la vasta extensión de Entre-Ríos, donde el 6 de noviembre entabló combate con una fuerza de seiscientos enemigos a los que batió después de vadear el río Uruguay, manteniendo el dominio del país, hasta la llegada del virrey don Francisco Javier Elío.

Siéndole dada la orden del 19 de enero de 1811, para con todas sus fuerzas compuestas ahora por unos quinientos hombres, tomara posición en la capilla de las Mercedes a la espera de recibir órdenes

El 1 de febrero regresó con sus tropas a la Colonia, recibiendo el 12 de marzo siguiente la orden del Virrey, para dar unos golpes de mano, embarcando con cien hombres escogidos, para llamar la atención del enemigo y retardar sus operaciones, embarcados en la zumaca Cisne, el falucho Fama y la balandra Tortuga, todos armados en guerra, realizando casi una guerra de guerrillas, pues desembarcaban atacaban y se retiraban en diferentes poblaciones, creando así una inseguridad total en las fuerzas contrarias.

El 6 de abril siguiente recibió orden de regresar a la colonia de Sacramento, quedando en ella como segundo del mariscal de campo don Gaspar de Vigodet, este jefe le encargó realizar una salida o incursión en la campiña, para recoger e introducir en la plaza algún ganado, cosa que realizó cumplidamente, pues consiguió meter mil cabezas.

El 27 de mayo pasó Vigodet con todas sus fuerzas a Montevideo, por estar sitiada, quedando Michelena de guarnición sólo con doscientos hombres, manteniendo la plaza contra fuerzas muy superiores, hasta que el 31 de mayo el general ordenó evacuarla, lo efectuó pero antes clavó la artillería y embarcando todo cuanto de utilidad había en la plaza en sus buques, retirándose a Montevideo donde desembarcó el 1 de junio siguiente.

El 10 continuo bombardeó el puerto de Buenos Aires, con una división compuesta por el bergantín Belén, dos balandras bombarderas, dos lanchas, la zumaca Gálvez y dos faluchos, disparó ochenta bombas más treinta y seis granadas, a pesar del fuego que le hicieron desde los fuertes de la defensa, pero en la plaza tenía Michelena a su mujer y a sus hijos, lo que dice mucho del valor y lo que significa ser militar.

El 22 de agosto fue llamado, al fin, a Montevideo, donde se presentó el 28 seguido siendo destinado al día siguiente a mandar las baterías comprendidas entre la ciudadela y el muelle hasta cabo del Norte, permaneciendo en su cargo hasta ser firmado el armisticio con Buenos Aires el 13 de noviembre de 1811, dándosele el mando de la fragata Efigenia, zarpando el 18 de diciembre, fondeando en la bahía de Cádiz el 22 de marzo de 1812, quedando desembarcado por Real orden del 1 de agosto siguiente.

Por Real orden del 20 de marzo de 1813, accediendo a su instancia, se le destino a la expedición de tropas del ejército con destino al Río de la Plata, para ser empleado en destinos de tierra pero no de mar, embarcó de transporte en la fragata Prueba, zarpando el 5 de mayo con rumbo a Montevideo, donde desembarcó el 22 de agosto siguiente.

El 23 de junio de 1814 capituló esta plaza, pero tal capitulación no fue respetada, quedando Michelena, como los demás, en calidad de prisionero, siendo trasladado a Buenos Aires y después trasladado a diferentes lugares de confinamiento y por último al depósito de Bruscos de donde por enfermedad fue, al fin, enviado al hospital de Buenos Aires, al llegar para evitar su huida se le puso una barra con grillos, consiguiendo pocos días después se la quitasen bajo fianza.

A pesar de ello intento la fuga en varias ocasiones, lográndolo el 14 de abril de 1820 llegando a Montevideo, de aquí pasó a Río de Janeiro y vuelto a embarcar con destino a Gibraltar en un bergantín británico, presentándose el 16 de marzo de 1822 en el Departamento de Cádiz.

Puesto todo en conocimiento de S. M. emanó una Real orden fechada el 25 de abril siguiente, siéndole concedido relief de sus sueldos, pues no había dejado de ser un buen militar y patriota.

Vivía en Puerto Real cuando fue ocupada por las tropas napoleónicas, se presentó al general en jefe del ejército, conde de Bordesull, quien lo destinó a las lanchas cañoneras armadas en Sanlúcar, tomando parte su división en el bombardeo realizado sobre Cádiz por la escuadra francesa del almirante Duperré, el 17 de septiembre de 1823.

Se le entregó la Real orden del 5 de enero de 1824, con su ascenso al grado de brigadier, pero con antigüedad del 30 de mayo del año 1815, con la misma se le daba licencia para presentarse en Madrid.

Fue condecorado con la Cruz Laureada de Marina por sus servicios en el Río de la Plata, y el 1 de octubre S. M. le autorizó a utilizar la Legión de Honor otorgada por el Rey de Francia por los realizados con las fuerzas francesas en el ataque a Cádiz.

Por orden del 22 de enero de 1825, fue nombrado Gobernador militar y político de la plaza de Ferrol, estando en su destino se le entregó la Real orden del 14 de julio siguiente con su ascenso al grado de jefe de escuadra, seguidamente por tener cumplidos los requisitos del reglamento S. M. se le confirió la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

A pesar de ser el responsable político, no utilizaba ese poder con los que sabía eran liberales, pero estos a veces confundían la educación y el respeto con la tibieza de carácter, por ello no pudo evitar en despacho cerrado mantener en más de una ocasión palabras agrias con el capitán general de Galicia don Nazario de Eguia.

Por Real orden de 29 de agosto de 1831 fue destinado a Castellón, con el mismo cargo que desempeñaba en Ferrol, cesó en su mando anterior el 16 se septiembre, cuando estaba a punto de salir, el 29 de septiembre de 1831 falleció de muerte natural, cuando contaba con cincuenta y siete años de edad y, algo más de cuarenta y tres de gloriosos servicios a España.

Bibliografía:

Cervera Pery, José.: El Panteón de Marinos Ilustres, trayectoria histórica, reseña biográfica. Ministerio de Defensa. Madrid, 2004.

Cervera y Jácome, Juan. El Panteón de Marinos Ilustres. Ministerio de Marina. Madrid. 1926.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Pesado Riccardi, Carlos.: Gutiérrez de la Concha. Una vida para el Rey. Ministerio de Defensa. Madrid, 2007.

Válgoma y Finestrat, Dalmiro de la. Barón de Válgoma.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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EGRA 1831

Posted By on 5 de septiembre de 2014

Estado General de la Armada para el año 1831

Navío: Héroe, de 80 armado en la Habana, Guerrero, de 74 en Cádiz desarmado, Soberano, de 74 en Ferrol desarmado y Algeciras, de 74 desarmado en Cádiz.

Fragatas: Lealtad, de 50 armada en la Habana, Restauración, de 50, armada en la Habana, Casilda, de 40 armada en la Habana, Perla, de 40, desarmada en Ferrol y Diana, de 20 desarmada en Cartagena. (más…)

EGRA 1835

Posted By on 5 de septiembre de 2014

Estado General de la Armada para el año 1835

 

Navío: Héroe, de 80 y Guerrero, de 74 en Ferrol desarmados y el Soberano, de 74 armado en la Habana.

Fragatas: Restauración, de 50, en la Habana, Perla, de 40, en Ferrol, Esperanza, de 40 en Manila, y la Reina María Cristina, de 52 en grada en Ferrol. (más…)

1635 – Armada de Tierra Firme

Posted By on 5 de septiembre de 2014

Mando:

General don Carlos de Ibarra.

Almirante don Pedro de Ursúa.

Salida:

Zarpa de Cádiz el 23 de mayo de 1635, dando escolta a las Flotas de Nueva España y de Tierra Firme, mandadas por Juan de la Vega Bazán y Roque Centeno respectivamente. (más…)

Biografía de don José de Vargas y Ponce

Posted By on 4 de septiembre de 2014

José de Vargas y Ponce. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

José de Vargas y Ponce. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

Capitán de fragata de la Real Armada Española.

Director de la Real Academia de la Historia.

Escritor.

Vino al mundo en la ciudad de Cádiz el 10 de junio de 1760, siendo sus padres don Tomas de Vargas y de Alarcos, y de doña Josefa Ponce Seep. (más…)

1635 – Flota de Tierra Firme

Posted By on 3 de septiembre de 2014

Mando:

General don José Roque Centeno Ordóñez.

Almirante don Martín Orbea. (más…)

1634 – Armada de Tierra Firme

Posted By on 2 de septiembre de 2014

Mando:

General don Antonio de Oquendo.

Salida:

Zarpan de Cádiz el 9 de mayo de 1634 escoltando a la Flota de Tierra Firme. Llevaban azogue. Llegados al Caribe, y cerca de Portobelo, se pierde el galeón Los Reyes. (más…)